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Encuentro 10: Acompañar conectados al propio corazón – Fernando Cervera

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Encuentro 10: Acompañar conectados al propio corazón – Fernando Cervera

Padre Fernando Cervera

Vamos a compartir algunas reflexiones acerca de lo que nos ayuda a acompañar y crecer en la vulnerabilidad, sobre todo en el contexto propiciador de las adicciones y problemáticas de abandono, mayoritariamente social, como lo que se vive en los Hogares de Cristo. Cuidarnos también en nuestros propios mecanismos y estrategias frente a nuestras vulnerabilidades y cuidándonos, seguramente, vamos a tener también más elementos para cuidar a otros. Este cuidado propio o auto cuidado tiene que ser acompañado por otros.

Somos comunidad, siempre somos comunidad, más allá de que haya más elementos profesionales en algunos momentos. En realidad, tenemos esa maravillosa dimensión de la comunidad que Dios transmitió para que seamos verdaderamente humanos, es el caldero de las grandes iniciativas, creatividades, nos necesitamos. A mayor presión de una sociedad consumista, individualista que nos exige resolver todos los problemas, todas las cosas y no podemos, mayor también es la riqueza del intercambio, el acompañarnos.

Yo creo que la idea de comunidad, de acompañamiento, es la que tiene que estar presente no sólo en estos momentos que compartimos sino en todo lo que pensemos con estas problemáticas. A su vez, todos los seres humanos somos vulnerables desde antes de nacer, no sabemos nada, no tenemos nada, todo lo tenemos que aprender de los demás. Y lo tenemos que aprender con amor, porque si no lo aprendemos con amor no estamos ni estimulados, ni tenemos iniciativa y no lo integramos.

Esto incluso la ciencia un poco lo comprueba, nuestra manera de pensar, de sentir, todos los mecanismos neurológicos del cuerpo no terminan de conectarse e integrarse sin la fuerza contenedora e integrante del amor. El amor es el vehículo, el espíritu de vida que hace que todo esto se integre. Y ese amor lo tienen que dar otros. Nosotros nacemos de otros y los necesitamos. Y en esto reside a su vez, la trampa porque, si el amor es una necesidad, estamos condicionados a pedirlo y buscarlo, a veces a muy caro precio. Y el amor, sobre todo en nuestra crianza tiene que ser gratuito, sin retornos compensatorios.

Tenemos, y tienen los niños que sentir que se los ama y punto, con firmeza y ternura, con límites y mucha escucha y comprensión. Quizás no se puede planificar, pero si trabajarlo lo más temprano posible, y este trabajo sí que es necesario. En estos temas de las adicciones, de las vulnerabilidades, violencia, agresión, depresiones y fobias, etc a la que nos condicione y promueve este mundo tan individualista y tan consumista como decíamos, evidentemente hace también que el amor siga, por un lado, en el peligro de estar ausente como iniciativa, porque exige salir de uno mismo, es una entrega, un verdadero servicio, como nos enseña el Evangelio, y sigue siendo a la vez, una necesidad que se impone.

Ahí esta la pardoja en la que la humanidad está desde sus comienzos, amar es fundamental y fundante, por tanto necesario, pero no existe sin iniciativa libre, sin interés. No estamos preparados para eso, sino lo recibimos y no lo trbajamos. No hay que suponerlo. Hay momentos de la vida, de la historia donde la sociedad te ayuda más porque hay familia, porque hay roles, porque hay lugares bien cubiertos; con errores, con dificultades, pero están cubiertos y hay épocas de la vida donde no.

Nosotros estamos viviendo una época de transición de muchas formas y moldes, en los que muchos fuimos criados, de otra forma. Y, en el medio las personas, los individuos que van naciendo, que se van criando empiezan a vivir carencias, empiezan a vivir dificultades, ausencias, abandonos. Esto afecta al amor, como primera medida. Y a veces además está acompañado de violencia, hay mucha violencia y en la familia de los adictos, en la historia de los adictos hay mucha violencia psicológica, verbal, física, sexual.

La historia del abuso, aunque no quiero excederme del término, es algo que se repite en las historias de las personas que buscan solucionar adictivamente aspectos de su vida. Necesidad de amor, necesidad de integrarnos interiormente, necesidad de aceptar los desafíos, por lo tanto, tener confianza en uno mismo, tener confianza en los otros, son como la base para poder crecer en la vida y poder afrontarla. Esa base está fallando, esa base se resquebraja. Entonces surge la posibilidad de buscar muletas, suplementos, algo con qué arreglársela y si no las va a arreglar, por lo menos lo va a paliar. Sufro pero, por lo menos, sufro menos, o trato de que el sufrimiento no me afecte y lo callo, lo silencio.

Para eso a su vez voy a tener también que minimizar, tabicar, esconder todos esos sufrimientos que uno no sabe manejar. Uno no se siente seguro, no se siente valioso. Uno cree que el mundo es demasiado para uno, que es demasiado exigente, demasiado agresivo y uno es muy poca cosa. O al revés, el mundo es menos y uno se siente demasiado omnipotente y creído en sí mismo y en cosas que no son importantes. Por lo general, uno se la cree y cree que puede afrontar todo, pero resulta que después se estrella y eso sí que uno no se lo banca.

Entonces vuelve a recorrer lo mismo, cómo puedo paliar, cómo puedo silenciar esto, cómo puedo hacer que me afecte menos, y así sigue la rueda, el círculo de más sufrimiento, vaya a saber hasta cuándo… Quiero proponer que en este desafío del auto cuidado -y en comunidad reflexionemos, o más que reflexionar, sintamos desde nuestro punto de vista cristiano, que lo recemos, que lo meditemos. Me refiero a nuestras propias vulnerabilidades, estas propias dificultades de manejar situaciones, porque todos sufrimos algo de este abandono, de esta carencia de cuidado, de iniciativa, todos sufrimos en algo.

Problemas familiares, de educación, historias, eventos traumáticos o difíciles, a veces destructivos. Todos quizás tenemos algo de eso y si no a veces nos han rozado por lo menos. Quizá no sea tan grave ni tan importante, pero al menos nos han tocado. Entonces, buscar todas estas estrategias que hemos usado para silenciar algo, aplacarlo, para rajarnos de un problema, nos va a ayudar a entender qué le pasa a una persona que está presa de todo esto, que está atrapada en esto, cuyo organismo, cuyo sistema nervioso, su psicología y, por lo tanto también su espiritualidad, se van a encontrar muy condicionada.

Por supuesto, a menor presencia de la sociedad, de la educación esos problemas se acentúan. Hay sectores más vulnerables que otros en la sociedad por carencias. Y hay otros sectores que son vulnerables, aunque no carecen de ningún recurso exterior, ni educativo ni cultural, sí carecen de esta presencia amorosa, cuidadosa de los mayores, de los adultos, lo que hace una infancia y una adolescencia muy solitaria, muy abandónica.

Volver entonces a estos recursos, volver a estas estrategias personales. Cómo y dónde yo me escapo de los problemas, dónde y cómo yo intento silenciar problemas o minimizarlos: “no es para tanto, yo lo puedo manejar, yo lo puedo resolver”. Dónde yo busco paliar un dolor, algo que, como decimos comúnmente, me jode, que no sé cómo manejarlo y no quiero siquiera pensar en eso, o cuando lo pienso, me viene o lo siento me abruma, me desborda. A lo mejor no es grave ese problema, a lo mejor la situación en la que esto se reaviva tampoco, pero uno siente que uno no lo puede manejar, uno se va a desbordar, “que esto va a ser un desastre”.

Lo mismo pasa con la agresión. Hay muchos jóvenes que sienten que su agresión los va a desbordar, que van a hacer un desastre con otros o consigo mismo y a lo mejor no es así, es más un fantasma y una fantasía que uno se va creando. La persona que es violenta o la persona que se cría en violencia y que va adaptándose a un clima de violencia va a sentir que esa fantasía está confirmada, en realidad fue forzado a eso. Esa situación también es abusiva, y de esto hay mucho.

Entonces va a necesitar, para mantenerse supuestamente fuerte y a nivel de los otros, también va a necesitar herramientas para paliar, herramientas para ocultar ese dolor, herramientas para esconderse de todo eso. Recuerdo muy bien la historia de un amigo de un sector, de un barrio muy humilde de Córdoba, que desde chico fue obligado a vivir violencia por el padre, dándole a entender que era la única manera de imponerse en este barrio es esta. “Entonces tenés que pelearte” y el chico no era violento, y además era muy chico. Tuvo que adaptarse a una forma de ser impuesta violentamente.

Estos esquemas existen mucho, son miedos que impulsan a las personas a querer adaptarse de esta manera y este chico crece sin ser eso que lo obligan a ser y entonces busca paliar. ¿Y cómo va a paliar? En este caso recurrió a las drogas, al alcohol…la historia de siempre. Gracias a Dios, en algún lugar, en algún momento, con la ayuda de Dios, pudo rescatarse por lo menos en parte. Pero a veces quedan secuelas, quedan importantes problemas. Y acompañarnos en comunidad, para ese auto cuidado, que será mutuo en algún aspecto al menos, no sólo va a ser una manera de ayudarse a paliar mejor, de una manera más sana todo esto, sino que es la única garantía de poder crecer, poder rescatarse, poder seguir adelante.

Por lo pronto, esas tres estrategias que ahora señalo -paliar, minimizar o negar y evadirse- pueden prendernos una lucecita amarilla o roja en nuestra vida por más pequeña que sea, y nos van a ayudar a entender a aquél que está afectado verdaderamente. Uno a veces no va a poder dar respuesta a un montón de situaciones que vive una persona que está en esta problemática. Pero sí puede ayudarlo a comprenderse, que la persona se comprenda, que se escuche y que vea que si hay otro que no solamente tiene empatía porque pasó por algo parecido o igualmente entiende lo que siente.

Da mucho miedo hablar de lo que se siente cuando se está vulnerable, no solamente para una persona afectada, sino también a nosotros mismos. Cuando trabajamos, acompañamos a un hermano, a un compañero, a un amigo que está padeciendo muchas de estas cosas, a veces sentimos bronca por cosas que pasan o las actitudes de la misma persona. A veces sentimos indiferencia porque es una manera de bajar la cortina y decir que esto no me afecte y lo sentimos a medida que vamos trabajando con él. Otras veces sentimos lástima y nos desbordamos y nos metemos en el mismo pozo. Lo importante es escuchar todo eso, escucharse. Y ver cómo lo resuelvo o resolví, qué hice con esos sentimientos.

Me puse a consumir algo, a comer o a tomar, me metí en la computadora o en el celular y me voy, viajo por todos lados porque siento que no estoy buscando, sino que estoy tratando de aliviarme. Y bueno, cualquier otra cosa, y el sexo claro también, más accesible todavía… Tener en cuenta esos modos de aliviarse frente a algo que de pronto nos exige, nos angustia o nos duele es muy importante no para cambiarlo ya, pero sí para comprenderse, conocerse, darse la posibilidad de meter un poquito más de corazón y cabeza que medie y no estar buscando respuestas inmediatas a algo que uno no sabe cómo manejar en ese momento. Eso va a ayudar mucho a otros y ayudarnos entre nosotros, entre los que intentamos acompañar de alguna manera todas estas situaciones.

Cuidarnos. Ninguno va a salir mejor que el otro. Por ahí la persona que está muy enferma como decimos comúnmente, es mejor que uno, hasta tiene más recursos personales pero lo importante es que yo supe escuchar, comprender y cuidarme y eso le da esperanza a la persona afectada. Quiero insistir en estos puntos de este auto cuidado, en escucharse, permitirse sentir, poder hablar con otro y por supuesto si lo medio todavía con un momento de meditación, de oración sobre lo que uno va sintiendo, nos acompañar conectados al propio corazón ayuda muchísimo y va a ayudar a la persona con la que acompañamos. No porque le da respuestas mágicas, no porque le da soluciones a nada sino porque mis tiempos de entender y de intervenir son lo que más lo va a ayudar al otro a manejar sus tiempos.

Esto suena un poquito abstracto todavía. Vamos a poner una situación típica. Una persona que nos moviliza, nos pone ansiosos porque hay un problema grave, urgente (siempre con las adicciones todos los problemas parecen urgentes porque hay mucha impulsividad). Por ejemplo, una mujer en recuperación que tiene chiquitos y no tiene con quién dejarlos…además suma problemas legales… y entonces ¿qué privilegia, privilegia su recuperación o privilegia a sus hijos que dependen de ella?

Cuando se sienten mal consigo misma/o empiezan a manotear problemas que tiene desde hace mucho y que los quiere solucionar todos ahora o quiere apurarse a terminar una etapa de algo, de un proceso, quiere volver por ejemplo a reanudar cierta vida anterior o cierta normalidad de ritmos, de horario, de trabajo, problemas de pareja, familiares… y probablemente todo eso no está en sus posibilidades, ni materiales, ni en su condición personal para abordarlos.

Todas estas cosas y otras muchas más nos movilizan, nos ponen ansiosos y uno cree que está pensando en el otro y en realidad uno está sintiendo ansiedad por uno, es uno el que está en esa situación de impotencia por querer solucionar las demandas que vienen de esta persona en cuestión y va a buscar soluciones para el otro que en realidad son para calmar la propia ansiedad o una situación angustiosa. Generalmente estas cosas no son nunca tan así al menos, pero nos movilizan, nos ponen ansiosos y hace que nosotros busquemos la solución.

En general nosotros no tenemos que buscar soluciones, tenemos que ayudar a que las personas encuentren sus propias soluciones, al menos en lo que esté a su alcance buscarlas, gestionarlas. En el Hogar de Cristo muchas demandas y necesidades sociales son cubiertas solidariamente por la comunidad, para el que tiene imposibilidad de afrontarlas y se evita así la perplejidad, el desamparo, encontrando excusas perfectas para abandonar su recuperación, como pasa con aquellos que tienen cuidados para sus niños y otros. El no cuidarnos y saber dónde estamos parados, es un riesgo muy común, a partir del cual, no ayudamos a nadie ni nos ayudamos nosotros tampoco.

Además nos vamos a frustrar porque nos damos cuenta que nos apuramos a operar de ciertas maneras que no son correspondidas por los tiempos, necesidades o intereses del otro. Entonces nos frustramos, nos sentimos impotentes y este es uno de los círculos típicos de todos estos trabajos. Nos da bronca porque la persona al final no aprovechó la ayuda, o porque el Estado no se hace cargo, o porque tal profesional o tal organismo o tal hospital no atienden las cosas como deben ser, y en realidad no atienden las cosas como yo quiero que sean.

No es tan fácil ver todo esto, nos necesitamos, necesitamos trabajar mucho en equipo, mucho en comunidad y eso hace que también nos cuidemos. Pero además hay un cuidado del que trabaja con y a la par que es crecer como persona. Uno tiene que crecer íntegramente como persona, o como decimos en nuestra jerga, crecer espiritualmente. No creer que porque uno está sirviendo a otro, en el sentido cristiano de la palabra, uno tiene que olvidarse de sí mismo, descuidarse, dejarse estar, justificar con eso descuidos que uno tiene con uno mismo, rayes que uno tiene, problemáticas que uno no afronta.

Descuidarme porque estoy muy abocado a los otros no es ni servicio ni caridad ni es profesional si se quiere también desde ese plano. Crecer uno como persona, diría que es una de las cosas que más esperanza da a la persona con la que uno trabaja. Porque es estimulante que uno que se ha acercado, que me comprende, que me escucha esté interesada por sí misma, eso hace que uno se sienta estimulado a interesarse por uno.

Es una ayuda indirecta. Es una ayuda, si se quiere, lenta pero fundamental para estar bien uno y que el otro sienta que esa otra persona que me acompaña y me escucha, va creciendo, va haciendo su vida. Eso estimula a veces hasta con envidia, con bronca pero no importa eso, en algún momento es importante. Para ese ese crecimiento personal, y frente a estas problemáticas, hay que afrontar todos esos sentimientos que vamos teniendo.

La persona vulnerable nos moviliza los sentimientos, no sólo los mecanismos adictivos o pro adictivos sino que moviliza sentimientos que uno no tiene resueltos. Yo también tengo envidia, me siento menos, u omnipotente o creído, uno también siente un montón de cosas que la persona más vulnerable te las evidencia, te las pone en la piel, pero uno las tiene. Las tiene más escondidas, más ocultas, más educadas.

Entonces ahí es importante ese crecimiento personal, paralelo si se quiere, de afrontar los propios sentimientos que la otra persona nos refleja. Porque la caridad tiene que jugarse mucho en este lado también. La caridad no es tener o dar algo concreto, material o algún servicio, si bien todo eso es excelente, la caridad también se juega en ese compartir de lo que vivenciamos, de lo que experimentamos y que no sabemos manejar. Entonces si yo afronto, si yo acompaño desde ese lado la persona está recibiendo un “servicio” que no estaba previsto, pero es fundamental.

Como todos los seres humanos buscamos referentes, el abuelo, el tío, el vecino, el amigo que me sirvió de referente, me identifiqué con él, o personas a las que acudí para que me orienten, escuchen, ayuden. Lo mismo le va a pasar a cualquier ser humano y en estas situaciones con más razón. Y uno se va a acordar mucho de ellos. A lo mejor nunca te hizo un regalo, nunca te dio plata, nunca te ayudó materialmente o con un favor especial.

Sin embargo, uno las tiene como un referente, como un anclaje, como un ancla que me ayuda a no perder el rumbo y a mantenerme en cierta solidez. Entonces busco y pienso la referencia, tal persona que me dio este ejemplo, tal persona que me aconsejó de esta manera, tal persona que hizo este camino, mirá cómo lo resolvió… yo puedo resolver. Eso es la comunidad, que puede ser tu familia o pueden ser tus amigos o puede ser la comunidad expresa que se junta por su fe, por ejemplo, o por un interés especial.

Estos cuidados que tienen que ver con el crecimiento personal y especialmente en la propia vulnerabilidad, son para mí son otros de los elementos importantes en esta tarea comunitaria que vemos tan fundamental y gozosa a la vez. Fijémonos a propósito que está de moda una palabra, gracias a la tecnología, que es la conexión. Nos conectamos, pero pocas veces vinculados en serio.

Esto que adoptamos un poco de la tecnología –“estar conectados”- en realidad habla del vínculo. Pero corremos el riesgo de establecer vínculos líquidos, superficiales. A veces la palabra conectar tiene que ver más con un apego o un pegotearse. Hay que estar permanentemente conectado porque si no nos sentimos solos. Estas modalidades que hoy se acentúan con la tecnología presentan un desafío que nos abarca a todos, y entender lo que le pasa al otro -y no estoy hablando de adicciones a la tecnología, sino de que es una modalidad común- en realidad, a pesar de tanto hablar de la conectividad, nos desconecta.

Estamos conectados, pero no para profundizar y compartir sentimientos, lo que nos pasa, abrirnos realmente en un ambiente de respeto e intimidad necesarias, sino para no sentirnos solos. En estas problemáticas donde persiste la soledad, el abandono y nos puede pegar mal a nosotros porque también tenemos algunos abandonos y soledades, buscamos la conexión. Y la conexión que buscamos puede ser sólo un pegoteo, a veces erótico o simplemente de afecto, un “hay alguien allí?”.

Formas simples que se contagian en las redes, etc. Por eso, abrirse y compartir tiene que ser el verdadero sinónimo de la conexión. Interioridad, conexión o comunicación, comunidad no están tan separadas como estamos viendo. Lo que uno vivencia y lo que uno siente es lo que en realidad va a compartir con el otro aunque sea silenciosamente.

Lo que uno puede cuidar y cuidarse va a tener que ver con esa interioridad acompañar conectados al propio corazón porque si no la trabajo estoy viviendo en una capa superficial de la reacción, rebotamos como una pelotita de ping pong y no nos metemos adentro a ver quién soy yo, qué estoy pensando, qué busco, qué quiero. Si la intimidad me da miedo, me da miedo meterme adentro (esto se ve mucho en la gente joven, de cualquier nivel social, con cualquier problemática o sin ella, hay mucho miedo de escucharse, hay mucho miedo a afrontar por situaciones dolorosas, abusivas, de abandono, de soledad, uno no confía en ese mundo, está lleno de fantasmas).

Entonces uno no quiere entrar ahí, y la búsqueda de reacción es una de estas posibilidades y salidas que la sociedad de consumo nos ofrece y que las adicciones lo completan perversamente bien: me quiero rajar, me rajo; me quiero esconder, me escondo; quiero volar, vuelo; me quiero estimular y ser una máquina, soy una máquina. No soy eso pero el suplemento lo tengo. ¿Quién soy? Meterme adentro me es muy difícil. Si no me meto adentro me es difícil compartir con el otro y si no comparto con el otro también me va a resultar más dificultoso intentar ver qué siento como la persona con la que estoy hablando.

Los grupos entre nosotros, entre los que ayudamos son muy importantes porque uno va a tener exactamente las mismas tendencias y tentaciones. Compartir no necesariamente situaciones íntimas y personales con cualquiera pero sí estos sentimientos y mecanismos que utilizo y veo que vos lo manejás diferente o yo veo que a vos te pasa lo mismo que a mí, de pronto me hace perder miedo, me hace quitarle importancia.

Entonces ya hay un crecimiento, y encuentro además que hay otras posibilidades, otras salidas. El segundo paso, mucho más importante. Sin querer, con el otro me voy metiendo adentro y desde adentro me vuelvo a conectar, comunicar con el otro de una manera mucho más rica.

Por lo tanto, comunidad e interioridad no son polos opuestos sino absolutamente complementarios. Y la persona que se mete en estas problemáticas a trabajar con lo vulnerable del otro que es lo vulnerable de uno va a tener que fortalecer mucho estos dos aspectos para no perderse.

Por último, una de las peores cosas que nos puede pasar es que transformemos esto en una careteada, es decir, en una impostación, en una sobreprotección. Podemos ser más inteligentes que, o saber más también y transformarnos en puro discurso y no realmente en lo que se trabaja. Muchas veces cuando trabajamos en estas problemáticas es bueno hablar poco y nada.

Asi es que no sabemos, llegamos a un callejón sin salida? esperemos, demos tiempo, busquemos salida por otro lado, nos equivocaremos quizás, y quizás también la otra persona no soporte esa no solución inmediata, esa no respuesta que el grupo tiene que dar. Sí, chocamos con la impotencia de que somos muy limitados y que estas problemáticas desbordan, pero lo peor que podemos hacer es mentir siendo personajes que se sobreadaptan y dan respuestas armadas para tranquilizarse.

Ahí volvemos a lo de antes, todo para calmarse uno y no para ayudar a los demás. Espero que estas reflexiones aporten elementos. En este momento son las que me parecen más importantes. Debe haber muchísimas más, pero creo que empezar por algo nos va a ayudar.

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