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La persona como eje – Andrés Itoiz

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La persona como eje – Andrés Itoiz

Andrés Itoiz

CB y Granja Madre Teresa, Gral. Rodríguez, Prov. Buenos Aires

Vamos a reflexionar sobre esta cuestión que en nuestra familia es lo central: la persona.

Nuestro sueño es acompañar procesos autónomos: que la persona con sus posibilidades pueda ir haciéndose cargo de su vida, haciéndose responsable. No como culpable de nada, sino porque entendemos que uno es feliz cuando toma la vida en sus manos.

Acompañar entre la libertad de cada uno y de cada una, junto con los desafíos que se nos van planteando. No pretendemos compartir ninguna receta porque no las tenemos, ni tampoco brindar experiencias enlatadas. Una experiencia enlatada sería esa que te podés llevar y la abrís en tu lugar. Pero es peligroso pensar que mágicamente te va a dar resultado o en el mejor de los casos sería algo artificial, porque de nuestros intentos de poner a la persona en el centro hay cosas que nos salen bien y otras que no tanto.

El deseo es poder brindar como una linterna, encender pequeñas luces que verán cuál les sirve y cuál no, cuál es más importante que otra. Son luces que para nuestra familia son convicciones muy profundas. No son simples intuiciones, ni simplemente algún intento, sino que es algo muy profundo y muy serio.

Cuando intentamos acompañar a cada uno entendemos, en la familia grande del Hogar de Cristo, que estamos hablando de un proceso artesanal. Estamos llamados a un proceso artesanal:

◊Cuando decimos proceso estamos queriendo transmitir que no hay un cambio inmediato.

◊ La cultura “Enter”del aprieto y me conecto, no funciona así en las cuestiones personales de quienes nos conocemos y que formamos esta familia.

Cuando decimos procesos en nuestra familia, entendemos que no hay ni errores, ni aciertos cerrados o definitivos: mataste a alguien: “Listo ya estás condenado. Dios te condena, la justicia te condena a la cárcel, la sociedad te condena.”

Para nosotros no hay procesos cerrados: ni errores cerrados, ni aciertos cerrados: “Uy, consiguió un trabajo… perfecto… genial…” Sabemos que hay un después que puede seguir abriéndose más o que también puede volver a cerrarse. No hay avances, ni retrocesos cerrados.

Para quienes disfrutan de una mirada creyente hace miles de años ya el profeta Jeremías nos regalaba, y nos regala también hoy, la imagen de un Dios que es alfarero (Jer. 18). Un Dios que no se cansa y que nunca deja de acompañar nuestra vida a ver cómo la podemos amasar cada vez mejor. Y hacer de ese barro a veces sin forma ni sentido, a veces duro, y otras demasiado chirle que parece no tener consistencia y sin embargo Dios es un gran alfarero. Cuando decimos proceso estamos queriendo compartir con vos que es preciso dedicar tiempo.

En nuestra familia la oferta es dedicar tiempo.

La propuesta es esperar. Decir proceso implica que es preciso volver a empezar muchas veces muchas veces sin perder la visión de proceso. Alguien te fue a buscar al container dónde estabas como un cadáver por el paco muchas veces… En algunos de nuestros centros barriales hoy tenemos personas de pie porque alguien fue muchas veces a un container a visitar un cadáver vivo, sin ningún aparente resultado.

Es preciso arriesgar, es preciso ensayar, es preciso crear oportunidades. Nuestra prioridad es el vínculo familiar: El vínculo familiar es lo más importante para nosotros. Podemos tener terrenos, camionetas, federación, Iglesia, lo que quieran pero si no tenemos un vínculo no tenemos nada, y si tenemos vínculo con alguien que está sufriendo tenemos casi todo aunque sintamos muchas veces que estamos a la intemperie. Desde el vínculo familiar como prioridad tendríamos que ayudarnos a parar siempre para tomar las decisiones.

Al decir vínculo familiar, de nuevo nos referimos al proceso artesanal donde la construcción de la confianza es muy lenta. Estas dos imágenes que les comparto no son románticas, ni ingenuas o tontitas. Las personas que habitualmente recibimos como don, como regalo de la vida, del universo, de Dios o de quién corcho quieras creer son personas muy lastimadas desde muy tempranito. Entonces la confianza está muchas veces básicamente lastimada. Entonces nuestro proceso…

Cuando decimos proceso estamos apuntando a que la persona se sienta y se descubra querida. La violencia, la droga, los abusos, en todas sus formas, tapan, sepultan a la persona; entonces descubrir, sacar todo lo que le aplastó hasta que se sienta querida. Aquello que vivió la madre Teresa, buscar que se sientan queridos.

Que la persona se sienta recibida, alojada, esperada, buscada, comprendida, escuchada, no juzgada. Que la persona se sienta atendida, valorada, orientada, aconsejada. Subrayo la primera nomás: que la persona se sienta recibida. Ya con esto alcanza y sobra. Estamos hablando, en la inmensa mayoría de las situaciones, de personas que han sido rechazadas por todos.

A veces comprensiblemente rechazada. Porque ya no saben qué hacer, desde su propia familia, desde un montón de instituciones… y desde ellos mismos por supuesto. Entonces recibir al otro así como llega y ponerlo en el centro, que la persona sienta que se le abren puertas, se le abren oportunidades, que hay una posibilidad de una vida digna, que se cree se confía en ella, que se busca su bien. Y no propongo esto desde la soberbia de quien cree vivirlo plenamente, sino desde la certeza comunitaria de quienes hacemos esta propuesta de que este sería nuestro rumbo, nuestra brújula. Siempre es un desafío para todos.

Un proceso de cercanía samaritana (Lc. 10, 25-37)

Los que tienen mirada creyente saben que en este adjetivo samaritano -del que no me voy a extender- es decisivo. Uno a la cercanía con el otro le puede poner un montón de adjetivos. El adjetivo marca la diferencia. Nuestra cercanía quiere ser samaritana.

¿Qué significa? Que nosotros valoramos mucho los pequeños gestos de cada día que intentan humanizar la vida de esa persona aunque más no sea que se bañe, o arreglar el inodoro sabiendo que lo va a romper –a lo mejor porque nunca pudo usar inodoro-.

Proponer un proceso artesanal es proponer un camino de mucho diálogo: de un diálogo motivante, un diálogo reflexivo, un diálogo paciente. En este proceso artesanal la paciencia y la calma son los brazos del abrazo. Ustedes podrían ponerle el nombre de acuerdo al propio lugar y las personas que se les cruzan por la mente y el corazón. ¿Cuáles son los brazos, los nombres de esos brazos?

Porque el abrazo, el realmente decisivo, no es solamente físico. Eso es por afuera y es muy importante. Judas también abrazó, ¿Y qué?

¿Podemos hablar en nuestra familia de egreso? ¿Se puede egresar del vínculo familiar que pretendemos sembrar y hacer crecer? Porque entendemos nuestra identidad como familia y no como un dispositivo terapéutico simplemente. No porque nos sintamos mejores o peores, al contrario intentamos aprovechar y sumar todo, pero nuestra identidad pasa por el vínculo familiar. Y en una familia: ¿podemos hablar de egreso de la familia?

¿Cómo ayudar a estructurar a la persona, tratar de reconstruir su columna vertebral para que se ponga de pie en la vida? ¿Cómo ayudarle a ordenar de a poco su vida cotidiana sin imponer una estructura, una matriz institucional, que los que tenemos algunos añitos sabemos de antemano que no va a dar resultado porque la persona no la puede sostener?

Para nosotros el eje es la persona… decimos, compartimos. ¿Cuáles pueden ser otros ejes? Otros ejes a veces pueden ser: el proyecto que estamos armando, las etapas, los objetivos, las normas que con plena conciencia y pleno corazón pensamos, los tiempos que establecemos nosotros para ayudar a otro; las sustancias psicoactivas.

Todos estos pueden ser otros ejes -y no está mal que lo sean- pero son otros caminos y que tienen sus consecuencias. Si el centro está puesto en el consumo, cuando consumiste ya no podés estar ahí.

Ninguno de nosotros probablemente esté en una oficina cómoda donde llegan por turnos. Los centros barriales en general se parecen más a un embudo donde llega todo y eso trae una inmensa complejidad, genera un montón de tensiones y un montón de desafíos.

¿Qué es un genocidio? Estamos en un contexto de genocidio donde ya no hace falta -ni hizo, ni hará falta- un Hitler. Estamos en un contexto hace muchos años de asesinato de todas las generaciones jóvenes. Y no hace falta ni trenes, ni Hitler, ni líderes políticos, ni caras. Y no estoy hablando del narcotráfico, estoy hablando de todo el sistema llamémosle: “social mundial”. Nadamos en ese mar, hace mucho, de genocidio.

La matanza sistemática de multitudes. Y nosotros sabemos que todo el fenómeno de las adicciones, si uno lo mira bien, es un genocidio. El desafío es mirar a cada persona como persona para acompañar: una persona acompañada pero también como acompañante.

La propuesta es ayudarnos a pasar de la complicidad a la fraternidad, sentirnos hermanos, buenos vecinos. Vos podés ser mejor el vecino. ¿Por qué matar al de al lado? Porque no te pago, porque te roba una ojota ¿matarlo? Ser buenos vecinos, ser buenas personas. Creemos que la fraternidad le da sentido a la vida.

Otra tensión muy fuerte es entre las normas generales, que son necesarias en cualquier espacio que queramos ofrecer, y las situaciones personales. Esta es una tensión real. “No se puede robar”. Vamos a estar todos de acuerdo. Ahora, cuando robó Pepita, robo Pepito ¿Cómo hacemos? ¿Qué cosas tenemos en cuenta?

¿Cómo…? ¿Cómo amasamos esa tensión entre las normas necesarias para contener también, para cuidar, para valorar, para educar, para rescatar, y los procesos personales?

Si escarbamos en la realidad de ese chico, de esa chica que aprendió el robo desde que nació, porque escarbando vemos que la dinámica familiar fue de robo. ¿Pudo elegir ese niño que hoy tiene treinta y pico de años? Cuando realmente comprendemos esa historia se complejiza el asunto.

¿Qué proceso artesanal vamos haciendo con cada uno y con el grupo? Un ejemplo que manoteamos a veces: una familia con muchos hermanos. Uno pone normas, pero después la aplicación es diferenciada. Desde el tono de voz, desde la cara, desde la forma, desde un montón de detalles. Uno no le habla igual o no tendríamos que hablarle igual a un bebé que a uno de 11, que a uno de 18.

¿Cómo hacemos en la dinámica familiar? Son tensiones inevitables. En los centros barriales tenemos los desafíos de pasos adelante: dejaste de consumir, conseguiste un trabajo, convivís… -un montón de progresos que a ustedes se les vienen pequeños o grandes- ya cuidás tu cuerpo, ya vas al médico. Y al mismo tiempo hay pasos atrás -trigo y cizaña (Mt. 13, 24-30) para los que quieran mirada creyente y bíblica -.

Ese es el ritmo que bailamos todo el tiempo: pasos atrás y pasos adelante, procesos nunca lineales, siempre sinuosos. ¿Cómo procesamos nosotros esas idas y vueltas?

Otro ejemplo: el GPS. Nuestro desafío es mapear cada día permanentemente la vida cotidiana a partir de la ubicación de hoy. El GPS tiene toda la información. El centro barrial, la granja, lo que sea puede tener un montón de cosas, organizadas el desafío es ver cómo está hoy. Es importante, es preciso ver cómo está hoy esa persona. Hay que volver a bajar al hoy sin perder la visión de proceso.

Otro desafío, cómo problematizar, cómo poner signos de pregunta a situaciones para salir de la costumbre, para salir de la inercia, para desnaturalizar. En nuestro centro nos afanan, el robo está bastante naturalizado.

Tenemos que hacer alguna gimnasia para poner el problema sobre la mesa. ¿Se entiende lo que es problematizar? No es inventar un problema al otro para joderlo, es pensar alguna estrategia para ver cómo salimos de una costumbre, algo que ya es habitual y que no es sano -que lastima la vida-.

¿Cultivamos el arte de hacer preguntas o sólo el de dar respuestas? Si sólo damos respuestas podemos ser la cara creyente de la sustancia. Ahora consumo centro barrial, consumo a las personas del centro barrial. Nosotros hablamos de la persona como eje. Nosotros tenemos madres y niños juntos, y ustedes también en sus barrios y en sus esquinas: ¿Dónde ponemos el eje? ¿En la mamá? ¿En el niño? ¿En los dos? ¿Cómo hacemos? Estoy pensando en madres que golpean a sus hijos. Estoy pensando en madres -sin juzgarlas, simplemente trayendo una realidad- que por el consumo no están, desaparecen, y el bebé queda al lado y la madre no está… ¿Y cómo hacemos?

Son desafíos. ¿Y los derechos del niño? ¿Y los tiempos del niño? ¿Y los recursos personales de cada niño? Porque hay niños que por muchos motivos, empezando por la alimentación que recibió, por ahí tiene más fortaleza para remar algunas cosas y otros por ahí no.

Otro desafío: los límites en las situaciones límite. Los límites en las situaciones límites nos ponen en la tensión de pensar todo esto: ¿Cuáles, qué límite ponemos? ¿Cómo lo ponemos? ¿Se lo decimos hoy, mañana, pasado? ¿Quién se lo dice? Subrayo: ¿Quién? Ahí está el vínculo: “Ah no… a mí Pepita no me puede decir nada porque… no la voy a registrar por más que tenga la razón del mundo”. Y sí… porque no hay vínculos. Todavía no hay vínculo. Por más que tenga razón y por más que la persona también sepa que tiene razón pero… “Ese que no me venga a decir nada porque…” Entonces, ¿Quién comunica?

¿Cuándo? ¿Qué duración? Es una artesanía más en las situaciones límite. Un equilibrio difícil para nosotros es tratar de poner límites muchas veces pero siempre crear oportunidades. Parece un juego de palabras pero no lo es: “límites con amor, dentro de un amor sin límites”. Los límites tienen que ser con amor y dentro de un vínculo, si no, no sirven.

El desafío y la tensión de dar tiempo a las decisiones, nosotros podemos tener razón como equipo pero el tiempo de la persona para comprender, digerir y asumir eso suelen ser otros. Esto nos pone en la tensión con frecuencia de sostener y acompañar en dirección equivocada.

“Mate una persona… ¿Me vas a acompañar? La maté dentro del consumo, ni la quería matar y ni me daba cuenta que lo estaba haciendo. Pero soy un asesino.” ¿Vamos a acompañarlo? ¿Cómo?

Cuando Jesús había resucitado se puso a caminar al lado de sus amigos que se iban de Jerusalén (Lc. 24-13-25) porque el fracaso había sido total -un camino de huida-. Todo se fue al tacho cuando lo asesinaron a Jesús: todo… y se fueron. Y ahí empezó otro proceso y por los primeros amigos de Jesús que fueron caminando con esa gente le fueron ayudando a ver que el fuego no se había pagado, estoy hablando entonces de las opciones de Jesús. Jesús que tomó decisiones que tuvo una forma de ser y de tratar a cada uno y a esos cada uno también a poderosos, a humildes, a delincuentes, a mujeres solas, a viudas, a pobres, a ricos soberbios. ¿Cuáles fueron sus opciones y las consecuencias de sus opciones?

PEREYIVAÑE –Vigotsky-: Es una palabra en ruso, no sé si está del todo bien escrita, pero me llegó al oído en estos días y quise compartirla. Es una palabra rusa de un pedagogo ruso, que con una sola palabra dice que el encuentro nos transforma. En ruso la palabra significa: “salir transformado del encuentro con otro”.

“Sólo crecemos por dentro y por fuera cuando nos demuestra que tiene fe en nosotros con su manera de tratarnos de mirarnos, de hablarnos, nos comunica sin necesidad de muchas palabras que somos valiosos merecedores de amor y de confianza aceptándonos tal como somos.”

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