Los 5 caballos. Por: Charly Olivero

Los 5 Caballos
Buenas tardes a todos y todas. Hoy voy a contarles un cuento, más que un cuento, una historia, nuestra historia. Porque al comprender la historia, que es nuestro pasado, recordamos quienes somos, nuestro presente. Y cuando somos conscientes de nuestra identidad, entonces tenemos futuro. El objetivo de esta charla es recordar quienes somos para calibrar la brújula. Saber cuáles son los desafíos que tenemos por delante. Y en esta tarde la historia se las voy a contar con la ayuda de cinco caballos. Esto es fortuito, en su lugar podríamos haber hablado de señuelos y del modo en que Dios nos pescó, de laberintos, minotauros, fracasos, o como le gusta señalar a nuestro querido hermanito, kunfupandas.
1) El Caballo de Troya enseña nuestra historia
La cosa se desencadenó cuando cientos de pibes y pibas inundaron los alrededores de la villa 21. Sus pipas de plástico, sus tubitos y virulanas nos hicieron descubrir el rostro mordaz de esa nueva droga que llegaba. Escenas dantescas llenaron nuestros ojos, y era casi imposible entrar o salir del barrio sin ser testigos del horror. Con la villa sitiada creímos que la droga era el problema, y entendimos que no podíamos permanecer sordos al sufrimiento, que Dios nos llamaba, que debíamos abrir la puerta a ese problema que traía tanto dolor.
Cuenta la literatura que unos milenos atrás, otra ciudad se vio sitiada por las huestes enemigas en una guerra cruel. La resistencia de las murallas en ese entonces soportó catapultas, flechas, espadas, piedras y fuego. Pero fue un caballo el que venció el muro. Cuando los habitantes de Troya vieron ese inmenso corcel de madera a las puertas de la ciudad, cuando descubrieron que ya no había enemigos cerca y pensaron que habían triunfado, abrieron las puertas y metieron el caballo dentro del palacio, descubriendo con asombro que dentro venía el ejército que sería su perdición.
Para nosotros fue igual, pero al revés. El caballo de Troya de la adicción, que venció la muralla de nuestras comodidades y miedos desencadenó en nosotros el proceso más hermoso que podríamos haber visto. El resplandor de Dios venía escondido dentro de la cruz que abrazamos, hoy brilla en nuestras comunidades y nos llena de alegría. Fue tanta la gracia que recibimos al abrirnos, que casi podríamos hablar de la bendición del paco.
Fue así, en el principio hubo un Bergoglio inspirado que nos dijo que esto no era una industria, no había procesos estandarizados e iguales para todo el mundo, debíamos hacernos cargo personalmente, cuerpo a cuerpo, tocando la carne del Cristo sufriente en nuestros hermanos más rotos. Proféticamente los llamó hermanos sin saber que unos años después seríamos esto, una gran familia. Nos dijo también que debíamos recibir la vida como viene, que había que abrir las puertas a la vida que llega, como llega, cuando llega. No eramos nosotros los que decidíamos a quien acompañar, eran los caminos providenciales de un Dios, que no quiere que nadie se pierda. Recibir la vida como viene, fue en un primer momento salir a buscar y reconocer que no era lícito para nosotros tener un principio de exclusión. No podíamos dejar de recibir a nadie.
Pero las palabras son como los caballos, también caminan y hasta a veces galopan. En poco tiempo comprendimos que eso de recibir la vida como viene, implicaba una mirada integral. Que no alcanzaba con recibir todas las vidas, había que recibirlas enteras, integralmente. Porque si solo nos dedicábamos a la droga ¿qué pasaba con la familia, la casa, los embarazos? ¿y el dinero? ¿y las enfermedades? ¿las causas penales? Entendimos así que: o lo mirábamos todo, o no nos salía nada. Si en un primer momento la vida como viene exigía abrir la puertas, ahora también pedía la mirada integral.
Hoy en día, sin abandonar la apertura ni la integralidad, comprendemos que esto de recibir la vida como viene es nuestra espiritualidad. Claro, Bergoglio es jesuita, y en los ejercicios espirituales los jesuitas intentan discernir si los movimientos del alma vienen de Dios o del mal espíritu. Es el principio de la encarnación: en la realidad que irrumpe en nuestras comunidades llega el mismo Dios. Es él el que nos toca las puertas y pide respuestas. A veces llega en una chica o en un chico rotos, a veces en un problema, o en el desafío de ser consecuentes y seguir adelante con los pasos que dimos.
Por eso el Hogar de Cristo es respuesta, porque toda la iniciativa viene de Dios. Nosotros no quisimos este camino, no lo buscamos, incluso pensábamos que debíamos hacer las cosas de otra manera. Hay de nosotros si priorizamos nuestras ideas y nuestro orden. Intuyo que esa sería nuestra perdición.
Fue así, dentro del caballo de Troya de la adicción llegaban esos dos criterios del cuerpo a cuerpo y recibir la vida como viene, que desencadenarían en nosotros y en nuestras comunidades la hermosa revolución de la alegría. Era la Alegría del Evangelio (Evangelii Gaudium) que el Papa señala en su magisterio. Cuando la Iglesia pone en el centro a los más pobres, que son los bendecidos de Dios, se contagia la bendición. Así nuestras comunidades empezaron a irradiar la mirada y las prácticas, y la alegría fue distribuyéndose por los más diversos rincones de nuestra patria. Las prácticas enseñan la mirada, la mirada sugiere nuevas las prácticas. Así, muchos que estaban en sintonía en otras geografías vieron que su corazón galopaba al ritmo de la misma canción.
2) El segundo caballo, es el de San Jorge, y señala nuestro presente
La leyenda cuenta que San Jorge, montado sobre un brioso corcel mató al dragón y liberó a la princesa que el monstruo amenazaba con devorar, razón por la cual el rey padre le otorgó la mano de su hija para que el santo se una a ella en matrimonio. El mal que parecía tener todas las de ganar, y que amenazaba con extinguir al amor, fue muerto en manos del mismo amor.
Es tiempo de que salga del establo el segundo caballo de nuestra historia, el de San Jorge. Es notable ver cómo este santo vencedor del poderoso dragón también anduvo en nuestro campamento. Su popularidad en el subsuelo de la patria nos habla de un anhelo, del deseo de superar el mal encarnado en el hambre, la desigualdad, la violencia, la vulneración de sus derechos, la adicción, los atropellos. Pero también, y fundamentalmente nos recuerda que no hay salvación sin amor.
Por más que nuestros estudios nos tengan actualizados en los últimos avances de todas las disciplinas médicas, escuelas psicológicas, sociológicas, o de la ciencia que sean, si no amamos y no somos amados no hay posibilidad de salir adelante. La ciencia no ama, estudia y avanza movida por el interés del que financia la investigación. El amor fue declarado persona no grata en la relación médico-paciente. No tiene distancia terapéutica. No tiene la objetividad que necesita la ciencia.
Y sin embargo, el dragón no murió por el glifosato, porque es de esa raza compleja que no se deja encontrar por las ciencias de la simplificación. Murió a manos de San Jorge, que avanzó valeroso movido sobre el caballo del amor. Pero entiéndase bien, no renegamos de la ciencia, nunca lo haríamos, es que por sí sola la vemos impotente. Cuando llega alguien al centro barrial, lo primero que hace es señalar las heridas del corazón, recordar los abandonos, abusos, violencias. ¿Cómo no darnos cuenta que el dolor reclama el calor del amor? ¿Quién puede pensar que con un par de técnicas el dolor se va a callar? ¿Como no ver que esos métodos son eficaces cuando el que sufre se siente abrazado por otro? ¿Y si está solo? ¿Y si no tiene a nadie?
Los dragones de la adicción, de la marginalidad, de la desigualdad también piden su San Jorge. Y es lindo ver cómo en nuestros centros se vive el amor en todas sus formas: el perdón, la paciencia, la hospitalidad, el acompañamiento, la ternura, la comprensión, la magnanimidad. Cuando están, la droga y la marginalidad envejecen, pierden los dientes, y ya no pueden exhibir su poder aterrador.
Hombres y mujeres que un día encontramos derrotados hoy están de pie, aportando una solución que que parecía imposible. Abren sus casas para recibir al que está en la calle, sostienen con paciencia a quienes tiempo atrás eran sus compañeros de consumo. Aconsejan, acompañan, sostienen, perdonan, permanecen y esperan. La comunidad florece porque la piedra que desecharon los arquitectos ha llegado a ser la piedra angular.
Pero el tiempo está vivo, crece y crece, camina y galopa, y como los caballos avanza. Esos mismos hombres y mujeres que estaban afuera de todo, que en el amor se pusieron de pie y con vocación hacen la nueva respuesta, hoy despiertan a una nueva conciencia. Se reconocen parte de la Iglesia que recibe la vida como viene, constructores del Reino. Entienden, discuten y toman decisiones para nuestras comunidades. Cuando la palabra circula todos comprendemos hacia donde vamos, el discernimiento es compartido, y todos, todos hacemos el futuro.
Es hermoso en este sentido, descubrir cómo esos voluntarios del inicio, quienes pusieron los primeros ladrillos de este templo, a veces están un poco cansados, porque nadie puede estar de guardia eternamente. Es muy tierno verlo. Cuando se conectan con su fragilidad, son consolados por los que antes estaban rotos y se sienten familia.
Para que los hijos crezcan, papá y mamá deben ponerse un poco más grandes, conectarse con su fragilidad, hacer lugar. Así, en el camino nos reconocemos hermanos. Poseedores de la misma fragilidad, todos iguales, todos familia, todos hijos del mismo Padre.
Es la mística del Hogar de Cristo en la que siempre tenemos lugar, venga como venga nuestra vida, para todos y todas, más allá de la droga.
3) El carro alado de Platón, nos señala el horizonte
Por último, los caballos de Platón. En su obra Fedro, el filósofo griego compara el alma con un carro alado compuesto de dos caballos y un auriga, el chofer. Dice que uno de esos caballos es bueno, luminoso y brillante, mientras que el otro es malo, oscuro, y feo. Si el primero representa la nobleza del alma, su parte racional, el segundo representa las pasiones del alma. El auriga debe entonces resolver el difícil arte de la conducción, teniendo en cuenta que mientras un caballo quiere subir, el otro pretende bajar.
Aunque nosotros tomamos distancia de ese desprecio de lo material que tiene Platón, nos vemos en la misma dificultad para conducir nuestro carro, teniendo en cuenta que el carro del Hogar de Cristo en lugar de dos, tiene tres caballos.
Efectivamente, el primero es el caballo de la reforma de la Iglesia, es nuestra vocación de que los que están más rotos encuentren en la Iglesia una familia que los abraza. Y esto tiene dos partes: abrazar y hacernos familia, e intentar que la Iglesia entienda y se abra también a los más rotos. Este es el caballo central de nuestro carro, y para que pueda caminar debe estar acompañado de otro.
El segundo caballo de nuestro carro, subsidiario del eclesial, es el caballo de la política. También en ese hipódromo debemos cabalgar. Porque para que nuestras comunidades tengan los recursos para poder organizarse en el cuidado, es necesario generar esos programas, no solo a nivel nacional, sino también provincial y municipal. Debemos en todo el país incidir en las políticas para que el abordaje comunitario sea comprendido por todos los estamentos del estado. Si no logramos transmitir la necesidad de desarrollar políticas para el abordaje comunitario, a la larga, nuestro carro no podrá avanzar, y todo el acompañamiento para las personas a las que nosotros nos abocamos va estar circunscripto a lo que pueda hacer el hospital, o algún que otro programa, muy pocas veces integral, casi nunca amoroso.
Pero el segundo caballo también necesita de un tercero, que es el caballo de la ciencia. Si nosotros no validamos en investigaciones y estudios nuestras prácticas, poco vamos a poder incidir en las políticas. Debemos sistematizar y contrastar con las teorías de las distintas ciencias nuestros hallazgos. Debemos estudiar e investigar.
Siempre recordando que nuestro primer caballo es el principal. Somos la Iglesia, intentamos seguir a Jesús y colaborar en la construcción del Reino. Por eso entramos a la política no para quedarnos allí, sino entrando y saliendo, para alcanzar los medios que necesitamos. Debemos evitar la fascinación de las luces que obnubilan, a la política debemos entrar y salir, pero no quedarnos, no es nuestro medio.
Entramos también en el método científico para mejorar nuestras prácticas y para validar políticamente nuestros postulados, pero siempre, una y otra vez volvemos a nuestro lenguaje de fe y familia. Porque el lenguaje científico también nos puede atrapar seduciéndonos con las certezas de la parte. Es el lenguaje de la fragmentación, el mismo método científico recorta la realidad para validar sus postulados, y cuando no lo puede hacer se ciega. Distribuye el poder entre quienes son poseedores del saber, y le cuesta mucho hacer comunidad. Es necesario entrar en la ciencia por todo lo que tiene para aportar, pero no podemos poner nuestra morada en ella. Debemos descubrir que nuestro lenguaje religioso e integral es el guardián de la mística. No es extraño ver que cuando lo abandonamos, la mirada se seca.
Y el auriga de nuestro carro debe ser la virtud de la humildad. Si por la alegría que nos inunda perdemos la humildad, si miramos al resto de la iglesia con desdén como si nosotros hubiéramos fabricado la bendición, si olvidamos quién es la Fuente o nuestra fragilidad, si cultivamos el perfil alto, si nos encandilan las luces del escenario, si nos cerramos a los aportes de los otros, si intentamos conquistar espacios por nuestras propias fuerzas más que por irradiación, entonces el riesgo que correremos en enorme.
Conscientes de la cornisa en la que caminamos vinimos a ponernos al cuidado y protección de nuestra Madre, la Virgencita de Lujan. Que ella siga siempre regalándonos su ternura y que nunca, nunca, nunca no suelte la mano.
Bendita sea tu pureza,
y eternamente lo sea
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A tí, celestial princesa,
Virgen Sagrada María
te ofrecemos en este día
alma, vida y corazón.
Miranos con compasión,
¡no nos dejes, Madre mía!
Comentario(1)-
Brenda dice
21 de diciembre de 2019 at 1:31 pmCuando leí el del caballo de San Jorge
Es tan real que si hoy quienes sostenemos a otros y abrimos nuestras puertas a quienes no hay lugar
Los que de pie estamos y nos duele aún más también xq conocemos el dolor x dentro y así y todo hoy sostenemos
Somos los pares en espera de sus pares y duele tanto ..pero el lugar el vínculo q tenemos con ellos xq fueron nuestras familias de calle o consumo podemos ..con cuidado guiar a otros pero como digo
Xmas q hoy estamos sosteniendo también necesitamos siempre que nos sostengan xq el bien vivir ..juntos es
Que puedan a ver más caballos de San Jorge
Brenda