El Espíritu de Familia de la FGHC – Por Pablo Vidal
“El Espíritu de Familia” de la Hogar de Cristo.
Pablo Vidal
Familia Grande Hogar de Cristo
1° Encuentro Regional NOA (Noroeste Argentino)
2 y 3 de noviembre 2019 – Ciudad Universitaria de Horco Molle – Yerba Buena – Tucumán
Ayer compartí una frase, que para mí es muy linda para cuando nos juntamos todos, y es “la alegría de saber que no estamos solos”. Hoy, escuchándolos, con todas las reflexiones y dificultades que traen, es la alegría de saber que todos tenemos los mismos problemas.
Fíjense, no sé si se dan cuenta, pero acá hay veinte centros barriales de distintas localidades, ubicados en distintos lados y todos tienen los mismos problemas; y eso no es casualidad. Yo creo que si le preguntamos a los directores de Cáritas cuáles son sus problemas, no sé cuántos dirán que estos problemas son suyos también. Pienso que, todas estas dificultades que fuimos nombrando tienen que ver con un piso común que compartimos todos. Es importante darnos cuenta de esto.
Piensen, también, en esto que nos decía Charly, ayer, acerca de nuestro método de recibir la vida como viene.
Lo escuchamos a Charly, cantamos canciones y compartimos un momento lindo, muy romántico, pero claro después, en el día a día, se nos empieza a complicar la vida. Se nos empieza a complicar la familia, los amigos. Se nos empieza a transformar nuestra vida entera y esto tiene que ver con un posicionamiento, con una forma de vincularnos con el otro.
Yo estudié psicología, y de las primeras cosas que te enseñan cuando estudias, les diría casi en toda la carrera de psicología y en muchas carreras del ámbito de salud, es cómo tener una distancia óptima con el paciente.
Te dicen que con el paciente que te viene a ver hay que mantener una distancia. Hay que escucharlo, pero hay que tener la mente fría, el corazón frío, así uno sabe cuál es el problema que tiene aquella persona. Vieron que el cirujano nunca puede operar a un familiar suyo, porque a veces hay que tomar decisiones en caliente, hay que amputar una pierna y si justo es tu hijo o tu señora, lo vas a dudar mil veces; entonces te dicen tiene que ser alguien que tenga el corazón y la cabeza fría. Y, hay que tener esta distancia óptima, justamente por esto, que a veces circula mucho en los ambientes de salud, que es el síndrome del burn out, el síndrome del quemado.
En esto de involucrarnos con el otro, se nos puede prender fuego en el cerebro. Y en el ámbito religioso está “el cansancio de los buenos”. Y, piensen que en este método de recibir la vida como viene, el camino es totalmente el opuesto, es ir a prendernos fuego. Es decir, en nuestro vínculo nos involucramos, lloramos, nos da tristeza, nos da dolor.
Todo ese vínculo que vamos generando, que nos va prendiendo fuego, hace a todas las dificultades que tenemos; que van surgiendo porque sentimos que somos pocos y que el problema nos desborda. Y, nos desborda porque lo queremos al otro y conocemos toda su complejidad. Por eso, nos cansamos más rápido y nos vamos quedando sin saber con quien compartir lo que nos pasa, porque estamos tan involucrados que cuando llegas a tu casa, tus amigos de toda la vida ya no te entienden. Te dicen no me vengas con esas historias, ya me tenés cansado, y nos pasa a todos lo mismo.
Entonces, piensen en que, esto que fue saliendo, un vínculo fuerte, un eje fuerte, es el vínculo que tenemos con el otro.
Y el otro eje, que también va muy conectado a esto que planteamos, es la contracara. Es algo que muchas veces repetimos en el Hogar y alguna vez seguro lo escucharon, es el hecho de que nos encontramos con personas huérfanas de amor.
Por ahí, la persona está llena de problemas de salud, de adicciones, de trabajo, etc., pero si vemos en profundidad, en el fondo, lo que todos tenemos en común es que nos encontramos con personas que están solas. Que, quizás, tienen su familia o tienen su grupito con el que paran en el Gauchito Gil, pero que están solas. Y les preguntas si tienen un amigo y te dicen: no, el único amigo que tengo sos vos. Y esto también es muy importante poder entenderlo. Nosotros acompañamos y el Hogar trabaja y pone su foco en personas que están solas. Como esas personas están solas y nosotros la recibimos como vienen, se va generando una familia.
En todos los hogares se da este espíritu de familia, a alguna la llamarán mamá o tía, o dirán: está en mi casa, acá me reciben como soy; y así, se va generando ese espíritu de familia.
Y acá también me gustaría hacer una aclaración, porque es muy importante y porque nos pasa a todos. Casi todos los que estamos acá, mal o bien, venimos de una familia que nos permitió desarrollarnos en la vida, con amor, con alguien que nos miró, con alguien que confió en nosotros, con alguien que nos esperó, que nos puso límites.
Con las personas que acompañamos no hubo familia. Como no hubo familia, tampoco hubo una escuela que pudiera contener esa situación; tampoco hubo una capilla, una Iglesia que pudiera hacer esa contención.
Ayer, alguien me contaba el caso de un chico, con el que justo jugaban al fútbol; y lo pudieron contener y ahora es parte del hogar. También, me gusta mucho un ejemplo que repetimos en el Hogar, que es el de la rodilla. La rodilla, no si saben, para moverla, uno de los ligamentos principales -ligamentos cruzados- son los que permiten que haga su movimiento. Cuando esos ligamentos cruzados se rompen, el médico te dice: bueno hay dos opciones, podemos operar, ir al quirófano, y todo lo que tarda o podemos ir al gimnasio y hacer actividades específicas para reforzar los músculos secundarios u otros ligamentos; que cumplen una función secundaria, justamente, para no operarte y que la puedas mover igual. ¿Se entiende más o menos el ejemplo?
Y, si ustedes piensan en estos chicos, esos ligamentos cruzados -que eran la familia, el club, la capilla, la escuela- están rotos. Lo que permitía que ese chico crezca está roto, y lo que hay que hacer es reforzar esos músculos secundarios.
¿Cómo reforzamos esos músculos secundarios? Con el hogar y la familia que nosotros generamos, para tratar de suplantar todos esos vínculos primarios que están rotos, que hay que volver a sanar y volver a acompañar.
Esto de la familia, también, trae sus dificultades, como cualquier familia. Sin duda, es mucho más fácil cualquier lugar en el que esté bien dividido cuáles son los roles y funciones de cada uno. Si alguno trabaja o trabajó en alguna empresa, sabe que en esos lugares todo está bien dividido, cada uno tiene su rol y su función. Y, está tan bien dividido, que si falta justo el personal administrativo nadie puede suplir ese rol. Te dicen: no, no hay administración porque faltó la administradora. O, piensen, como otro ejemplo, en la escuela. A todos nos pasó, sí faltaba el profesor de química, era hora libre, porque faltó profesor de química y nadie podía suplantar al profesor de química en su rol.
Claro, nadie lo podía reemplazar porque es una estructura rígida, porque está todo bien dividido, bien ordenado. En cambio, en el hogar, que es un caos, que se vive el espíritu de familia, falta un voluntario y en seguida lo salimos a cubrir. O faltó el que hacía la callejeada y lo vamos a cubrir. O falta o se enfermó el coordinador y estamos todos reemplazando esa función. Y eso pasa, porque se da esa estructura y ese espíritu de familia.
Yo creo que el Hogar de Cristo tiene que mirar mucho a las familias. Marcelo decía algo como que la familia no se planifica tanto, uno puede decir bueno me gustaría tener un hijo, pero por ahí no te viene, o por ahí te vienen mellizos, o por ahí te viene pero no te viene sanito. Te viene con alguna enfermedad o nació con problemas de salud y altera a toda la familia. Pero la familia enseguida se adapta, se organiza. O lo mismo cuando te cae un hijo de sorpresa, cuando lo trajo la cigüeña de sorpresa. A veces la familia no está pudiendo llegar a fin de mes, no te da la plata, estás endeudado, tenés un montón de deudas y te cae un hijo y enseguida la familia se adapta. No me preguntes cómo pero la plata alcanza, se da una reorganización rápida, que es la que se da en nuestros hogares y es parte del espíritu de familia.
Quiero agregar dos ejemplos muy lindos que pasan en los hogares. El primero, es cuando, a veces, llega alguien de visita. A veces es un funcionario o alguien que viene a conocer el hogar. Y cuando viene una visita de afuera del hogar, todos los chicos se portan bien. Dicen que no hay que pelearse, porque hay visitas. No hay que hacer renegar a nadie. Y se va la visita y vuelven a revolear los platos, como la familia de uno. Lo mismo pasa en mi familia, cuando vienen mis tíos, hay que portarse bien. Se van los tíos y empiezan los bifes de vuelta. Pero fíjense que eso no es casualidad, es parte del espíritu de hogar que generamos entre todos.
El otro ejemplo, es de cuando un pibe nuestro del hogar se fue de gira. Nos robó la garrafa, se fue a consumir, recayó, cayó en cana y, de repente, ese chico vuelve a nosotros. Y nos da una alegría inmensa, porque teníamos miedo de que lo hubieran matado, o de que hubiera desaparecido, como desaparecen muchos chicos nuestros. Esto nos da una alegría enorme y le decimos pasá, báñate, acá tenés la ropa; y enseguida aparece el hermano mayor, que vino de gira hace dos días también, pero te dice: ¿Tengo que venir drogado para que me atiendan? ¿Tengo que venir así de la calle? para que me escuches. Este viene así todo roto y vos salís a abrazarlo. Y yo estoy acá todos los días, me porto bien y no me dan la mercadería o no me ayudan con plata; y viene este y salen todos corriendo.
Este tipo de situaciones son tensionantes, porque es verdad que el que acaba de venir, toda la ropa buena que le dimos la salió a vender y ahora cayó desnudo. Y el otro, un poquito de razón tiene también; entonces pregunto: ¿Cómo hacemos para que los dos se sientan alojados en nuestro hogar?
Un trabajo muy importante en nuestros hogares es el de hacer memoria. Yo creo que esos momentos de tensión, de dificultad, son un gran momento para hacer memoria. Para decirle a Carlitos -pongamos el ejemplo de este hermano mayor-: Che acordate como estabas vos, cuánto te costó a vos estar bien. Acordate cómo llegaste vos.
Algo que, también, nos pasa mucho en todos los hogares, por la sociedad en la que vivimos, es que pareciera que todos quieren ser hijos únicos. Todos quieren ser el único protagonista, el único que se lleva toda la atención. Estos momentos de tensión, también, sirven para decirles: correte de tu lugar individualista, correte de tu lugar de hijo único y mirá tu hermano, que acaba de llegar roto, que le podría haber pasado cualquier cosa y que ahora lo tenemos entre nosotros.
Esto viene de otro aspecto muy frecuente en los hogares, que es la gran dificultad que tenemos todos con las reglas y los límites.
Por un lado, tenemos este recibir la vida como viene y que hay que recibir a todos, y por otro lado, hay que poner reglas. ¿Cómo se digiere eso? ¿Cómo van de la mano, el recibir la vida como viene y el poner reglas?
A veces, no sé si les pasa, pero cuando uno va a contar acerca del Hogar a otro lugar, a alguna Iglesia o a algún un colegio, uno habla de recibir la vida como viene, y las primeras preguntas que surgen son: ¿los chicos dentro del hogar pueden hacer lo que quieren?, ¿pueden consumir? ¿pelear?, porque eso es parte de recibir la vida como viene…
Bueno, las reglas y los límites son muy importantes en el Hogar, porque de ahí surge una tensión muy grande. Y, a esta tensión tenemos que sostenerla, no resolverla. Sin duda, la salida fácil sería resolverla.
Un ejemplo de esto es cuando los chicos vienen de la calle, con problemas de consumo, o cuando llegan con sus berretines de la cárcel, con ese lenguaje carcelario y tanta violencia incorporada. ¿Cómo hacemos para recibir eso dentro del hogar? Y,¿Cómo hacemos, a la vez, para que el Hogar no sea una ranchada, pero tampoco se convierta en el hospital rígido, que nosotros criticamos?
En esa tensión estamos maniobrando, todo el tiempo, porque tenemos que alojarlos a los chicos como están; ellos no vienen todos prolijos porque la noche anterior estuvieron consumiendo, llegan al hogar y traen la violencia de la calle con ellos. ¿Cómo recibimos nosotros toda esa violencia? Nosotros no podemos poner límites rígidos, sabiendo la violencia traen encima los chicos.
Por eso, es importante, cuando nosotros pensamos las reglas dentro de los hogares, preguntarnos ¿al servicio de qué o de quién está esa regla?,¿cuál es el sentido de esa regla que pusimos?
A veces, alguno dice que una regla existe hace un montón de tiempo y ya nadie sabe por qué está. Así como revisamos un montón de cosas, es importante revisar cuáles son las reglas que tenemos y qué sentido tienen, que fin buscan.
A nivel general, tenemos dos reglas que son muy importantes para nosotros: que no haya violencia y que no haya consumo dentro de los hogares. Pero, le sumo una complejidad más. Esas reglas que tenemos en el hogar, también tienen que ser interpretadas en el momento, en cada situación particular. Hay que buscar la interpretación de la regla según lo que está pasando en ese momento.
Les pongo un ejemplo que me pasó a mí. Me acuerdo que en el Hogar, decidimos construir las reglas entre todos. Además de estas dos reglas principales, una de las chicas había propuesto que no se podía caer al Hogar en consumo, o sea, no se podía caer drogado.
Justo, nuestro hogar está en un lugar donde se consume. Y todos lo habíamos votado y nos parecía una muy buena regla que no se pudiera entrar drogado, porque vos entrás drogado y es un quilombo. Y, Carlitos estaba en esa reunión y ese día estaba bien y estuvo de acuerdo.
Pasaron dos semanas y un día escucho que me golpean la puerta con mucha violencia. Abro la puerta y estaba Carlitos, con una botella de cerveza en la mano, re borracho y me decía que lo dejara pasar. Yo le decía: no Carlitos, acordarte que hace dos semanas pusimos una regla, entre todos, de que no se podía entrar con consumo, así, alcoholizado. El me puteaba. Yo le decía acordate la regla de que no se puede entrar con violencia. Y tenía a todos los pibes del hogar que, obviamente, estaban atentos a la situación, y todos me decían: no lo dejes entrar a ese borracho, crucifíquenlo.
Yo estaba en el medio de las fieras que me estaban diciendo que lo echara, y Carlitos que estaba borracho, que me estaba violentando. Hasta que, en un momento, lo miré a Carlitos a los ojos, en su estado de violencia, alcoholizado y le pregunté: ¿qué te pasó?,¿por qué estás así? Y me contestó: encontré a mi mujer con otro en la cama. Imagínense. En ese momento, se largó a llorar, se puso muy triste. Y yo me dije que no lo podía dejar en la calle, porque estaba alcoholizado.
Nosotros tenemos que saber, en esos momentos, que es verdad que las reglas son necesarias, pero, también, saber que hay reglas que son más importantes que otras.
Como cuando tenemos una persona que está en este estado, que está con esa angustia hay que decirle: bueno, pasá vamos a charlar. Sin duda, no en frente de todos, pero bueno, vamos a la oficina y charlamos tranquilos.
Entonces, hay que tener en cuenta que hay reglas que son más importantes que otras. Que es bueno tener reglas que funcionen, pero que hay reglas que son superiores.
Les traigo, también, un ejemplo del código penal. El código penal regula una convivencia sana. Uno no puede, por ejemplo, tirar un piedrazo a mi casa, romper el vidrio y entrar. Es decir, hay una regla de convivencia que implica que hacer eso conlleva una sanción, por afectar la propiedad privada.
Distinto es si esta misma situación ocurre en una casa que se está incendiando y hay una persona adentro, en peligro. En ese contexto, la justicia habilita romper el vidrio y entrar a la casa, justamente porque hay un bien mayor en peligro.
Esto es muy importante discutirlo en nuestros equipos: ¿cuáles son estas reglas más importantes que tenemos o menos importantes que tienen que estar?, pero que puedan ser interpretadas en cada momento.
Toda la historia de la humanidad se manejó así. Después se crearon los jueces, los fiscales, etc.; pero si uno se remonta a antes de Cristo, si uno va a tiempos anteriores, cuando había un conflicto, la comunidad acudía a los ancianos o a un tribunal. Allí se presentaba el conflicto, cada uno contaba su situación y lo resolvían, porque se conocían, porque conocían las reglas y las interpretaban en el momento.
Otro tema, que se mencionó mucho, es el de los límites con amor. Porque, también, es importante poner límites y límites con amor. ¿Cómo hacemos que esos límites que nosotros ponemos no sean límites expulsivos? Esto se divide en dos puntos.
Una estrategia que nos funcionó a nosotros, es cuando se pone un límite donde hay que sancionar. Se le dice a la persona: bueno, hoy no podés participar del hogar.
Primero, es importante que la sanción que apliquemos sea una sanción que el otro pueda entender. Para esto, es importante que sea corta en el tiempo. Podemos decir: te sanciono por un día o te sanciono por una semana, pero no decir: no podés venir por un mes o por tres meses. Porque, esa persona no va a venir más al hogar. La clave es que sea un tiempo medible, suficiente para que el otro pueda comprender lo que pierde si no puede participar.
El otro punto es poner un límite, pero abriendo otra puerta. A veces, nos encontramos en una situación con una persona que realmente está complicando mucho el hogar. Que cada vez que viene está muy violento, que se pelea con los compañeros, que se los lleva a drogarse, o trae droga al hogar para vender. Hay situaciones que se vuelven más complejas, donde el límite es decir: no, mirá, hasta acá, esto ya no lo permitimos más. Al hogar no podés venir más, pero si un día querés hablar, nos podemos juntar en la esquina a conversar tranquilos, una hora. O decir: acá al hogar no vengas más, pero si querés podés ir a la parroquia tal o a Cáritas.
Yo creo que esos dos ejes, en cuanto a los límites, son muy importantes.Quiero mencionar un punto más, el tema de la autoridad.
La autoridad que nosotros tenemos no existe porque seamos más fuertes, porque tengamos un arma acá en el costado, porque tengamos más años, sino que nuestra autoridad nos la da el vínculo. Ese vínculo que se forma por haberlos recibido cuando estaban bien, cuando estaban mal, cuando te llamaban de la comisaría y los fuiste a buscar.
A veces, yo estoy en el hogar y pienso, si estos se revelaran todos juntos, toman el hogar, me cagan a trompadas, se llevan la plata, el auto. Es muy loco como hablándoles bien, nos escuchan. Tenemos que ser consciente que tenemos un vínculo de amor con estas personas, y es muy importante reconocerlo, saberlo y seguir construyendolo, porque lo más fuerte que tenemos es la capacidad que de generar vínculos.
Piensen que nadie, pero nadie tiene la capacidad de generar los vínculos que nosotros generamos. La policía no puede generar vínculos, el hospital no puede generar vínculos, la escuela a veces no puede generar vínculos. Y nosotros vamos formando esta familia, justamente, por los vínculos que vamos construyendo.
En el hogar, nosotros queremos ser reconocidos por la calidad de los vínculos que generamos dentro. Esto me hace acordar a los apóstoles; al principio, cuando murió Jesús, e iban caminando, la gente se quería sumar a la comunidad cristiana; no por lo que ellos decían o por lo que hacían, sino porque decían: miren cómo se aman, yo quiero estar ahí.
Con el Hogar pasa lo mismo, los pibes que llegan al hogar ven este espíritu de familia, nos ven a nosotros y cómo estamos involucrados, cómo los queremos, cómo ellos nos quieren a nosotros, y cada vez se suma más gente. Te empiezan a traer a los hermanitos, a la abuela, a los otros pibes de la calle, a pibes que están en la cárcel, que nunca los viste en tu vida, pero alguien les hablo del Hogar, y así, empieza a crecer, crecer, crecer…
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