Pensar Juntos – Por Pablo Viola

Para que pensemos juntos
Desde el Equipo de Pastoral de Adicciones, queremos ofrecerles este texto que hemos elaborado para la reflexión entre los curas, en las comunidades, en los equipos parroquiales, en las escuelas y demás lugares en los que se desarrolla la vida de la Iglesia y nos vemos invitados a repensarnos y renovarnos en fidelidad al Evangelio de la Vida y a la luz de lo que viven los hombres y mujeres de nuestra querida diócesis[1].“Desde ahí, alentamos y animamos a todos los cordobeses a iniciar un proceso de “compasión misericordiosa” que nos haga CUIDAR Y ACOMPAÑAR LA VIDA de todos, especialmente de los más pequeños y humildes.”[2]Nos impulsan y desafían las palabras del Papa Francisco al abordar la “dimensión social de la evangelización”en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (EG 177-258):“Cualquier comunidad de la Iglesia, en la medida en que pretenda subsistir tranquila sin ocuparse creativamente y cooperar con eficiencia para que los pobres vivan con dignidad y para incluir a todos, también correrá el riesgo de la disolución, aunque hable de temas sociales o critique a los gobiernos. Fácilmente terminará sumida en la mundanidad espiritual, disimulada con prácticas religiosas, con reuniones infecundas o con discursos vacíos.” (EG 207)
Para dar comienzo a nuestra reflexión, no podemos soslayar el enfoque teológico-antropológico que nos ayuda a mirar desde una perspectiva particular. Es necesario ponerlo de manifiesto, ya que se encuentra intrínsecamente involucrado en nuestras maneras de contemplar, sentir, pensar y sacar las conclusiones que nos llevan a abordar acciones tendientes a responder a la realidad de las adicciones.
En ese sentido, afirmamos que: ningún proyecto o proceso pastoral puede llevarse a cabo, sin el fundamento de la misericordia de Dios(Ver Misericordiae Vultus) manifestada en Cristo(Cfr. Rm 8, 35-39). El proceso debe partir de la misericordia como principio rector, organizando a la comunidad para que la viva y comunique creativamente. Todo camino pastoral tiende a organizar una comunidad. Apuntamos a vivir una “comunidad organizada” desde y para la misericordia. Pretendemos distribuir los recursos, los tiempos y espacios personales y comunitarios misericordiosamente. Pretendemos organizarnos para prevenir y acompañar a los que sufren las adicciones de distintas maneras. Cabe aclarar que “organizar” no es sinónimo de “estructurar”. No queremos tener una comunidad que está llena de horarios y orden meramente humano (Marta) sino una comunidad que destina todas sus energías a amar (María). Tomamos el ejemplo de Marta y María porque ellas son del grupo íntimo de Jesús. Son discípulas de Cristo y se ubican entre sus seguidores, pero esto no significa que no deban seguir convirtiéndose; por este motivo, creemos que pueden ser signo de nuestras comunidades:
Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.
Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude». Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria, María eligió la mejor parte, que no le será quitada».(Lucas 10, 38-42)
Este fragmento del Evangelio de Lucas, nos pone en contacto con una corrección cariñosa de Jesús hacia su amiga. Marta, que ha recibido a Jesús en su casa, está también llamada a recibirlo en su corazón; sin embargo, está ocupada en sostener el orden que ella misma ha creado y en el cual se siente segura, desde el cual dirige y maneja la vida de los demás. A ella le preocupa mantener y sustentar ese orden porque siente como amenaza cualquier cambio en él. No está abierta a dejar que la presencia del otro (cualquier otro), le afecte la vida y le cambie los planes, su orden es autorreferencial. En cambio, María prioriza a la persona y deja que el Otro (Jesús), con su vida e historia le altere la existencia y cambie sus esquemas. María se “organiza” para encontrarse “con” y acompañar “a” Jesús que ha venido a su encuentro, Marta está “estructurada” para sostener su falsa imagen y servir desde ahí. Confunde servicio con sostenimiento del orden; esto agita e inquieta su corazón. No hay maldad en su opción, hay confusión. Sin embargo, Dios habla en el caos que instala el drama existencial del hermano en medio de nuestras vidas estructuradas y seguras. Quizá sea esto lo que debamos revisar en nuestras parroquias, escuelas y ámbitos pastorales a la hora de proponernos vivir la “cultura del encuentro”que nos propone Francisco. Es por esto, que el proceso de renovación debiera organizar y no estructurar nuestras comunidades. Podemos decir que el drama de la adicciones o mejor la vida de nuestros niños, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos, de los que sufren, son para nosotros una invitación a responder. ¿Lo haremos cómo Marta o cómo María? ¿Nos autoafirmaremos en nuestros órdenes autorreferenciales o dejaremos que el caos del sufrimiento “ajeno” nos organice la vida eclesial desde la misericordia y la compasión?
Es oportuno destacar que Marta en su planteo tiende a “dialectizar”la situación. Eso ¿qué significa?: tiende a interpretar los hechos y los acontecimientos buscando opuestos. Podríamos decir que Marta piensa así: “María con su comportamiento se opone a mi orden, por lo tanto, María debe cambiar”. Marta busca ganar a Jesús como aliado en este intento de cambiar a María. Pretende asimilar a su hermana a su propio comportamiento. Obviamente que él no entra en el juego, aunque hay muchos que si lo harían. Aclaramos, nuevamente, que esto constituye una confusión en Marta y no una mala intención, quizá fruto de su educación o de su cultura o por ser la hermana mayor, no lo sabemos. Simplemente ponemos de manifiesto que Jesús la está invitando al encuentro, y ella, fruto de su manera errónea de concebir el servicio, no se está abriendo a la invitación del Señor. Interiormente, Marta está enojada con María, vive en la violencia. El otro es una amenaza y debe asumir mi orden para dejar de serlo. La misericordia, en cambio, nos lleva a superar las miradas “dialectizantes”. Vemos el ser y la vida como tal. Ni yo ni el otro nos definimos cómo opuestos, sino como hermanos. Todos somos personas, todos tenemos vida, todos somos parte de la gran familia humana. Las miradas dialécticas son fruto de la injusticia que hemos construido los hombres. Dios no mira dialécticamente la realidad. A él no le interesa sostener un orden sino que viene a traer el Reino de Dios. Irrumpe en nuestra historia y nos desordena la vida para ordenarla desde su presencia. Este puede ser el sentido de la respuesta que, el mismo Jesús, da a sus discípulos cuando le preguntan ¿por qué enseña en parábolas?
“Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: “Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán, Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure”. Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen.”(Mateo 13, 10-17).
Dios se hace “presente” en Jesucristo y nos invita a “escucharlo, verlo y reconocerlo”; esa misma invitación se nos hace hoy en los que tiene hambre y sed, en los que están desnudos y presos (cfr. Mateo 25, 31-46). Convertirnos es prestar atención con nuestros ojos y oídos, acogiendo en nuestro corazón esa presencia y ese orden querido por Dios, que no es otro que el orden que introduce el amor. Ningún proceso pastoral puede darse sin esta apertura básica al encuentro con el otro, desde los pequeños gestos y palabras de amor. Esto podemos comprobarlo en la historia de la Iglesia. Los salesianos, por ejemplo, comenzaron en el pequeñísimos oratorio, que no era otra cosa que el mismo Don Bosco jugando y estando con los niños; el franciscanismo, a nuestro criterio, se expresa claramente en la desnudez y en el abrazo fraterno de Francisco al leproso. Siempre hay un encuentro, sobre todo con los más desprotegidos, en el origen del Evangelio. Esta es la buena noticia que podemos dar como Iglesia: abrirnos al encuentro misericordioso con los que sufren y organizar nuestras comunidades desde y con ellos.
Bien, traigamos la vida para que nos interpele. Dejemos que la vida entré en nuestras parroquias, escuelas e instituciones. El Papa Francisco le dijo a los integrantes del Hogar de Cristo, cuando se inauguró: “Hay que recibir la vida como viene”. No les dijo: “como debiera venir”, sino “como viene”. El Padre Charly[3], cuando nos visitó en Córdoba, lo explicaba diciendo: “si un jugador de futbol recibe una pelota o un pase mal dado, no hace detener el partido para pedirle a su compañero que la tire bien. Agarra la pelota como viene y trata de hacer lo mejor que pueda con ella en función del juego colectivo.” Este ejemplo, tan claro para nosotros argentinos y futboleros, nos sirve para captar de qué estamos hablando. Estamos llamados a recibir la vida como viene y aceptarla cómo es, buscando los caminos que animen la esperanza de ganar el partido.
En este sentido, hay un hecho que irrumpe en nuestros barrios y comunidades: la familia sobre la que se asienta la dinámica social difiere demasiado de la familia que tenemos en nuestra mente; esto, en sentido amplio. Nuestros proyectos pastorales, generalmente, se asientan sobre el supuesto de que la familia realiza un trabajo y nosotros otro complementario. Lo cual debiera ser cierto, pero no es del todo real. La familia que debiera ser no es la real. Al no encontrarnos con lo que “debiera ser”, nos encerramos sobre nuestro orden ideal, dialectizando las cosas y dividiendo “fariseamente” la mirada que tenemos sobre la sociedad. Volviendo sobre las experiencias de familia concretas, percibimos que la gente en sus casas hace lo que puede, que los jóvenes no están teniendo el fundamento sólido del amor de hogar que suponemos han recibido desde niños. Se dan nuevas configuraciones que no alcanzan a constituir una experiencia significativa que les haga contar con lo básico, humanamente hablando, para afrontar la vida. Se produce entonces una “grieta existencial”que deberá ser llenada con algo o alguien ¿Será esa la grieta en la que se instala la adicción? (podríamos preguntarnos ¿Quién de nosotros no tiene una “grieta existencial”?). De esta manera, todas las instituciones nos encontramos desafiadas a repensarnos desde esta realidad. Es fundamental reconocer este fenómeno, ya que desde aquí surgirán las preguntas que debamos hacernos a la hora de proponernos un proyecto pastoral en adicciones y diríamos en cualquier otra pastoral. Cuando nos encontramos con la realidad de la familia, es decir: con las personas que han crecido y vivido en las familias reales, cuando nos encontramos con la vida de los hermanos que son fruto de estas familias, se nos desbarajusta todo.Y, ante el desbarajuste, podemos tener la actitud de Marta (conservar el orden y dialectizar la realidad) o asumir la actitud de María y reordenar nuestras vidas en función del otro que viene a nuestro encuentro. Se podría tomar también, la parábola del” Buen Samaritano”, tan conocida:
Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?».
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo.
Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: “Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver”.
¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?».(Lc. 10, 29-36).
El sacerdote y el Levita siguen su camino, “miran y no ven”, “tienen el corazón endurecido”no aceptan el desorden que les propone la situación del hermano al borde del camino, en cambio, eligen sostener sus tiempos y espacios. El Samaritano, dejándose “conmover”, si lo acepta y emprende una serie de acciones tendientes a ayudar y responder a la situación de vida del hombre maltratado. Revisa sus tiempos y espacios en función de la respuesta que está llamado a dar en ese momento.
En síntesis: no podemos pedirle a las personas que vengan con una experiencia familiar perfecta, porque nadie la tiene, sino que estamos llamados a ofrecer a nuestros hermanos, y vivir nosotros también, el calor de hogar necesario para descubrir nuestra y su propia humanidad. Las comunidades están llamadas a ser experiencias de familia, en las que se recibe al otro como viene y se lo hace sentir como en casa, y si no viene se pregunta él y se lo va a buscar para que se siente a la mesa.Escuchar a los hermanos, que han pasado por situaciones de consumo y adicción extrema, relatar el cambio que ha significado en sus vidas el amor de otros manifestado en la paciencia, constancia, perdón, atención, preocupación y cercanía es muy impactante e iluminador. La imagen del abrazo que todo lo sana es quizá la más explicativa. El proyecto sigue siendo el mismo de siempre para la Iglesia: hacer de la humanidad una gran familia. Esto, que vale para toda la Iglesia, ha de realizarse en las parroquias, escuelas y demás comunidades que hacen a la concretés y encarnación de la Iglesia Universal. Las preguntas que nos haremos, sin dejar de ser lo que somos (no somos el estado, no somos el centro de salud, no somos la familia biológica, etc.) podrían ser: ¿Cómo hacemos para que este niño, adolescente o joven (el real) tenga una experiencia de humanidad, en nuestra parroquia o escuela, que le signifique motivos para vivir? ¿Cómo hacemos para que experimente la ternura y la firmeza del hogar, necesarias para pararse en su propia historia? ¿Qué podemos ofrecer a los jóvenes del barrio o localidad? ¿Estamos ofreciendo la misericordia? ¿Cómo podemos hacerles sentir que nos importan ellos?
Reconocer el hecho que hemos planteado y los consecuentes desbarajustes que provoca en nuestros esquemas, nos lleva a poner de manifiesto una serie de ejes que significan un “corrimiento de la mirada”en el abordaje que solemos hacer de las adicciones y, por tanto, de la prevención y el acompañamiento. El primer corrimiento va “del consumo a la persona”, el segundo “de la linealidad dialéctica a la complejidad integral”, el tercero “del aislamiento a la comunión”y el cuarto “de lo virtual a lo territorial”. Estos ejes se co-implican y se iluminan mutuamente. Quizá sean distintas manera de hablar de lo mismo. Pero valen para profundizar el tema y asumir criterios de trabajo que nos sirvan de guía en el camino que estamos recorriendo. Agregaremos un último corrimiento, que da fundamento a los demás: “del intimismo infantil a la espiritualidad popular”.
- Del consumo a la persona:Este corrimiento del enfoque es el gozne sobre el que gira toda la propuesta pastoral de la Iglesia y nos ayuda a superar una manera de entender, tanto la prevención de las adicciones, como el acompañamiento de los que las sufren. La prevención, desde el enfoque del consumo, se basa en ofrecer información sobre los distintos tipos de sustancias y sus efectos. Es tarea exclusiva de especialistas. Se pondrá de manifiesto en la oferta de talleres: traemos al especialista tal para que nos hable de tal tema, etc. Se insistirá en la maldad de tal o cual conducta: “No hay que drogarse”, “No fumen marihuana”, etc. Las propuestas no responderán a un programa de prevención, sino que serán acciones aisladas. En cambio, la prevención con enfoque en la persona trabajará sobre las capacidades para la vida sana del niño, adolescente, joven, etc. Presentará la posibilidad de elaborar proyectos de vida, creará espacios saludables y de verdadera alegría. Pondrá en marcha la elaboración de un procesode prevención en el que se involucra a toda la comunidad. No preparamos a los jóvenes para que no se droguen, los acompañamos y alentamos para la vida. Se nos abre el inmenso mundo de los sentimientos, pensamientos, experiencias, biografía, etc. que atraviesan la existencia de la persona que participa en nuestra comunidad. La prevención desde la persona sueña en crear espacios abiertos a los jóvenes, vengan cómo vengan, y les ofrece la atención y dedicación necesaria. Va a buscarlos donde ellos están (“la esquina”) y ofrece un vínculosincero que abra procesos.
El acompañamiento desde el enfoque del consumo, nos hace ver en el otro a un adicto al que hay que internar para que deje de drogarse. Se busca, en primer lugar, que la persona deje de consumir. En el enfoque desde la persona, se acompaña la vida de un hermano en la reelaboración de su historia y en la elaboración de un proyecto de vida que le dé motivos para elegir sanamente, dejando lentamente todo aquello que lo aparte del bien. Es decir: no dejo de drogarme porque está mal sino porque me hace mal a mí y a mi familia, entre otros.El acento está puesto en la vida y no en la sustancia. Este enfoque no busca resultados, sino despertar procesos que alienten la esperanza de una vida mejor, alcanzable con el esfuerzo personal y acompañado de vínculos sanos y positivos.
- De la linealidad temática a la complejidad integral:Socialmente estamos preparados para abordar las necesidades desde la linealidad temática. Es decir, si nos encontramos con una situación de adicciones tendemos a buscar un lugar especializado en el tema y confiamos en que ellos atiendan el problema del consumo y lo resuelvan. Esa es una “respuesta lineal” a un problema en realidad complejo. Buscamos resolver una situación pero no dar respuestas. Pensamos que: a tal dificultad le sigue tal o cual solución. Es, quizá, una manifestación más de la tendencia a “dialectizar” la realidad a la hora de afrontar las problemáticas. Podríamos expresarlo así: “si robó tiene que ir preso”, “si se droga tiene que hacer un tratamiento”, etc. En cambio, mirar la complejidad de la vida de la persona nos lleva a responder desde esa complejidad. Desde la trama de factores que atraviesan y, de alguna manera, nos ayudan a comprender la situación integral y particular de esa persona y los posibles caminos de ayuda que podemos elaborar junto con ella. La adicción no es un problema individual sino colectivo y comunitario.Las búsquedas que emprendamos a la hora de prevenir o acompañar, desde nuestras parroquias y escuelas, serán necesariamente desde la diversidad de factores. Algunas preguntas pueden ser: ¿y la familia? ¿tiene trabajo? ¿estudia? ¿tiene dónde vivir? ¿cómo está de salud? ¿desde qué comunidad llega a hacer el tratamiento, qué comunidad lo está acompañando mientras está en etapa de desintoxicación, en que comunidad se reinsertará cuando termine el período de internación? Y muchas otras. Desde la pastoral de adicciones queremos acompañar la complejidad, trabajando junto a los especialistas. Le llamamos “acompañamiento inespecífico”, distinguiéndolo del “acompañamiento específico”que puede hacer un centro de tratamiento o un médico o un abogado, etc. dada la necesidad concreta. El acompañamiento inespecífico es transversala todo el proceso, porque va de la mano de la persona; el acompañamiento específico es coyuntural y puntual porque atiende tal o cual aspecto o etapa del proceso.
Se trata de captar la trama de relaciones y vínculos que se entrecruzan y se co-implican en el joven(persona) que asiste a nuestras comunidades y sus necesidades. En el confluyen: la familia, la escuela, la parroquia, el centro vecinal, el club, el centro de salud barrial, el barrio, los vecinos, el estado, etc. Significa captar la “red” presente en la persona que acompañamos. Es advertir que este joven (y con él la comunidad) no es un hecho aislado del contexto social en el que vive. Captar esto, nos desafía a entender nuestras instituciones y organizaciones desde la red de vínculos que este niño, adolescente o joven nos presenta y articular, desde lo que tenemos para ofrecer, con las demás instituciones y organizaciones que lo configuran como persona, una serie de propuestas de prevención y, en caso que sea necesario, de acompañamiento en un proceso de recuperación.
- Del aislamiento a la comunión:Sobre la base del corrimiento anterior, caemos en la cuenta que: cada uno de nosotros somos, implícitamente, comunión y relación. En este sentido, prevenir es cuidar y promover a la persona desde una red de vínculos para la vida. Acompañar a los que sufren será sanar la red existencial de la persona e introducir en una red para la vida, en una comunidad, en una familia. La persona construye relaciones a lo largo de su existencia, algunas la orientan hacia la vida y otras hacia la muerte (droga, alcohol, narcos, etc.). La misma vida comunitaria va sanando el corazón. La misma experiencia de sentirse en familia, en un hogar, en su hogar, y saberse amado constituye la clave del proceso.El eje anterior y este, son dos caras de la misma moneda. Por eso, se podrían explicar casi de la misma manera. Las respuestas que podamos dar no serán desde la omnipotencia de algunos que pretendan dar todas las respuestas, sino desde la humilde confesión de nuestros límites y posibilidades. La respuesta es lacomunión y es encomunión. Esforcemos por hacer de nuestras parroquias, escuelas y ámbitos pastorales, lugares en los cuales se respire la acogida fraterna y habremos dado un gran paso en el trabajo con los hermanos que sufren adicciones. Construir comunidad desde los que sufren será un gran desafío. ¿Cómo hacemos para que este drama (adicción) se convierta en un punto de construcción de la comunión? No se trata de atender un problema sino de involucrar a la comunidad en las respuestas que podamos ir ensayando. De este modo, iremos descubriendo juntos los dones que Dios nos ha regalado; la vida, a pesar de las dificultades, será ocasión para la acción de gracias. Las adicciones aíslan a la persona, la respuesta es el amor, y la comunión es otra forma de nombrar el amor (Juan 15, 9-17).
- De lo virtual a lo territorial:La dinámica social y el desarrollo nos hace estar conectados constantemente con la realidad global y mundial. Nuestro microsistema se ve invadido permanentemente por la dinámica macrosocial. Esto constituye un avance positivo respecto de nuestra conciencia humana. Toda la humanidad conforma una gran familia y cada uno de nosotros somos parte de esa familia; sea donde sea que estemos, lo que pasa en el mundo nos afecta de alguna manera. Pero cabe hacer una precisión muy importante a la hora de trabajar: la gente sigue viviendo en una casa, en una cuadra, en un barrio, sigue ocupando un territorio.Las disputas de los narcos son por el territorio. He ahí el gran éxito: ellos ocupan el territorio. Si vale la comparación, y salvando todas las distancias, es un principio de la guerra que: se gana cuando se ocupa el territorio, el lugar de vida de la gente.Es muy importante que trabajemos en red para ocupar y usar sanamente los espacios públicos (plazas, espacios verdes, etc.). Es muy importante que las propuestas de vida lleguen al territorio. Hay estructuras del estado, civiles y eclesiales que“quedan lejos”. Es fundamental que proyectemos con el objetivo de llevar prevención al sitio concreto en el que viven y crecen nuestros niños, adolescentes y jóvenes. La salud, la justicia, la educación, la fe, el deporte, el arte, etc. no pueden estar clausuradas en un lugar, deben ir en busca de la gente. La persona se enferma en su casa. Recordemos que prevenir es llegar antes y llegar antes que las drogas significa estar en el lugar para que los chicos consuman vida, alegría y libertad y no muerte como les estamos ofreciendo. ¿Cómo aprovechamos nuestras instalaciones parroquiales, escolares, etc.? ¿Las disponemos para que se realicen actividades juveniles sanas? ¿Vamos al encuentro de los jóvenes en donde ellos están (“la esquina”)? ¿esperamos que vengan o vamos a buscarlos?
Vuelven a resonar, en nuestros oídos, desafiantes y entusiasmantes las palabras del Papa Francisco en Evangelii Gaudium 24: “La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. «Primerear»: sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear! Como consecuencia, la Iglesia sabe «involucrarse». Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz.”
- Del intimismo infantil a la espiritualidad popular:Este eje, que colocamos al final, no es menos importante que los demás, sino que expresa un corrimiento esencial en la mirada que tenemos de nuestra espiritualidad de creyentes. Básicamente se lo podría enunciar diciendo que son todos los demás ejes llevados a nuestro encuentro con el Dios de la vida y en la conciencia de ser parte de una familia. Es abrirnos a la mirada misericordiosa del Padre y descubrir que él no nos reduce a nuestros pecados: ¡no somos nuestros pecados!Para Dios seguiremos siendo siempre personas e hijos suyos. Para él siempre habrá una posibilidad, siempre seremos más que nuestros errores. Es reconocernos parte de un todo superando las miradas que dividen entre buenos y malos, actitud tan religiosamente farisea. Somos familia y Pueblo de Dios. Pertenecer a ese Pueblo, no puede ser un aderezo en nuestra oración; debe ser parte constitutiva en el diálogo e intimidad con el Padre de todos. Aprender del Pueblo Santo de Dios, especialmente de los más humildes con su sabiduría y capacidad para caminar, a pesar del sufrimiento. La centralidad de la Palabra de Dios que habla
- y llama para servir a su gente, la piedad popular, la celebración participativa de los sacramentos son fuente constante de nuestra espiritualidad. El encuentro con Dios no puede darse al margen de los desafíos de nuestro tiempo y de nuestra cultura. En ese sentido, los pobres y sufrientes de la tierra se constituyen en fuente de gracia y signo claro de la presencia de Dios entre nosotros. El encuentro con el dolor del otro, nos saca de la pretensión de construir un vínculo con Dios desde una armonía ilusoria y de la búsqueda de una falsa paz. La verdadera paz, la que anhela nuestro corazón, no se dá al margen de las fragilidades propias y ajenas, sino que se construye desde la integración constante de todo aquello que el mundo tiene por nada. Es la espiritualidad de los que construyen desde la Cruz de Cristo y sienten en su carne el dolor de los hermanos. Este corrimiento significa salir del romanticismo religioso y espiritual que intenta negar la realidad de los límites y el sufrimiento, propios de la vida, del amor y de la muerte.Las tres heridas fundamentales de todo hombre y mujer que pasa por este mundo, según el poeta[4]. Esta espiritualidad busca construir comunidad desde lo débil y se hace fuerte desde ahí. En el decir de San Pablo sería“Cuando soy débil, entonces soy fuerte en Aquel que me conforta”(2Cor 12, 10). Es la Espiritualidad de los que se meten en la “grieta existencial”del hermano, en el decir del P. Charly, y le ponen el cuerpo a dolor.
A raíz de esto podemos preguntarnos:
- ¿Tenemos en nuestra comunidad propuestas y espacios de prevención y acompañamiento de las adicciones?
- ¿Tenemos un grupo de personas que aborde y elabore propuestas de prevención y acompañamiento en la parroquia, escuela o ámbito pastoral?
- ¿Cómo es la dinámica comunitaria? ¿Trabajamos en red con otras organizaciones e instituciones del barrio o localidad?
- ¿Existen redes trabajando en las que podamos insertarnos como parroquia o escuela?
- ¿Desde dónde estamos pensando nuestras respuestas?
- ¿Cómo rezamos? ¿Qué mirada tenemos de la Piedad Popular? ¿La Palabra de Dios está presente y nos encarna? ¿Nos dejamos alcanzar por la misericordia de Dios?
Equipo Diocesano de Pastoral de Adicciones
[1]Ver: Mensaje del Presbiterio de la Diócesis de Córdoba del 23 de mayo de 2016.
[3]Padre Carlos Olivero, Sacerdote en la Villa 21 y coordinador del Hogar de Cristo.
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