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Aprender de la Fe como modo de relación. Por: Pablo Vidal

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Aprender de la Fe como modo de relación. Por: Pablo Vidal

Aprender de la Fe como modo de relación

por Pablo Vidal1

El consumo problemático de sustancias es la punta del ovillo de un sinfín de problemáticas de las personas y por su complejidad, se nos presenta como un replanteo sobre nuestra cultura, nuestro lugar como Iglesia, nuestros abordajes y nuestros modos de relacionarnos.

Si dejamos que la realidad nos muerda el costado, tendríamos que preguntarnos sobre nuestra Hospitalidad en relación con las personas y comunidades que se encuentran en esta situación; la cuestión nos invita a revisar la relación con el otro como un modo especial de “encuentro” y es en este sentido, que me gustaría tomar como marco para esta reflexión, el libro “Relaciones Humanizadoras2” de Pedro Trigo dado que, lo entiendo como un enfoque superador del que observamos hoy en la fragmentación del sistema y sus respuestas.

Es frecuente que en el afán de encontrar “certezas” que iluminen nuestras prácticas, nos esforcemos por “saber”, nos convertamos “en especialistas de temáticas” y perdamos de vista a las personas reales: terminamos encerrados en nuestros paradigmas, regodeándonos ahí, sin hacernos cargo de “la vida como viene” en cada persona que sufre, con sus aristas y misterios.

En general la formación profesional, en mi caso particular como psicólogo, nos prepara para “trabajar” con un modo de relación de “Sujeto-Objeto” que sería explicable como la realización de un vínculo en base a cierta información diagnostica que recabamos desde la que también generamos protocolos, manuales y posgrados que, por un lado nos dan más conocimiento y herramientas, pero nos deshumanizan e imponen barreras de control de una vincularidad que, en sí misma, es el primer puente a la salida del problema. En la Academia nos enseñan como mantener una distancia optima con el “paciente” para tener un análisis objetivo de la situación. También nos educa en como no involucrarnos demasiado con el otro por miedo al “Síndrome del Burnout”. Son modelos que proponen la lectura de “la parte para comprender el todo” en una lógica en la que se busca la eficacia y el utilitarismo y en la que “lo que no se enmarca se descarta”.

En ese sentido, nosotros no queremos definirnos por la temática que trabajamos, sino por la calidad del vínculo que generamos buscando “La comunión real con el otro”: como es, como está, como viene y como desea ser con la impronta de su vida.

En los Centros Barriales buscamos y deseamos relaciones “Sujeto-Sujeto”, encuentros entre personas que se tocan y se comprometen mutuamente, en las que involucrándonos, nos dejamos afectar y transformar por el otro.

 

Nosotros anhelamos, e intentamos hacer carne, vínculos recíprocos/reales donde todos compartimos y sanamos nuestras fragilidades, vivimos el dolor y la alegría, nos reconocemos con nuestras similitudes y diferencias y nos sanamos recíprocamente, compartiendo los dones de cada uno, en comunidad.

Buscamos generar relaciones donde todos nos sintamos alojados, nos reconozcamos necesitados, y se den así procesos de autorevelación mutua. Desde ahí, respetándonos en el tiempo y encontrándonos desde la libertad, estamos convencidos de que podemos construir una verdadera comunidad transformadora: porque es allí donde está nuestro corazón incendiado, que está nuestro tesoro.

 

1 Referente en Abordaje Pastoral y Comunitario de las Adicciones, Cáritas Nacional, y referente en la federación Familia Grande Hogar de Cristo.

2 Trigo, Pedro. “Relaciones Humanizadoras”. Editorial Universidad Alberto Hurtado. Santiago de Chile, Chile. 2013.

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