El joven gualeguaychuense fue premiado el viernes en Gualeguay. Trabaja de albañil, está terminando el secundario y sueña con estudiar Educación Física. Ejemplo de lucha y superación!
Tomás “La Mano” Laclau es un joven gualeguaychuense de 22 años, que boxea representando al movimiento #NiUnPibeMenosPorLaDroga y entrena en los gimnasios de La Vencedora e Independiente. Está acompañado también por la Dirección de Deportes, y entrena bajo las órdenes del reconocido boxeador local, Esteban “Oso” López.
El pasado viernes peleó en la ciudad de Gualeguay y ganó de manera contundente, pero además, se le entregó un diploma de reconocimiento en manos del intendente de Gualeguay, Federico Bogdan.
Pero aparte de las peleas arriba del ring, Tomás pelea día a día contra sus adicciones a las drogas. “Yo comencé a consumir a los 14 años, cuando empecé el secundario, me dediqué dos años a la vagancia, hasta que en un momento ‘toqué fondo’” relata Tomas a Diario Actualizado.
“Me querían internar, y yo no quería saber nada, pero empezamos a concurrir a Narcóticos anónimos con mi mamá, y ahí entendí que lo que hacía estaba mal, y entonces empecé a querer hacer algo y me acerqué a un gimnasio de boxeo” comentó el joven.
En ese gimnasio lo conoció al “Oso” López, quien lo contuvo y lo ayudó a salir del consumo. Pero también, Tomás reconoce, “el grupo y mi familia fueron fundamentales, siempre estuvieron ahí, en los buenos y malos momentos”.
Tomás es hijo del reconocido periodista deportivo, Wilson Laclau, quién al principio no estaba convencido de que el joven se subiera al ring. “Cuándo Tomás arrancó, Wilson se enojó conmigo porque no lo quería en el ring. Ahora está enloquecido y lo acompaña a todos lados” contó el “Oso” López entre risas.
Alejandro Gallay, referente del Hogar de Cristo Nazareth y coordinador nacional de #NiUnPibeMenosPorLaDroga, nos comentó, “Tomás está de novio con Sabrina, ella es una gran militante del amor y lo ayuda día a día a salir adelante”.
Pero los planes de Tomás no están exclusivamente en el cuadrilátero, está trabajando de albañil, en dos meses termina sus estudios secundarios y sueña estudiar educación física.
“El año que viene, sí todo sale bien, desde #NiUnPibeMenosPorLaDroga estaremos acompañando a Tomi en sus estudios universitarios” comentó Alejandro Gallay.
“Quiero seguir mejorando y creciendo, yo tengo esta enfermedad de por vida, y día a día estamos luchando” concluye Tomás, que sin querer, se transforma en un ejemplo para todos los jóvenes que hoy luchan contra sus adicciones.
“A todos los jóvenes que luchan contra sus adicciones les pedimos que se acerquen a los clubes, el deporte es un sistema preventivo. También pueden acercarse al Hogar de Cristo Nazareth, donde serán recibidos con los brazos abiertos” concluyó Alejandro Gallay, un joven que también se recuperó de las adicciones, y hoy es un gran referente que trabaja día tras día, para sacar a las personas de las drogas.
Con el material realizan bolsos, portabolsas y mochilas que venden para subsistir. Mirá cómo podés colaborar.
Tres veces por semana, un grupo de mujeres que también se encarga de preparar la merienda para los más chiquitos, participa de los talleres del Comedor La Virgencita de barrio Parque. Cosen, tejen y fabrican llaveros que luego venden para recaudar dinero.
Por eso, explicaron, continuamente necesitan contar con material para poder trabajar. En ese sentido, manifestaron la necesidad de contar con telas, o al menos prendas en desuso, para poder desarmar y crear, entre otras cosas, bolsos, posapavas, portabolsas y mochilas.
“Estamos reciclando telas que la gente no usa para hacer bolsas, reciclamos telas y armamos cosas para vender, telas o ropa que la gente y que no use, nosotras las descocemos y armamos bolsas”, contó una d elas mujeres.
Para colaborar se puede llevar material a Lamadrid 822 o llamar al teléfono (03564) 15412573.
“Es un lugar integrador”
Veronica Boscarol, trabajadora social, explicó cuáles son las actividades que se desarrollan en el lugar.
“Hay distintas actividades, una se aboca a lo que es la merienda y el apoyo escolar a los niños y adolescentes. Pero también hay alfabetización de adultos, una cooperativa de trabajo que hace reciclado de cartón, tenemos el Hogar de Cristo donde hacemos contención para personas con problemas de consumo y a las familias también. Y dentro del Hogar de Cristo es donde empezaron a surgir los talleres”, comentó Boscarol.
La profesional detalló: “Hoy están haciendo llaveros con una docente de la UTN que presentó un proyecto. Y están reciclando ropa, porque hay mucha ropa que la gente dona y nosotros no le damos utilidad. Entonces para no tirarla, recuperamos esas telas. Durante la tarde que están acá, desarman la prenda y desde ahí otras empiezan a coser y a hacer bolsitas, para el supermercado, bolsiteros para bolsas de residuos y unos apoya pavas”.
Boscarol comentó que, también, tienen un momento para “escucharse. “Es un lugar integrador, donde si bien cada uno tiene su espacio, tenemos un momento donde nos encontramos y compartimos todos juntos, en un momento de la tarde siempre se hace la palabra. Viene un chico que está estudiando para cura, o alguno de nosotros, y compartimos un ratito de reflexión a la tarde, se reflexiona sobre la cotidianeidad de ellos, el estilo de vida, el perdón, los tratos; no tenemos talleres específicos en eso porque siempre lo trabajamos desde la palabra. Desde ahí empezamos a abordar lo que es el tema del trato, las cuestiones del autocuidado, la dignidad, desde ahí muchas cosas”, reveló.
Más de 100 personas
Al lugar asisten, diariamente, alrededor de 150 personas. El espacio está abierto de 15 a 19 para toda la comunidad.
“A veces viene gente de otros barrios que saben que estamos haciendo estas actividades. La idea es que pasen tiempo dentro del espacio para que se sientan contenidos y no estén en la calle. Y paralelo a esas actividades siempre van surgiendo necesidades, y de acuerdo a las necesidades uno va respondiendo y va trabajando con ellos”, finalizó Boscarol.
“Mientras estuve preso fueron importantes mi mamá, mi papá y mis hermanos. Estuvieron 5 años viniéndome a visitar todos los sábados. Eran mis brazos, mis piernas. El motor para seguir adelante”, dice Juan Candia. Se crió en Villa Itatí, Bernal, pasó cinco años privado de su libertad y gracias al rugby y al apoyo de diferentes personas e instituciones, pudo salir adelante.
“También Gonzalo, Pote, Marcos, la parroquia, Gabriela y Melchor. Ellos fueron mi red. Para que un pibe cambie hay que mostrarle algo nuevo. Porque lo que yo veo es que la gente tira la toalla con los chicos. Yo necesitaba alguien que confiara en mí, que me mostrara un camino, que me ayudara a hacer algo bueno”, agrega Juan, que hoy tiene 25 años y trabaja como referente en un centro de día para jóvenes con problemas de adicciones.
Juan siempre supo que había gente que lo quería. Su familia, Gonzalo Macchi – operador socio terapéutico del Hogar de Cristo – que es una especie de segundo padre para él y sus amigos del barrio, Juan Manuel “Pote” Filgueira y Marcos Paredes. Ellos eran sus referentes mientras estuvo “afuera”. “Gonzalo me enseñó lo que es trabajar, el sacrificio, ser valiente. Es un referente fundamental en mi vida. Lo siento un hermano, un papá. Yo estaba amenecido en una esquina y Pote me iba a buscar en la moto porque sabía que me estaba buscando mi mamá. Y yo eso lo valoro un montón”, cuenta Juan.
Durante esa época, Marcos fue un compañero de andanzas con el que a pesar de estar “en la esquina” siempre podía hablar desde el corazón. “Hacíamos las cosas mal pero no éramos malas personas. Muchas personas pueden pensar que sí. Pero es porque no conocen a las personas ni cómo son. No se dan el momento para conocerla, saber qué es lo que siente, qué es lo que piensa. Ellos ven por afuera nomás y hablan por la apariencia”, se defiende Paredes.
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Cuando cayó preso por una entradera con lesiones graves, todos ellos siguieron estando, pero en el “adentro” aparecieron otros como Gabriela González, coordinadora de programas de la Fundación Deportistas por la Paz o Virginia Beltrame, psicóloga U1 Lisandro Olmos.
“Gracias a Dios Juan tiene una familia hermosa, que desde el primer momento lo acompañó y nunca lo abandonó, si no tenían para comer igual le llevaban comida a Juan, que iban a verlo bajo la lluvia. Yo creo que su familia lo salvó de que se apague dentro del penal”, señala Macchi.
La historia de Juan forma parte de la quinta entrega de Redes Invisibles, un proyecto que busca mostrar la importancia de que personas e instituciones superen los prejuicios y sirvan de apoyo para que los jóvenes de menos recursos puedan salir adelante.
Juan es uno de los tantos chicos a los que el hambre y las carencias, los hace crecer de golpe. A los 7 años ya iba a los semáforos a pedir monedas o a hacer piruetas para ayudar en la precaria economía familiar. Sus padres también cirujeaban para poder alimentar a sus diez hijos y vivían todos juntos en una pieza en la casa de su tío.
Después de perder a un hermano menor que luchó durante muchos años con una leucemia, Juan cayó en las drogas y en la delincuencia. “Agarré un poco más la joda, el barrilete, el salir, hacer esquina. Uno a veces se confunde en la cabeza y se carga mochilas de otro”, cuenta Juan.
A los 19 años entró en la Unidad 40 de Lomas de Zamora. “Era un nene. Nosotros lo íbamos a visitar todas las veces que se podía y le llevábamos todo lo que necesitaba para que no tuviera que depender de nadie ahí”, recuerda Claudia Chávez, su mamá.
Los primeros tiempos se hizo el “rudo”, el “piola” pero al ver todos los sacrificios que estaba haciendo su familia por él, sintió que tenía que cambiar. Con el tiempo se empezó a interesar por los cursos que ofrecían desde el Programa Integral de Asistencia y Tratamiento para Jóvenes Adultos (Piatja).
“Él tenía mucho miedo de pasar por la institución y de lo que se podía encontrar cuando saliera. Siempre tuvo en cuenta que era necesario que alguien lo acompañara, que solo no iba a poder. Que él tenía que buscar redes, apoyos, referentes”, recuerda Beltrame.
El rugby fue un antes y un después en su vida. Ahora tenía una motivación “para bajar” a entrenar, se empezó a sentir parte del equipo Los Gladiadores y se convirtió en su capitán. “Es un deporte en el que no encontrás discriminación por ninguna parte. Es todo grupal. Hoy no estoy jugando al rugby pero estos valores los trasladé a mi día a día”, dice Juan.
González fue una referente fundamental en este proceso desde el deporte y también en empezar a pensar en el afuera. “A Juan lo conocí en 2016, le gusta mucho hablar, tiene mucho liderazgo y se destaca en los grupos. Cuando lo escuchas uno percibe esa lucidez, mucha sencillez pero mucha sabiduría también. Es muy agudo en la construcción de sus oraciones”, cuenta.
Cuando le dijeron que le iban a dar la libertad, a la primera persona a la que llamó Juan fue a Gonzalo. Gonzalo lo llamó a Filgueira y fueron juntos a buscarlo.
“Se escuchó que corrían la traba y apareció. Era como un sueño. Lo primero que hizo fue arrodillarse, le dio gracias a Dios y nos dimos el abrazo que quizás necesitaba durante todos los años que estuvo detenido. Verlo alcanzar ese sueño que tanto quería fue muy lindo, nos pusimos a llorar. Éramos como tres nenes del jardín de infantes”, recuerda Filgueira.
El enorme desafío de estos chicos es no volver a reincidir. Es tener un lugar a donde volver, poder conseguir un trabajo, poder pagar un alquiler, tener plata para cargar la SUBE. Durante su adolescencia Juan había trabajado en el emprendimiento de jardinería de la parroquia y sabía que cuando saliera en libertad, tenía ese trabajo garantizado.
“Un amigo siempre dice que “la libertad es traumática” y por suerte Juan tenía toda una red de amigos y adultos esperándolo. Por eso uno ya sabía que esta historia iba a ser diferente. Hay algunos chicos a los que nadie los va a buscar”, agrega González.
Después de un año, Macchi le ofreció ser referente del Hogar de Cristo, en donde Juan hoy pone en juego su propia historia para evitar que otros jóvenes del barrio caigan en el delito. “Juan es un baluarte acá, por su testimonio de vida. Es un pibe que pasó por eso, por el consumo, por estar detenido y con su vida dice “Se puede”. Se puede cambiar, transformar la vida, volver a empezar”, resume Macchi.
La pantalla del celular dice que son las 20 del martes 21 de mayo y la temperatura marca 13 grados. El pronóstico es aún peor para las próximas horas. El Hogar de Cristo, llamado “Madre de la Esquina”, está ubicado en Villa Costa Cañada de la ciudad de Córdoba.
Desde allí un grupo de jóvenes sale con dos conservadoras con “alto guiso de arroz” para llevar a la gente que “vive” en la Terminal de Ómnibus.
Su misión no es fácil. Además de las tareas propias del hogar, preparan las viandas y salen todos los martes a repartirlas a personas en situación de calle.
“Antes hacíamos un recorrido desde la Terminal, pasábamos por la plaza San Martín y llegábamos hasta el Patio Olmos. Hace unos meses que la comida se nos acaba en la primera parada porque cada vez hay más gente en situación de calle”, cuenta Belén Ferrero, trabajadora social e iniciadora de este espacio que pertenece a una red de hogares de los curas villeros de Buenos Aires, los que cuentan con el impulso del papa Francisco.
En el hogar se realizan distintos talleres de oficios y actividades, como deportes, apoyo escolar y otras destinadas a jóvenes, niños, adultos. Entre sus objetivos principales está el acompañar y contener a jóvenes que sufren algún tipo de adicción. Fabián, conocido por todos en el barrio como “El Campana”, fue el que empezó con la idea de salir los martes a repartir comida a personas en situación de calle. Él pasó por esa situación y sabe que un plato de comida caliente puede significar mucho.
Desde que lo propuso se juntan todos los martes a las 18.30 para preparar la comida. Mercedes “la Chispi” Arinci, voluntaria del hogar, va saludando a los chicos del barrio mientras camina la cuadra de tierra que separa la villa de barrio Suárez. “¿Cuándo nos vamos a juntar para armar el currículum, Negro?”, le grita a uno de ellos. Al mismo tiempo, cuenta que algunos chicos no pueden “bajar” del galpón de oficios, que está unas cuadras más arriba, porque la noche anterior hubo un conflicto en la villa y hay varios amenazados. “Nuestro lema es recibir la vida como viene, es decir sin juzgar, y defenderla cuerpo a cuerpo”, explica “la Chispi”.
Adentro, Laura ya está picando la cebolla para el guiso de arroz. A medida que llega gente, el comentario en común es el clima y las bajas temperaturas. “El frío es sinónimo de muerte en la calle. Muchos toman alcohol, se quedan dormidos en cualquier lado y se mueren por el frío”, explica Laura, que ahora es la encargada del hogar, pero quien estuvo años trabajando en la obra del padre Oberlin, en barrio Müller y Maldonado.
“Yo fui adicta durante 15 años y luego comencé a ayudar a los chicos a salir de esa situación. Me tuve que ir de ahí porque los narcos me amenazaron y balearon mi casa. Allá es otra realidad, más compleja que este barrio”, cuenta mientras revuelve el arroz en una olla enorme.
Para Laura el hecho de salir a la calle a entregar comida es en parte “una excusa” para acompañar a la gente en situación de calle, conocerlos, poder darles la posibilidad de acercarse al hogar a quienes quieran. “Es muy doloroso ver a familias viviendo en la calle . Algunos prefieren eso a ir a un refugio por miedo a que les quiten los hijos por no poder mantenerlos”, dice Mariano, otro joven del hogar.
Una vez que el guiso está listo, se suben al auto de “la Chispi” y parten a la Terminal de Ómnibus.
Vivir desamparados
Al llegar a la Terminal, los chicos se encuentran con “El Campana”, al que saludan con cariño, y se ubican debajo del puente de bulevar Perón. Ahí está instalada una casilla donde vive Fernando. Tiene un sillón donde está con otras dos personas y son los primeros en acercarse.
Los chicos del hogar destapan la conservadora y comienzan a servir el guiso en bandejitas de plástico junto con un pedazo de pan. El frío es intenso.
La fila se arma rápido y algunos de ellos comienzan a contar sus historias de vida y por qué llegaron a esta situación de carencia.
“Hace más de un año que no consigo trabajo. Tengo secundario completo y primer año de la carrera de Derecho. Hace tres meses que estoy en situación de calle, la primera vez en mis 37 años. Lo que hago es pedir a la gente, pero no me gusta. Yo amo trabajar, sólo que me cuesta conseguir algo fijo al no tener domicilio ni un teléfono”, cuenta emocionado Pedro.
“Hace tres meses que vivo acá Cobro 7.000 pesos de una pensión por discapacidad porque no puedo mover un brazo y no me alcanza para vivir”, dice Javier.
En pocos minutos se acabaron las bandejitas y los chicos vuelven bajo la lluvia al auto de “la Chispi”. De vuelta al barrio.
La lucha contra las adicciones
El principal objetivo del hogar es acompañar a los jóvenes.
El Hogar de Cristo -que funciona desde hace tres años en Villa Costa Cañada- busca hacer frente a la “montaña de dificultades” que se les presentan a los jóvenes del barrio.
“Son tantas las carencias que tienen los chicos que les generan una angustia muy profunda y suelen caer en adicciones, se endeudan con los narcos y empiezan a perder sus vínculos”, cuenta Mercedes Arinci, voluntaria del hogar.
“Creemos que el tratamiento por sí solo no sirve, por eso damos un acompañamiento integral a la comunidad”, agrega. Además, resalta que es un proceso en el que hay altibajos, pero que ya han podido ayudar a muchas familias.
Para leer nota original: https://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/desafio-de-ayudar-desprotegidos-en-medio-del-frio-y-de-crisis?utm_source=whatsapp&utm_medium=article&utm_campaign=social-network
Descripta por Hipócrates en la Antigua Grecia, en la Argentina de hoy es una enfermedad vinculada a la pobreza. Pero advierten que también el mismo sistema sanitario la invisibiliza.
Es que a espaldas de buena parte de la sociedad que la considera un capítulo del pasado, la tuberculosis todavía enferma y mata. No hace falta viajar en el tiempo, ni grandes distancias para ver cómo la tisis que Hipócrates describió en la Antigua Grecia –que fue conocida también como plaga blanca y a la que monarcas europeos de la Edad Media creían poder curar con su “toque real”– resiste al paso de los siglos: en Argentina provoca más de 11 mil casos por año y 700 muertes. Las cifras venían cayendo desde 1980, pero la tendencia se invirtió desde 2013. Prevenible y curable, las razones de su supervivencia van más allá del aspecto biomédico; su dimensión social, su vínculo con las condiciones materiales de vida y con la vulnerabilidad la fortalecen.
El mes pasado, las muertes de una mujer de 38 años y la de un joven de 18, cobraron estado público.
“¡Dos muertes por tuberculosis en Quilmes! ¡Oh! ¿Cómo? ¿Hay tuberculosis? Y sí, hay”, ironiza sobre ese extendido desconocimiento el médico Domingo Palmero, especialista en neumotisiología y enfermedades infecciosas, que lleva 40 años dedicado a la tuberculosis.
El 2° Boletín sobre Tuberculosis en la Argentina, presentado este año, pone en números el problema. Las cifras corresponden a 2017: 11.659 casos (entre nuevos, recaídas y anteriormente tratados). Pese a que hubo 99 reportes más que el año anterior, la tasa se mantuvo estable en 26,5 por 100.000 habitantes. Todas las provincias registraron casos, pero la distribución muestra marcadas diferencias, ya que seis jurisdicciones superaron el promedio nacional: Jujuy, Salta, Formosa, Buenos Aires, Chaco y Ciudad de Buenos Aires. Y casi seis de cada 10 notificaciones (57,4%) correspondieron al AMBA(conformado por CABA y 40 municipios de la Provincia).
El patrón epidemiológico local encaja entonces en lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) define como tuberculosis (TBC) en grandes ciudades, “que se da donde hay gran concentración de gente empobrecida, hacinada, lo que favorece la transmisión de la enfermedad y que los casos sean más severos”, comenta a Clarín Claudia Rodríguez, directora de Sida, ETS, Hepatitis y Tuberculosis (DSETSHyT) del Ministerio de Salud y Desarrollo Social, área de la que depende el Programa Nacional de Control de la Tuberculosis. La urbanización acelerada en esas zonas, así como las barreras de acceso a la salud y la fragmentación de la atención son otras de las características que dibujan el perfil local.
La distribución por edades exhibe una realidad preocupante: la TBC afecta especialmente a poblaciones en edad productiva. El 18% de los casos se dan en menores de 20 años y la mitad de los casos nuevos (49,2%) son en personas de 20 a 44 años. “Tanto en los más jóvenes, como en los que están en edad laboral, es un problema para el país muy importante”, afirma Rodríguez. Y amplía: “Si una persona que mantiene una familia tiene tuberculosis, queda durante un tiempo sin poder trabajar. En los más jóvenes, la problemática es distinta: puede ser que estén estudiando, entonces está la posibilidad de transmitir la infección a otros porque, entre otras cosas, por su juventud tienen menos control de los cuidados de la tos, además de que los limita en el estudio”.
El bacilo en el aire
La tos es uno de los síntomas característicos de la enfermedad, pero también es la vía de salida al exterior del Mycobacterium tuberculosis o Bacilo de Koch, que afecta principalmente a los pulmones. En Argentina, el 86% de los casos es de localización pulmonar: la forma más frecuente y, precisamente, contra la que no protege la vacuna BCG, que evita exclusivamente las formas graves de la enfermedad como meningitis y osteomielitis. Entonces, al desconocimiento sobre la vigencia de la enfermedad, se suma una confusión muy extendida.
“La gente suele pensar ‘mi hijo tiene tos hace ocho meses, pero tuberculosis no va a tener porque está vacunado: este es un grave error que nosotros no sabemos transmitir adecuadamente”, admite Rodríguez.
El contagio se produce por la inhalación de las partículas que contienen los bacilos y que las personas enfermas expulsan al aire al toser, estornudar o escupir. Cuando un número suficiente de bacilos ingresa a alguien sano pueden ocurrir tres cosas: que desarrolle la enfermedad, que su sistema inmune destruya los bacilos, o que la infección permanezca en estado de latencia por años (lo que no implica estar enfermo ni contagiar en ese momento).
“Para enfermar hace falta un contacto prolongado con el paciente que tose, que es bacilífero y, por otro lado, una predisposición individual: las enfermedades inmunopresoras influyen mucho”, explica Palmero. “Un contacto ocasional es muy poco infectante”, aclara. ¿Qué implica un contacto prolongado? Estrecho, de 4 a 6 horas por día, la mayor parte de los días, con la persona infectante, precisa el director del Instituto Vaccarezza, que depende de la Facultad de Medicina de la UBA y es el centro de referencia de la tuberculosis para la universidad y uno de los más reconocidos del país. Comparte predio con el Hospital Muñiz, donde el médico es jefe de la División Neumotisiología. Ambas instituciones funcionan como una alianza público-público, receptora de la mayor cantidad de casos.
“La tuberculosis tiene mucha más frecuencia en enfermedades que alteran las defensas claramente, como el VIH, ahí sí hay una alteración específica que hace que sea más fácil no solamente tener TBC, sino que sea más grave y pueda ser mortal”, dice Rodríguez. En el grupo de 35 a 49 años, un tercio de las muertes por tuberculosis estuvo asociada al VIH, precisa el último boletín. La diabetes, la obesidad y factores genéticos también pueden actuar como predisponentes, apuntan los especialistas. Y entre las poblaciones vulnerables destacan a niños y adolescentes, comunidades de pueblos originarios, personas privadas de la libertad, migrantes, comunidades cerradas y personas en situación de consumo problemático de sustancias.
Una enfermedad vinculada a lo social
Sistema inmune debilitado y contacto estrecho son condiciones que se hallan con frecuencia (aunque no exclusivamente) en los contextos más desfavorecidos; en los que la pobreza, el hacinamiento, el comer poco y mal son moneda corriente y configuran el escenario ideal para la diseminación del bacilo.
“Cuanto más hacinamiento hay, más posibilidad de transmisión”, afirma Palmero. “Si no trabajé 10 horas sin parar, si abrí las ventanas, si dormí bien, si comí bien… si reúno todas esas condiciones probablemente no me voy a enfermar. Si no las tengo, sí. Por eso la tuberculosis está absolutamente relacionada con las condiciones materiales de existencia. De hecho, en los talleres textiles clandestinos se registran gran cantidad de casos. Mucha gente que tiene o tuvo la enfermedad trabaja o trabajó en un taller clandestino: son lugares cerrados, sin ventanas, con muy poco espacio entre una persona y otra, que no comen bien ni descansan lo suficiente, porque pueden llegar a dormir poco, al lado de las máquinas”, cuenta Virginia Cunzolo, trabajadora social del Hospital Piñero, el segundo en atención de caudal de pacientes en la Ciudad. Pertenece a la comuna 4, que junto a la 1, 7, 8 y 9 son las que tienen las tasas más altas de casos, todas en el sur porteño.
Gustavo Barreiro es uno de los coordinadores del Proyecto Casa Masantonio, que atiende personas con enfermedades complejas (TBC, VIH, entre otras) en el marco de la Cooperativa AUPA, que brinda acompañamiento integral a los usuarios de paco, en el límite de Parque Patricios con Barracas. El “hermanito” -como lo llaman- conoce de cerca cómo el consumo problemático de sustancias se sumó en el último tiempo como un factor de riesgo de particular complejidad. “Desde hace 10-15 años, mucha gente que está en consumo ha hecho posible que el bacilo se vaya distribuyendo en población joven, que es la franja que está creciendo ahora. Un compañero o compañera con tuberculosis va a dormir con dos o tres en un lugar cerrado, una ranchadita chiquita. Tose toda la noche con personas al lado que están malnutridas, a lo mejor inmunosuprimidas. Mientras que en otras condiciones al bacilo le costaría ingresar -si estuvieran saludables- en esa situación se le hace fácil”, afirma.
Llegar tarde
Palmero comparte datos estadísticos sobre la dinámica de transmisión de la enfermedad: en torno a una persona con tuberculosis pulmonar, 20 se infectan, de las cuales dos enferman. “El problema -dice- es todo el tiempo que contagió antes de tener el diagnóstico. Un paciente promedio lleva seis meses infectando y ha sido asistido por lo menos tres veces hasta que le diagnostican tuberculosis. El sistema de salud tiende a considerar, al igual que mucha gente, que la tuberculosis no existe, que es una enfermedad rara”.
En la misma línea, sostiene la trabajadora social: “A veces los pacientes lo transmiten como un ‘me dejé estar’ y no es eso. En general demoran en consultar porque son síntomas que no marcan una emergencia y su vida cotidiana tiene muchas dificultades. Con lo difícil que es mantener el trabajo -sobre todo si es informal y más en condiciones de esclavitud-, salir para ir a controlarte porque tenés un dolor en la espalda hace tiempo, porque estás con tos hace más de 15 días, te sentís desganado o sin apetito es complicado, porque son síntomas comunes y que pueden estar vinculados a otras cosas. Muchas veces van a las guardias y les dicen ‘no es nada, es una tos, volvete’. La posibilidad de tener tuberculosis no es sólo invisibilizada por la persona que lo sufre, sino también por el sistema de salud”.
Y como consecuencia lógica de lo que no se ve (o no se quiere ver): el estigma. “No en todos los lugares reciben a la gente de la misma manera -dice el médico-. Tenemos pacientes que viajan 40 kilómetros y no hay manera de devolverlos a su lugar de origen para seguir el tratamiento porque enfrentan escollos administrativos: turnos, el trato no es siempre el más adecuado. No todos los centros de salud son igual de amigables con el paciente. También está el miedo a la tuberculosis, que se ve incluso a nivel hospitales: ‘Vaya al Muñiz directamente’. El paciente experimenta ese rechazo y es muy cruel”.
La radiografía de tórax y la búsqueda del bacilo en una muestra de esputo (que el paciente expectora) son las herramientas más utilizadas para hacer el diagnóstico de la TBC pulmonar. Hay también métodos moleculares rápidos que ya se utilizan en nuestro país, pero todavía a pequeña escala y enfocados en personas en las que se sospecha un cuadro de tuberculosis resistente.
“Numerosos estudios demostraron que se puede producir tuberculosis resistente cuando los medicamentos para tratar la tuberculosis se utilizan o se administran de manera incorrecta, incluyendo que el tratamiento sea interrumpido sin finalizarlo”, indica a Clarín Juan Carlos Bossio, jefe del Departamento de Programas de Salud del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) “Emilio Coni”, dependiente de la ANLIS-Malbrán. “De todos los casos de tuberculosis que se notifican anualmente en Argentina, menos del 2% tienen resistencia a los medicamentos de primera línea -precisa-. Esto ubica al país entre los que tienen baja ocurrencia de este tipo de tuberculosis. En 2017 se notificaron 112 casos de tuberculosis multirresistente (TB-MDR) y, en 2018, el número de estos casos fue de 138”.
Que el paciente llegue al diagnóstico en forma oportuna cuesta. Pero es sólo el primer paso de un camino espinoso: un tratamiento que demanda seis meses (nueve en algunos casos) de tomas diarias de medicamentos y que no debe interrumpirse para llegar a la cura. “Es una de las causas principales que que dificultan poder sostener el tratamiento, ya que son drogas difíciles de tolerar”, afirma la trabajadora social. De la totalidad de casos notificados en 2016 se desconoce el resultado del tratamiento de un 30% y, del 70% restante, un 77% lo finalizó con éxito, precisa el último boletín.
Todas las cifras surgen de la vigilancia nacional que lleva adelante desde su creación, en los ’60 en Santa Fe, el INER E. Coni. “La falta de detección de algunos casos o la interrupción del tratamiento de los casos detectados antes de finalizarlo, hace que haya más fuentes de infección, lo que contribuye a hacer que la notificación de casos no disminuya tanto como podría disminuir, o bien aumente”, afirma Bossio.
Uno de los avances más importantes para mejorar la adherencia, destaca Claudia Rodríguez, es la reciente adquisición desde el Programa Nacional de Control de la Tuberculosis de tratamientos combinados que reducen la cantidad de píldoras diarias que deben tomar los pacientes. En la etapa inicial (los primeros dos meses), los 12 comprimidos se reemplazan por cuatro al día. La medicación es administrada en forma gratuita en hospitales y centros de salud públicos de todo el país. No obstante, fuentes consultadas señalan que la nueva presentación cuádruple (Rifampicina 150 mg, IIsoniazida 75 mg, Pirazinamida 400 mg y Etambutol 275 mg. en un solo comprimido) todavía no está disponible en todos los servicios.
El ideal de tratamiento es que sea supervisado: que el paciente concurra a un centro de salud diariamente a retirar la medicación, dice el especialista del Vacarezza y del Muñiz. “Es una estrategia que en nuestro país se cumple, como mucho, en el 30% de los casos. El resto es autoadministrado, se le da la medicación para una semana o cada 15 días, para que haya una visita periódica al médico tratante.” La internación se limita a los casos graves, sociales (quienes tienen dificultades para hacerlo en forma ambulatoria) y por períodos breves.
La adherencia es un determinante básico del éxito del tratamiento. “En un paciente adicto, o que vive en condiciones infrahumanas, desplazado, no es esperable que la adherencia sea buena. Tienen tantos problemas que la tuberculosis es un problema más y no el más importante”, manifiesta.
Para la trabajadora social, “el sistema de salud tiene que poner el foco en crear mayor accesibilidad, y no sólo enfocar en la adherencia como problema individual. Los servicios que atienden en horarios restringidos, las guardias en las que no se detecta a tiempo la enfermedad se convierten en obstáculos. Y si no se solucionan las causas que la generan, no se puede resolver mediante voluntades individuales”.
Santiago Jimenez, médico infectólogo de la Casa Masantonio, grafica con un ejemplo la problemática y la necesidad de un abordaje integral: “El otro día atendimos a un chico que no se animaba a ir al hospital porque no tenía zapatillas. Y uno en el consultorio no se da cuenta de que existe una relación entre las zapatillas e ir a hacerse un estudio. Hay personas que no acceden ni siquiera a lo básico y eso básico tiene un impacto real en su salud”.
La historia de Cristian
“Tengo esto más o menos desde 2015. Empezaba con los medicamentos y cortaba. Hasta que el bichito de la tuberculosis se hizo muy resistente”.
Sentado en una silla de plástico apoyada en el piso de cemento, Cristian Molina, de 26 años, toma sol en el patio de “la casita” (así apodan a la Casa Masantonio), a la que llegó hace tres semanas desde el Muñiz, donde estaba internado. Mientras entrecierra los ojos para protegerse de los rayos que secan la ropa colgada a unos metros, dice que se dio cuenta de que algo no andaba bien porque transpiraba mucho, no podía levantarse de la cama y cuando lo hacía, se agitaba. “Fui al Hospital de Luján y me dijeron ‘tuberculosis’. Después la tuvieron mi papá, mi mamá y dos hermanos”, cuenta y agrega que casi toda los integrantes de su familia -que suelen visitarlo los jueves- ya terminaron el tratamiento.
“Patri (una de las coordinadoras) me iba a ver al hospital y me hablaba de la casita. Acá como, me siento mejor. Ella me está ayudando a terminar el tratamiento. Yo tomaba, fumaba y eso me cortaba la medicación. Ahora estoy haciendo las cosas bien. Estoy tratando de portarme bien, seguir el tratamiento para irme curado”, comenta.
Tiene consultorios y salas de internación para los casos más complejos, pero no es el típico olor a hospital el que se siente apenas se ingresa a la casita (u hospitalito, como también la conocen). Es el aroma a salsa que llega desde la cocina el que da la bienvenida junto con los saludos afectuosos que se multiplican al cruzar la puerta. Y a medida que se avanza, el “¿Querés un mate?”, “¿Algo de tomar?”, “¿Comiste?”, “¡Vení, sentate!”, marcan las diferencias que hacen que este lugar tenga tasas de adherencia superiores al 90% en el tratamiento de TBC de usuarios de paco, que allí pueden hacer el tratamiento directamente observado y los controles médicos necesarios para curarse. A partir de un convenio, recibe apoyo de la Secretaría de Salud de la Nación y su trabajo fue destacado hasta por la Organización Panamericana de la Salud.
Pertenece a la “Familia Grande del Hogar de Cristo”, una red de centros de inclusión coordinados por un grupo de sacerdotes instalados en asentamientos. La iniciativa fue puesta en marcha en 2008 por el entonces cardenal Jorge Bergoglio, cinco años antes de ser elegido Papa.
Patricia Figueroa (Patri) cuenta que al principio eran un dolor de cabeza para el hospital, porque les llevaban a los pacientes complicados, hasta que se dieron cuenta de que en realidad son aliados y ahora trabajan en red, en un círculo que se volvió virtuoso. “Los pacientes muy complicados del hospital, que tienen muchos abandonos (hay chicos con 12/15 abandonos), que son pacientes crónicos, asumidos desde Masantonio, terminan los tratamientos”.
Masantonio empezó a funcionar en 2016 como centro específico para atender a pacientes con enfermedades complejas como TBC y VIH y a sus familias.
¿Qué los diferencia del sistema de salud formal? El abordaje integral y la “amorosidad” que le ponen, afirma Mariano “Nano” Retamoso. “La función del trabajo es acompañarlos en el cuerpo a cuerpo a los chicos. Es con un abrazo, con una comida, con el contacto y el estar como si fuéramos la familia. Terminamos siendo una familia. El hospital no puede trabajar desde el lado del afecto constantemente y en un tratamiento que dura seis, nueve meses es muy complicado trabajar con chicos que no van a ir todos los días al hospital porque un día pueden estar en consumo, pueden estar deprimidos, presos”, dice. No sólo se atiende la parte médica, si no que también se los ayuda a conseguir soluciones habitacionales, a tramitar documentación, entre otras cuestiones.
El rol de los acompañantes pares es clave. Buscan a las personas en tratamiento, saben dónde están, cómo hablarles, encuentran las palabras justas para animarlos cuando todo parece perdido.
Sentada en la mesa del comedor, Mirta Báez ríe rodeada de varios ¿asistentes? ¿socios? ¿acompañantes? En fin, personas. En la casa no hay jerarquías. No hay guardapolvos. Mirta es enfermera y vive ahí. Mientras alguien le pregunta de dónde puede sacar una frazada y otro dónde dejar los pollos, cuenta que siempre supo que quería trabajar con chicos difíciles, con esos a los que la sociedad les esquiva la mirada. Su tarea excede la atención médica, dice que hace de mamá, de cocinera. Está ahí para lo que sea necesario. Con una sonrisa.
¿Es difícil ser madre? En nuestro ajetreado día no hay tiempo para plantearnos la pregunta pero merece la pena que lo hagamos hoy. ¿Qué es lo más complicado de llevar para una madre?
La respuesta no es la misma si tenemos una pareja, un trabajo y una familia que nos sostiene a si no tenemos…nada. Y mucho más difícil es si hay algo que nos obstaculiza.
Romina Escalante sabe bien lo que significa no poder ejercer como madre. Ella ha estado una de las peores situaciones que le pueden pasar a una mujer: ser madre y no poder ejercer como tal debido a las adicciones.
Romper las cuerdas interiores que le ataban a la droga no fue fácil. Pero ella lo consiguió, con ayuda lo consiguió.
Hoy, Día de la Madre, merece la pena homenajear a todas esa madres que con tesón han logrado salir de todo tipo de situaciones extremadamente dañinas y disfrutar de una de las mayores regalos que puede tener una mujer, ser madre.
Romina Escalante, a quien todos conoce como “Rucu” es colaboradora del Hogar de Cristo, en las Villas de Buenos Aires. Ella es madre de cuatro hijos, pero no todos han nacido y crecido en las mismas condiciones.
Con ella hemos recordado los peores años de su vida y cómo se produjo su gran cambio en su forma de vivir.
Romina no nació en la villa, pero acabó viviendo en sus calles debido a su adicción a las drogas. En esa situación se quedó embaraza de parejas que también tenían problemas de adicciones.
El Hogar de Cristo, en la villa 21
Romina durante varios años fue al centro barrial del Hogar de Cristo, en la villa 21. Allí la comunidad, capitaneada por los curas villeros, acoge a los drogodependientes. Se acercaba a la comunidad a comer y beber, a burlarse de lo que hacían y a que cuidaran de sus hijos cada vez que se quedaba embarazada.
Pero con el tiempo, “La Rucuca” (que así es conocida Romina Escalante) pasó de ser una persona adicta a las drogas que dejaba a sus hijos a los servicios sociales a alguien que colabora en el Hogar de Cristo.
Ahora ha formado una familia y acoge a un niño cuya madre está en la misma situación en la que ella estabas.
Romina ha estado en Fin de Semana COPE acompañada del padre Eduardo, sacerdote en la villa 31 y que actualmente trabaja en Villa Carcova, codo con codo con el padre Pepe, el rostro público de los villeros en Argentina.
“Esto nunca se detiene. Muchas gracias por recibir la vida como viene”, se escuchó al promediar la jornada de ayer en el Pabellón Amarillo, de la Feria del Libro. La frase, rapeada en estilo freetyle, provenía de una de las salas y cerraba la presentación de una decena de pequeños libros sobre la experiencia de la Familia Grande Hogar de Cristo, iniciada en 2008 por los curas villeros de Buenos Aires para el acompañamiento de jóvenes que quieren dejar la adicción a las drogas y ahora adoptada por Caritas Argentina y otros organismos con la forma de Centros Barriales.
Quien cantaba era Nicolás Leyton, de 21 años, miembro del Hogar “Jorge Novak”, de la localidad de Don Bosco, uno de los muchos jóvenes que siguieron y aplaudieron las palabras de Pablo Vidal, responsable de la iniciativa; Gustavo Carrara, obispo auxiliar de Buenos Aires, José María “Pepe” Di Paola, sacerdote en la diócesis de San Martin, coordinador de la Comisión nacional de pastoral de adicciones y drogadependencia de la Conferencia Episcopal Argentina y quien dio el puntapié inicial a la experiencia que hoy cuenta con 160 centros barriales en todo el país.
Los libros, publicados por editorial Santa María, “ponen en palabras la vida que se va acompañando”, afirmó Carrara. Son textos breves que reproducen reflexiones, diálogos y encuentros mantenidos en distintos encuentros durante los once años que lleva el programa del Hogar de Cristo, desde su nacimiento en la Villa 21-24, de Barracas.
Según dijo Vidal, esos libros buscan ser herramientas para quienes quieran superar el tema de la droga, un “problema que nos refriega en la cara nuestra impotencia” y que “nos tiene a todos de rodillas, a la Argentina y a toda América” y “nos obliga a encontrar las respuestas charlando unos con otros”.
El padre Pepe, como es conocido Di Paola, señaló que “la transformación de la Iglesia que quiere el papa Francisco se da de alguna manera en el Hogar de Cristo porque estos hogares cambiaron a nuestras parroquias”. Y, también refiriéndose al Papa, pidió “mirar con profundidad” el modelo de Iglesia que Bergoglio está indicando al beatificar, como lo hizo la Iglesia este fin de semana, al obispo Enrique Angelelli junto a un sacerdote, un religioso y un laico. “Se podría haber hecho beato sólo Angelelli, pero el Papa nos puso un modelo de Iglesia que tenemos que tratar de mirar con profundidad. Una Iglesia comprometida donde todos tienen un lugar, una tarea que cumplir, cada uno tiene una misión. El Hogar de Cristo es esta gran familia en la que todos tenemos un lugar para ofrecer la otro lo que Dios puso en uno”.
La Familia Grande Hogar de Cristo es una red de centros barriales que trabajan en los problemas de adicción en las zonas más vulnerables de todo el país.
El mes pasado la Familia Grande Hogar de Cristo cumplió 11 años de trabajo en todo el país. Lo celebró en Luján, donde se encontraron participantes de las decenas de centros barriales que se encuentran distribuidos en 13 provincias. Referentes de Mar del Plata participaron del encuentro, trayendo una buena noticia: un Hogar de Cristo también está dando sus primeros pasos en la ciudad.
La problemática del consumo de sustancias es una dura realidad que atraviesa a la sociedad completa. Sin embargo, se hace particularmente difícil en las zonas más vulnerables. En los barrios, en las villas, en las cárceles. La falta de recursos no es solo material. A veces también falta alguien a quien recurrir, una persona a la que preguntarle las dudas, o alguien con quien hablar. Para todo eso, además de para trabajar en la recuperación, están los Hogar de Cristo.
Es feo estar solo
Un Jueves Santo del 2008 el entonces Cardenal Bergoglio se acercó a la Villa 21.24 a lavarle los pies a los jóvenes que estaban trabajando en su recuperación de las drogas, dejando inaugurado el primer Hogar de Cristo. El Padre Carlos “Charly” Olivero, que trabaja en la villa desde el 2002, se ríe al recordar que no pudo conseguir 12 jóvenes para esa Misa. “Iba a ir el Obispo, la tele, les tenían que lavar los pies… Recorrí todo el barrio y solo conseguí siete, seis varones y una chica. Ahora que es Papa a todos les hubiera gustado estar”, bromea.
En la villa 21.24, ubicada al sur de la Ciudad de Buenos Aires, viven 80 mil personas en 60 hectáreas. Las realidades son diversas, pero están atravesadas por algunas problemáticas comunes; la droga es una. También es una realidad el hambre, la pérdida y la soledad. No muchos se preocupan por lo que le pasa a los pobres. “Uno lo vivió en carne propia, yo no me olvido de donde vengo. Yo también estuve en la calle, yo también estuve detenido, y es feo estar solo”, relata uno de los voluntarios de la Villa 21. Está vestido de payaso mientras cuenta su historia: está participando como animador en los festejos por los 11 años de Hogar de Cristo.
Él llegó al hogar acompañando a su hermano. Había estado detenido en reiteradas ocasiones desde los 14 años, tenía problemas de consumo, vivía en la casa de su padre. Acercarse junto a su hermano le permitió encontrar un lugar donde participar y salir adelante él mismo. “Yo no fui a buscar ayuda, y en el transcurso de los días mientras lo acompañaba a él me encontré con una familia muy linda, encontré afecto, amor, amigos, y hasta un hijo que hoy tengo”, relata. Ahora que su vida está más equilibrada, ayuda a otros: es referente para los jóvenes que están privados de su libertad. “Voy a Ezeiza, Devoto, Carlos Paz. Los vamos acompañando a la Casita Libertad, los acompaño al juzgado, a la defensoría, a hacerse el DNI… Cuerpo a cuerpo como dice el padre Charly”.
Aceptar la vida como viene
“Aceptar la vida como viene significa que estamos acostumbrados a una sociedad con formularios, condiciones, y nosotros tratamos de eliminar todo ese tipo de cosas que impiden que la persona se acerque así como está, con lo problemática de su vida. Lo abrazamos, le decimos que lo queremos, y que también tiene mucho para dar” resume el Padre Pepe Di Paola, fundador y presidente de Hogar de Cristo. Ese es el verdadero espíritu de esta “Familia Grande”. “No se puede encajar la vida de las personas dentro de las estructuras, sino que hay que aceptarla tal como llega. Esa es la Iglesia que Jesús fundó, la Iglesia del Pueblo”.
En esa idea, todos son aceptados con lo que pueden dar. Para participar de la propuesta no hace falta ser profesional, ni cumplir ninguna condición, más que tener ganas de colaborar con otros. “A todas las personas que se van a acercando los invitamos a hacer lo que más les gusta, porque eso es lo que le va a dar la perseverancia en el tiempo”, asegura Alejandro, miembro de uno de los Hogares de Cristo de Entre Ríos. Llegó en el 2015 con problemas de adicciones a través de La Noche de la Caridad. Empezó a colaborar porque le encanta cocinar. Eso, poco a poco, lo fue ayudando en su recuperación. “El hogar para mí fue toda una experiencia, porque vivía lo que ya había vivido en mi infancia, porque yo era uno de los chicos que iba a buscar la comida al colegio cuando entregaban. Y eso me fue atrapando. Y también invitar a la persona y decir que todos tenemos algo para hacer y es muy importante que cada uno haga lo que más le gusta. Yo estuve un año y medio coordinando la Noche de la Caridad, porque a mí me encantaba cocinar, y eso fue lo que me hizo seguir”, relata.
“A veces hasta acercarse a tomar un mate nos hace muy bien a nosotros, que tenemos la necesidad de compartir , de hablar, de que alguien nos dé un abrazo, que nos contengan de alguna manera. Todos tienen algo que aportar”, concluye Alejandro.
Para saber más sobre Hogar de Cristo, es posible hacerlo a través de su página web: hogardecristo.org.ar .
“10 mil Sonrisas”
El próximo domingo se llevará a cabo la primera edición de las “10.000 Sonrisas en Aquarium” y FUNDAMI (Fundación Hospital Materno Infantil) fue la institución elegida para donar todo lo recaudado en entradas. Dicho parque de la zona del Faro abrirá sus puertas a un precio solidario, de 200 pesos, para que todos los que se puedan sumar a esta importante causa concurran y disfrute de un día de familia. Podrán ver las 3 exhibiciones principales (delfines, lobos y aves), la película de nuestro Centro de Rescate y realizar el recorrido por las 9 hectáreas del parque visitando los recintos de aves, lémures, nutrias, tortugas, pingüinos, peces y tiburones. Las entradas se podrán comprar de forma anticipada en página web www.aquarium.com.ar o el mismo día en la boletería del parque. Todo lo recaudado en entradas será donado a FUNDAMI. El parque estará abierto de 10 a 18, y se permitirá ingresar hasta las 16.
Los muchachos de Emaús fueron a Buenos Aires invitados a un encuentro en Luján, donde se reunieron aproximadamente 2.000 personas de organizaciones que tratan las mismas temáticas. Los acompañaron 16 jóvenes del Hogar de Cristo del barrio El Frutillar.
Rueda de mate de por medio con El Cordillerano, Jorge Linquiman comentó que “es un festejo que se hizo porque el Hogar de Cristo cumplió once años y tiene aproximadamente 90 organizaciones en todo el país”.
Muchas trabajan con el tema de las adicciones o de personas en situación de calle, apuntando más a jóvenes y chicos. “Corazón y Arte, Luján 2019” figura en las remeras que se trajeron de regalo y que estaban usando al momento de la entrevista.
Fue un encuentro de participación y representación de aquellas cuestiones artísticas que desarrollan en cada sede, “por eso se priorizó que viajara el grupo de la Murga de Emaús, los voluntarios y operadores que los acompañan siempre” dijo.
Los muchachos que nos representaron fueron Carlos Almonacid, Enrique Huinchaleo, Gustavo Ruiz Musko, Miguel Ángel Turra, José Antonio Meliman, Pedro Álvarez, Juan Carlos Llaytuqueo, Avelino La Rosa, Julio Flores y Carlos Oñate. De los voluntarios el grupo estuvo compuesto por Rodrigo Rapela, Agustina Liempe, Sara Raiman, Claudia Lemunao, María Rojas y Débora Flores. Guadalupe Vieiro, Fernanda Caballaro, Natalia Jalil, Agustín Insúa, Sergio Lissi, Matilde Almeira y Leonardo Claps. Del personal que depende del municipio, participaron Linquiman, María Pía Flores y Gerardo Orosco.
Por parte de las Usinas Culturales los acompañaron los artistas Carlos Casalla y Juanjo Miraglia.
“Tenían media hora establecida para la actuación sobre el escenario, pero llevaban cuarenta minutos y no los dejaban bajar pidiéndoles más temas”.
Fueron un viernes y regresaron el lunes siguiente, todos los pasajes, en avión, fueron cubiertos, con la invitación. “También llevamos trabajos del taller de Pintura para mostrar, cuadros y otras cosas que hacen los muchachos en el hogar”.
Es la segunda vez que realizan este viaje y la experiencia les va enseñando que deben ir preparándose para próximos encuentros.
Carlos Almonacid quiso arrancar con su relato, “estoy muy contento porque vivimos cosas que nunca imaginamos y una vez más, lo pudimos lograr, fue un espectáculo impresionante, participamos y creo que lo hicimos bien porque el público quedó contento”.
“Es la primera vez que actuamos para tanta gente, lloré de la emoción porque nunca había subido a un escenario tan grande, los hicimos bailar”, dijo Pedro.
“Algo muy lindo fue cuando se sumaron los chicos que habían viajado con nosotros del Hogar de Cristo, haciendo malabares”, contaron. Además, la murga hizo la base para la actuación de otros jóvenes del norte del país.
La mayoría de los muchachos había estado en Buenos Aires el año pasado, para otros fue una experiencia nueva. “Uno aprende mucho conociendo lugares y gente” resaltó Pedro. La convivencia durante el viaje fue maravillosa, “la base es estar unidos, llevarnos bien y dejar el mal humor de lado” afirmó José Antonio.
Daniel, uno de los jóvenes del Hogar de Cristo, detalló al respecto “no conocía Buenos Aires, está bueno, una de las noches estuvieron haciendo una batalla de free style y eso me gustó mucho”. Comentó que le gusta mucho todo lo que sea compartir, porque en las charlas de viajes o simples caminatas, se sigue aprendiendo.
Hubo una convivencia con los pibes que quedaron sorprendidos, “los chicos se portaron muy bien con nosotros, fueron muy generosos y realmente la pasamos bien” dijo uno de los muchachos de Emaús.
Por los momentos compartidos con gente de otros lugares del país, Daniel aseguró que está muy difícil en todas partes y que por eso es importante salir adelante.
“Esta organización tiene continuidad con un par de encuentros más a lo largo de este año y en 2020 se repetirá la experiencia” aseguró Linquiman.
Ellos presentaron en el escenario una canción escrita por Gustavo Musko, Somos Emaús Bariloche. Compañía, unión, melancolía, son tres palabras que hablamos a veces en grupo, las cosas que hemos vivido. No Somos un Montón de Hojas Caídas, Laberinto de Emociones, Cantando Cosas Humildes -el pasado y la locura que trae cada uno-, Humanidad Incandescente, Ardiente Llama de Amor. Palabras y sentimientos del escritor de Emaús, que se convierten en un sentimiento general de los muchachos. Casalla y Miraglia les pusieron música a las palabras y así se convirtió en el Himno del Hogar.
La Murga de Emaús, cuando comenzó hace algunos años, era solo un momento de hacer música y distraerse, poco a poco fue tomando más fuerza y luego en base a presentaciones y dedicación, adquirió la forma actual, algo que los llena de orgullo. “Carlitos nos acompaña hace cuatro años y ese profesionalismo se va notando” resaltó Linquiman.
Para leer nota original: https://www.elcordillerano.com.ar/noticias/2019/03/20/76902-integrantes-de-emaus-y-del-hogar-de-cristo-representaron-a-bariloche-en-encuentro-cultural-en-lujan
Una sola Familia… la familia grande de la humanidad. Necesitamos pasar de la cultura de la voracidad y del descarte, a la cultura del cuidado, la fraternidad y la hospitalidad.
Viven en extrema marginalidad y muchos son adictos a la nafta o el paco antes de los 10 años; comunidades de Formosa se unieron para buscar una solución, sacarlos de la calle y ofrecerles un futuro
INGENIERO JUÁREZ.- Esteban es un chico wichi de 15 años que esconde su mirada perdida debajo de una gorra y exhala un fuerte olor a pegamento. “Empecé a consumir a los 7, pasta base, nafta, alcohol, lo que fuera. La droga me destruyó y me gustaría dejarla, pero no le gano, me dejó así”, dice, y con el gesto de sus manos busca abarcar su cuerpo flaco y desgarbado.
Fue perdiendo todo, incluso su identidad. En algunos barrios lo conocen como Cristian; en otros, como Chingolo. Nació en Chaco y se crio a los tumbos, en la marginalidad absoluta. Las adicciones lo alejaron de la escuela y lo acercaron al delito. Hoy vive en una de las comunidades wichis que conforman la periferia de Ingeniero Juárez, una localidad del oeste de Formosa que, según cifras municipales, tiene unos 19.000 habitantes, de los cuales 5000 pertenecen a pueblos originarios.
La historia de Esteban refleja la dura realidad que atraviesan cientos de niños y adolescentes aborígenes no solo de esa provincia, sino también de distintos puntos del país. Durante tres días,LA NACION recorrió el extremo oeste formoseño y conversó con referentes de media docena de comunidades, que coincidieron en que cada vez una mayor cantidad de chicos y a edades cada vez más tempranas -incluso desde los 8 años- se pierden en las adicciones.
Nafta, pegamento, pasta base, marihuana y alcohol etílico (a veces rebajado con agua o azúcar) son la cara más oscura de un drama desgarrador. Porque según los líderes wichis la droga trajo de la mano el delito y la violencia; porque no se cansan de asegurar que la zona está liberada a la venta; porque no saben cómo dar respuesta a un problemática que los excede y que hasta no hace mucho tiempo les resultaba ajena; porque sus jóvenes no tienen oportunidades ni proyectos de futuro.
Con ese panorama se encontró el sacerdote de la orden de los pasionistas Juan María “Juani” Rosasco (56) cuando llegó a Juárez desde Buenos Aires, hace cuatro años. “El día que estaba viniendo, en la ruta, escuchaba las noticias de enfrentamientos violentos entre jóvenes wichis y la policía -recuerda Juani-. Era pleno año electoral y esta es una sociedad muy politizada. Cuando nos pusimos a trabajar nos dimos cuenta de que había una utilización de los jóvenes, con reparto de droga, por parte de los políticos”.
La tensión se respiraba en el aire. “Organizamos varias asambleas con miembros de la población wichi y toba. La gran preocupación eran las adicciones, que se habían traducido en una violencia que hasta entonces no había habido en el pueblo. Todos querían hacer algo, pero no sabían qué y pedían ayuda”, cuenta Juani.
Así nació el Centro Barrial Enrique Angelelli, que abrió sus puertas a mediados de 2017 y que el sacerdote describe como una casa de acogida, una alternativa al vacío que busca ganarle horas a la calle. “No todos los chicos que vienen consumen, pero sí están en riesgo: es, sobre todo, un espacio de prevención. Acá encuentran una familia, en la que se los recibe con amor, pueden jugar, hacer deporte, tienen alguien que los escucha y se preocupa por ellos”, detalla Juani.
Funciona de martes a viernes, de 15.30 a 19.30, y asisten unos 50 niños y jóvenes por día, que llegan desde los asentamientos wichis más cercanos (los barrios Obrero, Curtiembre, Alberdi y Belgrano). Los recibe un equipo interdisciplinario e intercultural de criollos y wichis.
Pero esa es solo una de las patas de una iniciativa integral y ambiciosa que incluye además becas para universitarios; un espacio deportivo gestionado por la comunidad rural de Lote 8, del que participan 120 chicos, y la murga Elé (loro, en wichi) en Las Lomitas, que integran 70 jóvenes y donde se trabaja en conjunto con la Asociación para la Promoción de la Cultura y el Desarrollo (APCD).
Es una tarde polvorienta de martes en que la térmica supera los 40 grados. Tímido, indeciso y arrastrando los pies, Esteban entra por primera vez al centro Angelelli. La escena lo conmueve: desde que le pregunten su nombre, lo inviten a sentarse y a tomar un tereré helado hasta ver a chicos de todas las edades que juegan al metegol o al jenga, dibujan, disputan un picadito y bailan el pin pin, la música tradicional de los carnavales de las Yungas.
“Desde que llegué, me dieron algo hermoso que nunca nadie me dio”, confiesa Esteban, refiriéndose a la contención del equipo del centro. Tras una pausa, agrega: “Sueño con dejar de ser lo que soy ahora”.
El centro -que funciona gracias un convenio con la Sedronar, con el que también se sustentan parte de los otros proyectos de prevención- integra la Familia Grande del Hogar de Cristo, una federación de 150 centros barriales en todo el país. Todos tienen como finalidad dar una respuesta integral a quienes atraviesan situaciones de vulnerabilidad social o consumo de drogas, poniendo en primer lugar a la persona, con un abordaje artesanal, “cuerpo a cuerpo”.
“Trabajamos con una espiritualidad o identidad común, que empezó con el padre Pepe Di Paola, cuando el papa Francisco, en ese entonces cardenal Bergoglio, le dijo: ?Ustedes tienen que recibir la vida como viene y empezar desde ahí'”, relata Juani.
En la cocina del centro, Antonia prepara la merienda: mate cocido y pan con picadillo. Para muchos, será la última comida del día. En el patio, Daniela Ayala, que es instructora de educación física, baila zumba con las adolescentes. También están las maestras de grado Estela Romero y Ebelia Rojas, que dibujan con los más chiquitos, y Karen Sánchez, que es psicóloga.
Raúl Toribio es el coordinador del centro. Wichi, nacido y criado en Juárez, cuenta que, dado el desconocimiento que tienen sobre la problemática de las drogas, las familias wichis (la mayoría se sustentan de pensiones, changas o empleos municipales) se encuentran en jaque.
“Primero empezaron consumiendo los adolescentes, pero hoy vemos chiquitos con nafta, porque destapando la moto de sus padres ya la tienen a mano. Muchos están en la calle y son las primeras víctimas, un blanco muy fácil”, sostiene.
A la vuelta de la esquina
La llegada del asfalto a Juárez hace algo más de una década; la migración del monte a la ciudad, la pérdida de sus tierras y el choque cultural; la situación de extrema vulnerabilidad en que vive el pueblo wichi, y la falta de alternativas son algunos factores que los referentes enumeran al hablar de la explosión de las adicciones en los últimos años.
“Estamos muy cerca de la frontera con Paraguay y Bolivia y las drogas acá circulan con total facilidad” es una de las afirmaciones que repite toda la comunidad. Ana Cravero, que integra el Equipo Diocesano de Pastoral Aborigen de la diócesis de Formosa, reflexiona: “Juárez antes era un lugar de paso de la droga, hasta que se empezó a convertir en uno de consumo de un modo muy acelerado. Conviene que los chicos consuman para vender, y después están los propios chicos que vendiendo se hacen una platita”.
En ese sentido, Juani agrega: “El pueblo wichi tuvo siempre problemas con el alcohol, pero con la llegada del asfalto empezaron a llegar otras cosas, haciendo que la droga sea un producto de muy fácil acceso en las esquinas. Se fue metiendo tanto en las familias que hoy la gran mayoría tienen al menos un miembro afectado por la adicción”.
Un primer recorrido por las calles de tierra del barrio Obrero, donde viven unas 300 familias en ranchos de adobe y casas muy precarias, basta para toparse de frente con esa realidad. Allí, cerca del sector que se conoce como barrio Alberdi o Laguna, a las 19, se ven grupos de adolescentes fumando pasta base, aspirando nafta o pegamento.
Para el equipo del centro, el suyo es un trabajo de hormiga. “Nos costó mucho generar un vínculo con los chicos”, asegura la psicóloga Karen Sánchez. “Este lugar vino a tapar un bache importante, porque más allá de campeonatos de fútbol o alguna actividad que organiza la muni o las escuelas, no hay espacios de recreación y contención sostenidos en el tiempo”, subraya.
Para la psicóloga, los resultados de este año y medio de trabajo están a la vista. “Vemos un cambio de conducta. Antes los chicos venían muy agresivos, no hablaban y por ahí explotaban en un acto violento. Hoy vienen con otras caras, otros estados de ánimo, nos cuentan lo que les pasa y eso nos muestra que algo está pasando para bien”, detalla Karen.
Juani nunca está quieto. En su camioneta visita casi a diario alguna de las 25 comunidades de pueblos originarios de la zona. Sus proyectos a futuro son grandes: junto a los jóvenes de Tres Pozos y Lote 27, quieren desarrollar un lugar de recuperación “para aquellos que están más complicados” en las tierras ancestrales wichis de El Pajarito, junto al río Bermejo.
“Por ahora, hacemos campamentos en el lugar, pero la idea es que allí haya un grupo de forma estable que reciba a quienes busquen una salida a las adicciones. Que sea un espacio de contención, sanación, pertenencia y vida sana. Ese es nuestro sueño a largo plazo”, concluye el párroco.
El reclamo de una solución unió a los líderes comunitarios
Todos coinciden en que es una de las problemáticas más graves y urgentes; juntos, anhelan encontrar respuestas
La problemática de las adicciones no es exclusiva de las comunidades wichis que conforman la periferia de las localidades más grandes del oeste de Formosa, como Ingeniero Juárez y Las Lomitas, sino que también afecta, aunque en menor medida, a las poblaciones rurales del monte.
Un ejemplo es el de Teniente General Fraga, a 30 kilómetros de Juárez, donde hay 20 familias. Carlos Méndez (34) es el referente de la comunidad. De sus cuatro hijos, el mayor, de 14, tiene problemas de consumo.
“Acá, en la provincia, las drogas están en todos lados: los chicos me cuentan que llegan hasta las escuelas. Para nosotros es muy triste, porque como pueblos originarios conocíamos el alcohol, pero no las drogas, eso era algo de los ricos, de los criollos”, cuenta Carlos, y continúa: “Hoy estamos sufriendo mucho por esto. Todos sabemos que la droga viene de afuera y no sale de las comunidades, como a veces se dice en los medios. Entra de noche y se reparte como caramelos. Después se persigue a los originarios porque se drogan y son violentos, pero nunca se habla de quienes la venden”.
Los líderes consultados coinciden con ese diagnóstico. En Las Lomitas, a 150 kilómetros de Juárez y en cuyos márgenes hay una decena de comunidades originarias, está la sede de la Asociación para la Promoción de la Cultura y el Desarrollo (APCD), que lleva 31 años de trabajo en la zona.
Allí se reúnen para conversar con LA NACION Silverio Moreno, presidente de la asociación civil de La Pantalla ?varias comunidades se organizan de esa manera?, donde viven 150 familias, junto a Gabriel Saravia, un joven de 27 años, y Mario (ese no es su nombre real), otro referente que prefiere resguardar su identidad; Rosa Zulema, de Pampa del 20 (23 familias); Amílcar Cano, de Lote 47 (100 familias); y Alejandro Ramírez, agente sanitario de Tres Pozos (93 familias).
Pocos recursos
Silverio y Amílcar afirman que, en sus comunidades, la mitad de los jóvenes están en consumo, y que ya murieron algunos chicos por esa problemática. Coinciden en que los adolescentes “pierden la esperanza en la educación”, porque terminan la escuela y no consiguen trabajo. Tampoco tienen recursos para capacitarse en oficios.
“Las drogas son un problema nuevo para nosotros. Se empezó con la inhalación de la nafta y el pegamento, y después llegaron el faso y la pasta base”, dice Mario, y sigue: “El problema también está en los comercios, porque nuestros hijos compran y mezclan pastillas de venta libre en la farmacia. Buscamos que se deje de vender en las ferreterías Poxiran, pero ya renunciamos: nadie controla”.
A todos les duele que en sus comunidades no haya ofertas de talleres y actividades recreativas para los jóvenes. “Están todo el día sin hacer nada, y ahí viene el pensamiento de las cosas malas”, sostiene Mario.
Frente a esa realidad, Gustavo Núñez, referente del área joven de APCD, subraya que el objetivo es fortalecer, a través del arte y con un abanico de propuestas como la murga Elé, la autoestima de los jóvenes. “Su marginalidad es doble: por ser pobres y adictos, y por pertenecer a una cultura que la gente de ?la otra sociedad’ no entiende o no quiere entender”, describe.
La prevención, mediante actividades que atraigan a los jóvenes, es uno de los ejes de APCD. “El trabajo con los wichis es de corazón a corazón. Cuando ves que un chico de la murga se siente útil y reconocido, sentís que todo vale la pena. Festejamos cada pequeño triunfo, que es que un niño o joven pase un día alejado de las drogas y contento”, cuenta Gustavo.
Buscan cambiar la realidad a través del estudio
Con becas, ayudan a que más jóvenes wichis accedan a la universidad´
En 2006 e invitados por el Equipo Diocesano de Pastoral Aborigen de la diócesis de Formosa (Endepa), varios dirigentes de comunidades originarias asistieron a un encuentro con el entonces cardenal Jorge Bergoglio, a quien le pidieron apoyo para que los jóvenes wichis pudiesen ir a la universidad. “Plantearon que necesitaban becas para sus hijos. Había tres jóvenes que ya estaban haciendo una carrera con mucho sacrificio: uno vivía en el lavadero de una terraza. Hoy es licenciado en matemáticas y está haciendo el doctorado”, cuenta el sacerdote Juani Rosasco.
El pedido no era solo de apoyo económico, sino también de contención y acompañamiento en el recorrido de la vida universitaria. Así surgieron las becas para estudiantes, que se sostienen gracias a donaciones. Estas les permiten a los jóvenes wichis poder pagar los alquileres en la ciudad de Formosa, a donde asisten a universidades públicas, así como otros gastos de sus estudios.
Allí, además, cuentan con una sede con computadoras y acceso a internet, y asisten a distintos talleres y capacitaciones semanales.
Hasta el momento, las becas beneficiaron a más de 100 jóvenes, 15 de los cuales ya se recibieron. “Cada beca es de 5000 pesos por mes, pero los donantes, a quienes los estudiantes llaman ?los solidarios’, ponen lo que pueden”, explica Juani.
Actualmente, tienen 23 estudiantes becados. “Nos está faltando cubrir 25 becas más, que es la demanda que tenemos en lista de espera, y no estamos pudiendo satisfacer”, sostiene el sacerdote, quien aclara que todas las donaciones, cualquiera que sea el monto, marcan una diferencia.
“Con el equipo siempre decimos que cada estudiante universitario nuevo es un chico menos que cae en la droga”, subraya Juani.
Cómo ayudar
Para colaborar con las becas de los estudiantes wichis o con alguno de los otros proyectos de prevención de adicciones que realiza el centro barrial Enrique Angelelli, comunicarse con Juani Rosasco escribiendo a juanicp@parroquiasantacruz.org.ar
Para ver Nota original del Diario La Nación: https://www.lanacion.com.ar/2225244-sin-titulo
Las organizaciones sociales y eclesiales reunidas en el CAIPPA, repudiamos rotundamente las luchas internas y de poder entre los funcionarios de la SEDRONAR.
Dicha insostenible situación nos obliga a escribir este comunicado, que tiene el objetivo de ratificar que no vamos a formar parte de sus operaciones ni nos interesan sus diferencias políticas. La lucha por la vida, la inclusión y los derechos de nuestros pibes y pibas son y serán siempre nuestro único interés.
Lamentamos profundamente que en este contexto de emergencia que estamos viviendo, al cual se le suma el agravante de un presupuesto que es insuficiente y las demoras en los pagos al único programa que trabaja en el territorio (CAAC), dichos funcionarios de la SEDRONAR estén ocupados en este tipo de mezquindades.
Mientras tanto, en nuestros barrios las pibas y los pibes se nos siguen muriendo por la constante falta de seriedad y compromiso político en el desarrollo y profundización de políticas públicas.
El Papa Francisco preside la Vigilia con cientos de miles de jóvenes de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Panamá 2019 en el Campo San Juan Pablo II – Metro Park.
A continuación, el texto completo del discurso del Santo Padre:
Queridos jóvenes, ¡buenas tardes!
Vimos este hermoso espectáculo sobre el Árbol de la Vida que nos muestra cómo la vida que Jesús nos regala es una historia de amor, una historia de vida que quiere mezclarse con la nuestra y echar raíces en la tierra de cada uno. Esa vida no es una salvación colgada “en la nube” esperando ser descargada, ni una “aplicación” nueva a descubrir o un ejercicio mental fruto de técnicas de autosuperación. Tampoco la vida que Dios nos ofrece es un “tutorial” con el que aprender la última novedad. La salvación que Dios nos regala es una invitación a ser parte de una historia de amor que se entreteje con nuestras historias; que vive y quiere nacer entre nosotros para que demos fruto allí donde estemos, como estemos y con quien estemos. Allí viene el Señor a plantar y a plantarse; es el primero en decir “sí” a nuestra vida, El siempre va primero, es el primero a decir sí nuestra historia, y quiere que también digamos “sí” junto a Él. Él siempre nos primerea.
Así sorprendió a María y la invitó a formar parte de esta historia de amor. Sin lugar a dudas la joven de Nazaret no salía en las “redes sociales” de la época, Ella no era una “influencer”, pero sin quererlo ni buscarlo se volvió la mujer que más influenció en la historia.
Le podemos decir con confianza de hijos: María, la “influencer” de Dios. Con pocas palabras se animó a decir “sí” y a confiar en el amor, a confiar en las promesas de Dios, que es la única fuerza capaz de renovar, de hacer nuevas todas las cosas. Y todos nosotros hoy tenemos algo que hacer nuevo adentro, hoy tenemos que dejar que Dios renueve algo en mi corazón Pensemos un poquito: ¿Qué quiero yo que Dios renueve en mi corazón?
Siempre llama la atención la fuerza del “sí” de María, joven, de ese «hágase» que le dijo al ángel. Fue una cosa distinta a una aceptación pasiva o resignada, fue algo distinto a un “sí” como diciendo: bueno, vamos a probar a ver qué pasa. Fue algo más, algo distinto. María no conocía esa expresión, era decidida, supo de qué se trataba y dijo sí.
Fue algo más, algo distinto, fue el “sí” de quién quiere comprometerse y arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más seguridad que la certeza de saber que era portadora de una promesa. Le pregunto a cada uno de ustedes, ¿se sienten portadores de una promesa? ¿Qué promesa tengo en el corazón para llevar adelante?
María sin dudas tendría una misión muy difícil, pero las dificultades no eran una razón para decir “no”. Seguro que tendría complicaciones, pero no serían las mismas complicaciones que se producen cuando la cobardía nos paraliza por no tener todo claro o asegurado de antemano. María no compró un seguro de vida, María se jugó y por eso es fuerte, por eso es una influencer, es la influencer de Dios.
El “sí” y las ganas de servir fueron más fuertes que las dudas y las dificultades.
Esta tarde también escuchamos cómo el “sí” de María hace eco y se multiplica de generación en generación. Muchos jóvenes a ejemplo de María arriesgan y apuestan guiados por una promesa. Gracias Erika y Rogelio por el testimonio que nos han regalado. Fueron valientes estos, merecen un aplauso.
Compartieron sus temores, dificultades y todo el riesgo vivido ante el nacimiento de Inés. En un momento dijeron: «A los padres, por diversas circunstancias, nos cuesta aceptar la llegada de un bebé con alguna enfermedad o discapacidad», eso es cierto, es comprensible. Pero lo sorprendente fue cuando agregaron: «al nacer nuestra hija decidimos amarla con todo nuestro corazón». Ante su llegada, frente a todos los anuncios y dificultades que aparecían, tomaron una decisión y dijeron como María «hágase», decidieron amarla. Frente a la vida de vuestra hija frágil, indefensa y necesitada la respuesta de ustedes, Erika y Rogelio, fue “sí” y ahí tenemos a Inés. ¡Ustedes se animaron a creer que el mundo no es solo para los fuertes! ¡Gracias!
Decir “sí” al Señor, es animarse a abrazar la vida como viene con toda su fragilidad y pequeñez y hasta muchas veces con todas sus contradicciones e insignificancias con el mismo amor con el que nos hablaron Erika y Rogelio. Asumir la vida como viene. Es abrazar nuestra patria, nuestras familias, nuestros amigos tal como son, también con sus fragilidades y pequeñeces. Abrazar la vida se manifiesta también cuando damos la bienvenida a todo lo que no es perfecto, a todo lo que no es puro ni destilado, pero por eso no es menos digno de amor. ¿Acaso alguien por ser discapacitado o frágil no es digno de amor? Les pregunto, ¿un discapacitado, una persona frágil es digna de amor? Sí. Entendieron.
Otra pregunta, a ver cómo responden: ¿Alguien por ser extranjero, por haberse equivocado, por estar enfermo o en una prisión no es digno de amor? Y así lo hizo Jesús: abrazó al leproso, al ciego y al paralítico, abrazó al fariseo y al pecador. Abrazó al ladrón en la cruz e incluso abrazó y perdonó a quienes lo estaban crucificando.
¿Por qué? Porque solo lo que se ama puede ser salvado. Vos no podes salvar una persona, vos no podes salvar una situación si no la amás. Solo lo que se ama puede ser salvado. ¿Lo repetimos? Solo lo que se ama puede ser salvado.
Por eso nosotros podemos ser salvados por Jesús, porque nos ama. Podemos hacerle las mil y una, pero nos ama, y nos salva, porque solo lo que se ama puede ser salvado. Solo lo que se abraza puede ser transformado.
El amor del Señor es más grande que todas nuestras contradicciones, fragilidades y pequeñeces, pero es precisamente a través de nuestras contradicciones, fragilidades y pequeñeces, como Él quiere escribir esta historia de amor. Abrazó al hijo pródigo, abrazó a Pedro después de sus negaciones y nos abraza siempre, siempre, después de nuestras caídas ayudándonos a levantarnos y ponernos de pie. Porque la verdadera caída, atención a esto, la verdadera caída, la que es capaz de arruinarnos la vida es la de permanecer en el piso y no dejarse ayudar.
Hay un canto alpino muy lindo que van cantando mientras suben la montaña: en el arte de ascender la victoria no está en no caer, sino en no permanecer caído. no permanecer caído. La mano para que te alcen. No permanecer caído.
¡El primer paso es no tener miedo de recibir la vida como viene, no tener miedo de abrazar la vida, como es. Ese es el árbol de la vida que hemos visto hoy.
Gracias Alfredo por tu testimonio y la valentía de compartirlo con todos nosotros. Me impresionó mucho cuando decías: «comencé a trabajar en la construcción hasta que se terminó dicho proyecto. Sin empleo las cosas tomaron otro color: sin colegio, sin ocupación y sin trabajo». Lo resumo en los cuatro “sin” que dejaron nuestra vida sin raíces y se seca: sin trabajo, sin educación, sin comunidad y sin familia. Es decir, vida sin raíces. Estos cuatro “sin”, matan.
Es imposible que alguien crezca si no tiene raíces fuertes que ayuden a estar bien sostenido y agarrado a la tierra. Es fácil “volarse” cuando no hay de dónde agarrarse, de dónde sujetarse. Esta es una pregunta que los mayores estamos obligados a hacernos, los mayores que estamos aquí, es más, es una pregunta que ustedes tendrán que hacernos y tendremos el deber de respondérsela: ¿Qué raíces les estamos dando?, ¿qué cimientos para construirse como personas les facilitamos? Qué fácil resulta criticar a los jóvenes y pasar el tiempo murmurando si les privamos de oportunidades laborales, educativas y comunitarias desde dónde agarrarse y soñar el futuro. Sin educación es difícil soñar futuro, sin trabajo es muy difícil soñar futuro, sin familia y sin comunidad es casi imposible soñar futuro. Porque soñar el futuro es aprender a responder no solo para qué vivo, sino para quién vivo, para quién vale la pena gastar mi vida. y eso lo tenemos que facilitar nosotros los mayores dándoles trabajo, educación, comunidad, oportunidades
Como nos decía Alfredo, cuando uno se descuelga y queda sin trabajo, sin educación, sin comunidad y sin familia, al final del día nos sentimos vacíos y terminamos llenando ese vacío con cualquier cosa, con cualquier verdura. Porque ya no sabemos para quién vivir, luchar y amar.
A los mayores que están aquí y a los que nos están viendo, les pregunto: ¿Qué haces vos para generar futuro en los jóvenes de hoy?, ¿sos capaz de luchar para que tengan educación, para que tengan trabajo, para que tengan familia, para que tengan comunidad? Cada uno de los grandes respondámonos en el corazón.
Recuerdo una vez, charlando con unos jóvenes que uno me pregunta: “¿Por qué hoy muchos jóvenes no se preguntan sobre si Dios existe o les cuesta creer en Él y les falta tanto compromiso con la vida?” Les contesté: “Y ustedes, ¿qué piensan sobre esto?” Entre las respuestas que surgieron en la conversación me acuerdo de una que me tocó el corazón y tiene que ver con la experiencia que Alfredo compartía: “Padre, es que muchos de los jóvenes sienten que poco a poco dejaron de existir para otros, se sienten muchas veces invisibles”. Muchos jóvenes sienten que dejaron de existir para otros, para la familia, para la sociedad, para la comunidad, y entonces muchas veces se sienten invisibles.
Es la cultura del abandono y de la falta de consideración. No digo todos, pero muchos sienten que no tienen mucho o nada para aportar porque no cuentan con espacios reales desde dónde sentirse convocados. ¿Cómo van a pensar que Dios existe si ellos, estos jóvenes, hace tiempo que dejaron de existir para sus hermanos y para la sociedad? Así los estamos empujando a no mirar el futuro y a caer en las garras de las drogas, de cualquier cosa que los destruya. Podemos preguntarnos: ¿Qué hago yo con los jóvenes que veo?, ¿los critico o no me interesa?, ¿los ayudo o no me interesa? ¿Es verdad que para mi dejaron de existir hace tiempo?
Lo sabemos bien, no basta estar todo el día conectado para sentirse reconocido y amado. Sentirse considerado e invitado a algo es más grande que estar “en la red”. Significa encontrar espacios en el que puedan con sus manos, con su corazón y con su cabeza sentirse parte de una comunidad más grande que los necesita y que también ustedes jóvenes necesitan.
Y eso los santos lo entendieron muy bien. Pienso por ejemplo en Don Bosco que no se fue a buscar a los jóvenes a ninguna parte. A ver acá los que quieren a Don Bosco, un aplauso. Don Bosco no se fue a buscar a los jóvenes a ninguna parte lejana o especial, simplemente aprendió a ver todo lo que pasaba en la ciudad con los ojos de Dios y, así, su corazón fue golpeado por cientos de niños, de jóvenes abandonados sin estudio, sin trabajo y sin la mano amiga de una comunidad. Mucha gente vivía en la misma ciudad, muchos criticaban a esos jóvenes, pero no sabían mirarlos con los ojos de Dios. A los jóvenes hay que mirarlos con los ojos de Dios.
Él lo hizo, se animó Don Bosco, y se animó a dar ese primer paso: abrazar la vida como se presenta y, a partir de ahí, no tuvo miedo de dar el segundo paso: crear con ellos una comunidad, una familia donde con trabajo, estudio se sintieran amados. Darles raíces desde donde sujetarse para que puedan llegar al cielo, para que puedan ser alguien en la sociedad, darles raíces para se agarren y no los tire abajo el viento que viene, eso hizo Don Bosco, eso hacen los santos, eso hacen las comunidades que saben mirar a los jóvenes con los ojos de Dios. ¿Se animan ustedes los grandes a mirar a los jóvenes con los ojos de Dios?
Pienso en muchos lugares de nuestra América Latina que promueven lo que llaman Familia Grande Hogar de Cristo que, con el mismo espíritu de otros centros, buscan recibir la vida como viene en su totalidad y complejidad porque saben que el árbol siempre guarda «una esperanza guarda el árbol: si es cortado, aún puede retoñar, y no dejará de echar renuevos» (Jb 14,7).
Y siempre se puede “retoñar y echar renuevos”, siempre se puede empezar de nuevo cuando hay una comunidad, calor de hogar donde echar raíces, que brinda la confianza necesaria y prepara el corazón para descubrir un nuevo horizonte: horizonte de hijo amado, buscado, encontrado y entregado a una misión. Por medio de rostros concretos es como el Señor se hace presente. Decir “sí” como María a esta historia de amor es decir “sí” a ser instrumentos para construir, en nuestros barrios, comunidades eclesiales capaces de callejear la ciudad, abrazar y tejer nuevas relaciones. Ser un “influencer” en el siglo XXI es ser custodios de las raíces, custodios de todo aquello que impide que nuestra vida se vuelva gaseosa, que nuestra vida se evapore en la nada.
Ustedes los mayores sean custodios de todo aquello que nos permita sentirnos parte los unos de los otros, custodios de todo aquello que nos haga sentir que nos pertenecemos.
Así lo vivió Nirmeen en la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia. Se encontró con una comunidad viva y alegre, que le salió a su encuentro, le dio pertenencia, por lo tanto identidad, y le permitió vivir la alegría que significa ser encontrada por Jesús. Nirmeen le esquivaba a Jesús, tenía sus distancias hasta que alguien le hizo ver raíces, le dio pertenencia y esa comunidad la animó a comenzar ese camino que ella nos contó.
Un santo latinoamericano una vez se preguntó: «El progreso de la sociedad, ¿será sólo para llegar a poseer el último auto o adquirir la última técnica del mercado? ¿En eso se resume toda la grandeza del hombre? ¿No hay nada más que vivir para esto?» (cf. S. ALBERTO HURTADO, Meditación de Semana Santa para jóvenes, 1946). Yo les pregunto a los jóvenes: ¿Ustedes quieren esta grandeza o no? ¡No!
La grandeza no es solo tener el último auto, adquirir la última técnica del mercado. Ustedes fueron creados para algo más. María lo comprendió y dijo: ¡Hágase! Erika y Rogelio lo comprendieron y dijeron: ¡Hágase! Alfredo lo comprendió y dijo: ¡Hágase! Nirmeen lo comprendió y dijo: ¡Hágase! Los hemos escuchado aquí. Amigos, les pregunto: ¿Están dispuestos a decir “sí”? ¡Sí! Aprendieron a contestar, ya me gusta más.
El Evangelio nos enseña que el mundo no será mejor porque haya menos personas enfermas, menos personas débiles, menos personas frágiles o ancianas de quien ocuparse e incluso no porque haya menos pecadores; no, no será mejor por eso. El mundo será mejor cuando sean más las personas que, como estos amigos que nos han hablado, estén dispuestos y se animen a gestar el mañana, a creer en la fuerza transformadora del amor de Dios. A ustedes jóvenes les pregunto: ¿Quieren ser “influencer” al estilo de María. Ella se animó a decir «hágase»? Solo el amor nos vuelve más humanos, no las peleas, no el bullying, no el estudio solo; solo el amor nos vuelve más humanos, más plenos, todo el resto son buenos pero vacíos placebos.
Dentro de un momento nos vamos a encontrar con Jesús vivo en la Eucaristía. Seguro que van a tener muchas cosas que decirle, muchas cosas que contarle sobre distintas situaciones de sus vidas, de sus familias y de sus países.
Estando frente a Jesús, cara a cara, anímense, no tengan miedo de abrirle el corazón para que Él renueve el fuego de su amor, que los impulse a abrazar la vida con toda su fragilidad, con toda su pequeñez, pero también con toda su grandeza y hermosura. Que Jesús los ayude a descubrir la belleza de estar vivos y despiertos, vivos y despiertos.
No tengan miedo de decirle a Jesús que ustedes también quieren tomar parte en su historia de amor en el mundo, ¡que están para más!
Amigos: Les pido también que en ese cara a cara con Jesús sean buenos y le pidan por mí para que yo tampoco tenga miedo de abrazar la vida, para que sea capaz de cuidar las raíces y sea capaz de decir como María: ¡Hágase según tu palabra!
Buenos Aires, noviembre de 2018 (OPS/OMS).- “Yo estuve desde los 10 años en la calle, en el consumo del paco (pasta base de cocaína), hasta que vine a ´morir´ en este barrio. Pero no morí, ¡estoy vivo! Y hoy acompaño a los chicos a los hospitales, granjas y comunidades, también trabajo en el barrio. Esta es mi casa. Estoy contento y feliz del amor que me dan como nunca tuve”, cuenta Lucas Algañaraz con la ilusión latente en su mirada.
Lucas es uno de los expacientes y acompañantes de Casa Masantonio, un centro de acompañamiento de personas en extrema vulnerabilidad, con consumo problemático de pasta base de cocaína y enfermedades complejas, principalmente tuberculosis (TB), VIH y afecciones de transmisión sexual, que residen en asentamientos de Buenos Aires.
“Nosotros nos consideramos un dispositivo de atención diferenciada con el que intentamos ir determinando cada una de las barreras que hacen que un paciente no acceda efectivamente al tratamiento, y las vamos sorteando de manera creativa”, en sintonía con los pilares de la estrategia Fin a la TB de la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS), explica Santiago Jiménez, coordinador médico de Casa Masantonio.
Por ejemplo, “si tenemos un paciente que está en la calle, sin documento, que no se puede hacer una baciloscopía –para detectar si tiene tuberculosis- por una simple traba burocrática, intentamos coordinar con el centro de salud para identificar una forma alternativa, buscamos tomarle la muestra, llevarle la medicación y acompañarlo en calle si él no se acerca al centro de salud”, señala Jiménez.
Se trata entonces de un dispositivo de atención y entrega de medicación –además de búsqueda de personas con síntomas y diagnóstico- que, desde 2016, busca identificar y superar las barreras que afronta el paciente, que muchas veces resultan en su expulsión del sistema formal de salud cuando la complejidad social desborda su capacidad de respuesta.
La clave, el acompañante de pares
La clave de esta iniciativa es que su arista profesional a través de la atención médica es tan importante como su arista social, mediante el acompañamiento de pares. La participación de expacientes que completaron su tratamiento y se convirtieron en operadores sociales para la búsqueda y seguimiento activo de casos constituye una parte fundante de este modelo. Y en la contención lograda entre pares quizás radique la razón por la cual alcanza altos índices de adhesión al tratamiento: el centro viene acompañando a 75 pacientes con tuberculosis, de los cuales el 81,4% ha logrado un tratamiento exitoso.
“Masantonio demuestra concretamente que, cuando estas situaciones que quedan fuera del sistema de salud y que terminan en fracasos gravísimos con consecuencias gravísimas, están bien acompañadas, pueden dar grandes resultados porque no solo la persona se cura, sino que en muchos casos se capacitan y se preparan para ser un agente de transformación para otras personas. Mucha gente con claridad en esto va a ayudar a eliminar la tuberculosis”, sostiene Gustavo Barreiro, presidente de la Cooperativa de acompañantes de usuarios de paco, de la cual forma parte el centro.
La cooperativa pertenece a la “Familia Grande del Hogar de Cristo”, una red de centros de inclusión coordinados por el grupo de sacerdotes destinados a asentamientos y puestos en marcha en 2008 por el entonces cardenal Jorge Bergoglio, quien más tarde se convertiría en el Papa Francisco.
En este sentido, Casa Masantonio trabaja en coordinación con el sistema de salud local para facilitar el acceso al diagnóstico y tratamiento, y recibe apoyo de la Secretaría de Salud de la Nación, el Ministerio de Salud de la Ciudad de Buenos Aires, la Secretaría de Trabajo y el Ministerio de Desarrollo Social para asegurar la medicación y atender necesidades de los usuarios.
De esta manera, la iniciativa buscar hacer frente a la tuberculosis, un grave problema de salud pública en la región de las Américas, donde se estiman aproximadamente 270.000 casos y 23.000 muertos cada año por esta enfermedad. En Argentina, en 2016, se notificaron 10.423 casos nuevos de TB, lo cual determina cuatro años consecutivos de aumento sostenido, a lo que se suma un incremento de casos en grupos jóvenes, según datos oficiales.
A los pacientes “les damos un brote de esperanza para que no contagien a otra gente. Acompañamos a chicos que están en la calle -y que no pueden llegar al hospital por el consumo de drogas- con medicación asistida, comida y tratando de que puedan aprender a vivir cuidándose”, subraya Oscar González, expaciente y acompañante de Casa Masantonio.
Otra de las acompañantes, Lourdes Duarte, coincide: “es satisfactorio ayudar a los demás. Más allá de que haya un pequeño incentivo para nosotros –a través de la cooperativa-, el regalo más grande es cuando ayudas a otra persona”.
Un cura villero argentino contó en el Vaticano el sentido más profundo de las obras Hogar de Cristo, casas que se enfrentan todos los días a los “mercaderes de muerte” arrebatándoles lo más preciado: los consumidores
El padre Carlos “Charly” Olivero siempre tuvo (sigue teniendo y no creo que cambie) perfil bajo ante los medios de comunicación. Sin embargo, viajó al Vaticano para participar como expositor en la Conferencia Internacional de Drogas y Adicciones cuyo tema paraguas fue “Un obstáculo al desarrollo humano integral”, que tuvo lugar entre el 29 de noviembre y el 1 de diciembre, y que organizó el Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral que preside el cardenal ghanés Peter Kodwo Appiah Turkson.
El padre Carlos “Charly” Olivero es uno de los pilares en la conformación de los Hogares de Cristo y la Federación de Hogares de Cristo (a esta altura del año 2018 ya existen funcionando más de 80 Hogares en el territorio argentino y se empieza a mirar esta experiencia desde los países limítrofes con sed de conocer más para repetir esto que hace tanto bien). Además, es uno de los articuladores más activos en la Comisión Nacional de Pastoral de Adicciones y Drogadependencia de la Conferencia Episcopal Argentina.
Pero, ¿qué es un Hogar de Cristo?
“Frente al abismo de la soledad la respuesta es colectiva: la conformación de una comunidad cristiana. La solidaridad, la hospitalidad, la compasión, la humildad, la benevolencia, la dulzura, soportarse con paciencia, el perdón, el cuidado, el amor… son los hilos que se entretejen en la formación de la comunidad, los lazos que conforman la malla que sostiene nuestros centros barriales. Con la temática familiar (la familia grande del Hogar de Cristo) intentamos señalar la importancia de la conformación de esa comunidad cristiana”, indica el documento asumido por monseñor Gustavo Carrara, obispo auxiliar de Buenos Aires y vicario arquidiocesano para las villas de emergencia, “El Hogar de Cristo como respuesta pastoral”.
Y continúa: “Del mismo modo vemos que el miedo, la desconfianza, la venganza, la violencia, el odio, el egoísmo van aislándonos más, rompiendo nuestras comunidades, y dejándonos solos. Sin comunidad estamos indefensos, en soledad somos más frágiles y no encontramos sentido. La conformación de la comunidad del Hogar de Cristo es algo que se da cuando logramos superar los prejuicios y enfrentamos los miedo. Cuando nos disponemos a recibir la vida como viene y confiamos que cada persona es un don para los demás. Cuando reconocemos que todos podemos darnos, pero también que todos somos frágiles, necesitados. En otras palabras, para que haya más comunidad debe haber menos institución”.
Victoria: Abrazando la complejidad
Consecuente con esta mirada grande, dijo el padre Charly al iniciar su intervención en el Vaticano precisó: “Esta palabra que hoy puedo compartir no es solo mía, recoge las voces de muchas mujeres y hombres que en la Pastoral Nacional de Adicciones y Drogadependencia de mi país, Argentina, en la Caritas Nacional y en la Federación Familia Grande del Hogar de Cristo se preguntan cómo deben ser nuestras comunidades para que quienes sufren directa o indirectamente por el consumo de drogas encuentren en ellas una familia que las abrace”.
“Fue Victoria quien nos enseñó la complejidad. Durante años vivió en la calle cerca de la Parroquia, en una ranchada chiquita que armaron con madera unos compañeros que la invitaron a dormir allí. Por estar inmunodeprimida contrajo tuberculosis, inició 17 veces el tratamiento y por el intenso craving [N. de la R.: deseo irrefrenable de consumir drogas] siempre lo abandonó. El bacilo que causaba su infección fue mutando y se volvió extremadamente resistente, y el tratamiento costosísimo. Su baciloscopía positiva señalaba los riesgos de contagio para quienes compartían la pequeña cueva de madera, pero a la vez hacía imposible su internación en una comunidad terapéutica”, detalló este curita argentino de pelo enrulado, decidido y enfocado tercamente en su misión.
“Los profesionales del centro de salud tenían miedo de llegar hasta su cueva donde ya habían sido robados, pero sus hábitos de consumo hacían imposible un tratamiento ambulatorio. El Hospital de infecciosas puso una condición para recibirla por 18° vez: debía tener una consigna policial que garantizara que no se iba a volver a escapar. La legislación argentina no permite ese tipo de intervención involuntaria, salvo en un caso de riesgo cierto e inminente para sí o para terceros. Y aún cuando ella misma lo estaba pidiendo, la justicia no accedió a involuntarizarla por comprender que el riesgo no era inminente. Por su adicción a la pasta base llegó a hacer cualquier cosa. Se subía a los camiones, era explotada sexualmente a cambio de unas monedas, quedó embarazada”, agregó.
El caso de Victoria sirvió de pivote para que el padre Olivero desplegara la propuesta integral de los Hogares de Cristo: “Ninguna institución podía tener todas esas respuestas, pero tampoco servía derivarla de una a otra, para que lograra sortear la burocracia de cada institución y acceder a esas respuestas en tiempo y forma había que acompañarla. Con Victoria comprendimos que el problema que subyace es epistemológico. Todas esas instituciones se fueron construyendo en torno a su especificidad, y la suma interdisciplinaria de sus saberes no alcanza a ver la totalidad de la persona, mucho menos a acompañarla. La mirada del especialista lo ve todo desde su propia lente y tiene la dinámica de la lupa: amplifica, pero solo lo que enfoca. Su comprensión es profunda, pero a la vez angosta, circunscripta a su objeto de estudio. Con Victoria comprendimos que existe una mirada distinta, que es la que puede tener una madre, un hermano o un amigo, que no alcanza a ver tan lejos como el especialista, pero su mirada se expande a lo ancho para comprender y abrazar la totalidad. Ambas miradas, la específica y la integral son complementarias”.
Un problema eclesiológico
La pregunta que surge es casi de Perogrullo: ¿La Iglesia está lista para recibir las vidas de las Victorias de nuestro mundo para fundirse en un abrazo que comprenda su complejidad? Dice Olivero sobre el punto: “Nosotros comprendemos que el problema es también eclesiológico. Pero entiéndase bien, cuando decimos eclesiológico queremos señalar el modo real en que nuestras iglesias locales viven, porque teorías hay muchas, y valen poco si no se ponen en práctica. Esta mañana el padre Vicenzo Sorce nos habló maravillosamente de la dimensión antropológica. Nosotros nos preguntamos ¿cómo deben ser nuestras comunidades para generar esa proximidad y esa empatía que nos señalaba? ¿Cómo deben ser nuestras comunidades eclesiales para que quienes se encuentran atravesados por el sufrimiento de la adicción puedan sentirse parte?
Una parroquia cerrada, una congregación autorreferencial, un colegio o un movimiento elitista no parecieran ser la mejor opción. No alcanza con derivar a la fazenda, a la comunidad terapéutica o al grupo de Narcóticos Anónimos. Lo que hacen esas instituciones es magnífico, pero eso no alcanza para todos. Está el que no quiere recuperarse, el que intentó varias veces y no pudo, el que hizo un tratamiento y lo abandonó, el que un día vuelve a su casa solo y con ilusiones, el hombre mayor que duerme en la calle y se alcoholiza… ¿Cómo tienen que ser nuestras comunidades entonces? En estos años hemos encontrado una figura que a nosotros nos sirve, se trata de los Centros Barriales. Estos espacios se apoyan en estas políticas públicas que comentaba el Mg. Moro y que nosotros valoramos mucho, pero cuando empezamos todo eso no estaba. Su objetivo principal es que quienes están más rotos encuentren en la Iglesia una familia que los abraza, aunque muchas veces no sabemos no sabemos cómo hacerlo, o nuestra fragilidad nos lo lleva al fracaso. Los Centros Barriales son verdaderas comunidades eclesiales que están cerca del dolor y que organizan el lazo social para recibir la vida herida y acompañarla. El lazo social tiene que ver con el Evangelio de la vida: es el servicio, la hospitalidad, la paciencia, el perdón, la humildad, la confianza, la espera… Los Centros Barriales son en nuestro país el recuerdo y la constatación empírica de que cuando ponemos en el centro a los preferidos de Dios la alegría del Evangelio lo invade todo”.
“En incontables ocasiones el Magisterio de la Iglesia enseñó la dimensión eclesial de la familia como Iglesia doméstica, señalando los rasgos eclesiales de la familia cristiana. Hoy los Centros Barriales nos señalan la importancia de cultivar los rasgos familiares en la Iglesia. La Familia Grande del Hogar de Cristo es la reunión de todos los centros Barriales del país, actualmente son unos 150 en distintos estados de desarrollo, y todos los días aparece una nueva comunidad que quiere empezar a caminar. Los centros barriales se apoyan, se acompañan, comparten recursos. Todos ellos atraviesan problemas, miedos, inseguridades, resistencias. Pero el acompañamiento de unos a otros nos permite superar las dificultades y caminar. Cuando nos encontramos, nos invade la alegría de saber que no estamos solos”, siguió explicando Olivero en su ponencia.
La dinámica de la Cruz
Al finalizar su intervención, el padre Charly cerró poniendo foco en la belleza barrial, belleza pura en la pobreza que se centra en el amor por el otro: “Paradójicamente, el problema de la droga fue para nosotros una bendición, tuvimos que comprometernos por necesidad, pero hoy nuestras comunidades se renuevan, se respira vida, fuerza y alegría. Cuando llega una nueva comunidad preocupada por el problema de la droga y empieza a caminar, desencadena un proceso de transformación que ni siquiera vislumbraba. Es muy hermoso verlo, y doy gracias a Dios que me hace testigo. Es que en los más pobres hay una bendición, y cuando los ponemos en el centro nos la contagiamos. ¿Pero para qué les voy a decir más? Todos conocemos la dinámica de la cruz”.
El padre Carlos “Charly” Olivero trabaja en la parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé, en la Villa 21, de Barracas (un barrio del sur de la capital argentina), estudió Teología en la Universidad Católica Argentina y la maestría en Adicciones en la Universidad del Salvador de Buenos Aires. Da charlas sobre Adicciones y Recuperación, a la vez que comparte las experiencias de los Hogares de Cristo y sus implicancias sociales. También acompaña cuerpo a cuerpo la fundación de los nuevos Hogares que van surgiendo, como dice la canción del sacerdote argentino Julián Zini, “según la necesidad”. Imagino que le gustaría que solo se lo conociera como un testigo de las luminosas transformaciones que logran las comunidades apoyadas en la fe en Jesús que lava y sana las heridas de sus hermanos más débiles y abandonados.
*Periodista argentina, autora de “Nuestra fe es revolucionaria. Francisco. Jorge Mario Bergoglio”
Desembarcó en febrero de 2018, en la zona de la parroquia Nuestra Señora de Lourdes de Paraná. Allí decenas de personas buscan desde un plato de comida hasta alguien que los escuche. Mirá cómo funciona la entidad
Desde febrero de 2018 funciona en Paraná el Hogar de Cristo, una institución que desembarcó en la capital con el objeto de darle ayuda y contención a los que menos tienen. Está ubicado en la zona de calle 25 de Junio al final, pegado a la capilla Nuestra Señora de Lourdes, a cargo del cura Esteban Páez.
“Esto es una familia, que es lo que más necesitamos. Se ha perdido la familia, con chicos en situación de calle, problemas de consumo. Han perdido el estímulo y no están acompañados” explicó el sacerdote en contacto con Telediario.
Las motivaciones por las cuales decenas de personas se acercan al hogar son variadas: “Algunos están muy solos, otros buscan comida, o un lugar para bañarse, salir de la droga y encontrar vínculos de nuevos. El proceso va cambiando y con eso también cambian las búsquedas”.
Dentro de la organización no existen jerarquías: “Entre todos hacemos todo, no hay asimetrías entre el que viene a ser ayudado y el que ayuda. Nos organizamos, hay gente que viene a colaborar voluntariamente y hay profesionales que brindan ayuda terapéutica”.
“Que haya tanta gente en situación de calle es una triste radiografía de nuestra ciudad. En los barrios la droga además está haciendo mucho daño, perjudicando el futuro de muchos” señaló el cura.
Para los que quieran asistir o colaborar pueden hacerlo los lunes, miércoles y viernes de 11 a 17. Los sábados además se comparte la misa, y esperan pronto poder abrir todos los días.
Desde la Fundación Chaco que preside Pablo Meza, se aportó ropa y calzado al Centro Barrial “Puertas Abiertas de Hogar de Cristo”, un espacio donde ayudan a la gente del barrio San Carlos de La Plata, tanto en alimentación como en problemas de adicciones, entre otras cosas.
Encabezado por el Secretario de la Fundación Chaco, Facundo Alfonsín, se pudo lograr el contacto con la entidad barrial: “Tuvimos la posibilidad de ayudar y donar ropa y zapatillas para los chicos más necesitados. La gente quedó muy agradecida”.
Por su parte, Griselda Barrionuevo, referente del Centro Barrial, señaló a NOVA que el “trabajo tiene que ver con crear espacios bi participación y donde se pueda recibir la vida como viene, aliviándonos unos a otros. En este camino fuimos aprendiendo que esa construcción tiene que ser comunitaria. No es propiedad de una persona en particular, sino que es una construcción conjunta que se va realizando”.
En cuanto al tiempo que llevan “laburando en el barrio, caminando, desde el 2013, y en un espacio recibiendo a las familias, teniendo un lugar para acoger, para recibir, recién a partir de marzo de este año”.
También señalaron que aportan ayuda a muchos chicos con problemas de adicciones, “tanto a su familia como la persona que está atravesando ese problema de adicciones. Gracias a los curas villeros, pudimos encontrar esta respuesta” de llegar al barrio.
Las personas que conforman el equipo son: Belén (Tallerista de Cuerpo Teatral), Estefi (Cocinera), Celeste (Nutricionista), Marianela (Abogada), Carolina (Trabajadora Social), Ana (Psicóloga), Lorena (Psiquiatra), Mariel (Tallerista de Murga), Jhony (Tallerista de Percusión), entre otros colaboradores.
Indicaron que de manera mensual “vienen a almorzar, hacemos 400 prestaciones de almuerzo. Y se duplicó esa cantidad. En general están viniendo 30 niños y más los adultos son 40 diariamente al momento del almuerzo”.
Sobre las necesidades que tienen dentro del espacio, manifestaron que “hoy por hoy, las familias necesitan cenar, tenemos recursos en mercadería que no nos alcanza para un servicio que nosotros también estamos convocados a brindar que es ofrecerle mercadería a nuestras familias para que puedan construir dignidad de preparar una cena. Nos falta para hacer servicio de alimentación en calle porque hay muchas familias, muchos pibes. Somos la segunda CAC (Casa de Acompañamiento Comunitario). Los alimentos siempre son necesarios”.
Por último, en cuanto a la alimentación, la nutricionista Celeste señaló sobre la complicación por la falta de alimentos “porque todo plato tiene que tener una serie de alimentos. Muchas veces se dificulta porque lo único que hay es arroz, papas, fideos, y no siempre abundan las verduras que hoy en día es lo más costoso. Creo que nuestro mayor desafío es encontrar precios que se adecuen a nuestro presupuesto. Tratamos de armar el plato lo más completo posible”.
En Paraná se habilitó un Hogar de Cristo que contiene a jóvenes afectados por los estupefacientes. José María Di Paola realiza varias actividades entre este jueves y viernes.
El Padre ‘Pepe’ Di Paola está al frente del Hogar de Cristo, en la zona de José León Suárez, en Buenos Aires y hace pocos meses se abrió en Paraná una casa en la Parroquia de Lourdes. Llegó hasta la capital entrerriana a dejar su mensaje de esperanza y en especial a misionar en nombre de la Iglesia.
Pepe dialogó con UNO para destacar la tarea del cura Esteban Madrid Páez, quién se encuentra al frente del Hogar de Cristo donde se apuesta a recuperar a numerosas personas afectadas por el flagelo de las drogas.
Di Paola, calzado con ropa rústica, mantiene a rajatabla los preceptos de Jorge Bergoglio, el impulsor del Hogar de Cristo.
El compromiso que asumió, no fue gratuito. A fines del 2010, cuando él y otros sacerdotes difundieron un documento para denunciar que los narcotraficantes estaban inundando las villas con el “paco”, fue amenazado de muerte. “Para qué voy a cambiar el celular, ando con el mismo, ya que me defiende Cristo y la verdad. Después veremos”, dijo con una sonrisa.
Llegó a Paraná para misionar acompañado por varios jóvenes que están en tratamiento en el Hogar de Cristo en Buenos Aires. “Queremos intercambiar las experiencias, escuchar a la gente de Paraná y dejar un claro mensaje, que se puede con voluntad y abriendo el corazón a nuestro señor”, enfatizó.
“Mi idea es prolongar el Hogar de Cristo en barrios y otras ciudades donde no se conoce esta esperanza que sí tienen los chicos de las villas donde está hasta ahora. El objetivo de nuestro centro de recuperación es hacer un trabajo persona-persona, seguimos cada caso, acompañamos a los chicos en ese proceso de cura, les damos contención espiritual. El tema del paco se resuelve en la proximidad con la gente”.
El Hogar de Cristo es un programa de inclusión y acompañamiento integral de usuarios de paco creado en 2008 por Di Paola y otros sacerdotes de Barracas y que hoy lleva adelante la Vicaría para las Villas de Emergencia de la arquidiócesis porteña y mantiene centros barriales allí y en las villas de Retiro y Bajo Flores. “Hoy tomo la decisión de seguir con esa misión inconclusa a la que me siento llamado dentro de la Iglesia. La droga en la vida de estos chicos es aún más grave que en la de los chicos de clases medias y altas porque las perspectivas de futuro que ellos tienen son más pobres que las de aquellos, y eso los desalienta, por eso nos necesitan tanto”.
El padre piensa seguir extendiendo a otros barrios su mano solidaria: cada vez un poco más, para abrazar a más gente que necesite de su apoyo. “La ausencia del Estado en estos sitios es evidente y por eso es muy grande el trabajo que se debe hacer”, resaltó.
El Padre Pepe encabezó una misa en la Parroquia de La Piedad, en Paraná:
Fuente Original de Uno Entre Rios: https://www.unoentrerios.com.ar/la-provincia/el-padre-pepe-cuenta-la-experiencia-recuperar-adictos-las-villas-n1663521.html
El pasado miércoles se puso en marcha la huerta agroecológica del Hogar de Cristo Santo Cura Brochero, en la ciudad de Añatuya. En esta oportunidad, se procedió a la demarcación de 15 canteros y sus pasillos correspondientes para, posteriormente, iniciar el acondicionamiento con vistas a la siembra directa de las especies de la temporada primavera – verano que se aproxima.
Una interesante labor realizada para una mayor captación del agua de lluvia, fue la preparación de los canteros bajo nivel, siendo esta una técnica desarrollada para zonas semi-áridas o de escasas precipitaciones, en donde a su vez el problema de la salinidad excesiva se vuelve limitante para el crecimiento de las verduras.
Recuperados de las adicciones, la delincuencia y la marginalidad, hoy cuentan sus historias de vida, para que no haya otros jóvenes que pasen por estas situaciones.
Esa es la gran y difícil tarea que se proponen quienes llegaron alguna vez, casi de casualidad, quizás solo por un plato de comida, perdidos, a uno de los Hogares que conforman la Familia Grande, y que se encontraron con más, mucho más: un abrazo, un oído, contención, amor. Todo lo que una familia puede brindar. Eso fue el comienzo, un camino de regreso, que les permitió recuperar sus vidas.
Fue el presbítero José María Di Paola, quien incentivado por el hoy Papa Francisco que organizó uno de los primeros Hogares de Cristo, convertida actualmente en Federación y que agrupa centros barriales que tienen como única finalidad dar respuesta integral a aquellas personas situaciones de vulnerabilidad social y adicción.
La Familia Grande del Hogar de Cristo, afirman, reciben en los Centros Barriales, la vida como viene, en su totalidad y complejidad.
LA HISTORIA DE JUAN MANUEL:
Juan Manuel nació en El Colorado. Se crió en el C5, hasta los 17 años. En el 2001 se fue a Buenos Aires, según él mismo relata, en busca de vientos de cambio. Pero no tuvo mejor idea que cambiar la familia por las drogas. Hoy regresa, en un proceso diferente, con una nueva realidad, y recorre los barrios que lo vieron crecer, esta vez, llevando otro mensaje: Juan Manuel es testimonio viviente de que de las drogas se puede salir.
“Son distintas realidades, diferencias amplias, pero la problemática, después de 16 años de haberme ido y volver a caminar los barrios del C5, siempre está instalada. La problemática no es diferente y el daño es el mismo. Durante más de quince días estuve recorriendo los barrios. Me encontré con muchos jóvenes excluidos, en vulnerabilidad social, discriminados, flagelos a los que solo Dios puede dar una salida. No vinimos a mirar quien hace y quién no. Vinimos a ser parte de la solución, no del problema. El Hogar de Cristo, como decimos, recibe la vida como es. En el barrio San Juan Bautista está el Centro Barrial que abrió sus puertas hace tres años y recibe a los chicos con problemas de adicción, a esas personas que no tienen espacio, porque la sociedad a veces lastima más discriminando que ayudando. Entonces funciona este lugar, que en el que chicos en diferentes situaciones llegan a tocar las puertas. Hay una realidad social que se puede ver, que la vi yo estos días. Una realidad que si ponemos voluntad, se puede cambiar”.
“Lo que pretendemos es que esos chicos excluidos, adictos, en situación de calle, tengan un lugar en la sociedad, como el que tengo yo hoy en día. Hace cinco años que dejé de ser consumidor de pasta base, de paco, perdí mi familia, perdí un montón de cosas. Hace ocho años estoy en el Hogar de Cristo y cinco que terminé mi proceso de recuperación. Tengo un trabajo, vivo dentro de esos hogares en Puerta de Hierro, en la zona de La Matanza, catalogado como zona roja en el conurbano bonaerense. Trabajo con chicos que tienen la misma problemática que tuve yo, acompaño vidas, la sabiduría que nos regaló Dios al darnos la oportunidad de una nueva vida, la compartimos. Por eso nos vinimos hasta el barrio Eva Perón, al Centro Belén, que funciona en la mz 80 casa 16, a sumar nuestra semilla, a decirle a las madres, padres, vecinos, que hay un lugar en el que podemos acercarnos para ayudar a esas personas que hoy están enfermas, porque las adicciones son sustancias que nos manejan, la idea es que esos chicos no estén en alguna esquina malgastando su vida, sino que cuenten con un espacio donde lo miren diferente”.
La Familia Grande del Hogar de Cristo consigue justamente ayudar a los jóvenes que se encuentran en diferentes situaciones, a través de voluntarios, ya que son muchas las personas dispuestas a dar ese calor de hogar y conformar esa familia que los reciba.
Talleres, emprendimientos, espacios de oración, acompañamiento espiritual, son algunas de las actividades que se realizan y que, en muchos casos, forman parte del proceso de recuperación de quienes se encontraban dominados por el flagelo de la droga.
Después de diez años de trabajo, acompañan con 92 dispositivos, han formado 37 centros barriales Familia Grande, en 16 provincias.
Formosa no es la excepción, y así llegaron ellos, a recorrer las calles, a contar sus historias, a encontrarse con esos jóvenes, en esos mismos lugares, que como el caso de Juan Manuel, alguna vez fueron su refugio. Pero con otra mirada. Y con mucha fe. Intentando cambiar realidades. Llevando el mensaje de que es posible, y de que de las drogas, con la ayuda de Dios y mucha voluntad, se sale.
Para leer nota original de la Voz Digital: http://www.radiolavoz.com.ar/locales/2018/9/5/la-familia-grande-de-el-hogar-de-cristo-en-formosa-52865.html
El Padre Carlos “Charly” Olivero, en un encuentro realizado en la casa de las cooperativas, habla sobre la importancia que tendría este reconocimiento a las cooperativas sociales por el rol y labor que llevan adelante estas instituciones con los sectores más vulnerables de la sociedad.
El pasado martes en el encuentro de “cooperativismo e inclusión”, que se realizó en la casa de las cooperativas junto a miembros de diferentes cooperativas sociales y de trabajo. Un encuentro que además contó con la participación de Monica Poletto, presidenta de la cooperativa italiana “CDO Opere Sociali”, para compartir diferentes experiencias y sobre todo poder entender los puntos que desarrolla la legislación italiana respecto de las cooperativas sociales.
En este marco, el referente de la cooperativa AUPA –Acompañantes de usuarios de paco-, Carlos Olivero –mejor conocido como el Padre Charly-, contó cómo se fue gestando la cooperativa desde sus inicios, cuando abrieron uno de los centros de rehabilitación y acompañamiento, y finalizó remarcando la importancia que radica en lograr el reconocimiento de las cooperativas sociales como un actor fundamental en la sociedad a la hora del acompañamiento y la reconstrucción del tejido comunitario devastado por las crisis económicas, políticas y sociales que atravesó nuestro país a lo largo de su historia.
Su exposición comenzó con una breve reseña de la Villa 21-24, en Barracas, allí donde hace muchísimo tiempo vienen haciendo un gran trabajo. “Algo estaba cambiando en la cotidianeidad” dice, refiriéndose a la llegada del paco que comenzó a distorsionar el paisaje habitual. Ese fue el puntapié para comenzar a caminar la génesis de un proyecto colectivo que hoy es una cooperativa de trabajo.
“Había personas que quedaban en la calle y la villa nunca tuvo gente en esa situación. Fue ahí cuando entendimos que teníamos que hacer algo y abrimos una especie de centro de día”. Un centro cuyo funcionamiento fue, en principio, efímero porque de alguna manera, repetía el patrón de las instituciones ya existentes. “Comprendimos que había una complejidad en los problemas y no podíamos abrazar desde las acciones de un centro de día. No alcanzaba con un psicólogo que charlara con un grupo de autoayuda, con un tallercito y un poquito de deportes”.
Con esta perspectiva, el plan del padre junto a un grupo de personas que lo acompañaba, fue un poco más ambicioso, porque había cuestiones que “se les escapaban de la mano”. “Las pibas se prostituían porque estaban desesperadas, contraían sífilis, quedaban embarazadas, los pibes no tenían DNI, no lo podían hacer porque tenían alguna causa pendiente. Cuando decidimos abrirnos y acompañar todo tipo de situación, pasamos de tener 15 pibes y pibas, a tener cientos, muchísimos. Sentían que dábamos respuesta a su sufrimiento”.
La organización y el trabajo a diario
Quienes están todos los días en los Hogares de Cristo, nombre con el que decidieron llamar a sus refugios, los acompañantes de usuarios de paco llevan un trabajo minucioso que los llevó a tener que afrontar otras situaciones. “En el 2009 empezamos a encontrar que personas que acompañábamos tenían tuberculosis. No podían entrar a una comunidad terapéutica porque contagiaban, pero tampoco se bancaban el encierro del hospital. Me acuerdo que, encontramos a María Elena en un volquete de basura, inconsciente. La llevamos al hospital, tenía tuberculosis y recuerdo que se escapó 7 veces del hospital. Ese año se sumaba la gripe A y la guardia del Muñiz estaba explotada, era muy difícil que te escuchen. El jefe de la guardia me dijo que no la iban a internar porque no valoraban el tratamiento. María Elena paraba en la calle, en un ranchito con otros chicos, también ella y algunos otros fallecieron por tuberculosis años después porque los hábitos del consumo no les permitía continuar con el régimen de la medicación. No iba a la salita todos los días a tomar el medicamento”.
Ante semejante contexto, la disyuntiva estuvo en poder encontrar a las personas adecuadas para que acompañen cada caso particular. “Las mismas pibas y pibes que estaban viniendo, que estaban ordenando su vida y resolver algunas cuestiones, resultó que fueron acompañando. Entonces nosotros empezamos a ver que la cosa, que los primeros que habían llegado y aquellos que eran más complejos, pedían la reconstrucción del tejido social que no se resolvía en una institución con especialistas sino que pedían acompañamiento, amor y paciencia”.
La cooperativa como abordaje comunitario
La forma de cooperativa fue impulsada por el ‘hermanito’ Gustavo Barreiro, que ya tenía experiencia en empresas sociales. “Si en la comunidad somos todos y todos somos importantes, en la cooperativa somos todos socios. Bueno, por la luz que traía Gustavo nos metimos en ese baile”, bromea Charly, explicando el paso que tuvieron que realizar para conformarse como cooperativa. “Fue la herramienta más coherente, con la que nosotros estábamos buscando mucho más que lo que podía hacer una fundación o una asociación civil que siempre termina siendo de un dueño” y lejos de eso, lo que ellos entendían y promovían es que la cooperativa sea de la comunidad, porque en definitiva, estaban intentando reconstruir el tejido social comunitario.
“La comunidad se reconstruye alrededor de determinados valores: el perdón, la paciencia, el cuidado y el acompañamiento pero también alrededor de la satisfacción de las necesidades, entonces la forma de la cooperativa era cada vez más clara para nosotros”. Así fue como hicieron los trámites y el INAES les otorgó la matrícula un tiempo después.
Lo que Olivero plantea es que si bien la figura de la cooperativa de trabajo es una buena y gran herramienta para llevar adelante el trabajo diario, no termina de ser clara para este tipo de casos, porque “el fin no es el trabajo sino una reconstrucción del tejido social”. Allí está el problema real de las instituciones que, a veces, no se topan o no entienden situaciones tan particulares y complejas como las que se abordan aquí. Por eso, el consenso que se está gestando es el trabajo para lograr una legislación que contenga a este nuevo actor: la cooperativa social, porque “el Estado debe hacerse cargo de las personas que están vulneradas socialmente”, dice parafraseando al ‘hermanito Gustavo’: “Lo que para las cooperativas de trabajo es un fin, para las cooperativas sociales es un medio”.
Brindan asistencia y alojamiento a jóvenes que consumen paco. El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos firmó con este centro un acuerdo de cooperación.
Brindan asistencia y alojamiento a jóvenes que consumen paco. El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos firmó con este centro un acuerdo de cooperación.
“En esta casa nos dedicamos a los chicos que han sido usuarios de paco, que se han complicado la vida por el paco y que tienen problemas con la Justicia”, explica Gustavo Barreiro, presidente de la Cooperativa de Acompañantes de Usuarios de Paco (AUPA), desde la Casa Libertad, una de las que forman parte del proyecto.
La cooperativa nació como complemento de la tarea de los centros barriales del Hogar de Cristo, que surgió en Barracas en 2008. Cada centro barrial es, define Barreiro, “un dispositivo de bajo umbral, que recibe a la gente como esté: chico, grande, mediano, sucio, limpio, empezando un proceso o atravesándolo por la mitad”.
El proyecto Casa Libertad cuenta con la asesoría de abogados que orientan legalmente a quienes tienen causas con la Justicia. Está ubicada en Martínez Castro 1170, y tiene espacio para albergar a 12 personas, aunque a menudo concurre un número superior de personas, buscando asesoría legal o permanecer allí mientras consiguen rearmar su vida, luego de haber cumplido una condena en la cárcel.
Casa Libertad procura ser un espacio para recibir, albergar, acompañar, capacitar e incluir paulatinamente en el tejido social a las personas que salen en libertad y no tienen un contexto favorable para reinsertarse y desarrollarse integralmente. Procuran que los usuarios sean acompañados en la organización de su vida una vez fuera del penal, lo que implica volver a establecer sus vínculos afectivos, ir incorporándose progresivamente al mercado laboral y, principalmente, ayudarlos a detectar todos aquellos recursos institucionales y legales que les permitan acceder de manera rápida y efectiva a sus derechos como ciudadanos.
“Esto busca generar un cambio muy grande en la vida de la persona, ya que apunta a fortalecerlo para estar en condiciones de salir de su situación de vulnerabilidad y romper con el estigma que sobre muchos de ellos pesa, como los ´peligrosos´ que viven en barrios de emergencia y atentan contra la ´seguridad´ de la sociedad”, dice Barreiro.
Una luz en la adversidad
Los centros barriales, las cooperativas y otros dispositivos del Hogar de Cristo de todo el país se han nucleado en la Federación Familia Grande Hogar de Cristo. El trabajo de la Cooperativa AUPA es en conjunto con otros dispositivos: Casa Masantonio, donde acompañan a usuarios de paco con enfermedades complejas; Casa Animí, para usuarias del colectivo de mujeres trans; y Casa Malvinas y la Granja Madre Teresa, que acompañan a familias que necesitan y deseen armar su proyecto de vida fuera de la ciudad.
Barreiro es misionero laico y en el ámbito de los distintos dispositivos se lo conoce como el sobrenombre de “El hermanito”. Fue convocado a este proyecto social por el padre Pepe Di Paola, que oficiaba de párroco en la Villa 21-24.
Quienes se hospedan en Casa Libertad, todos jóvenes que han salido de prisión, realizan a cambio de su estadía allí diversas tareas: cocinan, limpian, hacen trámites, ayudan a compañeros que hayan salido de prisión y necesiten gestionar documentación, o en la búsqueda de un trabajo o acercamiento a un núcleo familiar al que se dejó de frecuentar debido al consumo de paco. También, en un espacio habilitado con máquinas, se dedican a llevar adelante un taller de vasos de vidrio, que producen con botellas de bebidas descartables.
Aquellos que son recibidos en la casa permanecen en ella por períodos cortos, dado que está pensado como un hogar de tránsito. “La idea es que estén lo menos posible, algunos necesitan estar un par de meses, y los bancamos, porque quizás no tienen una contención familiar. La idea es que el tiempo que están podamos ayudarlos a armar su proyecto. Que puedan enderezar sus vidas, que no le erren y no vuelvan a la cárcel. Darles herramientas para que no perezcan en el intento de no reincidir”, explica Barreiro.
AUPA se propone el acompañamiento integral de los consumidores de paco y sus familias supervisando el tratamiento en comunidades terapéuticas, institutos de menores, hospitales o cárceles. También los ayuda a poner en regla su documentación personal y a encaminar cualquier situación judicial que los afecte, promueve la formación y entrenamiento para el trabajo, los ayuda a conseguir empleo, les facilita alojamiento provisorio y fomenta el espíritu de solidaridad y de ayuda mutua entre los asociados.
“Brindamos asistencia a quienes no pueden pagar por los servicios que da la cooperativa y que además necesitan ayuda”, aclara. Las distintas casas han derivado en otras iniciativas, como las granjas donde se internan los jóvenes que, luego de iniciar un proceso de recuperación en los centros barriales, deciden abandonar por completo el consumo de la droga.
Con el acompañamiento del Estado
Toda la gente que trabaja en los distintos dispositivos, marca Barreiro, es gente “que lo hace de corazón, toda gente buena”, e interactúan con distintos ministerios -como el de Salud, Desarrollo Social, y de Justicia y Derechos Humanos- para poder llegar con la acción a aquellas instancias en las que el Estado no logra resolver la problemática del consumo de una droga altamente destructiva.
Con el Ministerio de Justicia hace poco firmaron un acuerdo de colaboración. Así, se establecerán acciones conjuntas y coordinadas para implementar actividades y proyectos orientados a promover la integración social de las personas privadas de la libertad, los liberados y sus familias.
El secretario de Justicia, Santiago Otamendi, visitó la cooperativa junto al subsecretario de Asuntos Penitenciarios y Relaciones con el Poder Judicial y la Comunidad Académica, Juan Bautista Mahiques. “Es muy importante para el Ministerio apoyar y acompañar en esta instancia de reinserción y destacar el trabajo de los voluntarios que hacen posible que estas iniciativas se sostengan en el tiempo”, dijo Otamendi.
“Los chicos, lo que más necesitan, es una familia, porque es lo que han perdido, y ese calor de familia que brindamos es lo que salva, sumado obviamente a los aportes de los técnicos y especialistas”, dice Barreiro. Este emprendimiento social busca no expulsar a nadie, sino potenciar la inclusión. Es una alternativa para mantener los vínculos humanos mientras se logran nuevas estrategias de recuperación, acordes con las particularidades de cada persona.
La Pepo vive en la villa Zabaleta desde que nació. Empezó a consumir paco a los 15 años y hoy, con 35, pasó por muchas recuperaciones y recaídas. Soledad, su verdadero nombre, contrajo tuberculosis -una enfermedad que muchos pueden creer que fue erradicada de nuestro país-, y como abandonó reiteradas veces el tratamiento desarrolló una cepa muy resistente y difícil de curar. Siempre terminaba internada en el Hospital Muñiz, del que se escapó 17 veces por su adicción. Patricia Figueroa, a cargo del Hogar Hurtado, uno de los centros barriales del Hogar de Cristo, en Barracas, la conocía bien. La había acompañado mientras estaba internada y también la encontraba en las calles del barrio. La última vez que la vio, en 2016, Pepo estaba embarazada de cinco meses y Patricia buscó, por todos los medios, convencerla de la importancia de tratarse correctamente para que su bebé naciera sano. La joven entendió que la esperaban meses muy difíciles, pero estaba decidida a curarse de su enfermedad y su adicción, dos caras de las misma moneda.
La tasa de tuberculosis crece ininterrumpidamente desde 2013 en las villas de la ciudad de Buenos Aires según datos del Ministerio de Salud de la Nación. La pobreza, el hacinamiento, el consumo de drogas, la desnutrición y la exclusión aumentan su posibilidad de contagio y propagación.
Soledad necesitaba un tratamiento muy complejo porque tenía una extrema resistencia a la medicación. Su adicción al paco era tan fuerte que pidió que la internaran presa en la Unidad 22 del Servicio Penitenciario Federal, la sección carcelaria del Muñiz, para no poder escaparse. Eso requirió un trámite muy complicado: le escribió una carta al juez, pero no tuvo respuesta. Entonces se buscó una vieja causa que la involucraba en el robo de un celular y, tras muchas idas y venidas, el tribunal dictó su encarcelamiento dentro del hospital. Así pasó los cuatro últimos meses de su embarazo y su hija nació sana.
La llamaron Abigaíl, pero ella le dice Manuelita porque mientras estaba embarazada y encarcelada le cantaba la canción de María Elena Walsh con la letra adaptada: “Manuelita vivía en Zabaleta, pero un día se marchó.”. Tiene 2 años y está con el papá, porque Pepo hoy está en situación de calle. Se recuperó de la tuberculosis, pero no aún de su adicción, aunque la siguen acompañando para que lo logre. Esta es la parte más difícil de todas.
Su caso fue inspirador para abrir la Casa Masantonio, en 2016, un dispositivo barrial que queda al lado del Hogar Hurtado, para el acompañamiento integral de los usuarios de paco y enfermos de tuberculosis y VIH. El “hospitalito”, como también lo llaman los vecinos, nació al lado de la villa 21-24 y desde allí hacen el acompañamiento específicamente a los que padecen estas enfermedades y necesitan tomar diariamente medicación para curarse. “Esta tarea se hace solo con la fuerza de la comunidad. No hay individualidades, somos un montón de personas que ayudan a otros a recuperar el sentido de la vida”, explica Figueroa.
Según el último boletín del Ministerio de Salud de la Nación, de 2015 a 2016, la cantidad de enfermos aumentó de 24,3 a 26,5 cada 100.000 habitantes en todo el país y el 50% de ellos se concentran en el área metropolitana. En el cordón sur de la ciudad, las tasas son comparables a las de algunos países de África (120 cada 100.000 habitantes) y son 20 veces más numerosas que en el norte.
“La Ciudad Autónoma de Buenos Aires responde al modelo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), caracterizado por concentrar muchos habitantes de poblaciones pobres en áreas de urbanización acelerada en circunstancias de vulnerabilidad. Muchos pacientes llegan al hospital cuando la enfermedad está avanzada y en un estado de deterioro importante. Resulta difícil sostener el tratamiento por las circunstancias en las que viven”, explica Marcela Natiello, médica infectóloga y neumonóloga, actual coordinadora del Programa Nacional de Control de la Tuberculosis.
La tasa de éxito del tratamiento es del 50% si se hace con rigurosidad. Una de las principales causas de su abandono es su duración, que puede estar entre seis meses y dos años, según su gravedad. Muchos pacientes, al verse un poco mejor o por la dificultad de trasladarse, abandonan. Muchas veces, el mismo hospital es el que los excluye debido a que la enfermedad viene acompañada por adicciones, malas condiciones de vida y casi ninguna posibilidad de mantener un compromiso.
Masantonio es el único dispositivo en el país con este fin específico y recibe también pacientes de las villas 1-11-14 y 31, principales centros de población vulnerable a contagiarse estas enfermedades. Trabajan en articulación con el Estado que los subsidia, les provee la medicación y les facilita el ingreso a los hospitales para su curación. El gran mérito de estos centros barriales es el trabajo comunitario que hay detrás y les permite a todos los que ingresan recuperarse integralmente como personas. Tienen voluntarios, médicos y profesionales que hacen el seguimiento, los escuchan, les dan un lugar para compartir la comida, les suministran diariamente los remedios que necesitan, los acompañan a hacerse los análisis al hospital y los ayudan a reinsertarse en la sociedad. También se ocupan de que tramiten el DNI, algo que parece simple, pero para ellos es recuperar identidad y dignidad.
Una cruda realidad
La problemática del consumo de esta droga en la ciudad de Buenos Aires fue tratada en profundidad en un informe solicitado por los curas villeros y realizado en 2016 por un equipo multidisciplinario del Consejo de la Magistratura. El resultado fue un crudo diagnóstico, recogido en el libro El paco, donde también se plantean propuestas activas, como la creación de un tribunal de alta complejidad que trabaje en el territorio brindando acceso a la Justicia a los adictos y sus familias.
En 2001, el paco hizo su eclosión de la mano de la crisis socioeconómica, y su consumo nunca dejó de crecer. Se adueñó de jóvenes sin esperanzas, que viven en “ranchadas”, hacinados, desnutridos, con una salud muy deteriorada y con una gran propensión a contraer tuberculosis y VIH, entre otras enfermedades. “En la actualidad, uno de cada tres pacientes con tuberculosis internados en el Hospital Muñiz [que atiende el 50% de los casos de toda la ciudad] consume paco. Por lo tanto, la asociación paco y tuberculosis se ha convertido hoy en un serio problema de salud pública”, explica Jorge Poliak, exjefe de neumonología del Hospital Penna y hoy voluntario del hospitalito de Barracas.
La tuberculosis es un bacilo que ingresa en los pulmones por vía aérea a partir de la eliminación de pequeñas gotas de saliva al toser, hablar o expectorar.
“La tristeza que estos chicos llevan adentro los hace muy vulnerables: no tienen proyectos ni encuentran motivos para vivir. Por eso llegan al hospital cuando ya está muy avanzada la enfermedad y muchas veces abandonan su tratamiento una y otra vez para volver al consumo”, explica Gustavo Barreiro, miembro fundador de Masantonio. Uno de los mayores logros de este dispositivo es que, una vez recuperados, muchos pacientes encuentran un sentido a sus vidas en el acompañamiento y la recuperación de sus pares. Traen a sus familiares, amigos o chicos que conocen y ven por las calles, sin rumbo y con una mala perspectiva de futuro.
“Conocí a Patricia [Figueroa] cuando estuve internado en el Muñiz. Me visitaba, me traía comida y me hacía compañía. Cuando me recuperé, empecé a ir a la casita y ahora soy acompañante. Todo esto me cambió la vida, siento que soy útil por primera vez. Antes no tenía un objetivo. Ahora, a los pibes que trato de rescatar les explico que acá no se fijan de dónde venís ni la vida que hiciste. Te ayudan a vivir”, cuenta Johnny, que tiene 29 años y trabaja desde hace un año como voluntario.
En 2016 hubo 757 muertes por esta enfermedad, 5% más que el año anterior, y dos de cada tres fueron personas menores de 65 años. “Necesitamos que los médicos piensen más en la tuberculosis. Hasta 2012, la tasa venía disminuyendo y eso hizo que se dejara de hablar de ella. Por esta razón, hay mucho diagnóstico tardío y muertes evitables. Si un paciente tiene tos y expectoración por más de 15 días se le debe hacer un análisis. Es fácilmente detectable y totalmente curable”, explica el médico epidemiólogo Marcelo Vila, asesor subregional de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
En 2014, se aprobó la Estrategia Fin de la Tuberculosis de la OMS, que se propone erradicar esta enfermedad para 2035. Uno de los pasos principales a seguir es la prevención y la atención integrada centrada en la persona. En su visita al país, la OPS observó los centros de salud y la Casa Masantonio y destacó: “Su experiencia de abordaje de tuberculosis con población vulnerable es un valioso ejemplo de participación comunitaria efectiva”.
Santiago Giménez es médico infectólogo y es el coordinador médico de Masantonio y del centro barrial Padre Carlos Mugica, en la villa 31. Su trabajo más difícil no es diagnosticar el tratamiento, sino generar un vínculo de confianza para que los pacientes vuelvan todos los días a recibir su medicación. “La importancia de este dispositivo es sostener el tratamiento para cortar la transmisibilidad, y eso está en relación con lo que la OMS llama políticas audaces. Entre otras cosas, facilitarles un lugar para vivir si están en situación de calle o darles un incentivo económico para que puedan llegar. Se genera una acción comunitaria donde se sienten protegidos, recuperan una identidad y se cuidan entre ellos”, explica Giménez.
Julio Gestal, conocido por todos como el negro Julio, confirma lo que dicen los que están cuerpo a cuerpo y día a día en estos barrios. Él mismo se define como único autor de su caída y agradece mucho lo que hacen los “curitas” por él y toda la gente de la villa 31. Diseñador gráfico y traficante de drogas desde muy joven, tuvo mucho dinero y una vida llena de lujo y desorden. A los 37 años, la Justicia lo condenó a siete años de prisión por delito de robo y tráfico de drogas. Perdió todos sus bienes y también a su hijo, que se fue a vivir a Europa con la mamá. Al salir de la cárcel, empezó a consumir paco y terminó viviendo en un parador de la Ciudad. Allí, unos compañeros le propusieron ir a ver al padre Guille [Guillermo Torre], de la parroquia Cristo Obrero.
Desde ese día, hace cinco años, está viviendo en la villa. Se recuperó de su adicción y hoy acompaña a otros. Camina por las calles de la 31 y todos lo conocen, lo saludan. Recorre las cárceles para llevarles la medicación a los “pibes del barrio” y fue encontrando su lugar. Sueña con ir a ver a su hijo a Europa, con quien está recuperando la relación lentamente. “¿Viste cuando Scarface dice ‘el mundo en mis manos’? Yo me sentía así. Lo tuve todo y lo perdí todo. Estuve destrozado. Me recuperé, y hacer esto todos los días es lo mejor que me pasó en la vida”, se sincera.
Las cifras a nivel nacional
11.560 casos de tuberculosis en 2016
Incluyendo casos nuevos, recaídas y con antecedentes de tratamientos previos. Según el último boletín del Ministerio de Salud de la Nación, publicado en marzo de 2018, hay jurisdicciones que multiplican por siete la tasa promedio nacional, que es de 26,5 cada 100.000. Los lugares por encima del promedio son Jujuy, Salta, ciudad de Buenos Aires, Chaco, Formosa, Buenos Aires y Corrientes
1932 fueron niños y jóvenes
Los chicos y adolescentes menores de 20 años representan el 17% de los casos. De ellos, el 53% correspondió a jóvenes de entre 15 y 19 años que fueron diagnosticados por síntomas respiratorios. Además, el informe oficial menciona que el 50% de los enfermos fueron personas de 20 a 44 años y que seis de cada 10 eran varones
757 Muertes
En 2016 la mortalidad fue 5% más alta que la registrada en 2015. Además, en 2016 la mortalidad por tuberculosis fue mayor en varones (65,2%) que en mujeres (34,8%). Dos de cada tres muertes ocurren en personas menos de 65 años. Y se registraron 26 muertes por tuberculosis en menores de 20 años, lo que representó una tasa de 0,18 muertes cada 100.000 habitantes
Casa Masantonio
Ubicado en Barracas, este dispositivo fue creado en 2016 para dar contención a personas en situación de consumo y con enfermedades complejas
64 casos de tuberculosis
54% completaron el tratamiento y 40%, con tratamiento en curso
6% pérdida de seguimiento (todos de otros barrios sin posibilidad de abordaje territorial)
88% menores de 45
66% hombres, 25% mujeres y 9% transgénero
73% sin vivienda (en situación de calle, en paradores o dispositivos terapéuticos)
El padre Pepe invitó a abrir puntos de encuentro para el desarrollo de tareas de prevención y recuperación
El sacerdote José María “Pepe” Di Paola instó a enfrentar la problemática de las adicciones desde una mirada más comunitaria, mediante el trabajo articulado y en redes, durante una charla en la parroquia María Madre de la Iglesia.
Di Paola es referente de la Iglesia Católica Argentina en adicciones y fundador del Hogar de Cristo, un programa de recuperación de las adicciones a las drogas ilegales, que gana presencia en todo el país, incluido Formosa.
De la charla participaron alumnos del Colegio De La Ribera, Don Bosco e Instituto San Francisco, además del administrador del Instituto IAPA, Marcelo Kremis, integrantes de la Fazenda, Grupo Esperanza Viva, Pastoral Aborigen, Pastoral de las Adicciones, la concejal Gabriela Neme, sacerdotes, religiosas y laicos.
“Venimos a compartir la experiencia que lleva adelante la Iglesia. Se está haciendo un camino de tratamiento y abordaje territorial de las adicciones, que cada vez se expende más. La Iglesia en Formosa también tiene su caminar en la temática de la mano del padre Mario Franco, otros sacerdotes, religiosas y laicos”, expresó el sacerdote.
En declaraciones a La Mañana, remarcó que las instituciones deben darse cuenta que el trabajo aislado no sirve y que es fundamental la tarea conjunta y con sentido comunitario en la lucha contra las drogas.
“Si no trabajamos en grupo, en comunión, no podemos alcanzar los objetivos que queremos. Una escuela, un club o una parroquia necesitan del otro. Solos no podemos. Necesitamos un trabajo serio en red, de articulación de acciones. En Argentina es importante el trabajo de las parroquias porque están en el territorio, conocen la realidad y pueden ser el lugar justo para reunir a diferentes actores como colegios, clubes, medios de comunicación y organizaciones sociales. Hay que abrir puntos de encuentro porque son muy valiosos para desarrollar tareas de prevención y recuperación”, remarcó.
Respecto de la realidad que observa en Formosa y otros lugares del país sobre las adicciones, entendió que existen puntos similares, aunque se perciben situaciones más angustiantes en las villas del Gran Buenos Aires o Gran Rosario.
“De igual forma, vemos puntos comunes donde la droga está presente y golpea la vida de los chicos. Acompañamos al padre Mario Franco y a la Pastoral de las Adicciones, que está empezando una tarea de recuperación a través de los centros barriales muy importantes, como el que funciona en la capilla del barrio San Juan Bautista. Tienen un futuro muy prometedor porque vemos a la comunidad muy metida, trabajando y asumiendo esto como un desafío propio, según lo que nos pide el Evangelio”, expresó.
“Es central que la comunidad se comprometa”
Por su parte, el psicólogo del Hogar de Cristo, Pablo Vidal, aclaró que la tarea de prevención y recuperación de personas con problemas de adicción no atañe sólo a especialistas sino a todos los miembros de la sociedad.
“Cada uno, desde su lugar, es parte de la solución. Es central que la comunidad se comprometa más con la temática y no trate de ocultar la problemática. Todos conocemos al que tiene problemas con el alcohol o las drogas en nuestro barrio. Es buscar estrategias para que como comunidad podamos dar nuevas oportunidades y mirar a estas personas desde otro lugar y no sólo como adictas, porque son integrantes del barrio y también tienen cosas que aportar. No son descartables e inservibles. Son personas que pueden comenzar a ayudar a otros y ser testimonios fuertes en la comunidad. Es ver cómo podemos abrirnos como comunidad para dar lugar a todos”, sostuvo.
También hizo hincapié en la forma en que se mira al adicto, si sólo como un consumidor de drogas, lo cual limita la intervención, o como una persona que forma parte de la comunidad y que necesita acompañamiento para integrarse y sentirse parte.
“Una persona que tiene problemas con el alcohol u otras drogas también tiene dificultades en la familia, en el trabajo y hasta con la Justicia. Ver a una persona recuperada de las drogas es una alegría enorme, sobre todo porque en el caminar tenemos muchas frustraciones por chicas y chicos que se mueren en la calle. Cuando aparecen personas que pueden salir del alcohol y otras drogas, nos da empuje para seguir hacia adelante entre todos”, indicó.
A manera de recomendación, comentó que los padres que descubren que su hijo es adicto o tienen un familiar con problemas de drogas, no deben tener miedo y mucho menos aislarse.
“El primer paso es asumir la situación y juntarse con otras personas que enfrentan el mismo problema para tratar de buscar soluciones. No sólo sufre el adicto sino también toda la familia. Hay mucho desconocimiento, no saber cómo acompañar en esas situaciones, ya sea por miedo, inseguridades o falta de información. Hay que abrir espacios de formación y acompañamiento. Juntarse con otros para ver cómo acompañar cada caso. Lo importante es que en esto no nos salvamos solos. Necesitamos volver a cosas básicas como los lazos solidarios”, consideró.
Además, afirmó que se debe vencer el individualismo que caracteriza a la sociedad actual y demostrar más interés en el otro, en el prójimo, en el que está al lado, en el barrio, en la comunidad.
“Debemos terminar con el sálvese quien pueda y propiciar la cultura del encuentro, la fraternidad, la solidaridad, lo comunitario. Todos necesitamos a otros”, agregó e invitó a ingresar a la página: “hogardecristo.org.ar” para acceder a videos, materiales escritos y cursos virtuales.
Francisco anima a los miembros de la “Familia Grande del Hogar de Cristo”, que celebraron en Luján el décimo aniversario de la fundación: «No se cansen, no se dejen vencer, a veces, por los profetas de calamidades»
«No tengan miedo, no se asusten. No se cansen, no se dejen vencer, a veces, por los profetas de calamidades, o por el cansancio. Cuando están cansados, siéntense, miren a la Virgen y adelante». Son las palabras de aliento que el Papa Francisco envió, mediante un video-mensaje, a los miembros de la Familia Grande del Hogar de Cristo, que el 10 y el 11 de marzo celebraron en Luján, el mayor santuario mariano de Argentina, el décimo aniversario de la fundación de esta realidad eclesial.
El Pontífice animó a los miembros de la Casa Hogar a seguir adelante y seguir ayudando a que muchos jóvenes tengan futuro, además de destacar la “mística” de quienes colaboraran en estos hogares que acogen a jóvenes en situaciones de vulnerabilidad social o de adicciones.
El mensaje del Papa publicado en la página Facebook de la Familia Grande del Hogar de Cristo
También destacó la “mística” de quienes colaboraran en estos hogares que acogen a jóvenes en situaciones de vulnerabilidad social o de adicciones.
«Los felicito por lo que hacen –afirmó. No tengan miedo, no se asusten. No se cansen, no se dejen vencer, a veces, por los profetas de calamidades, o por el cansancio. Cuando están cansados, siéntense, miren a la Virgen y adelante». Por ello, Francisco alentó a seguir adelante, «porque ustedes están sembrando mucho bien en la Patria, mucho bien, vayan adelante».
La Familia Grande del Hogar de Cristo (FGHC) de Argentina, dedicada al trabajo con personas vulnerables y con adicciones, recibió un videomensaje del Papa Francisco con motivo de su 10° aniversario.
Para festejar este aniversario, la FGHC realizó un campamento el 10 y 11 de marzo en la ciudad de Luján. Allí se llevaron a cabo actividades recreativas, ferias de emprendimiento, una Misa, una celebración y una peregrinación a la Basílica de Nuestra Señora de Luján.
En el mensaje publicado este 12 de marzo, el Papa Francisco destacó la “mística” de la institución que ante los problemas “abre un camino de solución”. “Donde estaba quizás la semilla de la destrucción, siembra para construir”, dijo.
El Santo Padre también los llamó “sembradores” porque “miran el futuro con esperanza” y ayudan a que esa virtud no decaiga en los jóvenes.
“Ustedes hacen eso con los jóvenes. Les ayudan a que ese futuro que tienen en las manos siga andando adelante”, precisó.
“Los felicito por lo que hacen. No tengan miedo, no se asusten. No se cansen, no se dejen vencer, a veces, por los profetas de calamidades, o por el cansancio. Cuando están cansados, siéntense, miren a la Virgen y adelante”, manifestó el Santo Padre.
“Sigan adelante porque ustedes están sembrando mucho bien en la Patria, mucho bien”, dijo el Papa Francisco, al tiempo que los alentó a pedir a la Virgen de Luján, patrona de Argentina, que les ayude a continuar la obra con la misma “ternura que ella supo poner en el Hogar de Cristo, en el primer Hogar de Cristo, en Nazaret”.
La Familia Grande del Hogar de Cristo es una federación que agrupa a más de 90 centros barriales en 15 provincias del país que trabajan con personas en situación de vulnerabilidad y consumo de drogas.
Apoyan el desarrollo de comunidades y promueven los valores cristianos a través de la cultura del encuentro y del protagonismo comunitario.
En 2008 surgió el primer centro barrial en Villa 21-24, en Barracas, con la intención de “hacerse cargo de lo que pasaba, de la desigualdad que siempre golpea al último eslabón: el excluido de la sociedad”, dijo un representante de la institución a la Agencia Informativa Católica Argentina (AICA).
El papa Francisco envió un videomensaje a la Familia Grande del Hogar de Cristo, cuyos miembros acamparon este fin de semana en Luján, muy cerca del santuario mariano, para celebrar su 10º aniversario.
El pontífice animó a sus miembros a seguir adelante y seguir ayudando a que muchos jóvenes tengan futuro, además de destacar la “mística” de quienes colaboraran en estos hogares que acogen a jóvenes en situaciones de vulnerabilidad social o de adicciones.
“Los felicito por lo que hacen. No tengan miedo, no se asusten. No se cansen, no se dejen vencer, a veces, por los profetas de calamidades, o por el cansancio. Cuando están cansados, siéntense, miren a la Virgen y adelante”, sugirió, y agregó: “Sigan adelante porque ustedes están sembrando mucho bien en la Patria, mucho bien, vayan adelante”.
Texto del videomensaje Queridos hermanos: ustedes están festejando 10 años del Hogar de Cristo. Hogar de Cristo, Hogares de Cristo, Cristo en el hogar, Cristo en el barrio, en el barrio hogar, todo más relacionado de otra manera.
Una mística. Una mística que donde estaba el problema, abre un camino de solución; donde estaba quizás la semilla de la destrucción, siembra para construir.
Ustedes son todos sembradores, porque nadie puede estar en el Hogar de Cristo sin mirar al futuro, sin esperanza. El Hogar de Cristo mira adelante, mira el horizonte, con las puertas abiertas.
Y ustedes tienen el corazón abierto a la esperanza, a la construcción, a los chicos, a los jóvenes. Ustedes jóvenes que están ahí pueden dar fe de esa esperanza que los llevó a crecer como personas, como hombres, como mujeres, mirando al futuro.
Hogar de Cristo que trabajan tantos voluntarios, tantos laicos, laicas, curas, monjas, todo mirando una sola cosa: el futuro de nuestros jóvenes.
El futuro. Dicen que los jóvenes tienen el futuro en las manos, es verdad, pero hay que ayudarles a que las manos no se caigan y lo tengan en las manos, y lo lleven adelante. Y ustedes hacen eso con los jóvenes. Les ayudan a que ese futuro que tienen en las manos siga andando adelante.
Y han venido a la casa de la Madre, a esta acampada en Luján. Ella está cerquita, a pocas cuadras, y a ella le tienen que pedir que lleven adelante ese hogar que lleva el nombre de su Hijo, pero que no les quite nunca aquella ternura que ella supo poner en el Hogar de Cristo, en el primer Hogar de Cristo, en Nazaret.
Los felicito por lo que hacen. No tengan miedo, no se asusten. No se cansen, no se dejen vencer, a veces, por los profetas de calamidades, o por el cansancio. Cuando están cansados, siéntense, miren a la Virgen y adelante.
Sigan adelante porque ustedes están sembrando mucho bien en la Patria, mucho bien, vayan adelante.
Que Dios los bendiga y de paso no se olviden de rezar por mí que lo necesito. Buen éxito.+
La Familia Grande Hogar de Cristo (FGHC), la federación que agrupa centros barriales que tienen como finalidad dar respuesta integral a situaciones de vulnerabilidad social o de adicciones, culminó este fin de semana los festejos por su décimo aniversario con una misa en la basílica de Luján.
La celebración eucarística fue presidida por el obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Gustavo Carrara, y concelebrada por el obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Joaquín Sucunza, y el obispo auxiliar de Lomas de Zamora, monseñor Jorge García Cuerva, y varios sacerdotes.
El presbítero José María Di Paola, quien incentivado por el hoy papa Francisco organizó uno de los primeros Hogares de Cristo, destacó que “en el Gran Buenos Aires y en el mundo de las villas de la Capital Federal, en el mundo interior de los barrios difíciles, hay laicos, hay religiosas, hay curas, hay jóvenes que se están organizando para decir: ‘Aquí tenés un lugar’”.
“Cada uno lo hará de un modo diferente, pero todos con el mismo espíritu. El espíritu del Hogar de Cristo: Casa de Jesús, Casa para todos. Una comunidad que no se cierra”, sostuvo.
Los festejos comenzaron el sábado en Luján, donde hubo un espacio para niños, una feria de emprendimientos y un momento de recreación que incluyó juegos cooperativos, de mesa, karaoke y baile. A las 21.30 se realizó la fiesta.
El domingo se llevó a cabo la peregrinación hasta la basílica de Nuestra Señora de Luján, donde se celebró la Eucaristía.
El Hogar de Cristo
“San Alberto Hurtado, fue el nombre del primero de los centros barriales, “lugares chiquitos, austeros, en zonas alejadas, marginadas, poco transitadas”.
Estos centros se instalan en “zonas de olvido que se extienden, no sólo al lugar geográfico, sino también a los que ahí viven. No en sus casas, ya que muchos no tienen. Sino en sus ranchadas, en sus calles, en sus vías, en los aleros de las construcciones viejas que hoy son fábricas o depósitos”, explicaron en la FGHC.
“Son lugares que hacen recordar a aquel Pesebre que eligió el Salvador para nacer. Donde se está ahí porque no hay lugar en otros lados”, agregaron.
“Comprendemos que estamos ante situaciones de enorme complejidad: no es solamente un problema de drogas, sino de personas atravesadas por este flagelo. No hay una línea directa que va de la droga a la recuperación. Desde ese lugar, afirmamos que los centros barriales de la Familia Grande del Hogar de Cristo reciben la vida como viene, en su totalidad y complejidad”, señalaron.
Y aseguraron: “No se puede pensar en una recuperación plena e integral si quien consume está solo, vive en la calle o no tiene DNI (documento nacional de identidad) que le permita tramitar los beneficios sociales o acceder a cualquier institución sea pública, de salud o social. Sin esas condiciones básicas resulta imposible que alguien pueda pensar en rearmar su vida”.
“Es por esa razón –continuaron- que en los centros barriales acompañamos todos los aspectos de la vida de la persona”.
Así, gracias a la ayuda de los voluntarios, numerosas personas en situación de vulnerabilidad encuentran un hogar, una familia que los recibe. Talleres, emprendimientos, espacios de oración, acompañamiento espiritual, son algunas de las actividades que se realizan y que, en muchos casos, forman parte del proceso de recuperación de quienes se encontraban dominados por el flagelo de la droga.
La Familia Grande Hogar de Cristo (FGHC), federación que agrupa centros barriales que tienen como finalidad dar respuesta integral a situaciones de vulnerabilidad social o de adicciones, celebrará los diez años de su fundación con diversos festejos, los días 10 y 11 de marzo.
“Comenzó con un ‘hacerse cargo’ de lo que pasaba, de la desigualdad que siempre golpea al último eslabón: el excluido de la sociedad. Así nació el primer centro barrial en 2008 en la villa 21-24, en Barracas, Capital Federal. Hoy son más de noventa en 15 provincias del país”, contaron a AICA desde la FGHC, que estimó la participación de unas mil quinientas personas en las celebraciones que se realizarán este fin de semana.
El sábado 10, a las 10, comenzarán los festejos, que se llevarán a cabo en la ciudad bonaerense de Luján, en la calle Champagnat 55. De 10.30 a 18 habrá un espacio para niños. De 14.30 a 16.30, una feria de emprendimientos y un momento de recreación que incluye juegos cooperativos, de mesa, karaoke y baile. A las 18, se celebrará la misa de acción de gracias, seguida de una fiesta a las 21.30.
El domingo, de 9 a 10.30, se podrá seguir recorriendo la feria de emprendimientos y, a las 11, se peregrinará hasta la basílica de Nuestra Señora de Luján donde, a las 12.30, se celebrará la Eucaristía.
El Hogar de Cristo
“San Alberto Hurtado”, fue el nombre del primero de los centros barriales, “lugares chiquitos, austeros, en zonas alejadas, marginadas, poco transitadas”.
Estos centros se instalan en “zonas de olvido que se extiende, no sólo al lugar geográfico, sino también a los que ahí viven. No en sus casas, ya que muchos no tienen. Sino en sus ranchadas, en sus calles, en sus vías, en los aleros de las construcciones viejas que hoy son fábricas o depósitos”, explicaron desde la FGHC.
“Son lugares que hacen recordar a aquel Pesebre que eligió el Salvador para nacer. Donde se está ahí porque no hay lugar en otros lados”, agregaron.
“Comprendemos que estamos ante situaciones de enorme complejidad: no es solamente un problema de drogas, sino de personas atravesadas por este flagelo. No hay una línea directa que va de la droga a la recuperación. Desde ese lugar, afirmamos que los centros barriales de la Familia Grande del Hogar de Cristo reciben la vida como viene, en su totalidad y complejidad”, señalaron.
Y aseguraron: “No se puede pensar en una recuperación plena e integral si quien consume está solo, vive en la calle o no tiene DNI (documento nacional de identidad) que le permita tramitar los beneficios sociales o acceder a cualquier institución sea pública, de salud o social. Sin esas condiciones básicas resulta imposible que alguien pueda pensar en rearmar su vida”.
“Es por esa razón –continuaron- que en los centros barriales acompañamos todos los aspectos de la vida de la persona”.
Así, gracias a la ayuda de los voluntarios, numerosas personas en situación de vulnerabilidad encuentran un hogar, una familia, que los recibe. Talleres, emprendimientos, espacios de oración, acompañamiento espiritual, son algunas de las actividades que se realizan y que, en muchos casos, forman parte del proceso de recuperación de quienes se encontraban dominados por el flagelo de la droga.
Con cierta perplejidad en este último tiempo leemos o escuchamos que la Iglesia en general, y en especial el Papa, no quieren que los pobres dejen de ser pobres, porque de esta manera se perdería lugar de influencia. Por eso nos ha parecido conveniente decir una palabra pública desde nuestro lugar, desde nuestra mirada.
Somos curas que vivimos y/o trabajamos en villas y/o barrios populares. Somos curas agradecidos de que los pobres nos hayan hecho un lugar entre ellos. Nuestro modo de estar es la cercanía, la amistad, la oración y el trabajo pastoral. En este sentido, nuestra opción comienza en el trabajo y las obras.
La vida con los pobres es una opción a la que fuertemente nos invita el Evangelio de Jesús. Aquí no se trata solo de dar de comer a un pobre, sino de considerarlo digno de participar en nuestra mesa. Es pasar de la generosidad a la comunión. El Evangelio de Jesús es claro: permanecer cerca del pueblo especialmente de aquellos que están solos, débiles y necesitados. Ser su amigo, su hermana, su hermano, hacernos prójimos, hacernos familia. La vida con los pobres nos ha permitido valorar la cultura popular latinoamericana. Cultura que opta por la vida y la libertad. Los vecinos y vecinas de nuestros barrios tienen el anhelo de que su familia viva bien. Por eso, para dar un ejemplo nomás, han pasado de la chapa y la madera a los ladrillos y la loza, para así darles un futuro mejor a sus hijos y nietos.
El Evangelio de Jesús es concreto y la cultura popular también lo es, por eso a lo largo de los años quisimos hacer nuestro aporte para que los vecinos y vecinas vivan mejor. No solo hemos levantado capillas, también escuelas, jardines comunitarios, clubes, centros barriales para la atención de personas con problemáticas de adicción, centros de formación profesional, oficinas de empleo, cooperativas de trabajo, etc. Y esto se ha podido hacer con la colaboración de muchos otros y de distintas maneras, buscando derribar muros y tender puentes para una real integración urbana.
En ese sentido, creemos que las reflexiones que se hacen sobre los pobres y las organizaciones que intentan organizar comunidades y superar la pobreza deben hacerse desde el conocimiento, la cercanía, el amor a los pobres, pero sobre todo, desde una profunda conciencia de igualdad. Porque sino esas reflexiones contribuyen a levantar muros y a cavar grietas. Los muros y las grietas, que son el signo de nuestro tiempo comienzan en la mirada de creerse distinto, de no reconocerse iguales, hermanos.
Hoy se habla de integración social y urbana y esto hay que entenderlo a nuestro parecer bajo la categoría de encuentro. Esto es reconocer al pueblo, que vive en nuestros barrios, como sujeto colectivo con su cultura, su lenguaje, su modo de razonar, su ritmo, sus símbolos. Esto no es populismo, es sencillamente respetar al otro como otro. En este encuentro los barrios pobres recibirán mucho, pero debemos reconocer que ellos ya aportan mucho. Por ejemplo, en la gran ciudad aportan, junto a otros miles de mujeres y hombres, una fuerza económica insustituible y dignificadora: el trabajo. Sobre todo en la construcción de nuestras casas, la ropa que usamos, las frutas y verduras que consumimos, incluso el cuidado de nuestros enfermos y de nuestros mayores.
Históricamente hemos pedido la presencia inteligente del Estado en los barrios populares y hemos facilitado en lo que hemos podido su estar ahí. De hecho hay dependencias del Estado que están junto a nuestras capillas. Es el Estado el que tiene en sus manos las mejores herramientas para esta integración social y urbana, que nuestros vecinos anhelan. Y uno de los caminos concretos es la generación de trabajo para los sectores populares. Donde el Estado no está inteligentemente presente, aparecen las organizaciones criminales que principalmente afectan la vida concreta de los vecinos de nuestros barrios.
El Papa Francisco siempre nos ha alentado a trabajar a favor de los más pobres. Sabemos que en nuestro mundo de hoy su palabra es interpeladora y para algunos molesta: “¡Cuántas palabras se han vuelto molestas para este sistema! Molesta que se hable de ética, molesta que se hable de solidaridad mundial, molesta que se hable de distribución de los bienes, molesta que se hable de preservar las fuentes de trabajo, molesta que se hable de la dignidad de los débiles, molesta que se hable de un Dios que exige un compromiso por la justicia” (EG Nº 203). Para nosotros, su ejemplo y su palabra son una invitación renovada a estar al servicio de los más pobres y no de nosotros mismos.
Que la Virgen de Luján nos inspire los caminos para cuidar a nuestra Patria empezando por los más pobres.
Equipo de Sacerdotes de Villas de Capital y Provincia.
P. José María Di Paola: villa La Carcova, 13 de Julio y Villa Curita. Diócesis de San Martín.
Mons. Gustavo Carrara, P. Eduardo Casabal, P. Ignacio Bagattini: Villa 1-11-14. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Lorenzo de Vedia, P. Carlos Olivero, P. Gastón Colombres, Villa 21-24 y Zavaleta. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Guillermo Torre, P. José Luis Lozzia: Villa 31. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Domingo Rehin: Villa Lanzone, Villa Costa Esperanza. Diócesis de San Martín.
Mons. Jorge García Cuerva: Villa la Cava. Diócesis de San Isidro.-Obispo auxiliar electo Diócesis Lomas de Zamora-
P. Basilicio Britez: Villa Palito. Diócesis de San Justo.
P. Nicolás Angellotti: Puerta de Hierro, San Petesburgo y 17 de Marzo. Diócesis de San Justo.
P. Sebastián Sury, P. Damián Reynoso: Villa 15. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Rodrigo Valdez: Villa Playon de Chacarita. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Martín Carroza y P. Sebastián Risso. Villa Cildañez. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Pedro Baya Casal, P. Adrián Bennardis: Villa 3 y del Barrio Ramón Carrillo. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Juan Isasmendi, P. Joaquin Giangreco: Villa Trujuy. Diócesis Merlo-Moreno.
P. Nibaldo Leal: V. Ballester. Diócesis de San Martin.
Carlos Morena, Ángel Tissot, Mario Romanín, Alejandro León, Juan Carlos Romanín: Salesianos. Villa Itatí. Don Bosco.
P. Hernán Cruz Martín: Barrio Don Orione – Claypole. Obra Don Orione.
P. Antonio Mario Ghisaura: Villa Tranquila. Diócesis Avellaneda- Lanús.
P. Alejandro Seijo: Villa Rodrigo Bueno. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Andres Tocalini: Villa los Piletones. Arquidiócesis de Buenos Aires.
Con guiño de Papa Francisco y abrazado por una explícita y palpable fraternidad episcopal y sacerdotal, se ordenó obispo Gustavo Carrara este sábado 16 de diciembre: un cura de su pueblo humilde y feliz.
“Muy queridos villeros, muchas gracias por venir”. Así inició sus palabras catequéticas el arzobispo consagrante, cardenal Mario Poli,en la ordenación de Gustavo Oscar Carrara como obispo auxiliar de Buenos Aires, Argentina, y primer obispo de la Vicaría para las Villas de Emergencia de la arquidiócesis porteña, quien hasta hoy se desempeñó como párroco en María Madre del Pueblo en la Villa 1-11-14 de Bajo Flores.
Y así respondía el pueblo dentro de la Catedral porteña, cantando: “Somos la iglesia de los pobres / las villas en las calles está / bancando la vida como viene / Carrara es nuestro de verdad./ Porque el Papa lo pidió / hay obispo y pastor / villero tiene el corazón / hoy vinimos hasta acá / hoy copamos la ciudad / soy villero de la Virgen de Luján”.
Gustavo Carrara es el primer obispo dedicado exclusivamente a la Pastoral en Villas de Emergencia que ya tiene Vicaría no territorial. Este sacerdote del clero de Buenos Aires y ahora obispo de 44 años, encarna uno de los espacios de evangelización en los cuales el cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, puso su empeño y su corazón enteros: las villas de emergencia, una de las periferias existenciales que patentizan cómo se han ido construyendo socialmente los cordones urbanos de la capital argentina. Paraguayos, peruanos, bolivianos, conviven con argentinos llegados del interior argentino profundo con sensación fraterna en esas orillas lejanas para muchos y hogar para tantos.
La Ministra de Desarrollo Social del Gobierno Nacional, Carolina Stanley expresó su emoción: “Lo conozco a Gustavo desde el 2007. Son 10 años de trabajar juntos, vi cómo fue creciendo su parroquia, su barrio, comunidad. Estoy realmente muy, muy contenta”.
Participaron de la ceremonia la familia del neo obispo Carrara -papá Oscar y su señora, Elsa; sus hermanos Tamara y Gabriel; se rezó por el eterno descanso de su mamá Irene–; el secretario de Culto de Nación, Santiago de Estrada; el subsecretario de Culto de Nación, Alfredo Abriani; Alicia Pierini, reconocida referente de Derechos Humanos; los periodistas José Ignacio López y Alver Metalli; los dirigentes de la Comunidad San Egidio Andrea Poretti y Marco Gallo; el ex ministro de seguridad Antonio Berni; el ex legislador porteño Alejandro Amor, Walter Jiménez, director de Culto de la provincia de Buenos Aires, entre otros.
El consagrante principal fue el cardenal Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, y los co-consagrantes fueron el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Ojea; el rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA), arzobispo Víctor Manuel Fernández, y los obispos auxiliares de Buenos Aires monseñor Joaquín Sucunza y monseñor Ernesto Giobando SJ.
Entre los obispos que concelebraron estaban Eduardo García, Fernando Maletti, Juan Carlos Ares, Jorge Torres Carbonell, Alejandro Giorgi, José María Baliña, Han Lim Moon, Gabriel Barba, Enrique Eguía Seguí, Guillermo Rodríguez Melgarejo, Oscar “Chino” Miñarro, José Luis Mollaghan, Alfredo Zecca, entre otros. Y también los sacerdotes recientemente designados obispos, próximos a asumir, Alejandro Benna y Jorge García Cuerva, junto a otros más de 100 sacerdotes y más de 30 seminaristas.
El pueblo y sus imágenes
Cuando todavía faltaba mucho para iniciarse la ceremonia, un grupo de parroquianos llegó hasta el altar de la Catedral con cinco banners tamaño “persona”, muy significativos para los sacerdotes que viven y ejercen su ministerio en las villas porteñas: beato monseñor Oscar Romero, monseñor Enrique Angelelli, el padre Daniel de la Sierra, el padre Jorge Vernazza y el padre Carlos Mugica. Testimonios de vidas entregadas por los más pobres de su tiempo.
Palabra de Carrara
Reproducimos completa la alocución de agradecimiento del obispo Carrara:
El nombre de Dios es Misericordia. Y hay momentos de gracia en los que uno hace memoria de la propia vida y no puede dejar de cantar junto a la Santísima Virgen, la Misericordia de Dios.
Hay un hecho que quiero traer a la memoria del corazón, es mi bautismo en la Basílica de Luján el 13 de octubre de 1973. Mi papá y mi mamá, mis padrinos y la familia me llevaron a bautizar allí por una promesa, como lo hacen miles cada año. Lo destaco porque Luján es Luján. Nuestra patria tiene allí a su Madre, ella es la Madre del pueblo. Allí la Virgen nos enseña el camino para cuidar a la patria, este empieza por cuidar a los más pobres. Allí hay que dejarse mirar por los ojos buenos de la Virgen para encontrar la misericordia de Dios. Le pedimos así a ella que le rece a Dios por nosotros con la confianza de saber que en sus labios la oración suena más dulce.
Caminando a Luján aprendemos que peregrinar es rezar. Y aquí quiero empezar a agradecer tanto cariño recibido en estas semanas, empezando por destacar a aquellos que hoy vinieron caminando, peregrinando como un modo de rezar por mí. Y hablando de peregrinar podemos decir que a vida del cura, la vida del obispo -como nos recordara el Cardenal Bergoglio en la última reunión que tuvimos aquí cerca con los curas de las villas- es caminar con el pueblo de Dios que se le ha sido confiado. El cura, el obispo: “A veces estará delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos”. (EG Nº 31)
Pero también destaco otro gesto entre muchos que recibí, como este báculo que me regalaron un grupo de ex combatientes de Malvinas, ellos que alguna vez se sintieron olvidados, me lo regalaron porque entienden -me dijeron- que el ministerio episcopal es en primer lugar servicio a los olvidados que Dios no olvida.
Recibí muchos saludos en este tiempo pero entre los que me sorprendió es el de aquel muchacho al que le llevamos de comer en la noche de la caridad y al acercarse a la camioneta me mira y me dice, lo felicito me dijeron que va a ser obispo. Y aquí uno este saludo con la frase lema que elegí: Compartiendo con los pobres la alegría del evangelio…Aquí no se trata solo de dar de comer a un pobre, sino de considerarlo digno de participar en mi mesa. Es pasar de la generosidad a la comunión. Llegar a decir es de nuestra familia… El Evangelio de Jesús es claro: permanecer cerca del pueblo especialmente de aquellos que están solos, débiles y necesitados. Ser su amigo, su hermana, su hermano, hacernos prójimos, hacernos familia y dejarnos anunciar la Alegría del Evangelio.
Con respecto a mi vivencia en las villas estos últimos 10 años de mi vida tomo prestadas las palabras de uno de los primeros curas de las villas, el padre Jorge Vernazza: “Para mí lo más importante es el contacto con los pobres. El trabajo en la villa me dio esta gran oportunidad. Me ayuda a mantenerme en un espíritu de pobreza, de simplicidad de vida; me pone frente a la situación más clara de tener que estar al servicio de otro y no de mi mismo. El contacto con quienes además de ser pobres se reconocen como tales, favoreció y enriqueció mi sacerdocio. Son ellos los más preparados para recibir la Buena Noticia”.
Entre los más pobres de los pobres en las villas ciertamente se cuentan a los chicos y chicas que están tirados en las calles y en los pasillos, pero gracias a Dios recibiendo la Vida como viene y acompañándola cuerpo a cuerpo nació y está creciendo la Familia grande del Hogar de Cristo. Donde hay familia hay esperanza y esta familia quiere hacerse cargo de sus miembros más frágiles. Muchos de ellos están aquí hoy.
A todos los que están aquí y a los que no pudieron venir les agradezco de corazón el cariño y la oración. Les pido por favor que lo mantengan y cuando haga falta también háganme las correcciones fraternas que pueda necesitar.
Quisiera terminar con un gesto tomando una oración del Papa Francisco. Extendamos nuestras manos pidiendo la bendición sobre ellas para cuidar la fragilidad de los más pequeños: “Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza. Benditas las manos que vencen las barreras de la cultura, la religión y la nacionalidad derramando el aceite del consuelo en las llagas de la humanidad. Benditas las manos que se abren sin pedir nada a cambio, sin «peros» ni «condiciones»: son manos que hacen descender sobre los hermanos la bendición de Dios.” Amén.
“Ay, ay, ay, ay, qué risa que me da / Ay, ay, ay, ay, qué risa que me da /Ay, ay, ay, ay, qué risa que me da / tenemo’ obispo nuevo y lo tenemos que cuidar”
Abrazado por ese canto, mezcla de murga y canchita de domingo, y en andas (¡en andas!), salió hoy sábado 16 de diciembre al mediodía el neo obispo auxiliar de Buenos Aires, Gustavo Oscar Carrara, de la Catedral porteña. La espuma de carnaval le llenó la cara en el festejo, igual que los besos y los abrazos de su gente. La ceremonia fue un encuentro cordial y espontáneo entre el pastor y su pueblo. El templo estaba colmado por la feligresía de su querida parroquia María Madre del Pueblo en la Villa 1-11-14 del Bajo Flores.
Este sacerdote del clero de Buenos Aires y ahora obispo de 44 años, primer vicario episcopal para la Pastoral en Villas de Buenos Aires, encarna uno de los espacios de evangelización en los cuales el cardenal Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco, puso su empeño y su corazón enteros: la pastoral en villas de emergencia, una de las periferias existenciales que patentizan cómo se han ido construyendo socialmente los cordones urbanos de la capital argentina. Paraguayos, peruanos y bolivianos, conviven con argentinos llegados del interior argentino profundo con sensación fraterna en esas periferias: “Nosotros somos una familia, ahora volvemos al barrio a festejar. Le pregunté al obispo cómo quiere que le diga y me contestó: ‘Gustavo, como siempre‘ “, explicó a Infobae una fervorosa parroquiana.
LOS POBRES, “DIGNOS DE MI MESA”
“Recibí muchos saludos en este tiempo pero entre los que me sorprendieron está el de aquel muchacho al que le llevamos de comer en la noche de la caridad y al acercarse a la camioneta me mira y me dice, ‘lo felicito, me dijeron que va a ser obispo’. Y aquí va este saludo con la frase lema que elegí: Compartiendo con los pobres la alegría del Evangelio… Aquí no se trata solo de dar de comer a un pobre, sino de considerarlo digno de participar en mi mesa. Es pasar de la generosidad a la comunión. Llegar a decir es de nuestra familia… El Evangelio de Jesús es claro: permanecer cerca del pueblo especialmente de aquellos que están solos, débiles y necesitados. Ser su amigo, su hermana, su hermano, hacernos prójimos, hacernos familia y dejarnos anunciar la Alegría del Evangelio”, describió con sencillez y su clásica voz suave el obispo Carrara.
En su alocución de agradecimiento, Carrara dijo: “Hay un hecho que quiero traer a la memoria del corazón, es mi bautismo en la Basílica de Luján el 13 de octubre de 1973. Mi papá y mi mamá, mis padrinos y la familia me llevaron a bautizar allí por una promesa, como lo hacen miles cada año. Lo destaco porque Luján es Luján. Nuestra patria tiene allí a su Madre, ella es la Madre del pueblo. Allí la Virgen nos enseña el camino para cuidar a la patria, este empieza por cuidar a los más pobres. Allí hay que dejarse mirar por los ojos buenos de la Virgen para encontrar la misericordia de Dios. Le pedimos así a ella que le rece a Dios por nosotros con la confianza de saber que en sus labios la oración suena más dulce”.
Llevó a sus palabras, palabras del cardenal Bergoglio: “Y hablando de peregrinar podemos decir que a la vida del cura, la vida del obispo –como nos recordara el Cardenal Bergoglio en la última reunión que tuvimos aquí cerca con los curas de las villas- es caminar con el pueblo de Dios que se le ha sido confiado. El cura, el obispo, ‘a veces estará delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos’.
“También destaco otro gesto entre muchos que recibí, como este báculo que me regalaron un grupo de ex combatientes de Malvinas, ellos que alguna vez se sintieron olvidados me lo regalaron porque entienden –me dijeron- que el ministerio episcopal es en primer lugar servicio a los olvidados que Dios no olvida”, indicó Carrara.
La ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, confió a esta cronista su emoción: “Lo conozco a Gustavo desde el 2007. Son 10 años de trabajar juntos, vi cómo fue creciendo su parroquia, su barrio, comunidad. Estoy realmente muy, muy contenta”.
Participaron de la ceremonia la familia del neo obispo Carrara –papá Oscar y su señora, Elsa; sus hermanos Tamara y Gabriel; se rezó por el eterno descanso de su mamá Irene-; el secretario de Culto de Nación, Santiago de Estrada; el subsecretario de Culto de Nación, Alfredo Abriani; Alicia Pierini, reconocida referente de Derechos Humanos; los periodistas José Ignacio López y Alver Metalli; los dirigentes de la Comunidad San Egidio Andrea Poretti y Marco Gallo; el ex secretario de seguridad Sergio Berni; y el Defensor del Pueblo porteño Alejandro Amor, entre otros.
El consagrante principal fue el cardenal Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, y los co consagrantes fueron el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Ojea; el rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA), arzobispo Víctor Manuel Fernández, y los obispos auxiliares de Buenos Aires monseñor Joaquín Sucunza y monseñor Ernesto Giobando SJ.
Entre los obispos que concelebraron estaban Eduardo García, Fernando Maletti, Juan Carlos Ares, Jorge Torres Carbonell, Alejandro Giorgi, José María Baliña, Han Lim Moon, Gabriel Barba, Enrique Eguía Seguí, Guillermo Rodríguez Melgarejo, Oscar “Chino” Miñarro, José Luis Mollaghan y Alfredo Zecca, entre otros. Y también los sacerdotes recientemente designados obispos, próximos a asumir, Alejandro Benna y Jorge García Cuerva, junto a otros más de 100 sacerdotes y más de 30 seminaristas.
En declaraciones a Infobae, monseñor Osca Ojea, obispo de San Isidro y presidente de la Comisión Ejecutiva del episcopado argentino, mientras no dejaba de recibir saludos y abrazos de laicos y sacerdotes, se refirió al nuevo obispo: “Me uno a la alegría del cardenal Poli de tener un obispo de la calidad de Carrara“.
LA PREVIA
Antes de la ceremonia, los parroquianos de María Madre del Pueblo arrancaron en torno a las 9 de Plaza Congreso hasta la Catedral, con banderas, bombos, entre cantos y fuegos de artificio. Adelante iba una marioneta gigante, toda blanca, que representaba al Papa Francisco. Casi como purificando las calles que durante esta semana fueron testigos de la violencia social y la represión de las fuerzas de seguridad, esta columna alegre y esperanzada caminó sin temores, con paso firme y confiado para encontrarse con su pastor.
Durante la celebración religiosa, adentro de la Catedral, esa imagen enorme del Papa Francisco se asomaba grande entre la gente, casi como haciendo palpable que el mismo Papa estaba allí junto a sus queridos villeros y su primer obispo ad hoc.
Buenos Aires (AICA): Monseñor Gustavo Oscar Carrara, designado obispo auxiliar de Buenos Aires, recibió este sábado 16 de diciembre su ordenación episcopal en la catedral metropolitana, rodeado por más de un centenar de fieles de la Villa 1-11-14 del Bajo Flores porteño. Eligió como lema episcopal: “Compartir con los pobres la alegría del Evangelio”, renovó su compromiso en la opción preferencial por los pobres y destacó el gesto de un grupo de ex combatientes de Malvinas que le obsequiaron el Monseñor Gustavo Oscar Carrara, responsable de la pastoral en las villas de emergencia, recibió este sábado 16 de diciembre su ordenación episcopal en la catedral metropolitana de Buenos Aires, rodeado por más de un centenar de fieles de la Villa 1-11-14, del Bajo Flores porteño, y eligió como lema episcopal: “Compartir con los pobres la alegría del Evangelio”.
El consagrante principal fue el cardenal Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires, y los coconsagrantes fueron el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Ojea; el rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA), arzobispo Víctor Manuel Fernández, y los obispos auxiliares de Buenos Aires monseñor Joaquín Sucunza y monseñor Ernesto Giobando SJ.
Participaron de la celebración eucarística los obispos Eduardo García (San Justo), Guillermo Rodríguez-Melgarejo (San Martín), Fernando Maletti (Merlo-Moreno), Gabriel Barba (Gregorio de Laferrere), Juan Carlos Ares (auxiliar de Buenos Aires), Jorge Torres Carbonell (auxiliar de Lomas de Zamora), Alejandro Giorgi (auxiliar de Buenos Aires), José María Baliña (auxiliar de Buenos Aires), Han Lim Moon (auxiliar de San Martín), Enrique Eguía Seguí (auxiliar de Buenos Aires), Oscar Miñarro (auxiliar de Merlo-Moreno), José Luis Mollaghan (arzobispo emérito de Rosario) y Alfredo Zecca, arzobispo titular de Bolsena, entre otros.
También asistieron los obispos electos Alejandro Benna (auxiliar de Comodoro Rivadavia) y Jorge García Cuerva (auxiliar de Lomas de Zamora), más de 100 sacerdotes y más de 30 seminaristas.
“Compartir con los pobres la alegría del Evangelio”
“Recibí muchos saludos en este tiempo pero entre los que me sorprendieron está el de aquel muchacho al que le llevamos de comer en la noche de la caridad y al acercarse a la camioneta me mira y me dice, ‘lo felicito, me dijeron que va a ser obispo’. Y aquí va este saludo con la frase lema que elegí: Compartiendo con los pobres la alegría del Evangelio”, explicó.
“Aquí no se trata solo de dar de comer a un pobre, sino de considerarlo digno de participar en mi mesa. Es pasar de la generosidad a la comunión. Llegar a decir es de nuestra familia”, agregó.
El flamante prelado afirmó que “el Evangelio de Jesús es claro: permanecer cerca del pueblo especialmente de aquellos que están solos, débiles y necesitados. Ser su amigo, su hermana, su hermano, hacernos prójimos, hacernos familia y dejarnos anunciar la Alegría del Evangelio”.
Monseñor Carrara trajo a la memoria su bautismo en la basílica de Luján el 13 de octubre de 1973, al expresar: “Mi papá y mi mamá, mis padrinos y la familia me llevaron a bautizar allí por una promesa, como lo hacen miles cada año”.
“Lo destaco porque Luján es Luján. Nuestra patria tiene allí a su Madre, ella es la Madre del pueblo. Allí la Virgen nos enseña el camino para cuidar a la patria, este empieza por cuidar a los más pobres. Allí hay que dejarse mirar por los ojos buenos de la Virgen para encontrar la misericordia de Dios. Le pedimos así a ella que le rece a Dios por nosotros con la confianza de saber que en sus labios la oración suena más dulce”, destacó.
“Y hablando de peregrinar podemos decir que la vida del cura, la vida del obispo –como nos recordara el cardenal Bergoglio en la última reunión que tuvimos aquí cerca con los curas de las villas- es caminar con el pueblo de Dios que se le ha confiado”, recordó.
El prelado insistió en recordar las palabras del hoy Papa: “El cura, el obispo, ‘a veces estará delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos’”.
“También destaco otro gesto entre muchos que recibí, como este báculo que me regalaron un grupo de ex combatientes de Malvinas, ellos que alguna vez se sintieron olvidados me lo regalaron porque entienden –me dijeron- que el ministerio episcopal es en primer lugar servicio a los olvidados que Dios no olvida”, subrayó.
Por segunda vez Gualeguaychú eligió a sus representantes culturales. En esta oportunidad, los votantes priorizaron la juventud, solidaridad y el poder de superación.
Alejando Gallay representó al Hogar de Cristo Nazareth, mientras que Leonel Bentancur lo hizo por la Organización No Gubernamental (ONG) Creo, recientemente constituida. Ale y Leo son amigos y han hecho infinidad de campañas solidarias juntos y acompañados de muchísimas personas que se sintieron interpeladas por sus iniciativas.
Por su parte, Alejandro Gallay trabaja para ayudar a las personas que pelean contra las adicciones a las drogas. Fue premiado por su poder de superación y su acompañamiento a compañeros que buscan desintoxicarse. Además, emprendió campañas de limpieza en barrios, y acompañó los talleres de carpintería, huerta y herrería que se realizan en el Hogar.
Finalmente, Gualeguaychú vuelve a tener dos nuevos representantes culturales, jóvenes, populares y muy queridos por la gente.
El presbítero José María “Pepe” Di Paola, responsable de la Comisión Nacional de Drogadependencia, visitó la ciudad de Nueve de Julio, donde participó de la inauguración del centro barrial de prevención de drogas y acompañamiento de los jóvenes “Padre Pedro Traveset”.
Durante su estadía en Nueve de Julio, y acompañado por diez jóvenes recuperados de adicciones, el sacerdote misionó por los barrios nuevejulienses de la zona de Ciudad Nueva, visitando hogares y escuelas donde mantuvo encuentros con niños y jóvenes.
En la misión, los jóvenes brindaron su testimonio y promovieron el nuevo centro barrial entre los habitantes de los barrios.
Acompañado por el presbítero Guillermo Gómez, director del centro barrial, el presbítero Di Paola brindó una charla de presentación sobre los centros barriales, con énfasis en la importancia de la labor comunitaria. Entre los presentes se encontraban referentes políticos y sociales, miembros de la Iglesia, de Cáritas diocesana y parroquial, y vecinos en general.
Estas actividades constituyeron el primer paso en la prevención y el acompañamiento a los jóvenes, tal como lo promueve el obispo de Nueve de Julio, monseñor Ariel Torrado Mosconi, quien considera que “la Iglesia no puede mirar para otro lado respecto a esta situación y debe hacer cuanto esté a su alcance para responder a las nuevas formas de pobreza que se presentan en la actualidad”.
El Centro barrial Padre Pedro Traveset
El Hogar de Cristo Padre Pedro Traveset es el primero que se pone en marcha en la diócesis de Nueve de Julio. De este modo se avanza con la insistente petición de monseñor Ariel Torrado Mosconi, de abrir un centro barrial en cada una de las ciudades principales de los 17 distritos que conforman el territorio diocesano.
Estará ubicado en Sáenz Peña 955, de Ciudad Nueva y funcionará tres días por semana, de 10 a 17. Está destinado a adolescentes y jóvenes desde los 14 años con problemas de adicciones.
Será dirigido por el padre Guillermo Gómez a quien acompañarán el diácono Ariel Palanga y la hermana Margarita. Lo atenderá un grupo de voluntarios y será asesorado y acompañado en sus inicios por dos especialistas: Marcelo Del Campo y Flavio Alman, que trabajaron en la comunidad terapéutica de internación de Santo Tomás, de Carlos Casares.
Los Hogares de Cristo
Los Centros Barriales u Hogares de Cristo nacen como propuesta de la Iglesia ante el creciente avance de los jóvenes y niños en el consumo de drogas. Se diferencia de otras instituciones porque asiste a la persona con una mirada integral humanitaria y trabaja en red con otras instituciones tanto públicas como privadas para satisfacer las necesidades, también las materiales, más inmediatas. Otra de sus diferencias más notorias es que en lugar de aguardar la llegada espontánea de los jóvenes, salen a su encuentro. De este modo, aplican a la realidad concreta la insistente prédica del Santo Padre para procurar una Iglesia cada vez más abierta y que sale a la calle en busca de quienes aún están alejados de ella.+
Gustavo Carrara, vicario episcopal para las villas de emergencia de la capital, es el nuevo obispo auxiliar de la arquidiócesis de Buenos Aires y Jorge García Cuerva, párroco de la villa La Cava, en San Isidro, fue designado obispo de Lomas de Zamora.
A medida que se van produciendo vacantes y nuevos nombramientos en el episcopado católico argentino también se nota el cambio de criterio impulsado por el papa Francisco que ha privilegiado en las designaciones a sacerdotes que tienen experiencia de trabajo pastoral con los sectores populares y que, varios de ellos, vienen compartiendo su vida con quienes viven situaciones de exclusión y padecimiento social. Por eso no sorprendió al anuncio del nombramiento de Gustavo Carrara, vicario episcopal para las villas de emergencia de la capital, como nuevo obispo auxiliar de la arquidiócesis de Buenos Aires, y de Jorge García Cuerva, párroco de la villa de La Cava, en San Isidro, como obispo de Lomas de Zamora. La trayectoria de ambos sacerdotes los sitúa en una línea pastoral de compromiso con los pobres, una de las características que Jorge Bergoglio pretendió imprimir a su gestión como máximo responsable de la Iglesia Católica.
Carrara, nacido en 1973 y sacerdote desde 1998 fue ordenado cura por el propio Bergoglio. Entre sus diferentes tareas en la ciudad capital se desempeñó en el santuario de San Cayetano (Liniers), entre 2003 y 2006, y desde el 2009 hasta la actualidad es párroco de la iglesia Santa María Madre del Pueblo, en la villa de emergencia 1-11-14 del Bajo Flores. Es también un teólogo que ha seguido de cerca la obra del papa Francisco, convirtiéndose en uno de sus propagadores. En un reciente libro que lleva por título “Francisco y los movimientos populares” (Editora Patria Grande, 2017), el ahora obispo escribió que “no hay miradas neutras de la realidad y Francisco elige mirar desde el Evangelio de Jesús”. Y agrega Carrara en el mismo texto que “es así que (Francisco) nos interpela a liberar nuestra mirada cautiva, encandilada por un mundo que se organiza en torno al poder, la riqueza y la codicia; y nos invita a hacernos prójimos de aquellos que más sufren” y, de tal manera, “nos llama a cuestionar la idea práctica dominante que afirma que algunos nacen con más derechos que otros”.
El presbítero José María Di Paola, de la Comisión Nacional de Pastoral de Adicciones y Drogadependencia, y 19 jóvenes recuperados realizan del 21 al 23 de noviembre una misión contra las drogas en los barrios de las periferias de la diócesis de Nueve de Julio.
En ese marco de la misión y la visita del sacerdote de la Pastoral de las Villas de Emergencia, comenzará a funcionar en la diócesis el centro barrial “Padre Pedro Traveset”.
El padre Di Paola es considerado un luchador incansable contra las drogas e inició en 2008 su trabajo pastoral en el interior de las villas porteñas, donde fundó el primer Hogar de Cristo, por mandato del cardenal Jorge Mario Bergoglio, hoy papa Francisco.
El sacerdote permanecerá en la diócesis hasta el 23 de noviembre, tiempo durante el que recorrerá los hogares de Ciudad Nueva, realizará encuentros con niños y adolescentes y celebrará la misa por la tarde.
El Centro barrial Padre Pedro Traveset
El Hogar de Cristo Padre Pedro Traveset es el primero que se pone en marcha en la diócesis de Nueve de Julio. De este modo se avanza con la insistente petición del obispo local, monseñor Ariel Torrado Mosconi, de abrir un centro barrial en cada una de las ciudades principales de los 17 distritos que conforman el territorio diocesano.
Estará ubicado en Sáenz Peña 955, pleno corazón de Ciudad Nueva y funcionará tres días por semana, de 10 a 17. Está destinado a adolescentes y jóvenes desde los 14 años con problema de adicciones.
Será dirigido por el padre Guillermo Gómez, a quien acompañarán el presbítero Ariel Palanga y la hermana Margarita. Lo atenderán un grupo de voluntarios y será asesorado y acompañado en sus inicios por dos especialistas en el campo, Marcelo Del Campo y Flavio Alman, que trabajaron en la entonces comunidad terapéutica de internación de Santo Tomás (localidad de Carlos Casares).
Los Hogares de Cristo
Los Centros Barriales u Hogares de Cristo nacen como propuesta de la Iglesia ante el creciente avance de los jóvenes y niños en el consumo de drogas. Se diferencia de otras instituciones en que asisten a la persona con una mirada integral humanitaria y trabajan en red con otras instituciones tanto públicas como privadas para satisfacer las necesidades, también las materiales, más inmediatas.
Otra de sus diferencias más notorias es que en vez de aguardar la llegada espontánea de los jóvenes salen a su encuentro. De este modo aplican a la realidad concreta la insistente prédica del Santo Padre para procurar una Iglesia cada vez más abierta y que sale a la calle en busca de quienes aún están alejados de ella.+
Para ver nota original Online: http://www.aica.org/31274-mision-contra-las-drogas-en-periferias-de-la-diocesis-nueve.html
El Padre “Pepe” Di Paola y 19 jóvenes recuperados comienzan la misión contra las drogas
Comenzará a misionar en los barrios más alejados de la ciudad.
El centro barrial “Padre Pedro Traveset” comenzará a funcionar con la llegada del cura villero “Pepe” Di Paola a Nueve de Julio. El sacerdote es un incansable luchador contra las drogas que comenzó con su misión desde el interior de las villas porteñas. En el 2008, viviendo en la villa 21, fundó el primer Hogar de Cristo junto al por entonces car-denal Jorge Bergoglio.
José María Di Paola –que pertenece al movimiento de la Iglesia Católica conocido como “Los curas villeros”-, llegará este martes 21 junto con 19 jóvenes recuperados de las adicciones. Permanecerá en la ciudad hasta el 23 de noviembre, tiempo durante el que recorrerá los hogares de Ciudad Nueva, realizará encuentros con niños y adolescentes y celebrará la misa por la tarde.
El Centro barrial Padre Pedro Traveset
El Hogar de Cristo Padre Pedro Traveset es el primero que se pone en marcha en la diócesis de 9 de Julio. De este modo se avanza con la insistente petición de Monseñor Ariel Torrado Mosconi, de abrir un centro barrial en cada una de las ciudades principa-les de los 17 distritos que conforman el territorio diocesano.
Estará ubicado en Sáenz Peña 955, pleno corazón de Ciudad Nueva y funcionará tres días por semana, de 10 a 17 horas. Está destinado a adolescentes y jóvenes desde los 14 años con problema de adicciones.
Será dirigido por el padre Guillermo Gómez a quien acompañarán el Diácono Ariel Palanga y la hermana Margarita. Lo atenderán un grupo de voluntarios y dos y será asesorado y acompañado en sus inicios por dos especialistas en el campo, Marcelo Del Campo y Flavio Alman, que y trabajaron en la entonces comunidad terapéutica de internación de Santo Tomás (localidad de Carlos Casares).
Los Hogares de Cristo
Los Centros Barriales u Hogares de Cristo nacen como propuesta de la Iglesia ante el creciente avance de los jóvenes y niños en el consumo de drogas. Se diferencia de otras instituciones en que asisten a la persona con una mirada integral humanitaria y trabaja en red con otras instituciones tanto públicas como privadas para satisfacer las necesidades, también las materiales, más inmediatas. Otra de sus diferencias más notorias es que en vez de aguardar la llegada espontánea de los jóvenes salen a su en-cuentro. De este modo aplican a la realidad concreta la insistente predica del Santo Padre para procurar una Iglesia cada vez más abierta y que sale a la calle en busca de quienes aún están alejados de ella.
El Santo Padre Francisco nombró obispo titular de Lacubaza y auxiliar de la diócesis de Lomas de Zamora al presbítero Jorge Ignacio García Cuerva, santacruceño de 49 años, del clero de la diócesis de San Isidro, actualmente párroco de Nuestra Señora de la Cava, en Béccar.
Al mismo tiempo el papa Francisco nombró obispo titular de Tasbalta y auxiliar de la arquidiócesis de Buenos Aires al presbítero Gustavo Oscar Carrara, porteño de 44 años, del clero de la arquidiócesis de Buenos Aires, actualmente párroco de Santa María Madre del Pueblo y vicario episcopal para las villas de emergencia de la ciudad de Buenos Aires.
La información de los nombramientos fue publicada hoy en forma simultánea en Roma y en Buenos Aires. Aquí lo hizo, a través de la agencia AICA, el nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig.
Mons. Jorge Ignacio García Cuerva
Nació el 12 de abril de 1968, en Río Gallegos, provincia de Santa Cruz. Tras sus estudios primarios y secundarios, cursó varios años de la carrera de Derecho, que interrumpió para ingresar al Seminario de San Isidro. Posteriormente, en 2009, siendo ya sacerdote se graduó de Abogado en la Universidad Católica de Salta.
Realizó sus estudios de filosofía y teología en el Instituto San Agustín, de la diócesis de San Isidro, filial de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires (UCA), obteniendo el grado de bachiller en Sagrada Teología. Es licenciado en Teología, con especialidad en Historia de la Iglesia (2003) y licenciado en Derecho Canónico (2016).
Recibió la ordenación sacerdotal por imposición de manos de monseñor Alcides Jorge Casaretto, en la catedral San Isidro Labrador, el 24 de octubre de 1997. Está incardinado en la diócesis de San Isidro.
Tras su ordenación cumplió los siguientes ministerios y oficios:
De 1997 a 2005, vicario parroquial en Nuestra Señora de la Cava” en la villa de emergencia La Cava, de Béccar; de 2006 a 2014, párroco de Santa Clara de Asís, en la localidad de El Talar; y de 2014 a la actualidad, párroco de Nuestra Señora de la Cava.
De 2012 a la actualidad, vicepresidente primero de Caritas San Isidro; y miembro de la Comisión Nacional sobre la drogadependencia de la Conferencia Episcopal Argentina hasta el año 2013.
Es asesor en Derecho Canónico del Obispo, y promotor de Justicia en el Tribunal Interdiocesano San Isidro-Merlo-Moreno.
De 1998 a 2017, delegado diocesano de la Pastoral Penitenciaria; de 2007 a 2014, delegado regional de Pastoral Carcelaria; de 2010 a 2017, representante de América Latina y el Caribe en la Comisión Internacional de Pastoral Carcelaria (Iccppc); y desde febrero de 2017 a la actualidad vicepresidente de la Comisión Internacional de Pastoral Carcelaria (Iccppc).
Es además miembro del Secretariado Nacional de Pastoral Carcelaria de la Conferencia Episcopal Argentina; capellán de unidades carcelarias en la provincia de Buenos Aires; y coordinador de la pastoral carcelaria en el Departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam).
Mons. Gustavo Oscar Carrara
Nació en Buenos Aires el 24 de mayo de 1973. Ingresó al seminario metropolitano Inmaculada Concepción de la arquidiócesis de Buenos Aires en 1991. Realizó sus estudios eclesiásticos en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires (UCA).
Fue ordenado sacerdote el 24 de octubre de 1998 por la imposición de manos del arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Mario Bergoglio SJ.
Tras su ordenación presbiteral cumplió los siguientes ministerios y oficios: de 1999 a 2003, vicario parroquial de Nuestra Señora de Luján de los Patriotas (barrio Mataderos); de 2003 a 2006, vicario parroquial del santuario San Cayetano (barrio Liniers); de 2006 a 2007, vicario parroquial de la Inmaculada Concepción, de Belgrano; de 2007 a 2009, primero administrador parroquial y luego párroco de Virgen Inmaculada (barrio Villa Soldati); y de 2009 a la actualidad, párroco de Santa María, Madre del Pueblo, en la villa de emergencia 1-11-14 del Bajo Flores.
En 2002 fue responsable en la comisión arquidiocesana de Pastoral de Juventud; de 2006 a 2009, viceasesor del Consejo Arquidiocesano del área Jóvenes de la Acción Católica Argentina; de 2007 a 2011, responsable para la pastoral en las villas de emergencia; de 2012 a la actualidad, vicario episcopal para las villas de emergencia; de 2011 a la actualidad, miembro del Consejo Presbiteral; y de 2012 a 2014, decano del Decanato 20 Soldati.+
El miércoles, con 40 grados a la sombra, el padre José María “Pepe” Di Paola sonreía sin perder la compostura. Quizás no tanto por el hecho de estar en Tucumán, precisamente, como por celebrar ese día sus 30 años de sacerdocio. Sus amigos, todos curas villeros de la provincia, lo recibieron con un asado en la casa parroquial de San Francisco Solano, en Banda del Río Salí, que es el nuevo hogar del padre Andrés Ortega. En la modesta vivienda se reunieron unos 15 sacerdotes junto a quien presidía la pastoral antes de ser nombrado arzobispo, monseñor Carlos Alberto Sánchez.
A puertas cerradas los curas analizaron la realidad de Tucumán. Cada sacerdote contó su experiencia en la villa donde le toca estar y escucharon el punto de vista del padre Pepe, a cargo de la Pastoral de Adicciones del Episcopado Argentino. Por la mañana el sacerdote había dictado una charla sobre prevención en la Justicia provincial y por la noche presentó el libro de Víctor Lupo, en Tafí Viejo. También aprovechó para recorrer la villa El Sifón, donde varios jóvenes se quitaron la vida a causa de la adicción a las drogas.
En 2018 la pastoral de curas villeros cumplirá 50 años en Buenos Aires. “Nuestra propuesta no es la única pero es práctica. Trabajamos en centros barriales, y tratamos de que la comunidad se involucre para ayudar a los chicos del barrio. Comenzamos hace nueve años en la villa 21 y de ahí la experiencia se fue extendiendo a varios lugares del país. Ahora mismo en Tucumán y en el interior hay centros con esta propuesta comunitaria”, explicó el cura, de 55 años.
En su pecho lucía un pin con el rostro del fallecido cura Juan Viroche. ¿Y eso? “Me lo regaló la multisectorial Juan Viroche. Era un hombre muy comprometido desde el primer momento”, dice acariciando la chapita.
– ¿Cuál es el enfoque que hoy tiene la Pastoral?
– Nuestro foco está puesto en tratar de llegar a la vida de un chico antes que el narcotraficante. Y si llegamos tarde, ver cómo podemos ayudar a ese chico a salir, a recuperar su dignidad. En esos dos trabajos de prevención y de recuperación se juega la tarea pastoral de nuestras parroquias.
– ¿Qué diría de la droga vinculada a la corrupción?
– El papa Francisco lo denuncia en forma permanente. Es parte de lo que tenemos que enfrentar todos los cristianos. La droga atraviesa toda la sociedad. Es un problema nacional, que viene desde hace cuatro décadas. No se va a resolver de un día para el otro, hay que ponerle mucha creatividad.
– ¿Que representa Viroche?
– Nos hemos propuesto defender su historia, su trabajo y su compromiso con los más necesitados. Siempre debemos tener memoria de aquellos que dieron la vida por los demás como lo hizo él.
> Deporte y cultura del encuentro
El padre Pepe presentó en Tafí Viejo el libro “El deporte en la cultura del encuentro. Deporte y fe”, del escritor tucumano Víctor Francisco Lupo, que integra la comisión de Prevención de Adicciones del Episcopado. El libro expone en forma amena el pensamiento del papa Francisco en relación al deporte y narra anécdotas.
Frente a la problemática de la droga que es cada vez mayor en todo el país, son numerosas las organizaciones que procuran abordarla y trabajar con sus víctimas.
Una de ellas se ubicará desde hoy en la parroquia San Pantaleón. Se trata del hogar de Cristo de la Pastoral de adicciones. En este marco es que los padrinos del lugar visitan Río Cuarto: el Padre Hernán Martin y el coordinador Emanuel del hogar de Cristo Don Orione de Claypole, ubicado en Buenos Aires.
Esta institución es un centro de atención y acompañamiento comunitario para los adolescentes y jóvenes que se encuentran padeciendo el consumo problemático de drogas. Funciona en la modalidad de centro barrial, con profesionales y voluntarios al servicio de los concurrentes.
Se trata de un proyecto en el que la comunidad se organiza para acompañar la problemática de las adicciones. Ya son 80 centros barriales en todo el país.
“Nacemos del fracaso de todas las respuestas”, aseguró Pablo Vidal, coordinador nacional del Hogar de Cristo y explicó que el pedido de emergencia nacional de la problemática de la adicciones se debe a que el conjunto de la sociedad es parte de la respuesta. “Es un llamado a la atención de la sociedad. Es una respuesta que nos tiene que golpear a todos”, añadió.
Acompañar, escuchar, trabajar en el barrio del que el adicto es y la adicción como una problemática social y no como una enfermedad es en síntesis la manera de la que trabajará esta organización en Río Cuarto y ya lo hace en Buenos Aires.
Soledad, coordinadora del hogar barrial de la Parroquia, indicó que se trabajará con todas las edades y personas que quieran asistir e ingresar al hogar.
La población cercana al Hogar y que se vincula con la Parroquia son tres barrios: Barrio Mujica, Barrio Jardín Norte y el IPV. Los entrevistados comentaron que se realizó el 1º Encuentro a nivel de los centros barriales, de la familia grande del hogar de cristo.
Por su parte, Emanuel manifestó que la visión con la que acompañan es socio comunitaria. “Se hace con los pibes que vienen al centro en torno al barrio, la comunidad. Creemos que una historia construida no se puede aislar a un pibe o piba para que se recupere”, detalló y consideró: “El proceso se hace en el mismo lugar, con la misma gente, tendiendo a fortalecer los lazos sociales”.
Con respecto a la demanda y oferta de droga, señaló que trabajan desde la demanda. De esta manera “los chicos que quieren salir adelante son recibidos” y para ellos de la oferta se tiene que ocupar el Estado, el Ministerio de Seguridad con políticas públicas y recursos para luchar contra el narcotráfico.
Expresaron que no lo consideran una enfermedad, sino una problemática social compleja que requiere una respuesta en red.
Acompañar la vida: Colegios Parroquiales de barrios populares– Ins. Santa Elisa – Inst San Judas Tadeo – Inst. Nuestra Sra de la Misericordia
Educación, un camino pastoral que crece en la Arquidiócesis – Lic. Santiago Fraga – Vicaría de educación.
El Reino de Dios se parece… a una escuela que nace en el barrio (entre pasillos y cables) Escuelas de Villa Soldati (Barrio Ramón Carrillo-Villa3), de Bajo Flores (villa 1-11-14), de Ciudad Oculta (Villa 15) y de Barracas (villa 21- 24 y Zavaleta).
Desde el corazón de la vida. Padre Juan Isasmendi – Ntra. Señora de Itatí, villa Trujuy, diócesis de Merlo-Moreno.
Santuarios:Pantaleón: “el que se compadece de todos”.
Santuarios: La devoción popular de San Cayetano.
San Cayetano: educación y trabajo. – Educación No Formal, Servicio Social de San Cayetano
Centro de Formación Profesional:Educación y trabajo, el puente de la dignidad.
Hogar de Cristo -Encuentro Nacional de Centros Barriales –Vivir la Iglesia en salida y en Familia.
Diferenciación social y segregación territorial – Espacialidad de las desigualdades.Iván Ariel Fresia sdb..
Monseñor Eduardo García, obispo de San Justo, celebró una misa y bendijo la ermita Tierra, Techo y Trabajo de la Madre Teresa de Calcuta y la Virgen de Luján, sobre Av. Crovara y Colonia, en el barrio Puerta de Hierro.
En su homilía, el prelado reconoció lo difícil que es ser justos frente a la injusticia que nos rodea, o ser generosos cuando no nos alcanza. Sin embargo, recordó el camino que nos ofrece Jesús: “Quien quiera seguirme, que cargue con su cruz y me siga”, un camino de negarse a sí mismo.
“Seguramente ustedes también tienen la experiencia diaria de negarse a sí mismos en muchas cosas; de negarse a lo que les gusta para darle a sus hijos, de negarse a lo que quisieran para que otros tengan lo que necesitan, de negarse en el tiempo de descanso para salir a trabajar y llegar como se pueda, arañando a fin de mes, cuando se llega. Porque en la experiencia de negarse, el Señor nos alienta y nos conforta”, señaló.
“Hoy bendecimos esta hermosa ermita, que está en la puerta de este barrio que para muchos es zona ‘caliente’. Traemos a la madre Santa Teresa de Calcuta, traemos a la Virgen de Luján, Madre de la Argentina. La madre Teresa, que supo hacer de basureros de gente un lugar justamente de misericordia y de ternura, para que pueda realmente su amor, en esta puerta, transformar estas tierras para muchos”, agregó, y pidió “que su institución toque realmente los corazones de muchos, que sea tierra de bendición, que haya muchos que aprendan o quieran negarse a sí mismos para que otros tengan vida”.
En las “misas de las tres T del papa Francisco”, cada mes se reza por el Trabajo, por el Techo y por la Tierra. “Queremos un Techo, una Tierra y un Trabajo para hombres dignos, no un trabajo, un techo, una tierra para hombres que en el fondo no les importa el corazón de los demás, y se dejan muchas veces seducir por lo fácil, que cuesta muchas vidas”, enfatizó monseñor García, y aseguró: “No nos vamos a cansar de rezar y de seguir pidiendo, porque no vamos a aflojar, porque si hay muchas cosas que no están bien y que joroban la vida y siguen creciendo, entonces nuestra oración tiene que crecer cada vez más, mucho más. No podemos aflojar y dejarnos ganar; justamente en eso desde la fuerza de Dios, desde los Santos y la Virgen que interceden, seguir peleándola y seguir luchándola para que sea una tierra de bendición”.
Monseñor García hizo referencia a la desaparición de Santiago Maldonado: “Todos estos días a través de los medios hemos rezado, se ha pedido, se ha marchado y otras cosas más por la aparición con vida de Santiago Maldonado, pero también nosotros somos conscientes que hay muchos desaparecidos que no tienen carácter mediático. Personas que desaparecen todos los días, a causa de las drogas que los liquida directamente o desaparecen. Y tenemos que hacernos cargo y rezar por estos también desaparecidos y también tenemos los otros desaparecidos en vida, porque tienen fusilado el cerebro y desaparecieron del sistema”.
“Tenemos que seguir rezando, y rezar por aquellos que nadie ve y que sin embargo están desapareciendo todos los días; desapareciendo a causa de la injusticia institucionalizada, desapareciendo por los pactos solapados que existen en estos lugares, exhortó.
Para finalizar, el obispo llamó a “rezar realmente para que el Señor cambie los corazones. Para que no desaparezcan si no para que aparezca la justicia, la verdad y la honestidad. Rezar para que desaparezca la corrupción, que es lo que tiene que desaparecer, el egoísmo tiene que desaparecer, la transa tiene que desaparecer, la complicidad que hace que impunemente siga corriendo la droga y matando a nuestros chicos. Rezar para que desaparezca eso, que aparezca la verdadera vida, la vida en abundancia”, e invitó a rezarle a Santa Madre Teresa de Calcuta y a la Virgen de Luján, “cada vez que pasemos” por la ermita, “aunque pasemos diez veces al día”, para pedir “que ésta deje de ser una tierra caliente para ser una tierra de bendición”.
Participaron de la misa los presbíteros Nicolás Angellotti, de Puerta de Hierro, Gustavo Carrara, de Villa 1.11.14, Damián Reynoso de Villa Ciudad Oculta y las hermanas misioneras de la Caridad, de la Villa 1.11.14.
La actividad se suma al trabajo pastoral que el presbítero Angellotti realiza en el barrio desde el año pasado, cuando llegó desde la ciudad de Buenos Aires para dedicarse especialmente al trabajo en la recuperación de adicciones, contribuyendo a la tarea que realizan los Hogares de Cristo. Se desempeña en el hogar “San José”, del barrio 17 de marzo, y en los barrios de San Petersburgo y Puerta de Hierro, todos dentro de la jurisdicción de la parroquia Nuestra Señora de la Esperanza. El mayor reclamo actual que pronuncian los integrantes de la Pastoral Social es la urgente urbanización de dichas zonas.+
El sacerdote José Di Paola, -el padre Pepe- se despidió de la comunidad de Gualeguaychú y de manera especial, de la del Hogar de Cristo Nazareth, con la celebración de la misa casi en el mediodía de ayer.
“Ustedes son la buena noticia” le dijo a la comunidad que lo escuchaba, al final la celebración que tuvo lugar en el centro barrial de Belgrano 736. Di Paola estuvo en Gualeguaychú desde el lunes pasado, misionando para cimentar el nuevo Hogar que tendrá por centro la Parroquia Asunción de María. Para esto, trabajó con su estrategia de las tres C, porque ha entendido que la comunidad religiosa, la educativa y la del club son pilares en esta lucha. Y cada barrio cuenta con estas tres C. Luego de la Misa, Di Paola habló con EL ARGENTINO y refirió, aludiendo a su experiencia en Urquiza al oeste “encontré un barrio muy grande, que no conocía, una comunidad muy linda, y mucho fervor de parte del Hogar de Cristo -Dardo y su equipo- por dar una respuesta a los chicos de esos barrios que sufren adiciones”. Y aquí, en La Cuchilla conocí la casa para las mujeres, “Corazón de María”, así que realmente, estoy muy contento”. Di Paola dio su perspectiva del avance de la droga afirmado “en todo el país ha crecido la presencia de la droga, el narcotráfico y por lo tanto, del consumo. Por eso es muy importante lo que pedimos desde la Iglesia argentina, que se declare la emergencia en adicciones. Se hizo un Decreto, pero no alcanza: a la emergencia debemos declararla todos: las provincias, las legislaturas, los municipios, porque en definitiva es poner este tema entre los más importantes y lograr que los argentinos, más allá si somos el estado o la sociedad civil, nos organicemos juntos en trabajar para darles a los chicos la posibilidad que crezcan sanamente y recuperar a aquellos que hayan caído en la droga.” “Esto es como si hubiera una epidemia de dengue: no se concibe que alguien que esté en la función pública no se ocupe y tampoco, que no sea una prioridad para la gente. Hace falta que esto sea prioritario porque está en juego la vida de muchos argentinos”. También recordó las amenazas sufridas a causa de la denuncia por la venta y consumo del paco y afirmó “entiendo que las denuncias deben hacerlas los que están en la función publica, sin esperar que un vecino o un cura deban decir lo que ellos saben.” Di Paola se fue en medio de abrazos, cánticos y el calor afectuoso de la gente con la que compartió estos días en Gualeguaychú.
Romina Roda y María Decoud llegaron temprano a Los Ralos con una misión muy concreta: entregar al presidente Mauricio Macri una carpeta relativa a la obra del Hogar de Cristo, el proyecto de acompañamiento y contención de adictos que nació en Buenos Aires por iniciativa del padre José “Pepe” Di Paola y de los curas villeros. Se trata de un modelo que ya echó raíces en Tucumán, donde cuatro centros barriales brindan asistencia a consumidores de paco. El momento que Roda y Decoud aguardaban llegó ayer poco antes de que Macri subiera a la camioneta que lo trasladó hacia el helicóptero. En esos segundos, las voluntarias le dieron los papeles que contienen un pedido muy preciso: una granja y dos casas para adictos.
Este miércoles por la tarde, Roda comentó que Macri recibió la carpeta y se rió. También dijo que ella le habló con las mismas palabras que él había usado un rato antes durante el discurso que dirigió a los productores reunidos en el molino harinero Sanda (se informa por separado). “Estamos listos para jugar y hacer los goles, pero necesitamos que ustedes corten el pasto de la cancha”, expresó la voluntaria al Presidente.
Los centros barriales del Hogar de Cristo acompañan la acción de las parroquias instaladas en el corazón de las zonas más vulnerables. “Necesitamos un lugar físico retirado de la ciudad para hombres y mujeres que deseen dar un paso más en la recuperación”, dice el texto que recibió Macri. Ese espacio sería la granja con tierra para cultivar y criar animales. El circuito del Hogar de Cristo se completa con la estancia en “casas amigables” destinadas a los adictos recuperados que se transforman en acompañantes de las víctimas de la droga. “Son indispensables para impedir que la vuelta al hogar complique el proceso de curación”, expresan los papeles que recibió el Presidente.
Integrantes de centros barriales y de los Hogares de Cristo realizaron su primer encuentro nacional los días 8 y 9 de julio, en Ramos Mejía, Buenos Aires.
Con el lema “Compartiendo nuestra mirada en familia”, el encuentro reunió a numerosas comunidades que están trabajando en todo el país para abordar la compleja realidad de las adicciones desde una perspectiva más integral, pastoral y comunitaria.
“Saber que somos muchos, que tenemos las mismas dificultades, que caminamos por un montón de tensiones y que lo hacemos todos juntos, en nuestra Iglesia, es como decimos, la alegría de saber que no estamos solos, la alegría del verdadero encuentro”, destacó Pablo Vidal, miembro del área Abordaje Pastoral y Comunitario de las Adicciones de Cáritas Argentina.
La reunión fue organizada por personas que participan en los Centros Barriales de Cáritas y de la Familia Grande Hogar de Cristo, que trabajan conjuntamente para dar respuesta a esta problemática.
El encuentro fue un acontecimiento importante por muchos motivos. Primero, por ser el primero que se realiza a nivel nacional. “Fueron invitados a participar todos los Hogares de Cristo y todos los centros barriales que venimos acompañando desde Cáritas. Hay algunos que recién están empezando y otros que ya vienen con un cierto desarrollo, pero queremos integrarlos en el trabajo en red porque sabemos que todos tienen un carisma, un don para aportar”, explicó Pablo Vidal.
En segundo lugar, contó con una notable participación, estimada en unas 400 personas. “Muchos de los jóvenes que hoy son parte de estos equipos de los centros barriales tuvieron una historia de consumo. Había verdadera necesidad de encontrarnos y conocernos”, afirmó Vidal.
En la actualidad hay 70 centros distribuidos en 33 diócesis de todas las regiones pastorales del país y cada uno de ellos brinda una respuesta diferente a la problemática de las adicciones, de acuerdo a cada realidad.
El encuentro “fue un espacio para volver a recordar nuestra fuente, nuestra historia, para pensar y volver nuestra mirada a los puntos básicos que nos aúnan”, explicó y detalló que se desarrolló mediante exposiciones cortas en donde cada lugar pudo aportar su propio don, “su propia riqueza que enriquece a toda la red”. Las charlas fueron disparadores para después trabajar en grupo, para pensar cómo adaptarlo a cada lugar.
“Durante la misa de cierre –comentó Vidal- sentimos algo muy fuerte y hubo un momento especial en el que recordamos a quienes fallecieron”. Y continuó: “Salimos del encuentro muy transformados desde el corazón y se respiraba una espiritualidad muy profunda, porque todos los que estábamos ahí éramos gente que viene del barro, de la trinchera. Y también, personas de muchos lugares del interior que están luchando solos y que creen que son unos locos, sintieron acá que -al fin- encontraron una familia”.
Se llevó a cabo en San Juan, convocado por la iglesia y el Obispo Monseñor Jorge Lozano. Cinco representantes del Hogar de Cristo Nazareth, que contiene a personas con problemas de adicciones, fueron parte del masivo encuentro.
“Necesitamos una comunidad involucrada, cerca del otro, cerca de los pibes que nos necesitan, que son cada vez más”. Con esas primeras palabras Alejandro Gallay, referente del Hogar de Cristo Nazareth, se dirigió a los más de 2 mil jóvenes que llegaron hasta el estadio San Juan para hablar, entre otras cosas, de las drogas, un flagelo que no sabe de límites y fronteras.
Junto al doctor Dardo Caraballo –que también se dirigió a los presentes–, el grupo de gualeguaychuenses llegó a la provincia cuyana el viernes, el día en que el ex Obispo de Gualeguaychú, Jorge Lozano, recibió el Palio Arzobispal. “Otro grupo del hogar viajó a Ramos Mejía a un Encuentro de Pastoral Nacional de Adicciones”, contó Gallay a ElDía.
En esta línea, después de agradecer a la empresa Hermann (donde trabaja) por darle permiso para viajar, remarcó la necesidad de “seguir sembrando semillas por todo el país, para que los chicos salgan a la calle, para que todos nos comprometamos, desde el lugar que podamos, para sacarlos de las drogas”.
Por otro lado, el joven que pertenece al movimiento “Ni un pibe menos por la droga”, fundado por el Padre “Pepe” Di Paola, confirmó la llegada del cura villero a la ciudad. Será el lunes 17 de julio, se hospedará en la Iglesia Asunción de María y encabezará varias actividades durante esa semana.
Se trata de un grupo de laicos que en Gualeguaychú, organizaron este hogar, siguiendo las directivas del entonces cardenal Jorge Bergoglio. Son una organización de tipo horizontal, que apuntan a contener a personas enfermas que consumen algún tipo de drogas.
Con motivo de la entrega del Palio por parte del Nuncio Apostólico a Monseñor Jorge Lozano, estuvieron en la provincia de San Juan, referentes del Hogar de Cristo que opera en Gualeguaychú. Tiene que marcarse que Monseñor Jorge Lozano viene de esa diocesis y en la misma trabajó con la comunidad muy de cerca, donde le quedaron amigos, que lo acompañaron en esta ceremonia, importante para la vida del religioso.
El grupo integrado por Dardo Caraballo, Francisco Sobral, Alejandro Gallay y Juan Pablo Marconi, del Hogar de Cristro, estuvo acompañando al Arzobispo de San Juan de Cuyo.
Respecto a estos Hogares de Cristo, se tiene que decir que son una creación del Papa Francisco cuando estaba en Buenos Aires. A los mismos los organizo junto a los curas Villeros que tienen una importante labor de contención social en los sectores de bajos recursos.
Sobre lo hecho en Gualeguaychú, Jorge Caraballo afirmó que “ el Hogar de Cristo que tenemos es el primero del interior del país, en una ciudad de provincia con vecinos de una ciudad más pequeña”. “Lo que se tiene es una idea audaz del papa Francisco y de los curas villeros. Con esto pensamos que podríamos manejar el tema de las drogas en nuestras provincias y el interior del país”.
Esto ha llevado que con el tiempo “hayan más de 60 centros barriales y hogares de Cristo en todo el país, que todavía siguen siendo desproporcionados frente a lo que ha crecido la droga y el usos de sustancias en el país”.
Sobre el trabajo que realizan remarcó que “consisten en un abordaje comunitario para la vida. Un grupo humano que funciona como una familia, ampliada, que trata de volver a la persona todos los vínculos que ha perdido por el consumo de drogas”.
Esta perdida del vinculo se refiere a temas que lo hacen feliz. “Disfrutar una comida típica, o sencilla de su casa, festejar su cumpleaños o el vínculo afectivo con sus seres queridos. Todo esto lo va desplazando el consumo de drogas, pierde todo vinculo con lo que lo hace feliz y al quedarse solo, a veces lo único que le queda es la mirada al cielo, donde poder prenderse. Los Hogares de Cristo, son los que van dando esa posibilidad para que la persona recupere esos vínculos fundamentales para que la persona pueda desarrollar toda su potencialidad”.
Agrega que “cuando la persona se ha quedado sola o excluida y está en el lugar donde lo hemos dejado, en el descartado porque ya no nos sirve para el consumo o la pirámide del éxito, los dejamos de lado. Es cuando el hogar de Cristo tiene una importancia fundamental ya que es un espacio de bajo umbral donde cualquiera puede entrar, donde cualquiera puede dejarse ayudar. Solo con el deseo de dejarse ayudar y que nos den una mano. Este tipo de casos a nosotros nos completa cuando damos una mano, nos potencia y nos ayuda a sanar nuestras propias heridas. O sea que nos tocamos en nuestro propio dolor”, dijo Caraballo.
El laico remarcó que “nos hemos sorprendido cuando llegamos en colegios de Caucete y hablamos con los chicos y rápido se repite lo mismo que en otros sitios. El consumo del alcohol es muy alto en cualquier lugar del país. El mismo comienza en edades tempranas que van desde los 12 a 13 años y hay un alto consumo de marihuana con una baja percepción del riesgo”. Es por esto que define que es muy necesario que los Hogares de Cristo se instalen en distintos puntos para cumplir con su labor social, tanto como otras instituciones que tienen misiones similares.
“Lo que tiene que existir es una comunidad que aborde esta temática y lo importante es que sea lo más heterogénea posible, no hace falta ni ser médico, psicólogo o abogado, si esas personas prestan sus conocimientos, favorece la instalación de este tipo de instituciones”, detalló el laico.
Es por esto que remarcó que “un Hogar de Cristo se instala a partir del momento en que una persona quiere escuchar, que esté la posibilidad de una persona que sepa dar un abrazo y que haga un lugar en su corazón para alojar la angustia de esa situación de vida conflictiva”.
Respecto a la labor que tuvieron en Gualeguaychú con Monseñor Jorge Lozano afirmó que “fue un impulso, una motivación permanente, fue una motivación permanente a vivir la misericordia de Dios, no solo como un cristiano de una hora por semana, sino de lunes a lunes. Esto llevó varios años de trabajo y Jorge Lozano fue nuestro impulsor, que nos sostuvo en todas las dudas del comienzo, el que nos dio animo y que nos convenció que podíamos hacerlo”.
Sobre el trabajo que vienen haciendo remarcó que “es un trabajo integral y el consumo es como la fiebre, pero no la causa profunda de lo que la está provocando”. Agregó que “hay una cantidad de eventos que se han dado en la experiencia de vida de estas personas y hay que tratarlos de ayudar.
En cuanto a la posibilidad de que se instalen en San Juan, dijo que “sería una muy buena alternativa que puedan sumarse al trabajo de cada una de las instituciones que hay. Sería muy bueno que nuevos hogares de cristo se desarrollen en San Juan, no solamente en un lugar, sino que se reprodujeran en varios sitios, no solo para los hombres sino también para las mujeres”
Para leer la revista online: https://issuu.com/comunicarnos5/docs/comunicarnos_julio_agosto_2017
En este número:
“Aprender a mirar: La comunidad se pone de pie”.
Cardenal Mario Poli “Escuchar a Jesús, ver a los más pequeños”.
Entrevista a Mary Beloff – “¿Qué hacer con el delito juvenil?”
Padre Pepe Di Paola – “Construir pensando en el otro”
Padre Gustavo Carrara – “Pasión por correr las fronteras: CAPILLA – COLEGIO y CLUB, las 3 C”
Adriana Bordarampe – “Empoderar a los jóvenes”.
Entrevista a los jóvenes de los barrios, Villa 31, Retiro – Villa Soldati, Villa 3, Villa Tranquila – Avellaneda – “La voz de los jóvenes”.
Documento elaborado de manera comunitaria por el FORO DE JÓVENES durante la jornada del 19 y 20 de mayo en el Colegio Pio IX C.A.B.A. “ La mirada de los jóvenes desde su propia realidad.
Mons. José María Baliña – “Cambiar la mirada”
Mónica Caropresi – “La ESPERANZA es el motor que nos permite construir”
Patricio Fierens y Facundo Arriola – “Una casa de puertas abiertas”.
Padre Andrés Tocalini – “La Blanca Señora de los pobres”.
Relatos de angustia y dolor realizaron madres, abuelas y exadictos en una jornada que buscó generar conciencia y mayor compromiso desde todos los sectores de la sociedad.
En el marco de las actividades por el Día Contra el Uso Indebido de Drogas, el padre Carlos “Charly” Olivero brindó una charla en la parroquia María Madre de la Iglesia, en la que abogó por una pastoral preventiva con respecto a la problemática de las adicciones y consideró: “La droga no tiene la última palabra. Es importante hacerse cargo de la vida y de las dificultades que tenemos. La vida es mucho más libre. La droga no es el destino final y fatal; se puede pelear”.
El sacerdote sostuvo que “es muy difícil la fe en soledad” y dijo que como una comunidad, la parroquia puede pensarse en términos preventivos: “Es necesario seguir la lógica integral y pensarnos en colaboración con el especialista. Nunca en términos de competencia, porque hace falta la respuesta específica pero no es suficiente. Los problemas complejos piden comunión y la colaboración de cada una de las dos partes que intervienen”.
“La parroquia es el barrio. Las personas son las que están en nuestro territorio. Si tenés un grupo de pibes en la esquina, Dios espera que vos escuches y acompañes. Hay que pensar más grande que nuestros edificios, en términos de nuestros territorios. A nosotros no nos toca mirar desde la eficacia. Nuestro lugar como Iglesia es otro”, aseguró y recordó una situación en la que tras acompañar de todas las formas posibles a un chico durante ocho años, éste terminó muriendo: “¿Qué no hicimos durante 8 años?, me pregunté. Nuestro lugar era estar al lado del sufrimiento de la madre. Me toca consolar a la mamá. Estamos desde la lógica del acompañamiento. Como la Virgen al pie de la cruz, no desde la lógica de la eficacia”, enfatizó.
El religioso relató otro caso donde un joven que estuvo durante mucho tiempo en la calle, ni bien ingresó al Hogar de Cristo, le descubrieron cáncer: “El lugar nuestro fue acompañar su agonía. Este pibe llegó para que lo acompañemos a morir”, sentenció.
Sobre el trabajo con personas con problemas de adicción, “Charly” llamó a superar prejuicios: “A veces cargamos tanto las tintas y en última instancia estamos hablando de personas enfermas, pérdidas, que no le encuentran mucho sentido a la vida. Es necesario animarse a correr las fronteras”.
En esta misma línea, consideró que el miedo es un obstáculo porque genera un compromiso a medias o sólo en aquello que nos incumbe. “Ahora, es importante dejarse desinstalar”, explicó y recordó que en oportunidad de que Bergoglio lavó los pies de 7 chicos de la villa durante una Semana Santa hace algunos años, éste les dijo: “Hay que recibir la vida como viene”. No poner un filtro. Lo que viene, acompañamos. Comprendimos que la vida como viene es Dios que viene. En ese pibe que llegaba roto era Dios quien llegaba. La vida te irrumpe. No éramos nosotros, desde nuestra idea quienes íbamos a hacer el camino. Sino Dios que viene. Hay que ponerle el cuerpo”.
Nota completa en la edición impresa del 27/06 Para leer nota original de La Mañana Online: http://www.lamañanaonline.com.ar/noticia/66375-la-droga-no-tiene-la-ultima-palabra
José Di Paola es uno de los curas que hace trabajo social en las villas y está acostumbrado a toparse con la dura realidad cotidiana. Desde ese lugar hace una evaluación de qué debería hacer el gobierno nacional.
El padre José ‘Pepe’ Di Paola, referente de los curas villeros, cuenta las necesidades que observa en su tarea pastoral en José León Suárez: la falta de trabajo y de alimento producto de la crisis económica y reclama una mayor asistencia en prevención y tratamiento de adicciones en chicos y jóvenes.
-¿Cómo describiría la situación social en villa La Cárcova, de San Martín, donde desarrolla su labor pastoral?
Estoy en la Parroquia San Juan Bosco y en realidad nuestra tarea abarca a varias villas de José León Suárez, no sólo La Cárcova. Es un momento difícil en general, como también lo escucho en las reuniones con sacerdotes, religiosas y laicos que trabajan en otros lugares del Gran Buenos Aires. Se nota que hay menos posibilidades laborales y esa es la gran preocupación y algo que vemos desde hace tiempo. La disminución de la oferta de trabajo de varias décadas a esta parte no se ha recuperado: San Martín, por ejemplo, era la capital de la industria. Sí hubo programas anteriores que apuntaron a repartir mejor el dinero, mucha gente pudo tener un vivir mejor a través de la AUH, programas o planes para poder acceder a la (escuela) secundaria o primaria. Pero el problema de fondo continúa.
-¿Observa que se agravaron los problemas en el último año?
No lo sé. Pero no se logra dar en el clavo con el tema del trabajo y producción para los sectores populares. Y creo que los aumentos que hubo o la disminución de trabajos formales e informales evidentemente ha generado una preocupación en la gente y ha afectado todos los trabajos en los barrios.
-¿Es visible esa frase tan recurrente que ‘se han cortado las changas’ en los barrios?
Es palpable. Incluso había rebusques que ayudaban a mantener a las familias o situaciones complejas que las personas podían atravesar a través de trabajos informales que se vieron afectados. Tareas que se llevaban adelante junto a la familia que han ido disminuyendo. Y, claro, algunas fábricas sí han entrado en crisis laborales en el último tiempo.
-¿Cuál es la mayor demanda por estos días en la parroquia?
No es sólo lo que escucho aquí sino también cuando hablamos con los compañeros de la tarea pastoral. El tema del trabajo, el poder tener una seguridad con un empleo y por lo tanto un ingreso. Evidentemente es lo principal. El tema del narcotráfico es transversal a toda la sociedad ya que no sólo la gente pobre lo sufre.
-En 2009 tuvo que abandonar la villa 21 por la amenaza narco. ¿Nota ahora una mayor determinación política en la lucha contra el narcotráfico?
Todavía es apresurado decirlo. Como Iglesia hemos pedido la declaración de la emergencia nacional en adicciones para garantizar la prevención y recuperación de los adictos. Y es un tema de análisis de los representantes de la Iglesia que ven un aumento en el consumo y, por lo tanto, también en la instalación del narco. Y no han aumentado en esa dimensión los dispositivos de prevención y recuperación.
-Pero Macri en diciembre declaró la emergencia en Adicciones con un acto en Olivos
Se hizo el decreto. Pero hay que ahondar y profundizar con los gobiernos provinciales, municipales y también con la sociedad civil. Se necesita una mirada más amplia y de todos incluso a nivel parlamentario. Debe ser una agenda prioritaria. Y tienen que inmiscuirse todos los actores de la sociedad como instituciones y organizaciones populares sino el tema decae y nos acostumbramos a esta situación y olvidamos que hay madres desesperadas porque sus hijos cayeron en una adicción y chicos que mueren o hipotecan su futuro.
-¿Y con qué peligros se enfrentan hoy los chicos en las villas?
En los barrios vulnerables es donde más se hace. Los curas llevamos adelante allí el programa Hogar de Cristo. Hay iniciativas que parten de la comunidad y que son las más valiosas, porque la comunidad va tomando el tema, va organizándose y atendiendo los mismos chicos. Y también se toma conciencia desde hace unos años de la necesidad de un trabajo en equipo desde estado el estado y con las organizaciones barriales.
-Pero hay menores que son cooptados como ‘soldaditos’ por las bandas narco.
En La Cárcova la utilización de los menores para cualquier delito es común. Por eso es más importante antes que bajar la edad imputabilidad ver qué sociedad le damos a los chicos. Como puede ser que un chico llegue a asumir una propuesta destructiva en lugar de una positiva: qué es lo que el estado y la sociedad le pueden brindar. Los chicos tienen que crecer con la pelota, con libros, con el deporte en general.
“En su cabeza está la Iglesia del mundo”
-¿Hace mucho que no habla con el Papa Francisco?
Estuve con él cuando fui hace más de un año al Vaticano, donde estuve cinco días para dar unas charlas. Lo vi muy bien, fortalecido, con una intuición muy grande: en su cabeza está la Iglesia del mundo no sólo cómo salió San Lorenzo. Hace poco lo vi por televisión en su gira por Egipto. Por teléfono no hablo.
-¿Y en aquella ocasión le preguntó por la situación social que vive la Argentina?
Sí, hablamos de todo. La mirada de él es del mundo, como los problemas de Medio Oriente por ejemplo, temas que a lo mejor acá no nos afectan en lo cotidiano. Está preocupado por los inmigrantes, las guerras, las hegemonías: temas muy serios en el mundo.
-¿Se acercan a la parroquia vecinos con hambre?
Es un tema recurrente aquellos que piden comida porque no llegan a poder comprarla. Por eso tenemos algunos comedores y damos ayuda alimentaria. Pero no se puede abarcar a todos. Uno también ve otras necesidades y en escuelas hemos hecho dispositivos de asistencia. Las necesidades de los sectores más marginales son mayores, hay que tener una mirada más amplia y hoy tenemos chicos que estudian la secundaria, porque vimos en el barrio la problemática de los de 16 años para arriba que dejaban la secundaria. Entonces articulamos con el Ministerio de Educación provincial y el año pasado surgió la escuela Juan Bosco. Y también curas de otras villas han replicado esto.
Se trata del profesional que realizó el segundo encuentro a los fines de avanzar en la conformación de los Centros o Hogares de Cristo que impulsa el Obispo Torrado Mosconi.
En la Casa de la Unidad se realizó el segundo encuentro a los fines de avanzar en la conformación de los Centros Barriales o Hogares de Cristo, que estarán destinados principalmente a jóvenes y a niños en la lucha de las adicciones y la drogadependencia.
La jornada estuvo encabezada por el titular de la Diócesis Santo Domingo, Monseñor Ariel Torrado Mosconi.
En la oportunidad se escuchó el mensaje del miembro del área de Abordaje Pastoral y Comunitario de las Adicciones de Cáritas Nacional, licenciado Pablo Vidal, quien narró la manera en que está trabajando en la Villa 21-24, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Previo a ello, y al poner en marcha la reunión, el Obispo, invocó al Espíritu Santo y se oró en consecuencia a los fines que ilumine el camino del emprendimiento.
En diálogo con Cadena Nueve el licenciado Pablo Vidal recordó aspecto del primer encuentro, la experiencia que llevan adelante desde 2008 cuando se creó el primer Centro Barrial en la capilla Caacupé en la villa 21-24 y que el entonces cardenal Jorge Bergoglio y el Padre “Pepe” Di Paola inauguraron con apenas siete jóvenes. Hoy, a ocho años de su creación, contiene a más de mil familias.
Cabe recordar que desde que llegó de Santiago del Estero, el obispo Monseñor Ariel Torrado Mosconi, ha manifestado en reiteradas ocasiones su profunda preocupación sobre el avance de las drogas y la necesidad inminente de trabajar en este aspecto desde la Iglesia.
Al respecto, avanza para que un centro barrial sea realidad.
Contar la misma historia pero de una manera diferente
El Padre Pepe es uno de los párrocos que lucha contra las drogas desde el interior de las villas porteñas. Vivía junto a otros sacerdotes en Villa 21, pero debió dejarla en 2010 tras sufrir amenazas de los narcos. Conocé cómo es un día del cura José Di Paola.
Por Fernando Maldonado
La caja de cambios funciona al 50%: en cada semáforo, tiene que luchar con la palanca para poner primera y lograr avanzar. Cuando la luz pasa de roja, a amarilla y, finalmente, verde, José María “Pepe” di Paola acelera, pero el auto no se mueve. “Esta cosa ¡Siempre me hace lo mismo!”, se queja. “El profe”, así es el apodo de Miguel Altube, que está sentado en el asiento del acompañante y lo ataja: “Y, si vos no lo mandas a arreglar, va a estar así y peor”. La pintura de la carrocería está gastada y en mal estado. Encima de la guantera, hay un pequeño ventilador a pilas que Pepe usaba para refrescarse: usaba, porque ahora los cables están cortados y sólo sirve de adorno. El limpia parabrisas parece ser una de las únicas funciones del auto que responde correctamente. “Craccc”, cruje la caja de cambios mientras Pepe pregunta indignado: “Qué buena idea tuvo el que inventó el semáforo, ¿no?”. El cura villero es dueño de un Toyota Luna modelo 99, que corcovea cada vez que se pone en marcha. “Es un auto viejo, lo compré hace varios meses gracias a una amiga que me ayudó con el pago —relata— Pero me resulta barato porque anda a gas: si le cargo 20 pesos tira el día entero. En fin, te arreglas con lo que tenés”. Es medianoche y di Paola sigue frente al volante, después de casi dos horas de manejo. “Ya estamos llegando a La Cárcova, por suerte por acá no hay tantos semáforos”, dice y se ríe.
El sacerdote José María di Paola —o “el padre Pepe”, como todos lo conocen—, nació el 12 de mayo de 1962 en Burzaco, y se ordenó en 1987. Es hijo de José y María, un médico y una ama de casa, y el mayor de tres hermanos.
Durante 14 años, fue párroco de la Parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé, en la villa 21–24 y Zavaleta, Barracas, de donde tuvo que irse tras recibir amenazas de muerte por su trabajo en la prevención del consumo de drogas. Tras dos años de intensa labor en Campo Gallo, Santiago del Estero, Pepe volvió para instalarse en uno de los asentamientos más pobres del conurbano bonaerense. Desde hace casi 1 año, vive en villa La Cárcova —localidad de José León Suarez, Partido de San Martín— donde, hasta entonces, no lo había hecho ningún cura.
Hoy, tiene a cargo un área pastoral que abarca villa La Cárcova, cercana a la cual se ubica la capilla Nuestra Señora del Milagro, y los barrios 13 de Julio (también conocido como Ciudad de Dios) e Independencia. En éste último hay dos capillas, San Francisco Solano y Virgen de Itatí. Las villas se encuentran ubicadas a orillas del río Reconquista, uno de los dos más contaminados del país, y se estima que entre las tres viven aproximadamente 20 mil personas.
“Cada cura tiene su carisma particular. Mi vocación siempre fue el trabajar con los jóvenes y en los barrios marginales. En Santiago del Estero estaba muy bien, hacía falta, y han quedado dos sacerdotes continuando la tarea; pero lo mío tiene que ver más con esto que estoy viviendo ahora o que viví en la villa 21–24”, explica di Paola mientras maneja. “Por eso la decisión de volver. Y éste fue el lugar elegido dado que San Martín es una diócesis en donde las villas son muchas y no hay prácticamente sacerdotes dedicados a ellas”.
Pepe detiene la marcha frente a Nuestra Señora del Milagro, a una cuadra de la villa, y guarda el auto en el garaje de un amigo y vecino del barrio. “¿Qué comemos hoy Pepe?”, pregunta “el profe” mientras se bajan del desvencijado Toyota. “Mmmmm, no sé, habría que ver, ya es tarde y los kioscos seguro están cerrados”, duda Pepe mientras se cuelga al hombro una mochila y cierra tras de sí la puerta del garaje. “Chau, y perdón por venir a hacer ruido tan tarde”, le dice al dueño de casa, que responde: “No pasa nada, padre, nos vemos mañana”.
El cielo está nublado y relampaguea; las calles, inundadas. Ya no llueve, pero unas horas antes diluvió sobre la Capital y el conurbano bonaerense. Mientras “el profe” y Pepe caminan rumbo a la villa, el cura marca un número en su celular y dice: “Voy a llamar a casa para ver qué hay para comer”. Del otro lado, alguien atiende. “Hola, ¿Alejandro?”, pregunta y, tras la respuesta, vuelve a interrogar: “¿Qué hay para comer?”. Pasa un instante. “¿Nada?”. Silencio. “¡Pero el arroz no me gusta!”. Le pide a su interlocutor: “Bueno, igual hacete el arroz para acompañar el pescado enlatado”. Y termina la conversación: “Listo. ¡Aaaahh…! ¿Hay vino?”. Tras la respuesta, agrega: “¡Noooo! El vino de misa no; el común, para acompañar la cena”, y se ríe. “Bueno dale, en un rato llegamos. Chau”.
Guarda su celular y empieza a llover nuevamente. “Profe vamos a ver si encontramos por el camino un kiosco abierto, pero rápido porque nos mojamos”, dice el sacerdote a su compañero. A cada paso, el barro cubre más los zapatos negros de Pepe. En una esquina, refugiados debajo del techo de chapa de una casilla, un grupo de jóvenes toma cerveza y juega a las cartas. “Buenas, muchachos”, los saluda di Paola. “Buenas noches, padre”, responde el grupo al unísono. El cura y “el profe” siguen caminando por la calle embarrada.
A lo lejos, se distingue un cartel con letras en imprenta mayúscula: “MAXIKIOSKO”. El kiosquero los atiende detrás de una venta enrejada. Pepe hace el pedido: “¿Me das una Coca Cola, una Levité, soda, una cerveza y lo principal: un vinito de un litro?”. Pagan y se van llevando los víveres: el padre, agarra el vino y la soda; lo demás, lo carga el profe.
Los pasillos de la villa están cubiertos de agua. “Profe, tené cuidado, te podés caer; y después no te levantas más, ¡ya estás viejo!”, bromea Pepe. “El profe” no se queda atrás: “Te aseguro que ahora no me voy a caer: ¡menos con las bebidas en las manos!”.
A unos metros del portón que da a la casa de madera en que vive Pepe, dos vecinos con el torso desnudo hacen una canaleta para que corra el agua. “Hola padre, ¿cómo anda?”, saluda uno de ellos. “Un poco mojados, pero bien, ¿entró agua a la casa?”, les pregunta di Paola. “No, pero si no hacemos que corra, va a empezar a entrar. Padre, ¿tiene algún animal adentro de su casa?”, pregunta el otro hombre, mientras sostiene una pala. “No, ¿por qué?”, se sorprende el cura. “Na, porque se escuchan ronquidos y, a veces, hay otro que canta”. Las risas estallan. “¡Noo, seguro son Alejandro y Luis, dos amigos que están adentro”, dice Pepe y los despide.
Afuera, llueve a cantaros; pero, dentro de la casa, no hay agua: se olvidaron de cargar el tanque. La casilla del sacerdote tiene una pequeña sala con una mesa con sillas y un televisor. Además, hay tres habitaciones: en cada una, apenas si caben las camas de una plaza y alguna mesita, nada más. En la cocina, hay una heladera que a veces se apaga y, arriba de la hornalla, una olla de aluminio con el arroz que acaban de preparar Alejandro y Luis, dos amigos a quien Pepe conoció cuando era párroco en Barracas y que ahora, incondicionales, lo siguen a donde vaya.
“Chicos, ¿pueden hablar más bajo? Porque se escucha todo: recién el vecino me dijo que escuchó ronquidos y a uno que cantaba”, los increpa Pepe. “¿En serio? Es el boludo de Luis, que cuando se pone los auriculares crotos, empieza a cantar horriblemente —se defiende Alejandro—. Lo peor es que cuando se duerme, como ahora, ronca como un cerdo”.
Todos ayudan a servir la mesa y, a los dos minutos, no hay espacio para nada más: están las botellas de Coca, cerveza y Levité; el vino y la soda, queso rallado, dos rollos de servilletas, una bolsa de pan, una lata de pescado abierta, escarbadientes, un paquete de sal, y un espiral para espantar los mosquitos que no dan tregua. Ya está todo listo para empezar a comer.
“¿Por qué molestan tan tarde? Ya no es hora de que estén haciendo ruidos, ¡me despertaron!”, se queja Luis mientras sale sin remera de su cuarto. “¡Tapate la panza, gordo!”, le grita Alejandro. “Yo sé que te gusto”, contesta Luis mientras vuelve a meterse al cuarto para salir con una camisa y sus anteojos puestos.
Al cabo de media hora, se terminan casi todas las bebidas. “¡Uyyy, ya se terminó el vino, che!”, dice Pepe. “¿Y qué esperabas, si lo tomas como agua?”, contesta Luis riéndose. “El profe” cabecea del sueño en su silla. “Bueno chicos, vamos a dormir porque mañana tenemos que hacer muchas cosas. A las ocho hay que estar arriba”, anuncia el cura. Cada uno levanta su plato y, luego de limpiar la mesa, se van a sus respectivos cuartos.
En su habitación, Pepe tiene un ventilador que permanece encendido toda la noche, aunque no haga calor. “Lo uso para espantar los mosquitos”, se justifica. Además de la cama, hay una mesita de madera llena de libros y un reproductor de CDs que, al igual que el ventilador, funciona sin pausa: reproduce una y otra vez el mismo disco de folklore argentino.
Domingo
Cuando a las ocho de la mañana suena el despertador, todos se levantan sin quejas. Pepe sale del baño con el cepillo de dientes en la mano y la toalla sobre la espalda. Alejandro prepara el mate, saca un paquete de galletitas y los pone en la mesa. “Ya está listo mi cielo, vení vamos a tomar unos matecitos”, le anuncia entre risas a Luis, que le responde mientras se sienta: “En cualquier momento me caso con vos”. “Esta pareja loca, ¡siempre se están peleando!”, bromea el cura. “Y, es normal, porque este boludo de Luis no me respeta”, le responde Alejandro mientras seba el primer mate. Luis se prende: “¡Si sos peor que una mina!”.
Mientras, Pepe conversa con “el profe”, a quien llaman así por ser quien da apoyo escolar a los chicos del barrio. “Che profe, vos siempre tenés cara de sueño. ¿Dormís poco?”. “Sí, sólo cuatro horas al día, por eso me quedo dormido en todos lados”, le responde. Di Paola, dice: “En Santiago del Estero, la siesta de una hora era un requisito para poder seguir con las actividades: todo el mundo se toma esa siesta. Pero acá, ¡olvídate!”.
Amaneció nublado, pero sin la lluvia de la noche anterior. Cada uno agarra sus cosas y se preparan para empezar las actividades del día. Pepe, con su inseparable mochila sobre la espalda, abre la puerta y sale; los demás, lo siguen. Mientras camina por las calles de tierra de La Cárcova, los vecinos se acercan y lo saludan. El sacerdote los invita a participar de la misa; ó, sencillamente, a que se acerquen a la parroquia y lleven a sus hijos.
“Todavía no están acostumbrados a ver a un sacerdote caminar todos los días por la villa, porque es la primera vez que un cura vive adentro de La Cárcova”, explica Pepe.
Levantada sobre basurales, en el cordón del CEAMSE (Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado), esa villa toma el nombre de una de las calles que marcan su límite y responde al apellido del pintor argentino —Ernesto de la Cárcova— cuya obra más célebre es, paradójicamente, el óleo “Sin pan y sin trabajo”, (ver en la galería de arriba) en donde se muestra la miseria en que vive una familia pobre.
Al llegar a la Iglesia, Pepe abre las puertas y, cada tanto, hace sonar las campanas. Mientras, llama a Alejandro y al “profe” para pedirles que, al final de la misa, lo encuentren en la estación de trenes de José León Suárez, en dónde al costado se encuentra una ermita del Gauchito Gil. De a poco, la capilla se va llenando de gente. El coro —del que participan Emanuel, en el teclado; Joaquina, con la guitarra y Joaquín, a cargo del cajón peruano— practica las canciones. A la diez en punto, un Pepe despeinado y acompañado por dos monaguillos mujeres, entra y saluda con su habitual sonrisa. Durante la misa, habla sobre el trabajo que va a realizar en el barrio, y pide la participación y la colaboración de los presentes. “La unión de toda la comunidad hace que las cosas salgan bien”, les asegura.
Cuando termina la celebración, vuelve a saludar uno por uno a los feligreses mientras se retiran. “Luis, ¿qué vamos a comer? Yo estaba pensando en una picada, ¿qué decís?”, le pregunta Pepe a su amigo, una vez que termina de despedir a los vecinos. El cura se saca la sotana y, tras meterla adentro de su mochila, sale caminando rumbo a la estación de trenes, ubicada a 20 cuadras, cerca de la cual volverá a celebrar misa. “¡Mirá, es el padre Pepe!”, dice una señora que tiene un puesto de diarios en la estación cuando lo ve pasar.
Alejandro y “el profe” lo estaban esperando. En plena calle, frente a una ermita del gauchito Gil, habían colocado una mesa de un metro y medio de largo, dos parlantes y un micrófono. “Hay que motivar a la gente buscando cómo se expresa religiosamente acá: y eso es a través del gaucho Antonio Gil. Así como cuando llegué a Barracas veía ermitas de la Virgen de Caacupé en cada casa, acá es el gauchito”, explica el padre Pepe. Durante la celebración, bautiza a varios chicos y una pareja, vestida con el traje típico del gauchito, le regala una remera roja con la cara del venerado correntino. Todos quieren sacarse fotos con el cura y le piden la bendición. “¡Estamos muy contentos con el padre en nuestro barrio!”, dice una señora cuyo hijo acaba de ser bautizado.
Mientras tanto, Luis y otros amigos que visitan a Pepe los domingos, lo esperan con una mesa de 15 metros preparada en el patio de la casa del cura: la picada está lista. “Al fin llegaste, ¡ya te empezaba a extrañar!”, le dice Luis, sentado en la cabecera, cuando lo ve llegar. Además, preparan un asado: “Va a estar a eso de las 15”, dice un asador amateur mientras intenta prender los carbones. “¡Menos mal que íbamos a comer a las 12!”, se queja Alejandro. En la mesa hay 25 personas, ocho botellas de Coca-Cola, una ensaladera con arroz frío y arvejas, una soda y un vino de litro y medio junto a Pepe. Cada 15 minutos, le suena el celular: tiene una agenda muy apretada, pero siempre está dispuesto a escuchar a todos. Al cabo de una hora y media, la carne está lista. “Panza llena, corazón contento”, dicen sonrientes los comensales. “Estaba sentado justo acá cuando nos enteramos de que Bergoglio era el nuevo Papa”, recuerda Pepe en la sobremesa. “La verdad que la noticia nos sorprendió a todos”.
A las 17, tiene que ir a celebrar la última misa del día en la capilla San Francisco Solano, en el barrio Independencia. Se sube a su auto, pone primera, acelera y, esta vez, arranca sin problemas.
Sentados en sillas blancas de plástico, los fieles lo reciben como a un amigo de toda la vida. El cura sonríe y da comienzo a la misa: con la mano derecha agarra el micrófono y guarda la izquierda dentro del bolsillo. “Participar en la vida de la Iglesia no es solamente venir y estar en la misa, eso es sólo un culto”, les dice a los presentes.
Luego de misa, acompañado por Carlos, vecino de Independencia, recorren uno de los sectores más desoladores del barrio. El aire está saturado del humo que desprende el llamado “cementerio de autos”, un lugar donde se incineran carrocerías maltrechas, y la respiración se vuelve dificultosa. Las casillas allí son aún más precarias que en resto de la villa. Los niños juegan entre los desechos. Para ellos, el paisaje es habitual. Pepe saluda a los chiquitos que se agolpan a su alrededor. Emocionado, el sacerdote afirma: “Con la fe, se puede lograr lo imposible”. Su vocación siempre fue ésa: el trabajo con los niños y jóvenes de los barrios marginales.
Luego de despedirse, vuelve a subirse al auto. Enciende las luces, se acomoda en el asiento, se coloca el cinturón de seguridad, pone primera, acelera, y avanza satisfecho sobre una calle sin semáforos.
Liga del Potrero – Pbro Damián Reynoso – Ciudad Oculta – Villa 15
El arte te puede salvar – Entrevista a Beto Romero .- artista plástico Villa 21-24
Los pibes y su música en los barrios – “Clan Oculto”, rap – Villa 15 – “Agitala”, cumbia – Villa Soldati.
Amanecer bajo los puentes: Teatro por la integración. – Francisco Ghiglino
– SANTUARIOS: Peregrinando al Santuario de Lourdes y “ Visita al “Curuzú Gil”
CASABIERTA A LA VIDA: un espacio para animar la vida (desde adentro) – Pbro Miguel Dedyn – Pquia Ntra Sra del Carmen, Benavídez, partido de Tigre.
Jugar en el barrio – Leandro Dellatorre – Programa Barrios en Juego – Subsecretaria de Deportes del GCBA
En lo cotidiano se juega la verdadera integración – Hermana Verónica Pérez y Omar Alzugaray, psicólogo – Centro de día y Hogar Sagrada Familia – Obra Don Uva.
Los pibes le dicen NO A LA BAJA (de la edad de imputabilidad)
En un contexto internacional donde hay un creciente deseo de levantar muros en lugar de tender puentes entre los pueblos, en un escenario local de declaraciones racistas y xenófobas de gran parte del arco político, replicadas hasta el hartazgo por los medios masivos de comunicación, surge un decreto de necesidad y urgencia que endurece las leyes de migración y de ciudadanía, salteando la discusión legislativa, espacio apropiado para el tratamiento de un tema tan delicado.
Los sacerdotes que vivimos en las villas, barriadas y asentamientos de GBA y CABA (Gran Buenos Aires y Ciudad Autónoma de Buenos Aires) estamos muy preocupados por las consecuencias discriminatorias de la medida implementada desde el gobierno nacional, y por su consecuente incentivación del racismo y la xenofobia en nuestro pueblo.
Rechazamos la estigmatización del migrante, identificándolo con el delito, responsabilizándolo del problema de la droga, la inseguridad y de todos los aspectos negativos de la sociedad. El problema no es la inmigración, el problema es el delito.
Advierte el Papa Francisco que “ningún pueblo es criminal o narcotraficante o violento. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión”(1).
¿Cómo llamar “igualdad de oportunidades” a una medida que deporta a un extranjero sin condena, por el hecho de ser acusado de resistir a la autoridad, vender en la vía pública, ejercer la prostitución o ser protagonista de un accidente automovilístico grave? Entendemos que aunque el objetivo de la norma fuera el de dar celeridad a la deportación de narcotraficantes y delincuentes, en la práctica la medida lleva a una persecución de todos los inmigrantes, que ya no podrán ni sonreír delante de un policía por miedo a ser deportados.
¿Cómo hablar de “igualdad de oportunidades” cuando como sociedad escuchamos a diario el llanto de las niñas y niños, hijos de los migrantes, que en las escuelas sufren la discriminación y la violencia cotidiana; cuando vemos el modo en que muchos migrantes son explotados a causa de su situación aceptando trabajos indignos?
Como sacerdotes católicos afirmamos que los posicionamientos discriminatorios son profundamente anticristianos.
Como vecinos de las villas, barriadas y asentamientos en que vivimos somos testigos diarios del sufrimiento causado por la xenofobia y el racismo. Estamos convencidos de que la explotación que a menudo sufren los migrantes es causada por los muros invisibles de la discriminación, que nos separan de ellos como de los otros, insensibilizándonos e instalándonos en la defensa imaginaria de un miedo que sólo se justifica en el prejuicio.
La Dirección Nacional de Política Criminal en Materia de Justicia y Legislación Penal publicó en 2016 el “Sistema Nacional de Estadística sobre ejecución de la Pena” (SNEEP) 2015. En el informe se indica que solo el 6% de los privados de su libertad son extranjeros. Es casi la misma proporción que la de extranjeros en la población general. Es decir, de los casi 2.000.000 de extranjeros que habitan nuestra patria, solo el 0,2 están privados de su libertad. ¿De dónde nace entonces la identificación del inmigrante con el delito? ¿Cuál era la urgencia que instaló el tema en la agenda política y mediática?
Vemos en este momento el inmenso riesgo de profundizar la fragmentación de nuestra patria, aniquilando nuestro sueño nacional de pueblo, y dejándonos con los horizontes fragmentados de grupos divididos y autorreferenciales. Esperamos que nuestros dirigentes, del espacio político que sean, nos ayuden a mirar más lejos, a vislumbrar el horizonte de Nación que como pueblo nos merecemos, superando la búsqueda cortoplacista del impacto mediático y el rédito político.
Entendemos el dolor y la impotencia de quienes sufrieron algún hecho de inseguridad, pero queremos afirmar que una cosa es ser delincuente y otra muy distinta es ser inmigrante, y que la relación entre ambas situaciones solo se origina en posicionamientos públicos, políticos y mediáticos nacionales e internacionales que calan hondo en el pueblo, conduciéndolo a la división y el racismo.
Estamos convencidos de que debemos recibir a los migrantes como recibiríamos al mismo Jesús. Que en lugar de los posicionamientos discriminatorios, xenófobos y racistas, nuestro pueblo tiene reservas morales que nos invitan a la solidaridad y a la hospitalidad. Por eso preferimos una legislación que no se enfoque tanto en castigos sino en tratar de dirigir todo el potencial de los migrantes para el bien común de nuestra Nación.
Creemos necesario señalar que los narcotraficantes, los delincuentes de la trata de personas, los terroristas y criminales, no ingresan por los controles migratorios. La droga no ingresa por los controles oficiales, y si lo hace, es con la complicidad de funcionarios que lo permiten. El endurecimiento de las medidas migratorias no es contra los delincuentes, sino contra la familia trabajadora.
APROXIMACIONES AL TEMA DESDE LA SAGRADA ESCRITURA, EL MAGISTERIO Y LA HISTORIA ARGENTINA
La Biblia está llena de migraciones.
A Abram, el padre de la fe, le toca vivir un momento muy difícil migrando al país de Negueb.
Migraba buscando nuevas tierras donde establecerse.
El pueblo de Israel estuvo esclavo en Egipto, y migró por el desierto rumbo a la tierra prometida, que estaba ocupada, viviendo la situación traumática de tener que instalarse precariamente en los alrededores de la ciudad. Luego, cuando el pueblo estuvo cómodamente establecido y había perdido la memoria de sus sufrimientos pasados, Dios le recuerda su deber de solidaridad. “También ustedes amarán al extranjero, ya que han sido extranjeros en Egipto”(2). Era necesario que Dios lo recordara porque la comodidad adormece el corazón, y el satisfecho deja de percibir el dolor de su hermano.
En el Antiguo Testamento los inmigrantes constituyen, junto con los huérfanos y las viudas, la trilogía típica del mundo de los marginados. Una y otra vez, se recuerda el deber para con ellos. En la actualidad, no están en una situación muy distinta.
En sus normas de conducta, Israel tiene clara la prohibición de oprimir, de explotar, atropellar, defraudar el derecho del migrante: “No oprimirás al extranjero”; “No lo molestarás”; “No lo explotarás”; “No defraudarás el derecho del emigrante”; “Maldito quien defrauda de sus derechos al emigrante”. Porque es muy fácil aprovecharse del inmigrante, incluso hoy pareciera que queremos y buscamos su trabajo (en la albañilería, los talleres textiles, las quintas, etc.) pero a ellos no los queremos (3).
Ya en el Nuevo Testamento María y José sufren la discriminación del migrante y son rechazados en Belén, llegando incluso a improvisar el lugar de nacimiento del niño Jesús en un establo.
Jesús, el Señor, eleva al extranjero a signo de la acogida de su Reino y se identifica personalmente con el inmigrante: “Fui extranjero y me acogisteis” (Mt. 25,35). La tradición espiritual de la Iglesia recoge la identificación, y la regla de San Benito sentencia: “El huésped es Cristo”.
San Pablo proclamará que la unidad es más profunda que la división: “Ya no hay judío ni griego, ni hombre ni mujer, ni esclavo ni libre porque todos sois uno en Cristo” (Gal. 3,28).
El Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, en su decreto Erga Migrantis Caritas Christi del 2004, denuncia que la globalización es del capital pero no del hombre (4).
El tema aparece con mucha fuerza en el Papa Francisco, quien una y otra vez llama a la hospitalidad que nace de la fe y a la memoria familiar adormecida por la comodidad: “en la experiencia dolorosa de estos hermanos y hermanas volvemos a ver la del niño Jesús, que en el momento del nacimiento no encontró alojamiento y vio la luz en la gruta de Belén”(5); “las personas de este continente no le tememos a los extranjeros porque muchos de nosotros fuimos extranjeros. Lo digo como hijo de inmigrantes, consciente de que muchos de ustedes también descienden de inmigrantes”(6). “Es, en verdad, un problema del mundo. Nadie debería verse obligado a huir de su Patria. Pero el mal es doble cuando, frente a esas circunstancias terribles, el emigrante se ve arrojado a las garras de los traficantes de personas para cruzar las fronteras y es triple si al llegar a la tierra donde creyó que iba a encontrar un futuro mejor, se lo desprecia, se lo explota e incluso se lo esclaviza. Esto se puede ver en cualquier rincón de cientos de ciudades.”(7)
En nuestro país desde hace más de un siglo que el porcentaje de inmigrantes se ha ido reduciendo poco a poco. En 1917 el 30% de los habitantes era extranjero. Hoy apenas el 4% por ciento lo es. Sin embargo nos presentan una realidad ficticia donde estamos “invadidos de extranjeros”.
Desde el punto de vista cultural e histórico, nunca hemos considerado “extranjero” a un boliviano, a un peruano, a un uruguayo o a los latinoamericanos en general.
¿Cómo considerar extranjero a un boliviano si el primer Presidente de nuestro territorio fue Cornelio Saavedra, nacido en Potosí, titular de la Primera Junta en 1810?
¿Cómo considerar extranjero a un peruano, si Ignacio Álvarez Thomas, nacido en Arequipa, fue Director Supremo de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, cargo equivalente a Presidente de la Nación?
¿Cómo considerar extranjero a un paraguayo, si fue Asunción la fundadora de Buenos Aires?
¿Cómo despreciar a los inmigrantes si históricamente muchos argentinos han debido emigrar por motivos políticos, laborales y de otra índole?
¿No fue José de San Martín el Libertador de Sudamérica?
En nuestra declaración del año 2007 sobre la urbanización de los barrios obreros habíamos señalado que: “Valoramos la cultura que se da en la villa, surgida del encuentro de los valores más nobles y propios del interior del país o de los países vecinos, con la realidad urbana. La cultura villera no es otra cosa que la rica cultura popular de nuestros pueblos latinoamericanos. Es el cristianismo popular que nace de la primera evangelización; el pueblo siempre lo vivió como propio, con autonomía, y siempre desde su vida de cada día. Es un cristianismo no eclesiástico, ni tampoco secularista, sino con auténticos valores evangélicos”.
Ya señalábamos el aporte de los migrantes. Ellos no se llevan nada. Llegan con sus manos llenas de experiencias, vivencias, historias y culturas que no hacen más que enriquecernos como personas y como sociedad. Incluso los jóvenes que vienen a estudiar nos aportan también sus conocimientos y mantienen nuestra amistad e influencia social y cultural. Los migrantes aportan una fuerza económica insustituible y dignificadora: el trabajo. La construcción de nuestras casas, la ropa que usamos, las frutas y verduras que consumimos, incluso el cuidado de nuestros enfermos y de nuestros mayores… todo está relacionado al trabajo de inmigrantes que nos ofrecen su cuidado y dedicación.
Que la Virgen de Guadalupe, patrona de toda América, nos enseñe el camino de la inclusión y la hospitalidad. Que no sea el miedo el que nos conduzca, sino el amor a todas las personas que pisan nuestro suelo argentino.
P. José María Di Paola: Villa La Carcova, 13 de Julio y Villa Curita. Diócesis de San Martín
P. Gustavo Carrara, P. Eduardo Casabal, P. Ignacio Bagattini: Villa 1-11-14. Arquidiócesis de Buenos Aires
P. Lorenzo de Vedia, P. Carlos Olivero, P. Gastón Colombres: Villa 21-24 y Zavaleta. Arquidiócesis de Buenos Aires
P. Guillermo Torre, P. José Luis Lozzia: Villa 31. Arquidiócesis de Buenos Aires
P. Domingo Rehin: Villa Lanzone, Villa Costa Esperanza. Diócesis de San Martín
P. Juan Manuel Ortiz de Rosas: San Fernando. Diócesis de San Isidro.
P. Basilicio Britez: Villa Palito. Diócesis de San Justo
P. Nicolás Angellotti: Puerta de Hierro, San Petesburgo y 17 de Marzo. Diócesis de San Justo
P. Sebastián Sury, P. Damián Reynoso: Villa 15. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Eduardo Drabble. Santuario San Cayetano. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Pedro Baya Casal, P. Adrián Bennardis: Villa 3 y del Barrio Ramón Carrillo. Arquidiócesis de Buenos Aires
P. Juan Isasmendi, P. Joaquín Giangreco: Villa Trujuy. Diócesis Merlo-Moreno.
P. Nibaldo Leal: V. Ballester. Diócesis de San Martin.
Carlos Morena, Ángel Tissot, Mario Romanín, Alejandro León, Juan Carlos Romanín: Salesianos. Villa Itatí. Don Bosco.
P. Hernán Cruz Martín: Barrio Don Orione – Claypole. Obra Don Orione.
P. Dante Delia: Villa Borges. Diócesis de San Isidro.
P. Antonio Mario Ghisaura: Villa Tranquila. Diócesis Avellaneda-Lanús.
P. Eduardo González, Vicario general. Diócesis de San Martin.
P. Luciano Iramain, B° Los Polvorines. Diócesis de San Miguel.
El padre argentino José María Di Paola “Pepe”, sacerdote “villero” (de periferia), amenazado de muerte (suerte que le tocó el pasado 5 de octubre a su amigo, el padre Juan Viroche), fue propuesto esta mañana por el Papa Francisco como un ejemplo para la Iglesia y para los párrocos romanos, con los que se reunió en la Basílica de San Juan de Letrán.
El padre Pepe “es un grande”, dijo Bergoglio, quien contó un episodio de “un joven que se estaba recuperando en el Hogar de Cristo del padre Pepe en Buenos Aires. Decía que el padre Pepe lo había ayudado mucho. Que un día le había dicho que no podía más, que sentía mucho la falta de su familia, de su mujer y de sus dos hijos y que se quería ir, pero el padre le dijo: ‘¿Y antes, cuando ibas a drogarte y a vender droga, te faltaban los tuyos?’ ¿Pensabas en ellos?’”.
“Yo – le dijo ese hombre al Papa Francisco, quien recordó hoy sus palabras – hice gesto de ‘no’ con la cabeza, en silencio, y el padre, sin decirme nada más, me dio una palmada en el hombro y me dijo ‘Ve, basta así’, como para decirme: date cuenta de lo que te sucede y de lo que dices. Agradécele al Cielo que ahora sientes que te faltan’”.
“Ese hombre – comentó el Papa – decía que el sacerdote era un grande, que le decía las cosas en la cara y esto lo ayudaba a combatir, porque era él que tenía que poner toda su voluntad”. “Cuento esto – les explicó Francisco a los párrocos de la diócesis de Roma – para hacer ver que lo que ayuda en el crecimiento de la fe es tener juntos el propio pecado, el deseo del bien de los demás, la ayuda que recibimos y la que debemos dar nosotros”.
“A mí me gusta repetir – agregó Bergoglio, quien antes del encuentro había confesado a doce sacerdotes – que un sacerdote o un obispo que no se siente pecador, que no se confiesa, que se encierra en sí mismo, no progresa en la fe. Pero hay que estar atentos para que la confesión y el discernimiento de las propias tentaciones incluyan y tengan en cuenta esta intención pastoral que el Señor quiere darles”.
“No vale – concluyó Francisco – sentirnos perfectos cuando desarrollamos el ministerio y, cuando pecamos, justificarnos por el hecho de que somos como todos los demás. Es necesario unir las cosas: si reforzamos la fe de los demás, lo hacemos como pecadores. Y cuando pecamos, nos confesamos por lo que somos, sacerdotes, subrayando que tenemos una responsabilidad con las personas, no somos como todos”. (AN)
Delegados de la Pastoral de Drogadependencia y referentes de organizaciones sociales vinculadas a este problema mantuvieron este miércoles una reunión con legisladores en la Cámara de Diputados de la Nación, donde reclamaron la urgente sanción de una ley de emergencia en adicciones.
La petición se fundamentó en el decreto presidencial 1246/2016 que declara la emergencia nacional en adicciones hasta 2018, un período que consideraron “demasiado breve” para instrumentar un Plan Nacional en Prevención y Asistencia de las Adicciones.
Por este motivo, los representantes eclesiásticos y sociales propusieron que se sancione el proyecto de ley autoría de la diputada Silvina Frana, en cuyo artículo primero se declara la emergencia en adicciones en “todo el territorio nacional por el período de cinco años”, a partir de la sanción de la norma.
Asimismo, subrayaron la necesidad de que el programa de adicciones haga hincapié en la asistencia del consumidor de sustancias y que observe el cumplimiento de la Asignación Universal por Deporte, junto a la educación, la salud y el trabajo. En este sentido, destacaron que “el deporte, como Escuela de Vida, es una gran herramienta de prevención”.
“Nosotros pensamos en todos los que sufren y no tienen respuestas, participamos de esta reunión, después de cuatro encuentros federales y dos años de trabajo, escucha, intercambios y visitas, y nuestros delegados nos hacen conocer que la problemática de las drogas es a nivel nacional”, dijo el presbítero José María “Pepe” Di Paola, coordinador de la Comisión Nacional de Pastoral de las Adicciones y la Drogadependencia.
“Acompañamos a todos los que buscan trabajar en esta ley y estamos en contacto con todos los bloques, que nos llamaron a colaborar, queremos ayudar a lograr la mejor ley que se pueda, pensando en los que sufren”, sostuvo ante los legisladores.
Además del padre Di Paola, participaron de la reunión de comisión el obispo de Merlo-Moreno y referente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social para esta problemática, monseñor Fernando Maletti, el presbítero Carlos “Charlie” Olivera, de la Pastoral en las Villas de Emergencia, Víctor Lupo (Movimiento Social del Deporte) y de Silvia Alcántara (Madres contra el Paco).
Entre los diputados estuvieron presentes, además de la autora del proyecto, Alejandro Abraham (presidente de la Comisión de Adicciones), José Luis Gioja y Sandra Castro (San Juan), Marcos Cleri y Eduardo Seminara (Santa Fe), Miriam Gallardo (Tucumán), y el doctor Gustavo Moreno.
En la mañana de ayer, la Ministra de Desarrollo Social de la Nación, Carolina Stanley, visitó el hogar ubicado en el barrio La Cuchilla. La nueva casa para jóvenes en recuperación de adicciones avanza sostenidamente. Planifican un hogar para que mujeres puedan tratarse junto a sus hijos.
La titular de Desarrollo Social de la Nación, Carolina Stanley, visitó Gualeguaychú para conocer el Hogar de Cristo Nazareth, ubicado en el barrio La Cuchilla. En diálogo con ElDía, dijo que pudo “apreciar el trabajo que están haciendo, escuché los testimonios de los chicos, sus esfuerzos para salir del flagelo de las adicciones”. Además, contó que cuando los Hogares de Cristo comenzaron a funcionar en las villas de la Ciudad de Buenos Aires empezó a trabajar con ellos, “llevo acumulada unas cuantas experiencias, en Mendoza con el Padre Michael Belmont, en Santiago del Estero, Salta, Jujuy y otras provincias”, indicó.
Asimismo, la funcionaria calificó a la educación como “fundamental” para salir de situaciones límites. “La modalidad de los hogares que Monseñor Lozano inició en Gualeguaychú tiene que ver con acompañar comunitariamente, donde la escuela y la educación parten de la posibilidad concreta de que los chicos puedan superarse”, señaló la funcionaria nacional, al tiempo que destacó la charla que mantuvo con los chicos del hogar, en la que le contaron cómo salieron adelante “gracias a los estudios” y a partir de eso “empezaron a pensar y soñar cómo van a proyectar sus vidas”.
La casa y los nuevos proyectos
Dardo Caraballo es uno de los referentes de Hogar de Cristo en la ciudad. En el marco de la visita de los funcionarios –la ministra de Desarrollo Social llegó acompañada del titular de la Sedronar, Roberto Moro–, destacó la visita. “Recibimos un aliento muy grande con sus presencias, además de la promesa de ayudarnos en todo lo que puedan. Estamos felices, contentos, apreciando resultados incipientes con algunas de las personas que concurren al hogar”, quienes “oscilan entre los 12 y 50 años, tanto varones como mujeres: es una gran familia”.
Asimismo, Caraballo destacó que se avanza en la “construcción de una casa que nos va dar un poco más de comodidad en el desempeño de las tareas, y anhelamos una más para mujeres, que permita la recuperación de la mamá acompañada de sus hijos”.
La importancia de la prevención
El titular de la Sedronar, Roberto Moro, explicó que se trabaja en la “prevención y atención”, además de “distintos programas de los ministerios de Educación, Desarrollo Social y Trabajo, como el de la reinserción en el mundo laboral, la capacitación en oficios y la vuelta al colegio en sus distintos niveles”.
Dijo que en “la medida que encontremos personas que lleven adelante este tipo de proyectos, los vamos a apoyar, dado que se trata de una modalidad que funciona muy bien”.
En otro punto, señaló que se está haciendo hincapié –desde la Subsecretaría de Juventud- en la tarea de recuperar chicos que “estaban escolarizados y habían dejado los estudios”. Por otra parte, Moro indicó que también se trabaja con la base de datos de la Anses (Plan Progresar, Asignación por Hijo) para saber quién necesita ayuda, y sumarlos a planes específicos, como talleres en diferentes oficios”.
En esta línea sostuvo que trabaja en “tareas de prevención a los fines de que los jóvenes no caigan en distintos tipos de adicciones, y en la labor de atender a quienes son víctimas y de una vez por todas, comenzar a terminar con el narcotráfico”.
Notas:
– No a las drogas, sí a la Vida plena. – Mons. Fernando Maletti – Obispo de Merlo-Moreno. Referente de la Pastoral Social de a C.E.A. para la Pastoral de adicciones y drogadependencia.
Capellanes de Hospital: testigos del milagro de la vida, del milagro de la enfermedad, del milagro de la partida.
HOGAR DE CRISTO – La casita de la Esperanza: “Para que tengas ganas de curarte”.
Pensando la Salud en el Bajo Flores. – Padre Gustavo Carrara – Parroquia Santa María Madre del Pueblo – Villa 1-11-14 – Bajo Flores.
Cuando el deporte se hace salud. – Área de Asistencia a la Salud del Club Deportivo, Cultural, Social y Educativo Madre del Pueblo. Villa 1-11-14 – Bajo Flores.
– SANTUARIOS: Hacer de nuestra casa un lugar para encontrarse. // Omar Di Mario
Párroco del Santuario “Nuestra Señora que Desata los Nudos”.
#Entre sin Golpear – Jornada de la Comisión de Niñez, Adolescencia y Familia del Arzobispado de Bs. As.
“…historia de héroes”: Inclusión educativa, Estudiar enfermería en Villa Soldati. – Instituto Terciario Nuestra Señora de Fátima de Villa Soldati.
Dengue: La inequidad sanitaria en las villas favorece la epidemia. – Gustavo Daniel Moreno. Asesor Tutelar ante la Cámara de Apelaciones. Poder Judicial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Ver Para Aprender: Más allá de las paredes del consultorio. Fundación Oftalmológica Hugo D. Nano – Partido de San Miguel.
Respetar la vida y la dignidad de toda persona. V Congreso Nacional de Red Infancia Robada.
La posada. Padre Mario Ghisaura Villa Tranquila – Avellaneda
Gustavo Carrara, el cura párroco de la villa 1-11-14 del Bajo Flores porteño, asegura que bajar la edad de imputabilidad penal de los menores que cometen delitos “no solucionará nada” ya que “lo que hace falta es una presencia inteligente del Estado y no medidas lineales”
El sacerdote, que lidera un equipo parroquial en una las zonas más violentas de la capital argentina, agregó en diálogo con Télam: “Se dice que a estos pibes no les importa la vida y por eso matan. Pero si la vida vale poco afuera, acá en la villa vale menos”.
En su barrio, al que llegó en 2009 procedente de la Villa Fátima de Soldati, fue detenido el menor acusado de asesinar de un balazo, el pasado 24 de diciembre y después de un arrebato, a otro menor, Brian Aguinaco, un crimen que derivó en una pueblada vecinal.
“De eso no voy a hablar porque, frente a algo tan doloroso e irreparable, hago un acto de contrición”, advirtió el cura a esta agencia, con la que accedió a hablar -por primera vez después de aquel crimen- sobre la realidad con ve a diario.
El supuesto asesino de Brian, curiosamente identificado con el mismo nombre, fue detenido en la villa 1-11-14 luego de una denuncia anónima. Pero no pudo ser identificado por los testigos y quedó en libertad por su minoría de edad, tras lo cual fue enviado a Perú para que viva bajo custodia de sus abuelos.
“Acá hay muchos menores armados. Hay muchas armas en general. El problema es quién les da las armas a chicos de 12 o 15 años. Ese es el mundo del delito adulto, que usa a los pibes “, dice sin asomo de duda el padre Gustavo.
En la 1-11-14 corre la versión de que el matador de Brian Aguinaco fue, en realidad, un mayor de edad pero que eligieron culpar al pibe para aprovechar la ventaja de la ley argentina, que no permite imputar delitos hasta los 16 años. Por debajo de esa edad no hay responsabilidad penal ni castigo de encierro, salvo que un juez determine la conveniencia de retirar al acusado de su ámbito social y familiar por los peligros que representa para si y los demás.
El crimen de Brian Aguinaco motivó la iniciativa gubernamental de iniciar un debate para bajar la edad de imputabilidad a 14 años, que hasta ahora ha recibido mayoritariamente rechazos, empezando por el de Unicef, el organismo específico de las Naciones Unidas.
Incluso se pronuncio en contra el organismo estatal que se ocupa del tema, la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia que encabeza la ex funcionaria del macrismo porteño Yael Bendel.
Carrara es una voz fuerte entre los curas villeros, que rechazan la “ideología punitivista” y son partidarios de un enfoque preventivo y sistémico, con el plus de que participan de la vida de la comunidad que padece y genera estos conflictos.
Atendió a Télam en la secretaria del Club Atlético Madre del Pueblo, donde unos dos mil pibes hacen a diario deportes, que van del fútbol y el taekwondo al basquet y la natación. También tienen una orquesta juvenil, escuela, comedor, jardín maternal y oficinas de documentación y de la Anses, para gestionar los planes sociales.
“Nuestra idea es que la parroquia debe facilitar que el Estado haga pie en estos lugares porque hay temas que no se resuelven sin la presencia estatal. Pero ésta no puede limitarse al despliegue de fuerzas de seguridad”, sostiene.
Destaca que “no nos oponemos a la intervención de fuerzas de seguridad para resolver problemas” y opina que la presencia continua de la Gendarmería en el barrio ha tenido una “actitud más amigable que otras fuerzas” con la gente.
Y que esta actitud es recíproca, aunque su visión se centra en una respuesta “preventiva más que punitiva”.
Para llegar al club hay que atravesar la canchita y el patio del Hogar Santa María, donde cada noche duermen un centenar de pibes adictos al paco que son admitidos a condición de que vayan a tratamiento en los centros próximos.
La droga es uno de los peores dramas con que coexisten las 60 mil almas que habitan el Bajo Flores, incluidos la villa 1-11-14, el barrio Rivadavia, el Copacabana y otros sectores linderos a la cancha de San Lorenzo.
“Rebajar la edad de imputabilidad no es la solución a un problema de alta complejidad que requiere enfoques multidisciplinarios. No con caerle a los menores con una fuerza que no empleamos con los adultos”, asegura.
Las cifras que maneja el cura indican que el 43 por ciento de la población de las villas porteñas es menor de 17 años y que los menores de 25 llegan al 60 por ciento, lo que habla de una problemática esencialmente infanto-juvenil.
Télam -¿No cree que haya un tema de seguridad publica en esto?
Padre Carrara -Cuando hablamos de seguridad, y sobre todo con menores, hay que usar un criterio más amplio. Por ejemplo; inseguridad es también que un adolescente dependa de un comedor para comer, o que ese pibe no coma. Acá hay mucha gente que no tiene seguridad si va a poder mandar a sus hijos a la escuela, si va a poder alquilar, si va a poder darles salud cuando se enferman.
T -Se habla de no atender sólo a los derechos de los victimarios para ver también los de las víctimas.
PC -Este es un problema tan complejo que requiere respuestas no lineales. Lo que uno pretende de los dirigentes es que tengan ideas que vaya más allá del dolor legítimo de la víctimas.
El cura camina por los pasillos del barrio con familiaridad, la misma con que lo saludan los adolescentes y vecinos mayores, a los que no deja de responderles, a algunos por su nombre. “Cuando se habla de bajar la edad de imputabilidad de chicos que cometen delitos, es que ya llegamos tarde. La ley penal no puede ser la última frontera. Hay que correr esa frontera”, dice.
T -¿De que manera?
PC -Hay que ir a buscar a esos pibes que se fueron de la escuela, mostrarles mayores que sean significativos y con valores positivos, diferentes de los que muchas veces encuentran en las esquinas. Hay que asegurarles una infancia digna. Y también a los mayores, para que esa dignidad puedan dársela a los chicos que son los más vulnerables.
T -El tema es qué hacemos mientras tanto.
PC -Insisto: esto no se soluciona con la baja de la edad sino con un trabajo sostenido en el tiempo que ayude a incluir e integrar. Esa es la clave.
T -¿Se puede ser optimista?.
PC -Si, mi mirada es optimista. Antes se hablaba de erradicar las villas y luego se habló de urbanizarlas. Ahora hablamos de integrar y de incluir. Como dice (el papa) Francisco, no sólo al territorio sino a las diferentes culturas.
T -¿Lo cree posible?
PC -Nuestra percepción es que la gente quiere trabajar pero que acá enfrenta un problema de baja capacitación. Y el mercado no ofrece trabajo acá. Por eso el Estado debe ayudar a solucionar ese problema.
T -¿Qué le pide a los funcionarios?
PC -Lo que nos dice el Papa. Que sean austeros, que es el mejor antídoto contra la marginalidad
T -¿Y a la comunidad en general, donde mucha gente quiere un endurecimiento?
PC -Que piense. En 1974 había 4 por ciento de pobreza y hoy tenemos 32 por ciento y 6 de indigencia. Eso no lo hicieron los chicos de 12 años. Lo hicieron adultos que fueron a las universidades, muchos que estudiaron en los mejores lugares del mundo.
Nota publicada por Telam: http://www.telam.com.ar/notas/201701/177387-si-la-vida-vale-poco-afuera-aca-vale-menos-afirmo-el-cura-de-la-villa-del-bajo-flores.html
Luces y sombras del decreto que declara la emergencia nacional. Entrevista a Carlos Olivero, del equipo de sacerdotes de las villas.
por Alver Metalli
Ya se declaró la emergencia, el decreto que reconoce la extrema gravedad de ese flagelo llamado toxicodependencia en todo el territorio nacional finalmente fue promulgado. El padre Carlos “Charly” Olivero está satisfecho. Él es uno de los que pedían desde hace tiempo que se tomara en serio la avanzada de la droga en el país. Como el Papa, como el padre Pepe di Paola y los otros curas villeros de Buenos Aires y la periferia, que todos los días combaten una pelea cuerpo a cuerpo con la gran destructora de vidas jòvenes. Desde el Hogar de Cristo, inaugurado en marzo de 2008 precisamente por el cardenal Bergoglio, el padre Charly trata de recuperarlas, arrancándolas una por una del destino de muerte. Pero la pelea hay que empezarla mucho antes.
“El hecho de que el presidente haya promulgado el decreto es una buena noticia” comenta. Aún así, hay algunos indicios que nos llevan a creer que se trata más de una respuesta política que de un reconocimiento real, que el gobierno está más preocupado por llevarse bien con la Iglesia, que por cuidar a los jóvenes”.
¿A qué se refiere?
La emergencia es una alerta, un llamado de atención a todo el país por la gravedad de la situación. La idea es que en las distintas provincias, en los municipios, en los distintos ministerios y ámbitos de desarrollo humano se asuma el problema y se intente dar una respuesta. Una emergencia es fundamentalmente la comunicación de una alerta y la disposición de recursos extraordinarios que posibiliten nuevas acciones. Pero si es así, nos preguntamos porqué para la presentación de la emergencia prácticamente ni siquiera se convocó a los medios de comunicación.
Ademas la duración de la emergencia se decretó hasta fin de 2018, es decir, son poco más de dos años para desarrollar acciones tendientes a salir de esta situación alarmante. Para salir de la emergencia en dos años, hay que trabajar muchísimo, y disponer de voluntad política y recursos económicos. El decreto no habla de recursos.
Y tercero, las acciones tendientes a poner freno a la emergencia deben estar coordinadas por la SEDRONAR (Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico) e involucran a los ministerios de Salud, Desarrollo Social y Educación. Sin embargo, al día siguiente de declarar la emergencia, el Presidente de la Nación, los ministros y todo el equipo de gobierno se fueron a Chapadmalal a preparar las actividades para el año que viene. El titular de la SEDRONAR no fue invitado. Y tampoco lo convocan a las reuniones del Gabinete Social que nuclea los ministerios que no participan del Gabinete Económico. Esas omisiones ponen de manifiesto la poca importancia que le da al tema el gobierno nacional.
En un documento de los últimos días los curas villeros hacen notar que “En el año 1974 la Argentina tenía 4% de pobreza hoy tiene un 32%” y por lo tanto hay también una “emergencia social”. Hay relación entre emergencia droga y emergencia social?
La adicción no puede ser concebida solamente como un problema personal. Si desconocemos la cultura del consumo en que estamos inmersos, si no somos capaces de reconocer la dimensión social, cultural y colectiva del problema, probablemente no podamos encontrar una respuesta adecuada. En ese sentido, hay que decir que la droga se presenta como una respuesta al malestar, como un modo de escapar de lo que hace sufrir. La pobreza se sufre. Cuando en una familia hay un trabajo digno y una relativa estabilidad económica hay más capacidad de dar contención a todos los miembros de esa familia. Pero cuando no hay trabajo, cuando se vuelve dificil encontrar algo para comer todos los días, en la casa suele haber menos paciencia, menos tolerancia y menos contención para los más chicos. No reconocer que los factores económicos influyen en el agravamiento de los problemas de alcoholismo y adicción es pura ceguera. Recordemos que la explosión del paco en nuestro país se produce después de la crisis de 2001. También hay que decir que la pobreza magnifica los problemas sociales. Con la crisis del desempleo, el narcotráfico se va constituyendo en un circuito económico que contiene y da empleo a muchos que estaban desesperados. La desesperación lleva a equivocar el camino. Desde esta óptica decimos que la emergencia en adicciones es una prolongación de la emergencia social.
En el texto del decreto de Emergencia nacional se habla de “abordaje integral de las adiciones”. Que significa? Que contenido le dan ustedes a estas palabras?
Estamos convencidos de que la adicción es el síntoma visible de un conglomerado de problemas, y por lo tanto la solución no consiste en atacar el síntoma. Esto quiere decir que se deben ofrecer respuestas específicas, como espacios de recuperación y programas preventivos, pero la respuesta debe ser más amplia. Si los colegios no son capaces de retener a los jóvenes, si no hay espacios (como parroquias, clubes, centros culturales) para contener y ayudar a los adolescentes a encontrar el sentido de la vida, a superar las dificultades, para acompañar su crecimiento, entonces la respuesta que ofrezcamos siempre será demasiado limitada.
Cuando reclamamos un abordaje integral intentamos poner la centralidad en la persona. Los ambientes universitarios siguen la lógica de dividir para entender. Eso lleva a una fragmentación epistemológica. Cada profesional se constituye en especialista de la parte que estudia. Esa fragmentación se reproduce en la administración publica, que se organiza dividiendo temas y asignando presupuestos para esas partes fragmentadas. Cada dependencia se ocupa específicamente del tema que le corresponde, olvidando todas las otras dimensiones del problema. Esa fragmentación es, en definitiva, el olvido de la persona como un todo integral, con dignidad. El abordaje fragmentado, específico, de especialistas, es lo contrario del abordaje integral que reclamamos. Debe estar, es necesario, pero hace falta superar la mirada de la parte para llegar a toda la persona.
Ese abordaje integral solo es posible si se refuerza la familia y la organización de la comunidad, intentando superar la desintegración de los lazos sociales, propia de esta cultura individualista. El hecho de que el decreto solo convoque a los ministerios de Salud, Desarrollo Social y Educación indica que la mirada subyacente no es integral. ¿No debería estar presente también el Ministerio de Trabajo para pensar el acceso al trabajo de las personas que se van recuperando; el de Cultura para intentar disminuir la estigmatización de los adictos; el de Deporte, el de Comunicaciones…?
¿Que otros pasos hay que dar concretamente?
Hasta ahora lo único que hubo es un acto público, y la firma de un decreto. Sin embargo es el momento de poner las palabras en acto. Esos actos deben ser la comunicación de la emergencia, y la implementación de políticas. Esas políticas necesitan recursos económicos y decisión política. Veremos en los próximos meses cómo se despliegan.
En otro punto se habla de “acciones que resulten necesarias a los fines de atender a la emergencia que se declara por la presente medida”. Cuáles son, en su opinión, aunque sea de manera esquemática, las tres acciones que considera más necesarias.
En primer lugar se debe comunicar la emergencia, convocar a los gobiernos provinciales y municipales, a las empresas, iglesias, clubes, escuelas, y a toda la sociedad a hacerse cargo de la situación.
En segundo lugar se debe fomentar la organización local, comunitaria y territorial (clubes, iglesias, escuelas, centros barriales y comunitarios, carceles, etc). Eso requiere implementar programas con transferencia de recursos que permitan la organización territorial en función de una respuesta local al problema, tanto preventiva como asistencial. Este abordaje debe ser integral e inespecífico.
En tercer lugar disponer acciones específicas para desarrollar el segundo y tercer nivel de atención (espacios para la recuperación).
El decreto le confia a la “Secretaría de programación para la prevención de la drogadicción y la lucha contra el narcotráfico” la titularidad de “las acciones que resulten necesarias a los fines de atender a la emergencia que se declara”. ¿Le parece un sujeto adecuado?
Acá hay un problema, porque se confía a la SEDRONAR la resolución de la emergencia porque es el organismo que se enfoca en la problemática y desde ese punto de vista está bien. Pero debe coordinar acciones con otros organismos de mayor jerarquía y relevancia política como los Ministerios de Educación, Salud y Desarrollo Social. La herramienta parece muy débil políticamente para responder a una emergencia. Hay que ver cómo se desarrollan los acontecimientos.
– Familia y Pobreza – Mons. Oscar Ojea
– Ser TECHO donde cobijar los sueños – Parroquia Inmaculada concepción. José León Suárez.
– Amoris Laetitia, un documento para leer en familia. Padre Fabián Báez
– Testimonios: La alegría del amor: los rostros de la familia
– San Ramón Nonato, el Santuario de la Vida
– La mesa compartida que se hace familia – Hogar Santa María – Hogares de Cristo – Villa 1-11-14, Bajo Flores
– Lo que te rescata es el cariño, la familia, el hacer lugar. Padre Nicolás (Tano) Angelotti
– Hacerse cargo: la experiencia comunitaria del amor: Asociación Jesús Amigo, Hogares Don Bosco, Amparo Maternal.
– Misión, presencia y Coraje – Misa por las víctimas de trata en Plaza Constitución – Misa por Iván y Ezequiel torturados por prefectura en la Villa 21 – Misa en San Cayetano de Liniers por el padre Juan Viroche
– Declaración ante la muerte del Padre Juan Viroche
– “La intimidad de un Pueblo”, de Lujàn sabemos poco, casi nada… Padre Raúl Canali.
Antes de su inauguración, que será esta noche, el albergue Hogar de Cristo ya tiene su primer huésped. Bendecirá el cardenal
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber …”. (Mateo 25,35-45)
La inauguración será esta noche, a las 20.30. Pero Rafa se adelantó. Este Cristo adolescente, que nunca fue a la escuela, estrenó el Hogar “Nuestra Señora de la Merced” cuando las puertas de Congreso 1.149 todavía no se habían abierto. Pero él ya está instalado, disfrutando de las facturas que le sirven Silvio y Nicky, el matrimonio responsable de la casa que acogerá por las noches a personas adictas, en situación de calle. Allí les espera una cena caliente, unas sábanas limpias, una ducha y un desayuno por las mañanas.
“El Hogar de Cristo Nuestra Señora de la Merced es el gesto con el que la Iglesia tucumana cierra el año de la Misericordia”, explica el padre Carlos Sánchez, presidente de la fundación Virgen de la Merced. Esta institución junto a Cáritas unen esfuerzos para poner en marcha dos proyectos en una misma casa. Por la noche, funcionará el albergue, del que se ocupará Cáritas, y de día, la fundación atenderá un centro que abrirá en marzo. De esta manera se cerrará el circuito para prevención, rehabilitación y reinserción de personas adictas que viven o están en la calle, indicó el padre Fabián Nieva, vicedirector de Cáritas.
Más que un proyecto, Hogar de Cristo es un estilo, una forma de enfrentar el flagelo de las adicciones. El modelo surgió hace muchos años en Chile, de la mano de san Alberto Hurtado, y llegó a la Argentina en 2008.
En Tucumán comenzó con la apertura de tres centros barriales llamados también “hogares de Cristo”: el de Cristo Divino Maestro, que funciona debajo de las tribunas del Autódromo; el de Nuestra Señora del Carmen, en Yerba Buena, y el Santísimo Sacramento, en Amador Lucero 1360. Todos ellos funcionan de día. Allí las personas comen y participan en talleres.
“Una vez que han visto que existe otra forma de vivir que no es la calle, y cuando deciden dejar las drogas, se les propone ir a una de las Fazendas para rehabilitarse o se les dan otras alternativas”, explica la voluntaria Romina Roda. “En un futuro tendremos granjas de recuperación y viviendas compartidas. Son distintos dispositivos para sacarlos de la droga. Estos hogares de Cristo son parte de ese circuito para la recuperación o prevención de las personas en situación de calle”, contó la joven.
Los hogares de Cristo funcionan de 17 a 20.30. Allí los chicos pueden bañarse, merendar y participar en diferentes talleres. Por la noche podrán venir a dormir en el albergue (hay 40 camas), bañarse y ponerse ropa limpia del ropero comunitario que está a disposición de los beneficiarios. El centro de día contará con médicos, psicólogos y asistentes sociales y talleres de alfabetización y de capacitación, trabajará de 8 a 20. De esa manera todas las horas de las personas adictas estarán ocupadas con actividades hasta que se encuentren en condiciones de trabajar y de mirar la vida con otros ojos.
Si querés ser voluntario inscribite en www.fundacionvirgendelamerced.org.
Si queres ver la nota de La Gaceta online: http://www.lagaceta.com.ar/nota/708390/sociedad/hogar-caritas-ya-recibio-primer-cristo-rafa.html
Ramos Mejía (Buenos Aires) (AICA): La Comisión Nacional de Pastoral sobre Drogadependencias, que coordina el padre José María “Pepe” Di Paola, pidió hoy a las autoridades la pronta declaración de la “emergencia nacional de adicciones” para evitar más muertes de jóvenes por el consumo de estupefacientes, y clamó: “¡Basta! ¡Basta! ¡Ni un pibe menos por la droga! Hay que ponerse a trabajar”. También solicitó escuchar a los familiares de pacientes, especialmente niños y jóvenes, que necesitan medicamentos a base de cannabis, pero ratificó su firme rechazo a “las políticas liberales que reclaman el derecho de cultivar, tener o consumir drogas”.
La Comisión Nacional de Pastoral sobre Drogadependencias, que coordina el padre José María “Pepe” Di Paola, pidió hoy a las autoridades la pronta declaración de la “emergencia nacional de adicciones” para evitar más muertes de jóvenes por el consumo de estupefacientes, y clamó: “¡Basta! ¡Basta! ¡Ni un pibe menos por la droga! Hay que ponerse a trabajar”.
El documento fue dado a conocer en conferencia de prensa por el sacerdote y delegados diocesanos de Pastoral de las Adicciones de todo el país, reunidos desde ayer en la casa salesiana Domingo Savio, de la ciudad bonaerense de Ramos Mejía.
“No queremos drogas en nuestros lugares y apoyamos los intentos por erradicarlas. En ese sentido, entendemos que sería bueno poner la mirada también en los circuitos financieros que lo hacen posible, porque si no, queda como un problema de los pobres y las fuerzas de seguridad cometen atropellos con los pibes”, sostiene el documento.
“¡No! el narcotráfico es una red multinacional con gerentes y CEOs, que saben tanto de complicidades políticas como de comunicación, de maquillar la realidad con teorías novedosas surgidas en universidades prestigiosas, de hacer lobby y buscar leyes favorables a sus negocios”, advierte.
En este contexto, la Pastoral de Adicciones afirma que en “ausencia de oportunidades y respuestas aparece una voz que es imprescindible escuchar: la situación dramática de niños y jóvenes que padecen epilepsia refractaria y que encuentran en un derivado del cannabis el paliativo a sus dolencias. Entendemos que es imprescindible que quienes padecen esta enfermedad puedan tener su medicina, y que corresponde al Estado proveerla gratuitamente”.
“Lo que no queremos es que el reclamo justo de los familiares se entremezcle con políticas que hacen daño a otros. En definitiva, no estamos de acuerdo con las políticas liberales que reclaman el derecho de cultivar, tener o consumir drogas, porque entendemos que no todas las personas están en la misma situación, y vemos que a los pibes que no tienen o tienen pocas oportunidades en la vida, estas acciones les pueden costar carísimas”, aseveró.
Texto del documento
Como Comisión Nacional de pastoral sobre adicciones y drogadependencia, constituida por los delegados diocesanos de todo el país, queremos expresar nuestra gran preocupación por el momento que atraviesa nuestra patria respecto del tema que nos ocupa. Con claridad decimos que no se trata de un gobierno u otro, sino más bien de un problema que fue creciendo y, como una espiral, avanza profundizando el deterioro de la vida de nuestros jóvenes y destruyendo el tejido social.
Es así que, cotidianamente, llegan a nuestras parroquias e instituciones presentes a lo largo del territorio nacional, en nuestros pueblos y ciudades muchos pibes, gurisas, changos y chinitas que perdieron su libertad por la falta de sentido y oportunidades, y quedaron entrampados en las redes del consumo de alguna droga, tanto legal como ilegal. Acompañamos el sufrimiento de sus familias y seres queridos. Esto sucede incluso en los pueblos más chiquitos, en los que para poder ver a un psicólogo o especialista en salud mental hay que viajar 100 o 200 km. La situación es desesperante y nos preguntamos cuál es la respuesta que como sociedad estamos ofreciendo. Debemos sincerarnos. En los centros urbanos estamos discutiendo modos novedosos de intervenir, organizando congresos y analizando las falencias de los distintos paradigmas y modelos teóricos, muchas veces importados, y la respuesta sigue siendo insuficiente, mientras hay cerca de un millón de jóvenes que no estudia ni trabaja en nuestro país.
En ese sentido, advertimos que la respuesta que se sigue dando es con un acentuado enfoque en la dimensión represiva hacia los sectores más vulnerables. Basta comparar el presupuesto del Ministerio de Seguridad con el de la Sedronar para comprender la desproporción de la que estamos hablando. Pero hay que decirlo, si a nuestros jóvenes no les ofrecemos oportunidades reales para crecer, para descubrir el sentido de la vida, políticas públicas de prevención y un sistema de salud adecuado, van a ser estructuralmente vulnerables. No alcanza con perseguir al narcotráfico, hay que cuidar a los pibes.
Desde ya que no queremos drogas en nuestros lugares y apoyamos los intentos por erradicarlo. En ese sentido, entendemos que sería bueno poner la mirada también en los circuitos financieros que lo hacen posible, porque sino queda como un problema de los pobres y las fuerzas de seguridad cometen atropellos con los pibes. ¡No! el narcotráfico es una red multinacional con gerentes y CEOs, que saben tanto de complicidades políticas como de comunicación, de maquillar la realidad con teorías novedosas surgidas en universidades prestigiosas, de hacer lobby y buscar leyes favorables a su negocios.
En este contexto de ausencia de oportunidades y respuestas aparece una voz que es imprescindible escuchar: la situación dramática de niños y jóvenes que padecen epilepsia refractaria y que encuentran en un derivado del cannabis el paliativo a sus dolencias. Entendemos que es imprescindible que quienes padecen esta enfermedad puedan tener su medicina, y que corresponde al Estado proveerla gratuitamente.
Lo que no queremos es que el reclamo justo de los familiares se entremezcle con políticas que hacen daño a otros. En definitiva, no estamos de acuerdo con las políticas liberales que reclaman el derecho de cultivar, tener o consumir drogas, porque entendemos que no todas las personas están en la misma situación, y vemos que a los pibes que no tienen o tienen pocas oportunidades en la vida, estas acciones les pueden costar carísimas.
Por último, por la gravedad del momento que estamos viviendo, por las muertes, tragedias, y sufrimientos de miles de pibes y pibas a lo largo del país, de hombres y mujeres, por el dolor de sus familias, por nuestros barrios, villas, pueblos y ciudades, por el Padre Juan Viroche y todos los que día a día dan la vida, este equipo pide la pronta declaración de la emergencia nacional en adicciones, y reclama a los distintos niveles del estado: municipales, provinciales y nacional, a los medios de comunicación, a las empresas, a las iglesias y distintos credos que se hagan eco de este pedido, que como un grito que se eleva al cielo de la patria: ¡Basta! ¡Basta! ¡¡¡¡Ni un pibe menos por la droga!!!! Hay que ponerse a trabajar.
Invitamos a todos a ponernos la Patria al hombro como nos pide el Papa. Que la Virgen de Luján, patrona de nuestra Patria nos enseñe el camino del compromiso y nos revele las fibras de solidaridad que son la identidad de nuestro pueblo argentino.
Mientras el consumo y el narcotráfico avanzan en el Conurbano bonaerense, un grupo de sacerdotes se dedica a lo largo de su vida a salvar a los más desprotegidos en el corazón de las villas.
La muerte del sacerdote tucumano Juan Viroche sacudió por completo a la comunidad eclesiástica y a la sociedad en general. Ni bien se conoció la trágica noticia, no fueron pocos los que vincularon el hecho con “las mafias del narco-tráfico”. La autopsia no importó, y el de-senlace de la investigación pasó a un segundo plano. Tanto los vecinos de la pe-queña localidad de La Florida como los colegas eclesiásticos de Viroche sostienen que “a Juan lo asesinaron por sus denuncias contra del narcotráfico”. De hecho, el párroco estaba amenazado.
A lo largo y ancho del país son numerosos los curas que dedican su servicio a la lucha contra la venta de drogas y las adicciones. En el Conurbano bonaerense, al menos, son ocho los que trabajan en este sentido; liderados por el obispo Fernando Maletti, uno de los principales referentes del cordón urbano. Maletti asumió en el mando de la diócesis Merlo-Moreno en 2012, nombrado específicamente por orden del Papa Francisco y dedica su servicio a la ayuda de los olvidados por el Estado y alcanzados por la pobreza, la desocupación, la violencia y las adicciones.
La Iglesia Católica en sí misma no se ocupa de la lucha contra el crimen organizado, sino que lleva adelante tareas de prevención y recuperación para adictos, el último eslabón de la cadena del narcotráfico.
“Nuestra misión es contener, acompañar y prevenir, tanto a las familias como a los mismos chicos y chicas que ca-en en este flagelo en las villas y barrios del Conurbano bonaerense. Los sacerdotes que estamos allí tenemos un protagonismo muy fuerte, sobre todo en el acompañamiento”, contó a La Tecla el obispo.
Muchas veces, hablar de Conurbano bonaerense supone una cierta generalidad, más aún cuando se lo vincula con cuestiones relacionadas a la marginalidad y el abuso de estupefacientes. Los sacerdotes que trabajan día a día junto a esta problemática aseguran que si bien hay “puntos calientes” del Gran Buenos Aires en donde la droga golpea más fuerte, es una realidad “igualmente cruda en todos lados”. No obstante, en las villas de emergencia de Buenos Aires y algunos barrios de algunos partidos del Conurbano es donde se registra mayor fragilidad.
Por ejemplo: en el distrito de San Martín, donde se encuentra el padre José María Di Paola, más conocido como “padre Pepe”. En el corazón de La Cárcova, el párroco apunta a la prevención del consumo en los más jóvenes, un consumo que “crece en la medida que disminuyen las alternativas”, según sus propias palabras. Di Paola vivió en carne propia las consecuencias de las “mafias”, las mismas que, sospechan, terminaron con la vida del cura Juan Viroche, en Tucumán. “Me tuve que ir a Santiago del Estero dos años, perseguido por las mafias que operaban en la Ciudad de Buenos Aires”, señaló el sacerdote a este medio.
Los llamados “Hogares de Cristo”, donde nuclean las actividades para luchar contra la drogodependencia, se extienden tanto en el norte como en el sur del cordón. En San Isidro, el principal referente es Juan Manuel “Cheché” Ortiz de Rosas -descendiente del histórico caudillo de la Confederación Argentina-, quien encontró el método para sacar a los chicos de las calles: el fútbol.
Uno de los casos más emblemáticos es el del cura Miguel “Pancho” Velo, quien recibió amenazas tras denunciar a las “mafias” del ex intendente de Merlo, Raúl Othacehé. En la parroquia Inmaculada Concepción, de Pontevedra, debió soportar la presencia de infiltrados en sus misas que controlaban sus sermones. Velo recibió el apoyo personal del Sumo Pontífice, Papa Francisco, quien no sólo visibilizó la problemática, sino que también le puso un freno al avance de los mensajes intimidatorios.
Lo cierto es que cada uno de los párrocos utiliza sus propios métodos para contener a los más jóvenes. “No podemos ser la misma Iglesia de hace 50 años”, admitió uno de los curas villeros.
Y sí, hay que modernizarse. Tal es así, que el padre Hernán, quien trabaja en el distrito de Almirante Brown, abrió una cuenta en Twitter. A través de la red social del pajarito comparte las jornadas solidarias y mensajes de esperanza a sus seguidores. Recientemente anunció la apertura de un Centro de Atención y Acompaña-miento Comunitario, en el que brindarán respaldo a las víctimas del flagelo de las adicciones.
También se puede mencionar a Basilicio Britez Espínola, o el “padre Bachi”, como todos lo conocen en Villa Palito,
en el partido de La Matanza. Desde los 10 años vive allí, donde “todo es más cuerpo a cuerpo”, dijo, con relación a la cercanía con los vecinos.
Algunos tendrán mayor exposición que otros, pero lo cierto es que en cada rincón del Conurbano un sacerdote está dispuesto a dedicarse, por completo, a la pelea contra las adicciones y, así, hacerle frente al narcotráfico.
Ayer pasada las 20.30, en el Colegio del Huerto, el padre Gustavo Carrara (Vicario episcopal para los Curas Villeros de Buenos Aires) y Pablo Vidal (Director de los Hogares de Cristo de Buenos Aires) estuvieron en nuestra provincia como panelistas invitados al tercer encuentro organizado por la Pastoral de Adicciones de Tucumán.
El lema de la mesa panel era: “Una propuesta eclesial a problema de la droga”, y los visitantes fueron invitados con la intención de que hablen sobre la problemática de la droga, en especial de la juventud, temas que conocen en profundidad por su experiencia y labor en villas marginadas de la provincia de Buenos Aires.
En su relato, el cura villero Carrara expresó: “El paco hizo explotar la marginalidad en las villas. La ausencia de las familias, de los afectos, es algo que no muestran las estadísticas y es lo que más duele de todo esto”.
Carrara relata su mirada desde el lugar que le toca, en Bajo Flores, en la Villa 1-11-14, como principal artífice junto al, en ese entonces, cardenal Bergoglio de la creación del Centro Barrial allá por el 2008.
Allí los chicos que sufren adicciones llegan cada día pasadas las 17. Algunos se bañan, otros aprovechan para distenderse y practicar deportes, jugar a las cartas, lavar su ropa, toman su mate cocido y tienen las puertas abiertas para quedarse a dormir si gustan, pero nadie es forzado a quedarse en el Centro.
El aprendiz del Papa Francisco toma una de las frases habituales del Sumo Pontífice y la lleva como lema de su labor. “Hay que recibir la vida, como la vida viene”, repite y agrega: “No queremos perder ningún chico más, entonces los Centros Barriales se disponen a recibir la vida, como la vida viene. No podemos pretender que ellos vivan la vida que nosotros queremos. Ellos van a elegir lo que quieren de su vida y nosotros los acompañamos”.
Pablo Vidal, representante del programa Hogar de Cristo que brinda contención y atención de personas que se encuentran en situación de sufrimiento social por el consumo de drogas, dentro del Centro Barrial Huertado, indicó que “los Centros no buscan competir con nada, ni eliminar otro tipo de tratamiento. Buscamos, simplemente, potenciar el trabajo de los otros agentes que abordan la problemática”.
A su vez, el coordinador del Centro, accedió a las preguntas de los presentes en el colegio y opinó que “el Estado tiene la obligación de bregar por los derechos de todos. Podemos sugerir, persuadir, recomendar caminos, pero es imprescindible la presencia del Estado”.
Por último, resaltó el rol que cumplen los medios de comunicación y su importancia para intentar revertir la situación. “Son muy importantes. Si en vez de decir ‘cuántos chicos son adictos’ los medios pusieran el acento en ‘por qué los chicos están en la calle’, ‘por qué los chicos no van a la escuela ‘ o ‘por qué no están internados’, todo sería distinto”, finalizó.
Del evento participaron decenas de personas entre los que hubo enfermeras, voluntarios de parroquias, comunicadores y todos participaron del debate.
En la tarde de ayer, los trabajadores del local de la editorial Jusbaires, ubicado a pocos metros de la esquina de Bolivar y Diagonal Sur, en la Ciudad de Buenos Aires, se sorprendieron con una multitud de vecinas, vecinos y militantes populares que desbordaron la reducida capacidad disponible en el local, copando la vereda y el asfalto de la diagonal. Mientras se compartían los mates, y los más chicos corrían y jugaban entre la diversidad de mamás, o papás, o tíos, o hermanitos, que poblaban la calle, otros explicaban a los trabajadores del microcentro más curiosos: “vinimos a escuchar hablar al Juez”. Roberto Andrés Gallardo, Juez en lo Contencioso Administrativo y Tributario de la CABA, presentaba el libro sobre la investigación realizada junto a su equipo de trabajo en el tema: “EL PACO: Informe sobre el consumo y efectos en el cinturón Sur de la CABA-2016”. Los barrios populares y villas de la CABA, habían decidido acompañar al Juez que tanto hizo por defender los derechos de los más humildes, contra la gestión de ajuste y exclusión del gobierno de la CABA.
A Nicolás Angelotti se lo conoce como “el Padre Tano”. Es sacerdote de la Parroquia Santa María Madre del Pueblo, ubicada en la villa 1.11.14, cuyo cura párroco es Gustavo Carrara.
Tiene 32 años, hace cinco que es sacerdote, pero desde los 17 que pastorea la villa. El cura Tano visitó Gualeguaychú el fin de semana pasado junto a una delegación de 120 personas perteneciente al Club Madre del Pueblo que funciona en esa barriada ubicada en el corazón de Flores. “Estudié en el seminario de Devoto y entendemos a la villa como una parroquia más. El cura del clero secular, que no es una pastoral específica, está formado para ir a la parroquia que le toque, sea cual sea esa realidad. Siempre mi vocación estuvo ligada a vivir en la villa y no me imagino vivir fuera de ella. Pero la vivimos como una parroquia más, no es una excepción o en todo caso tiene las particularidades que cada lugar pueda tener”, referenciará para dar cuenta de su opción de vida. La villa 1.11.14 está ubicada frente a la cancha de San Lorenzo de Almagro, antes era una laguna y el vecindario fue rellenando el suelo y haciendo sus casas y hoy es una de las villas más populosas de la Capital Federal. Allí viven aproximadamente 60 mil habitantes, de los cuales el 60 por ciento proveniente de Bolivia, luego Paraguay, Perú y Argentina y más del 50 por ciento de sus vecinos es menor de 21 años de edad. El cura Tano recibió a EL ARGENTINO al mediodía del viernes en las instalaciones del Club Regatas donde levantaron campamento con el Club Madre del Pueblo. En el diálogo que sigue no sólo habla por sí mismo sino que se convierte en una voz colectiva y por eso pondrá siempre el acento en la integración, la solidaridad y en la imperiosa necesidad de no ser ajenos al dolor del otro. “El amor es la victoria de la vida”, dirá en un tramo de la charla. “La villa es un barrio de mucha fe popular, de familia, de trabajo, de educación, de progreso. Con vecinos que llegaron buscando mejorar su vida y la de su familia. Y para eso vinieron a sacrificarse. Y hay muchas faltas de oportunidades, muchas desigualdades y muchas injusticias”, también señalará para no caer en idealizaciones o en nostalgias de experiencias no vividas. -En Argentina decir que se es extranjero siempre ha sido una muy buena carta de presentación. Viene del ADN del Preámbulo de la Constitución. Excepto si se es de Bolivia, Paraguay, Perú, Chile… -Tal cual. Con el equipo de curas que tenemos el privilegio y la Gracia de vivir en las villas, siempre rezamos para que no nos resulte extraño el extranjero. Nosotros somos una Patria parida de la Madre Tierra con los pueblos originarios y los inmigrantes. Ese encuentro de culturas nos da particularidades. No sólo es una buena noticia el extranjero que viene del otro lado del océano, sino también aquel que viene de las propias entrañas de nuestra Tierra Madre. Además, hay que tener en claro que la Independencia de Argentina se da de la mano y en comunión con otros países limítrofes y que se derrama por todo el continente. Somos una Patria Grande. -Si se pregunta al común ciudadano que devuelva una palabra tras pronunciar “adicción”, seguramente la devolución será “delincuencia” y no enfermedad. ¿Cómo se vive esa situación en la villa? -En la villa la adicción es el rostro más cruel y acabado de la marginalidad. Cuando uno ve a un chico que cae en la droga, estamos hablando de un niño de 12 años hasta un joven de 22 pasando por cualquier adulto mayor, observará el rostro del dolor. Cuando comenzamos a hablar con ellos, a abrazarlos, a intentar sanar heridas del alma, a estar al lado, a acompañar… a abrazar… empieza a ver que se trata de una persona que no pudo superar el segundo grado de la escuela primaria, que nunca tuvo el abrazo cálido, que las necesidades básicas fue su constante. Observará una orfandad humana muy fuerte, pero también una orfandad social, una orfandad espiritual. -Es como si tuvieran que parirse una vez que la vida les fue dada… -Esa es la imagen. Y una de las primeras condiciones es dejar de tener esas orfandades que horadan el alma de toda persona. –Usted como sacerdote está preparado para recrear la esperanza; aunque para ello no hay fórmulas mágicas… -La esperanza en nuestro barrio es tomar la vida como venga como enseña el papa Francisco. Y para nosotros la recreación de la esperanza pasa por el amor. En el amor está la victoria de la vida. Se trata de construir una comunidad, una familia más grande, donde prevalezca la solidaridad, el amor al prójimo, el no ser indiferentes frente al dolor ajeno… O hacer propio el dolor de los demás. En mi caso particular, esa es la esperanza que no defrauda. -Lo iba a interrumpir, ¿pero qué iba a decir? -Nosotros tenemos el privilegio de vivir en la villa y por eso sabemos y somos conscientes que ellos tienen mucho que aportar para una mejor sociedad en el país. Es una voz que puede sumar y alimentar una reserva de valores de humanidad, de fe. -Tampoco hay que idealizar la villa… -Por supuesto. La idealización tampoco ayuda a la integración. No es la única voz, pero se trata de una voz que se tiene que escuchar. Y el secreto de la integración es escuchar las diferencias. -Usted no es oriundo de esa villa. -No, soy del barrio de Villa Crespo. -¿Cómo es esto de sentirse ciudadano de la villa 1.11.14? -Algunos pueden pensar que se trata de un despojo para enriquecerse. Pero en rigor de verdad no lo experimento como un despojo, sino como un enriquecerse de manera permanente. Para mí es un privilegio y una Gracia que la gente de mi barrio, que hoy es mi familia, me haya dado un lugar con tanto cariño, con tanta delicadeza, con tanto respeto. Así encuentro en esta villa un lugar que tal vez en mi barrio de origen no lograba ubicarme. Por eso hablo de privilegio y de Gracia. En la villa 1.11.14 me descubrí humanamente recibido, cálidamente en familia. -El trabajar en la villa como sacerdote es una vocación, un carisma especial o es un mandato que le encomendó el obispo. -Es donde nació mi vocación sacerdotal. Es donde escuché el llamado de Dios para ser sacerdote… atendiendo las voces del dolor. Vivir el ministerio dentro de la villa es similar a vivirlo en un hospital, en la cárcel o en cualquier otra parroquia donde el dolor está presente de manera cotidiana. El ministerio es el Evangelio y no es algo particular o específico. Es vivir el Evangelio. Jesús vivió el mundo del dolor, llevando consuelo, llevando misericordia, llevando amor. -Usted está diciendo que una villa es como un pesebre gigante… -Me encanta esa idea. Sí, digo eso: la villa es como un pesebre gigante. Y de hecho vive pariendo vida. Y a uno le queda muy claro que la vida es más fuerte que la muerte, que el amor es superior al odio, que la esperanza es más fuerte que la tristeza. La vida no la detiene nadie. Uno ve en lugares de mucho dolor, de mucha oscuridad, de mucha muerte que la vida sale y no la detiene nadie. La vida depende de Dios. -Alguien que lea estas líneas podrá pensar con lógica que también de ese pesebre gigante proviene la delincuencia… -La delincuencia proviene de muchos lugares y no siempre o necesariamente de las villas. Son muchos los lugares donde proviene la delincuencia. Por eso hay que integrar, hay que hacerse cargo de la vida de nuestros hermanos como viene. El papa Francisco en una cárcel de Bolivia reflexionó en voz alta y se preguntó “¿por qué vos y no yo?”. La línea siempre es muy finita. Y si uno está de este lado es porque tuvo el privilegio o la Gracia de tener otras oportunidades o por haber resuelto determinadas situaciones de otra manera; pero no por otros méritos mayores. Otras veces el que está del otro lado ha tenido mucho más méritos que uno y tuvo que remarla más y terminó mal. No hay que escandalizarse, no hay que asquearse de la carne nuestra que está ahí. Y nadie está demasiado lejos de eso si lo mira de frente. No somos personas aisladas. –No obstante hay mucha cultura de la muerte, sea por falta de oportunidades o de abrazos o de lo que fuere… No estamos juzgando sino describiendo… -El rostro de la marginalidad es cruel, es cizañero, es el demonio. Cuando uno ve que la muerte llega de manera muy temprana, que no hay oportunidades básicas y elementales, entonces es cuando más evangelio hay que vivir. Porque también en ese mismo lugar se construye la cuna donde podemos construir una vida nueva. Por eso tenemos chicos que estaban en la calle consumidos por el paco, con tuberculosis, con embarazos, con hepatitis, con riesgo concreto de vida… y hoy están con sus hijos en brazos, llevando un proyecto de vida y de esperanzas. -Dentro de la villa está el Club Madre del Pueblo. ¿Qué es exactamente? -Es un club de barrio como los muchos que existen a lo largo y ancho del país. En nuestro caso buscamos conformar una familia que tenga su base en una identidad concreta. Teníamos en la villa a chicos que iban a un club fuera de nuestro barrio e incluso muchas veces negaban que eran de la villa por vergüenza o tenían que besar la camiseta del barrio de al lado. Y no había identidad. Por eso con el club intentamos dar una pertenencia propia del barrio. También elegimos los colores representativos del manto de la Virgen de Luján, que es la patrona de nuestra parroquia y ha estado presente a lo largo de su historia desde la dictadura cívico militar hasta nuestros días. Es decir, la Iglesia siempre ha estado presente. Por eso nuestros colores son el celeste y blanco, porque decimos que nuestra camiseta es una extensión del manto de la Virgen, que de alguna manera nos cubre y nos protege, especialmente a la niñez y a la juventud que está como carne de cañón. Por eso es un manto de esperanza. Y la identidad en el club la vivimos de manera intensa, donde bolivianos, paraguayos, peruanos y argentinos nos amistamos, nos hermanamos. -Sea más específico con respecto al club… -Nuestra columna vertebral es conformar una comunidad, una familia grande. En el club se ingresa a los cuatro años y se retira a los 18 años de edad y durante todos los días está acompañado por un mayor que es el “profe” que lo quiere, lo abraza, lo lleva por el buen camino, que le despierta vocaciones que a su vez nos proyectan hacia la vida. Y así la persona se va criando en un ambiente bien familiar, amando el deporte, amando la vida… gustando de la experiencia de vivir. Y siempre la integración. Por ejemplo, esto de venir a visitar Gualeguaychú para nosotros es un paso muy importante porque es la primera vez que salimos de la Provincia de Buenos Aires. Y ha sido una visita donde descubrimos que Gualeguaychú es una ciudad muy linda y que nos permite también compartir lo lindo que es también nuestro barrio. Ojalá que esto cierre recibiendo nosotros en la villa a alguien de Gualeguaychú. Eso es parte también de construir la Patria. -Habló de no ser indiferentes, de la integración. La solidaridad no debería ser entendida como una opción sino como una obligación… -Es así. La solidaridad en nuestra villa es un valor muy fuerte que está presente de manera cotidiana. La solidaridad es un sentido muy comunitario de la vida, muy de hermano, de hacerse cargo del prójimo, del más chico, del más pobre, del que está enfermo. En nuestro barrio no es raro que alguien que quiera rellenar su loza o levantar una pared convoque a sus vecinos para que le den una mano y así ocurre con todos los demás. Tampoco es raro encontrarse con un familiar que vino de Bolivia o Paraguay y es recibido en ese pesebre gigante. Tampoco es raro ingresar a una casa y encontrar que en una mesa están compartiendo el alimento los hijos con sus amigos del vecindario. O que vecinos se organicen para llevar los hijos de todos al colegio y así cubrirse con los tiempos que demanda las obligaciones laborales. Hay una solidaridad espontánea y por eso decimos que nuestra comunidad es una familia grande. -Cuesta imaginar el dolor ajeno. ¿Cómo del dolor se puede construir? -El corazón del Evangelio pasa por el dolor de todos. Pero no es un regodeo del dolor, es la victoria del amor, es la victoria de la vida. Así nos termina ubicando en el mismo plano, en hermandad, donde el dolor ajeno dejó de ser algo exclusivo y pasa a ser de todos y así, entre todos, se supera. Yo en la villa no voy a ayudar, sino que fui a vivir. Y es esa vivencia la que me permite ser uno con el otro. -Está bien, pero de todos modos usted abandonó ciertas comodidades para ir a la villa. -No lo vivo de esa manera. Para mí es un privilegio, una Gracia de Dios, no siento que sea un sacrificio. Es más, creo que la villa a mí me salvó la vida. –¿Cómo es eso? -La villa me salvó la vida. Me salvó de una vida superficial, vacía, apática y me la llenó de sentido, de humanidad, de Dios. Es más, hoy no podría salir de la villa, porque observo que en la sociedad se vive demasiado individualmente. -Usted está diciendo que dando está recibiendo… -Claro, olvidate. Ya me superaron y estoy perdiendo por goleada. Siempre estoy en deuda con la villa, con el hermano que sufre.
Somos una Federación que agrupa a los Centros Barriales que tienen como finalidad dar respuesta integral a situaciones de vulnerabilidad social y/o consumos problemáticos de sustancias psicoactivas, poniendo siempre en primer lugar a la persona y sus cualidades.
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