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El Hogar de Cristo como familia – María Elena Acosta

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El Hogar de Cristo como familia – María Elena Acosta

María Elena Acosta
CB Santa María, Granja
San Miguel Arcángel y La
Provindencia, Gral Rodriguez,
Prov. Buenos Aires

Soy parte del equipo del Bajo Flores, de la parroquia Madre del Pueblo, de la villa 1-11-14. En estos días, pensando que el título era: “La integralidad de nuestra intervención”, me dije: “¿y si cambió el nombre?”. Si, el Hogar de Cristo es más simple. Y me tomé ese atrevimiento de decir: “La familia que recibe, abraza y acompaña”, que es lo que hacemos todos los días entregando la vida en este lugar tan lindo que Dios nos regala.

Los chicos del Hogar hicieron un video para presentarles a ustedes y ayudarme a mí. Es un video cortito que se hizo con mucho amor –en uno de los dispositivos que tiene el Bajo Flores – que es el Centro Barrial San Francisco.

Recibimos vida: vida como viene, vida de carne y hueso, vida con nombre y apellido. Con historias de dolor y sueños. Donde se ama, se sufre, se siente y se vive. El Hogar abraza la vida para seguir acompañando la vida, donde la vida se transforma en familia.

El centro barrial, o el lugar que nosotros estamos, es un lugar de puertas abiertas donde las personas que reciben tienen una presencia cotidiana, amigable, de paciencia y alegría. Un lugar donde se pone límites desde el cariño donde se abraza y se pregunta: “¿Cómo estás? ¿Cómo te fue?” La tarea más linda es poder recibir a los chicos cuando vienen y en lugar de preguntarle: “¿Qué necesitás? Espérame… bancame…”, recibirlo desde la paciencia, desde el cariño.

“El Hogar de Cristo, está acá en el Bajo Flores, en la villa 1-11-14. Recibe a los chicos que están con problemas de consumo, tanto chicos como chicas, como con hijos, abuelos. Trata de ayudarlos, los acompaña en todas las necesidades que tengan. Es un lugar donde te abrazan, te cuidan, se ocupa de la vida de cada uno.”

Es un lugar donde hay que hacerse amigo del tiempo. Cada persona es sagrada y nunca está de sobra. Para nosotros no es un número, ni está anotado en una ficha el primer día. Sino que es una persona, es un familiar, es alguien que nos está pidiendo ayuda. Es alguien que va a ser parte de nuestras vidas.

“Uno empieza a ver como que hoy en día tiene una familia. Y lo más
importante de todo es: que una persona, esté en la situación que esté, se deje ayudar y pueda ser feliz. Que pueda ser una persona digna, digna de andar en la calle, de salir con una familia, de poder volver a recuperar el vínculo familiar. Yo creo que el Hogar de Cristo a mí me enseño esto: a ser familia, a compartir y a vivir lindos y gratos momentos.”

Una familia que prepara la mesa grande con mantel para recibir y hacer
lugar. A todos nos gusta cuando visitamos algún familiar que nos reciban con la mesa preparada. Y es algo que los chicos tienen que sentir cuando entran al Hogar de Cristo.

“Los centros barriales tenemos taller de cine, tenemos taller de teatro,
tenemos taller de fútbol, hacemos grupos para contar nuestras cosas. En el centro barrial podés desayunar, podés merendar, podés almorzar, te podés higienizar. Entregamos shampoo, damos jabón, damos ropa limpia para que puedas sentirte cómodo y sentirte limpio.”

Los centros barriales de la villa 1-11-14 te esperan con las manos abiertas. Jamás te van a rechazar, jamás te preguntan: ¿Qué es lo que hiciste?, sino que te preguntan: ¿Qué es lo que vos hoy en día querés?.”

Qué lindo es ver la mesa larga con charlas, risas, y el sabor de una rica
comida, como lo hacemos en nuestras casas también. Hay que hacerlo desde el cariño. Que la mamá que prepara la cocina o la madraza -que es un nuevo nombre que le están poniendo en algunos centros barriales- y con la ayuda de los chicos preparen la mesa, preparen la comida, para recibir a los otros chicos que todavía no conocen el Hogar.
Que la comida salga a la calle también es muy importante. Con un mate
para las charlas donde vamos descubriendo su dolor, su vida y su historia. El mate también juega una parte importante de nuestra vida en el Hogar. Qué lindo es recibir a un pibe con un mate en la mesa, con un pan. No importa si tenemos galletitas, pero un mate calentito sirve y abre la puerta para poder charlar. Para poder saber más de lo que hay atrás esa carita triste, de ese corazón tan frío que a veces llega. Donde se festeja el cumpleaños, la Navidad o el Año Nuevo, donde se acompaña cada logro: a veces de estudio o de trabajo, y se abraza cada dolor, las enfermedades o el no puedo y el no sé qué hacer. Eso
también es importante. Poder abrazarlos desde cuando tienen una alegría, por terminar el colegio secundario o empezar la escuela primaria, o porque pudo vincularse con sus hijos o acompañar a su hijo al acto del colegio, y también poder abrazarlos cuando tienen una mala noticia por una enfermedad que a veces la vida les trae.

Una familia donde se va descubriendo el ser mamá o papá, que se acompaña cuando se pierde la libertad sin juzgar, o cuando alguien de la familia se va a formar parte de la gran familia del cielo. Cuando un chico en el Hogar queda detenido hay que acompañarlo, hay que sentirse parte de ese dolor, y de esa angustia que sienten y también ser parte del dolor cuando un chico, una chica o un abuelo va al cielo. Eso se siente en el Hogar cuando se hace familia, cuando se comparte la vida desde ese lugar.

Un lugar donde se contagia desde el corazón: el ser familia que recibe, abraza y acompaña, y los chicos empiezan a ser ellos mismos los protagonistas de esta familia, donde nos abrazan a nosotros, donde nos acompañan. Si tenemos en el centro barrial un espíritu de recibir, de abrazar y de acompañar, se contagia y empiezan a ser ellos los protagonistas de la gran familia del Hogar de Cristo. Ellos son los protagonistas, nosotros solamente acompañamos.

El Papa Francisco nos dice que el servicio es el criterio del verdadero amor. El que ama: sirve, se pone al servicio de los demás. Y esto se aprende especialmente en la familia donde nos hacemos por amor servidores unos a otros.

En el seno de la familia nadie es descartado, todos valemos lo mismo.

Cuando el Papa dice que todos valemos lo mismo es porque bajo la mirada de Dios somos todos iguales.

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