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Hogar de Cristo como Respuesta Pastoral I

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Hogar de Cristo como Respuesta Pastoral I

El Hogar de Cristo a la luz de una página de la Evangelii Gaudium del  Papa Francisco. Primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y  festejar.

El Hogar de Cristo a la luz de una página de la Evangelii Gaudium del Papa Francisco. Primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar.

 

La obra del Hogar de Cristo, busca acompañar la vida concreta de personas atravesadas por el sufrimiento social a causa de las drogas. En cuanto a su origen los centros barriales –corazón de esta obra-, fueron naciendo como respuesta al desafío que nos plantea el consumo de paco en nuestros barrios. Pero digamos desde el inicio con claridad, que no se trata sólo de un problema de drogas. Así como hace años el mal de chagas ponía de manifiesto la miseria del interior del país, el paco nos enrostra la miseria de las grandes periferias urbanas, y lo más terrible es que hace explotar la marginalidad.[1]

 

Ahora bien, mirando más en profundidad podríamos decir que como sociedad hemos dejado en situación de orfandad a miles de chicos y chicas. Es así que en los centros barriales nos encontramos habitualmente con huérfanos de amor[2], se da una notable carestía de vínculos. Esta es una forma de pobreza que no se puede registrar en términos de ingreso mínimo por persona; pero existe, es real, y duele mucho.

 

Frente a este desafío, en primer lugar los centros barriales son una respuesta pastoral, y por consiguiente un modo de vivir la Iglesia. Es que “antes que una acción o una suma de actividades, la pastoral es una forma de comportamiento hacia la realidad”.[3]  Es un modo de pararse frente a la realidad. “La pastoral implica, por consiguiente un engendrar sentidos en la historia, un ‘hacer’ sentidos.”[4]En este contexto no se trata de otra cosa que de ayudar a encender, a despertar la pasión por vivir. Es que una persona espiritualmente saludable está convencida de que la vida merece vivirse, le encuentra sentido a lo que hace, tiene la alegría de vivir.[5]

 

Si de pastoral se trata, es necesario en este tiempo de la Iglesia ‘confrontar’ nuestra práctica pastoral con un texto al que el Papa Francisco le ha dado “un sentido programático y con consecuencias importantes”[6]. Por eso es valioso poner en diálogo nuestra experiencia en el Hogar de Cristo, especialmente en los centros barriales, al menos inicialmente con alguna de sus páginas.

Tomamos así el Nº 24: “La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan.”  Vamos a articular nuestra reflexión a partir de estos cinco verbos que se subrayan aquí.

 

  1. “Primerear »:sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primoreado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear!”

 

Los centros barriales plantan la Iglesia en lugares de profundo dolor. En lugares de exclusión social grave y de orfandad de vínculos. Aparecen allí donde se necesita de la Iglesia como familia grande que hace lugar. La Iglesia se instala así de modo rápido, un poco sin tener todo organizado, calculado, se hace prójima a modo de hospital de campaña[7]y no pregunta mucho, no anda con vueltas, se dedica a curar, su medicina casera, familiar, es la misericordia. Es lo que la comunidad de Jesús puede dar. La comunidad de discípulos misioneros pone su confianza más en la providencia que en las estructuras y se abre a recibir la vida como viene.

 

En los centros barriales se busca recibir la vida como viene y hacerle lugar, sin juzgar, sin condenar. Se intenta dar respuesta a esas necesidades que nos están revelando derechos vulnerados: DNI, escuela, vivienda, capacitación laboral, trabajo etc. Y también se hace ese anuncio sencillo del kerigma del que a veces se priva a los más pobres: “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte”[8].

 

Recibir la vida como viene también es adaptar nuestras ideas y programas a la realidad y no la realidad a ellos; teniendo presente que la burocracia expulsa, pone trabas, en definitiva pone en riesgo la vida de muchas personas.[9]

 

La comunidad entera tiene lugar en el centro barrial. Embarazos, nacimientos, causas judiciales, privación de la libertad, enfermedades, casamientos, bautismos, y hasta fallecimientos. Todo tiene lugar en el centro barrial, todo se vuelve ocasión de acompañamiento. Es así que los centros barriales no tienen un foco exclusivamente psicoterapéutico sino que van desarrollando su actividad al ritmo de la vida que van recibiendo, con una mística de trabajo hogareña, familiar, comunitaria.

 

Se busca primeriar, llegar lo antes posible. Pero a la vez con la humilde confesión y con el hacerse cargo de que esto no debería haber pasado, de que en un sentido se ha llegado tarde. ¿No podría haberse evitado tanto sufrimiento? ¿Nos habrá inmovilizado el no haber descubierto el rostro misericordioso de Dios? ¿Y esto no tiene catastróficas consecuencias pastorales? “La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia… Tal vez por mucho tiempo nos hemos olvidado de indicar y de andar por la vía de la misericordia”[10]

 

  1. “Como consecuencia, la Iglesia sabe « involucrarse ». Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto » (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así « olor a oveja » y éstas escuchan su voz.”

 

A veces podemos caer en la tentación de describir la realidad, de mirar estadísticas, de inquietarnos solamente si los porcentajes suben demasiado. Como dice el Papa Francisco a veces estamos tentados de ‘balconear´ la realidad sin involucrarnos en lo que pasa. Pero aquí no se trata de ningún espectáculo, se trata de la carne sufriente de Cristo en el pueblo.

 

Ahora bien, si los centros barriales son ante todo una respuesta pastoral, “‘Interpretar’ significa hacer, producir el acontecimiento, comenzar a realizar un nuevo sentido.”[11]Es así que las dimensiones de los problemas se toman metiéndose en medio, teniendo iniciativas, tomando decisiones, no se pueden resolver si no es andando. Por eso en los centros barriales la inclusión es una búsqueda cuerpo a cuerpo. En este cuerpo a cuerpo como familia grande se abraza el dolor, ya que hay heridas del alma que sólo cura el amor. Cada persona es sagrada, ninguna vida está de sobra.  Y para que la inclusión sea real, y no quede nomás en el plano de las ideas, es necesario que se plantee el trabajo de modo personal. Hay que mirar las necesidades concretas de cada uno y preguntarse cómo resolverlas. El trabajo se plantea como un gran esfuerzo para que esa persona puntual resuelva su situación de exclusión grave. Las tareas son tan diversas como las personas, el desafío es la inclusión social, y eso no se logra planteando una estructura rígida, sino ensayando nuevos caminos con creatividad y por qué no, audacia.

 

Es importante destacar que en este involucrarse, el Hogar de Cristo no  busca competir con nadie, como por ejemplo CESAC, Caritas, Defensorías zonales de menores, Centros de día, Comunidades terapéuticas, etc. No  compite, ni reemplaza ningún efector de inclusión social, todo lo contrario, se potencia a través de ellos y a su vez también potencia el valioso e irremplazable trabajo que estos hacen.

 

Involucrarse es correr fronteras, es animarse a correr los límites un poco más allá de “lo que nos corresponde”, haciéndonos prójimos de distintas periferias existenciales. De lo contrario la catolicidad de la Iglesia se oscurece gravemente.

 

Ahora bien, también es necesario superar los límites de la Iglesia visible en otra dirección, uniéndonos y buscando ayuda en la Iglesia del cielo. Por eso los patronazgos por ejemplo de San Miguel Arcángel, Madre Teresa, San Alberto Hurtado, San Juan Bosco, etc., no son meramente nominales. A ellos recurrimos, en ellos nos inspiramos, a ellos involucramos conscientes de que solos no podemos, y sentimos que gustosos se involucran y se hacen presentes entre nosotros. “Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897).”[12]

 

 

  1. “Luego, la comunidad evangelizadora se dispone a «acompañar ».Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites.”

 

En los centros barriales se da la posibilidad real de un acompañamiento territorial, de un abordaje territorial. Mientras los distintos efectores asistenciales o de salud se ocupan de una parte –por ejemplo el hospital de una herida grave-, el centro barrial tiene una mirada de conjunto sobre los procesos de los chicos y chicas que acompaña. Busca conocer su casa, su familia, la red de contención con la que cuenta, etc.  Esto es así porque precisamente está en el barrio. Por otro lado el mismo barrio se va tornando cada vez más amigable y protagonista de la inclusión social de los chicos y las chicas. Lo hace a través del grupo de familias, o lo hace a través de vecinos y vecinas u organizaciones sociales comunitarias que acercan a los mismos a los centros barriales.

 

Acompañar es iniciar procesos, es hacerse amigo del tiempo confiando que este trae revancha para salir adelante. Es sobretodo hacerse amigo de un Dios rico de tiempo, entrando en sus tiempos de paciencia y misericordia. Y si a veces es necesario poner límites, a la vez hay que abrir otras puertas.

 

Por otro lado en los centros barriales hay un crecimiento gradual del protagonismo de los chicos y de las chicas… Ellos tomaron la decisión, que nadie podía tomar por ellos, de ponerse de pie. Ellos han aceptado la mano tendida por el Hogar de Cristo, y ahora como parte de esta familia grande, tienden la mano para que otros se pongan de pie.

 

Su testimonio para los chicos y chicas que están en la calle o en un pasillo de nuestros barrios, sin encontrarle sentido a su vida, es muy valioso, y en muchos casos decisivo. Porque ellos han atravesado ese infierno… Dolor, sufrimiento, soledad, sentirse abandonados por Dios: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado” (Mt 27,46). Nadie mejor que ellos para encender la esperanza de que es posible encontrar un horizonte que invite a caminar.

 

En una cultura que no genera solamente excluidos, sino sobrantes, se cumple aquella palabra del Evangelio de Jesús: “la piedra que desecharon los constructores se ha hecho piedra angular” (Mt 21, 42)

 

Así los chicos y chicas del Hogar de Cristo al no despreocuparse de su propia carne, van cicatrizando sus propias heridas (Is 58,7-8). Y, por qué no, van encarnando el sueño del papa Francisco: “Como me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres”.

 

 

  1. “Fiel al don del Señor, también sabe « fructificar ».La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados. El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora.”

 

Jesús con su muerte y resurrección nos abrió el camino a la vida verdadera, a la vida feliz del cielo. Allí no habrá más “muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo antiguo ha desaparecido” (Apoc. 21,4). Pero el Señor, también dejó sembrada la semilla del Reino de la Vida del Padre, aquí entre nosotros.

 

El desafío pastoral de acompañar como Iglesia la vida de tantos chicos y chicas golpeados por este flagelo de la exclusión, es una invitación a salir de la autorreferencialidad y  buscar el Reino, porque el Padre y su Reino se esconden especialmente en los lugares de sufrimiento y dolor. Ahora bien, en estos lugares ciertamente crece el trigo y la cizaña, por eso nuevamente hay que hacerse amigos del Dios rico en tiempo, paciente y misericordioso. En este campo de batalla es importante no convertirnos en coleccionistas de conflictos, que nos distraigan del acompañamiento de las familias que viven en esta situación de extrema vulnerabilidad.

 

Y los frutos fueron de a poco apareciendo. Se fue recibiendo la vida  como venía, escuchando mucho, sin juzgar, sin condenar. Y se acompañó a los chicos y chicas, cuerpo a cuerpo, uno a uno. En esta familia grande del Hogar de Cristo se ha buscado decirles que son muy valiosos a los ojos de Dios y que Él los ama entrañablemente (Cfr. Is. 43,4). Se han ensayado distintos caminos para acompañar la vida lo más concretamente posible. Así nacieron los centros barriales, las granjas, la cooperativa de trabajo, las casas amigables, etcétera.

Pero, ¡atención!, no sólo a los chicos y chicas de los centros barriales les ha hecho bien, a nosotros también como Iglesia nos ha hecho un grandísimo bien, porque cuando Iglesia abraza el dolor, cuando abraza a los más pequeños y a los pobres se convierte al Evangelio de Jesús, tiene un rostro más humano, más creíble, por algo Dios se hizo hombre y habló lenguaje humano.

 

  1. “Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe « festejar ».Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo.”

 

Cuando entre los chicos y chicas del Hogar de Cristo se celebran los sacramentos, se realizan misiones y servicios a los más pobres, cuando se hacen peregrinaciones, o se celebra la Misa, hay un espíritu de alegría y fiesta. Es así que como Iglesia tomamos conciencia que: “La marginación religiosa del pobre es la más grave en orden a su dignidad y a su salvación… Es misión específica de la Iglesia atenderlos espiritualmente. Predicar la Palabra a todos, reconociendo que quienes experimentan peculiares situaciones de carencia, debilidad o sufrimiento, están más necesitados de Dios y, muchas veces, se hallan más abiertos, como María, para recibir la Buena Nueva en su corazón”[13]

 

La inmensa mayoría de los chicos y chicas que acompañamos desde los centros barriales pertenecen a la cultura popular y el modo de expresar su fe es a través de la piedad popular. Sabemos que esta es un lugar de encuentro con Jesucristo, y que esta mística popular tiene un gran potencial de santidad y de justicia social. Y es precisamente la piedad popular el mejor punto de partida para sanarse y liberarse ayudados por el evangelio de Jesús, de muchas debilidades que complican la vida.

 

En el Hogar de Cristo, la fiesta nos habla del amor del Padre, de las fiestas que convoca el Padre (cf. Lc. 15, 22-24), de la gran fiesta a la que peregrinamos (cf. Ap. 19,9). Acompañar y alentar este espíritu de fiesta es multiplicar la alegría, es celebrar el Reino ya sembrado entre nosotros (cf. Mt. 13, 31-32), es celebrar que el Padre y su Reino se hacen presentes especialmente entre los más pobres de los pobres.

 

A modo de conclusión:

 

Este buscar poner en diálogo nuestra práctica en los centros barriales con esta página de la Evangelli Gaudium –la alegría del Evangelio-, es volver a traer a la memoria a la hora de compartir la experiencia con otros, que ante todo el Hogar de Cristo es una respuesta pastoral a un desafío que nos trae un territorio concreto.

 

                                                                                                                           Gustavo Oscar Carrara.

24 de Mayo de 2015. Solemnidad de Pentecostés.

 

[1]Cfr. “El desafío del paco”. Equipo de sacerdotes para las Villas.  24 de junio de 2010.

[2]Nos parece iluminador al respecto el trabajo de López Rosende Juan Manuel. Huérfanos de amor. Trastornos psicológicos y espirituales. Editorial Dunken. Buenos Aires, 2008.

[3]Gera Lucio. Meditaciones sacerdotales. Azcuy- Caamaño-Galli. Editores. Ágape. 2015.  Pág. 60

[4]Boasso Fernando. SJ. ¿Qué es la Pastoral Popular? Editora Patria Grande. Buenos Aires 1974. Pág. 18.

[5]Cfr. “La droga en las Villas: Despenalizada de hecho.” Equipo de sacerdotes para las Villas. 25 de marzo de 2009.

[6]Papa Francisco. Evangelii Gaudium Nº 25.

[7]“Veo la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas… Y hay que comenzar  por lo más elemental… ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo. Esto es Evangelio puro”Antonio Spadaro SJ, Entrevista exclusiva del Director de la Civiltá Cattolica al Papa Francisco: “Busquemos ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos” 19 de agosto de 2013.

 

[8]Papa Francisco. Evangelii gaudium Nº 164.

[9]Cfr. “La droga en las Villas: Despenalizada de hecho.” Equipo de sacerdotes para las Villas. 25 de marzo de 2009.

[10]Papa Francisco. Misericordiae Vultus. Nº 10.

[11]Gera Lucio. Meditaciones sacerdotales. Azcuy- Caamaño-Galli . Editores. Ágape. 2015.  Pág. 83

[12]Papa Francisco. Mensaje de Cuaresma 2015. Nº 2.

[13]CEA. Líneas pastorales para la nueva evangelización. Nº 32

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