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Diferencial Cristiano

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Este documento nace de la reflexión de los equipos de todos los Centros Barriales del País en el Encuentro de la Pastoral Nacional sobre Adicciones y Drogodependencia, del 5 de Noviembre del año 2016, de la Conferencia Episcopal Argentina. La propuesta fue pensar qué es lo que diferencia a nuestros Centros Barriales (CB) del resto de los dispositivos llamados “asistenciales”. Nos preguntábamos ¿Por qué se quedan en nuestros CB? ¿Por qué confían tanto en nosotros? ¿Por qué sienten el Hogar su casa, su familia?

Las cien respuestas que surgieron en los grupos de trabajo, a modo de frases simples, algunas veces repetidas, nos permiten hilar este texto en el cual las mismas aparecen resaltadas en negrita, y que reflejan la mirada integral, diversa, comunitaria y en clave misericordiosa que caracteriza a nuestros CB.

1.

Muchas familias de nuestros barrios viven situaciones problemáticas que se fueron agravando y complejizando por la presencia cada vez más fuerte de las drogas. Poco a poco la Realidad nos fue mostrando y nos fue llamando a hacernos cargo del Otro. Nos dábamos cuenta que las respuestas que teníamos en nuestras manos no alcanzaban y que siempre aparecían nuevas dificultades. Ahí entendimos que no se trataba de resolver “el problema de la droga” y que incluso no se trataba de ir resolviendo “problemas”, que la solución no se encontraba de esa forma.  Había que volver a poner la mirada sobre la Persona.

Algo que nos habían hablado siempre en nuestra Catequesis, en nuestras Misas: ese hermano que está en consumo es, antes que nada, una persona. Es mi prójimo, es mi hermano. Por eso no se centra la intervención en la adicción: el que viene no es un adicto sino que es una persona.Una persona que trae consigo una Historia, un recorrido.

La antropología cristiananos recuerda que no debemos perder esta mirada integral de la persona. Frente a una sociedad que fragmenta y que tiende a la especialización corremos el riesgo de ver en cada persona sólo una parte de ella: su psiquis, su cuerpo y sus enfermedades, su alma, su espíritu, su adicción y sus abstinencias, sus recaídas, sus necesidades y deseos.  La antropología cristiana nos recuerda que el hombre/la mujer es ante todo un ser complejo, porque es un ser de múltiples dimensiones, que se juega, se hace y se realiza en muchos planos y dimensiones. Por esa razón, para acercarse a cada hombre y a cada mujer hay que hacerlo desde múltiples miradas y cada aporte de las distintas miradas (la psicológica, médica, legal, sociológica, espiritual, etc.) que nos van permitiendo comprender un poco más a cada persona, pero que no se  acaba ahí. Los laicos, más allí de la profesión de cada uno, aportamos otras miradas que no tienen que ver con la de los especialistas y que son esenciales, porque somos madres, padres, abuelos, hijos, hermanos, tíos, vecinos, hermanos…

También fue un trabajo grande de parte de nosotros el desnaturalizar los problemas y las cosas que vivíamos diariamente. Fue empezar a escuchar ese clamor que se nos gritaba en cada dolor que acompañábamos. No podíamos naturalizar la vida y los problemas de esas personabas que acompañábamosen tanto situación de vulnerabilidad. Fue el darnos cuenta que el otro es mi hermano que sufre y que no puedo quedarme sin hacer nada.  Porque para nosotros esa persona es valiosa, su vida es una Historia Sagrada. Y la tengo que acompañar con el mayor respeto del mundo, porque para nosotros es certeza que Dios habita en cada una de esas historias. Y que además tienen un Don para aportar a la comunidad a la que pertenecemos. Fue descubrir que el encuentro con el otro transforma también mis pobrezas. Que nos hacemos amigos, que el me necesita pero que yo también lo necesito, lo extraño, lo quiero. Es una relación de par.

Por eso es que festejamosdesde un nacimiento, un cumpleaños, una fiesta de 15, hasta un casamiento dentro de nuestros Centros. Nos gusta celebrar la vida, todo,cada paso que damos, al tiempo que también deseamos acompañar todas las situaciones dolorosas que atraviesan nuestras familias, como enfermedades y fallecimientos.

2.

Acompañar la vida como viene,toda la vida, significaacompañar la vida integralmente,no sólo una parte de ella. Decimos que el abordaje es bio-psico-social y también espiritual, porque estamos atentos a las necesidadesdel cuerpo, del alma y del espíritu. Estas necesidades van desde las más básicas como alimentación, alojamiento y vestimenta –cuando no alfabetización- hasta las más complejas, como su autoestima y el volver a proyectar,a valorar y a apasionarse por la Vida,pasando por su salud física, psicológica, su identidad, la regularización ante la justicia, la reconstrucción de sus vínculos familiares, la inclusión en espacios de trabajo o de producción que le proporcionen un ingreso, la inclusión en espacios educativos o formativos, la necesidad de ser amado, de confiar, de creer, de ser perdonado…

En nuestros centros se cubren muchas necesidades, no sólo las necesidades vinculadas a la adicción, porque reconocemos todo lo que hay de humano en ella. Si sólo nos preocupáramos sólo por su adicción estaríamosdeshumanizando a la persona, estaríamos vinculándonos en una relación “sujeto-objeto” y no podríamos experimentar una verdadera relación “sujeto-sujeto”.

Generamos una cercaníaque intentamos sea lo más auténtica posible. Más allá de nuestras profesiones, de nuestros trabajos, y de los motivos que nos llevaron a estar en el Centro Barrial, una vez allíse comparte la vida. Nos ponemos sus zapatosy sufrimos juntospero también celebramos juntos. Como decía un texto que reflexionamos en ese encuentro, nos “zambullimos en un vínculo en el cual “el otro” toca mi propia realidad; es decir su pobreza toca mi pobreza; su límite, mi límite; su violencia y sufrimientos, los míos; su alegría, la mía; su necesidad de hacer fiesta, mi profundo deseo de comunión; su necesidad de afecto, mi búsqueda de él; su soledad, la mía; en esta perspectiva, descubrimos que entre nosotros se puede crear un espacio libre, una atmósfera, un clima en el cual cada uno puede ser único para el otro”.

Queremos crecer en el amor y por eso amamos constantemente, y seguimos amando hasta que duela, como nos enseñó la Madre Teresa. Por eso el acompañamiento nos deja marcas, nos deja heridas. No podemos  ser inmunes a lo que les pasa, indiferentes a sus dolores. Cuando acompañamos desde al lado, cuerpo a cuerpo, aquellos que veíamos como diferentes y lejanos tocan nuestra propia vida en una dimensión nueva que nos transformaen Hermanos, y ya nuestro compromiso en el centro barrial se convierte en algo más que un simple trabajo, en algo más que una búsqueda espiritual, una misión o una experiencia de vida: “ellos se transforman para nosotros en compañeros de historia, en compañeros de camino, sin los cuales nos resulta dificilísimo seguir adelante”.

Es la nuestra, entonces, una mirada de amor que transforma, y que nos invita a participar de estos encuentros con nuestros hermanos más vulnerables desde nuestras debilidades y vulnerabilidades.

Asumir la propia fragilidad permite conocernos más plenamente y asumir un compromiso que está construido no sobre un “yo” ideal, sino sobre nuestro yo más propio y más original. Por eso el primer paso es la aceptación de nuestra propia fragilidad, saber que se juega la propia vulnerabilidad de los voluntarios y de todos los que trabajamos allí. Reconocemos que nosotros los necesitamos a ellos tanto como ellos nos necesitan a nosotros. Que en este Encuentro nosotros aprendemos de ellos tanto como ellos aprenden con nosotros. Esta aceptación personal es la puerta de entrada a una relación de iguales, a una mayor empatía, a una verdadera fraternidad.

Desde esta conciencia de vulnerabilidad personal estamos en mejores condiciones para acercarnos al dolor de los otros, con quienes compartimos la misma condición humana. No lo hacemos desde el asistencialismo ni desde el paternalismo, sino desde la compasión, que implica sabernos humanos, reconociéndonos frágiles y fuertes a la vez porque compartimos el mismo aliento de Dios.

En nuestro acompañamiento se van revelando nuestras propias necesidades. Nuestra necesidad de amistad, de diálogo, de crecimiento, de confianza, de ser amados gratuitamente, promovidos, reconocidos, perdonados,  van apareciendo y van iluminando otras realidades de nuestra vida. Cuando logramos vincularnos deigual a igual, “experimentamos una auténtica conversión a nosotros mismos, a las raíces más hondas que nos hacen personas humanas necesitadas de vínculos auténticos y sólidos que influyan en la comunidad despertando una profunda comunión con los demás, lo  que responde a las exigencias más profundas de nuestra vida”.

Nuestro modo de vivir y de relacionarnos con los demás se funda en el amor misericordiosode Jesús, en haber podido experimentar la gratuidad de Su amor. Cuando sabemos que alguien nos ama de ese modo, sentimos que nuestra vida tiene sentido,recuperamos la confianza en nosotros mismos, y somos capaces de abrirnos a las relaciones con los demás con un corazón agradecido.

 

De la misma manera, nuestras palabras y acciones se transforman en reflejo de ese Amor que todos necesitamos experimentar, para devolver la confianza en sí mismos, para ayudarlos a ponerse de pie, para que vuelvan a creer en el valor de la vida. Porque nos sabemos amados, podemos amar, recibir al otro y confiar en su persona.

 

 

La verdad los va acercando, pueden contar con nosotros y cumplimos con lo que prometemos.

Una de las claves que fuimos descubriendo en este camino fue el darnos cuenta que los sentimientos se transmiten con palabras y gestos. No son sólo palabras y no son sólo gestos. Por eso es que en este recorrido las personas que acompañamos fueron entendiendo que ellos son muy importante para nosotros. Porque no solamente se los decíamos, sino que también se lo demostramos, los recibimos con un abrazo, los vamos a buscar si no vienen, los vamos a buscar si recaen y tienen vergüenza de volver, estamos siempre. Esto hace que a medida que pasa el tiempo – único que va depurando las cosas verdaderas- nos convirtamos en una especie de autoridad para ellos y que confíen en nosotros. Porque saben que si ellos nos piden ir al Hospital, nosotros lo vamos a acompañar. Que si nos piden hablar con su familia, vamos a hacer el llamado con ellos. Siempre en nuestros Centros van a ir encontrando sus respuestas.

El CB no es un lugar que solamente se queda en palabras sino que tiene gestos cotidianos y concretos que hacen que confíen en nosotros. Porque saben que estuvimos cuando estuvieron bien, cuando estuvieron mal, cuando estuvieron enfermos, presos, tristes, etc.

No debe haber ni un chico, ni un joven, ni un adulto, que el primer día que llega al Centro Barrial no se lo llame por el nombre y se le diga Bienvenido. En el abrazo se juega todo. Es en ese momento que se rompen todos los miedos, todos los prejuiciosque tenemos ambos en ese Encuentro. En ese abrazo no ponemos parámetros de higiene y presencia. En ese abrazovencemos todas las diferencias sociales y generacionales. En ese abrazo se rompe todo eso. No importa que venga sucio, que tenga HIV, TBC, no importa lo que hayas hecho, no importa cuánto tiempo lleves con la misma ropa puesta. Ese abrazo es el gesto más profundo de que recibimos al otro así tal cual es, con todo lo que trae.

Vivimos en una sociedad en la que valemos más por lo que tenemos (plata, títulos universitarios, puestos de trabajo) que por lo que Somos. En ese abrazo todo eso se rompe. Ahí va el Ser.

No están acostumbrados a este amor gratuito, a este acompañamiento que implica poner el cuerpo. Tan difícil como “dar sin recibir” es “recibir porque sí”. El amor gratuito los sorprende, y se quiebran absolutamente anteun gesto o una mirada de amor, ante el abrazo incondicional,sin opiniones, sin escándalos, sin juzgar.

En nuestra escucha, en nuestro acompañamiento, no buscamos imponer nuestros valores, nuestras creencias, nuestros tiempos, nuestras ansiedades, sino que nuestra escucha es paciente, espera lo que el otro quiere decir y contar. No buscamos sacar las cosas como un “sacacorchos”. Sabemos esperar pacientemente desde el lugar que nos quiera poner la persona que acompañamos. Bergoglio siempre asemejaba este acompañamiento con el que realiza el Pastor con sus Ovejas, y así nos repetía que a veces se necesitaba sabiduría para distinguir cuándo había que ir delante de las ovejas para marcarles el camino, mucho discernimiento para saber cuidarlas de riesgos, tener claro cuándo había que ir al costado de ellas para caminar todos juntos a la par y también reconocer el momento de dejarse guiarse por las ovejas e ir detrás de ellas. Nosotros sobemos que no tenemos todas las respuestas ni tenemos un camino ya marcado, sino que el camino se va haciendo con cada uno. Por eso es importante despojarse de todo y saber cuándo hay que acompañar por detrás a cada una de las historias que se nos confían. Ir detrás de ese deseo/vocación que vamos acompañando.

Por eso es que esa vida es escuchada con Misericordiay se es muy cuidadoso en el modo como se acompaña. En eso es muy luminoso el texto de la Zarza Ardiente de Moisés (Ex 3, 1-6), en el cual Dios le dice a Moisés: “Descalzate, que esto que estás pisando es una tierra sagrada.” El descalzarse para entrar al otro es entrar con cuidado, con respeto, el buscar no herir ni lastimar nada de esa historia con alguna palabra o gesto demás.

Es una escucha abierta, donde se busca no dejar nada afuera. Que el otro se pueda sentir que todo va a ser recibido de esa historia.

Creemos que este acompañamiento no está escindido de los límites. Muchas veces es necesario corregir al otro, pero no de manera brusca, que les recuerda  la violencia a la que están tan acostumbrados los chicos que acompañamos, sino a través de límites impuestos con amor, reflejo del amor y de la comunión que se vive en la comunidad cristiana. Limites que no cierran, y que permiten cierta abertura. Por eso las suspensiones no pueden ser eternas, sino que tienen que estar delimitadas en el tiempo también. Y tienen que permitir el movimiento. Un ejemplo de esto es cuando alguno de los chicos es suspendido del CB por un tiempo, pero al mismo tiempo le decimos que si desea y quiere, puede participar de otros espacios de la Parroquia o puede acercarse a otras parroquias o Centros Barriales que lo puedan recibir. Esto implica que a veces debemos reconocer que no tenemos todas las respuestas, que podemos equivocarnos también, que necesitamos de otros, y que muchas veces debemos saber soltar a quienes acompañamos, reconociendo que en otros lugares pueden ser “mejor”  acompañadas que en nuestro CB.

Estamos convencidos que nuestro trabajo nace como un llamado profundo que nos hace Dios para cuidar y acompañar a los más pobres y marginados de nuestras comunidades. Y este es otro de los diferenciales claves que encontramos con otro tipo de servicios asistenciales, o con otros espacios surgidos a raíz de la militancia política o social. Los que trabajamos y somos voluntarios en los CB  no lo hacemos como un trabajo a reglamento, de “x” horas a cumplir, sino que lo sentimos como una vocación. Este llamado interior que se relaciona con nuestro verdadero ser, con lo más profundo de cada uno, es lo que nos lleva a involucramos con el otro. Y eso no tiene horario. Los “chicos” nos mandan mensajes, nos llaman por teléfono a cualquier hora, vienen a nuestras casas a dormir, a comer, viajamos juntos, festejamos cumpleaños juntos. Es una relación de amistad. Y nuestro modo lo vivimos como un servicio a ellos.

Muchas veces nos preguntan ¿por qué hacemos lo que hacemos? ¿Por qué damos tanto por una sola vida? ¿Por qué apostamos tanto por ese pibe o piba que sabemos que va a morir? Y las respuestas son la misma: porque creemos que cada Historia es valiosa, cada persona tiene un valor para nosotros y para Dios. No nos da lo mismo una vida más o menos. No hay ninguna vida de sobra.

De todos modos, no recibimos a las personas en términos individuales solamente sino que es el equipo el que aloja, es la comunidad. Cuanto más amplio y más diverso sea el equipo en términos de edad, formación, especialización, capacidades y trayectos de vida más fácil resulta alojar a las personas que asisten al CB. De este modo, siempre habrá alguien para recibir y contener, podemos dividirnos los roles y tareas y, lo que es lo más importante, podemosapoyarnos unos a otros para abordar la complejidad de la vida de los demás.

Reconocemos que en el CB no buscamos ser Héroes ni nuevos Mesías. Sabemos que la construcción del Reino es entre todos. Que es la Comunidad la que salva, que esto se construye de abajo hacia arriba. Por eso es tan importante el equipo y la comunidad para saber que nuestros centros barriales son parte de una construcción comunitaria. De un proyecto de Dios para nuestra Comunidad, para el Mundo. Que no es el Proyecto de una persona. Todos sabemos que estamos de paso y que necesitamos del otro.

9.

Hay un punto que nos parece que es importantísimo resaltar y que es difícil de explicar. Es que nuestros lugares tienen una mística y eso se percibe. Repetimos siempre que el Hogar de Cristo no se explica, se vive. Eso es porque entendimos que la espiritualidad se siente en la carne. Ya que nuestro trabajo lo vivimos desde la Fe, es la Fe que ilumina nuestro trabajo y nuestros vínculos. Encontramos en el Evangelio nuestro camino, nuestro modo de proceder. Nuestro “manual de procedimientos” está todo allí.

Esa misma Fe que nos moviliza es la que también nos permite tolerar las frustraciones, sabiendo que siempre hay esperanza. Esa Bronca es también Esperanza, es reflejo de que la comunidad acompaña en todos los procesos, por más duros y prolongados que sean, que tiene paciencia, que sabe sobrellevar el fracaso, que más que buscar indicadores de éxito (como el de cuántos chicos o adultos logran “recuperarse”) busca sostener la vida, como sea, que sabe de esperas largas y de “aguante apostólico” (EG, 24).

Estamos llamados a ser, cada día, discípulos de Jesús, redescubriendo las obras de misericordia corporales (Mt 25, 35-36), como dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, sanar heridas. Pero no nos olvidamos de las obras de misericordia espirituales: sanar heridas del corazón, aconsejar, enseñar a aceptarse, con todas sus debilidades y fortalezas, mostrar que otros caminos son más saludables, corregir al que se equivoca, consolar al triste, perdonar las recaídas, soportar con paciencia las actitudes agresivas o violentas, devolverle la dignidad a todos los que se vieron privados de ella. Es así que en esta tarea se trabaja especialmente el vacío espiritual, para que comiencen a reconocer el amor de Dios y el amor de todos,para que logren quererse y abrirse al amor hacia los demás. Es nuestra tarea anunciar y ser testigos del amor misericordioso de Dios.

La vida de los CB nos ofrece múltiples oportunidades para practicar el mandamiento del amor que nos dejara Jesús.  Es el mismo Jesús, el que nos enseña a vincularnossanamente, nos pide amarnos unos a otros como El nos ha amado (Jn 15,12-17). Cristo nos eligió como sus amigos y queremos corresponderle a este amor de predilección, con el amor a Él y a todas las personas. Ser cristianos es salir al encuentro con una persona que se llama Jesucristo, por eso reconocemos la mirada de Cristo en cada uno de ellos.

Como Iglesia tenemos que dar ejemplo de sanación, de liberación, y de acogida.  Como dice nuestro Papa Francisco: “donde la Iglesia esté presente, allí debe ser evidente la misericordia del Padre. En nuestras parroquias, en las comunidades, en las asociaciones y movimientos, en fin, dondequiera que haya cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia” (MV, 12).

10.

Entendimos también que esa Fe se encarna comunitariamente, y se vive como Familia. Entendimos que frente a una Sociedad que nos invita constantemente a encerrarnos en nosotros, en nuestras zonas de confort, que nos invita constantemente a tener miedo y desconfiar del otro, ante una sociedad individualista que sólo busca salvarse cada uno por su cuenta, ante una Sociedad que separa, la respuesta del Hogar de Cristo es armar Familia. Armar islas comunitarias frente a esa sociedad anónima.

Ante estos huérfanos de Amor buscamos compartir como Familia, replicar el afecto, los apoyos, el sostén y la confianzaque necesitamos todos para crecer y desarrollarnos en plenitud.Generando un clima de confianza que no encuentran en otro espacio. Recibiendo a todos tan cual son, sin poner condiciones. Haciendo que el Hogar sea un lugar cálido, que lo sientan como su casa, que puedan identificarse con el lugar (por eso ponemos fotos de ellos), que sientan que lo construyen y que se sostiene gracias a ellos también.

Eso hace que nuestros chicos confíen en el Hogar, porque lo sienten como su lugar, un lugar seguro, de contención, donde son amados incondicionalmente, donde siempre va a haber alguien para escucharlo, para compartir un mate, una comida. Y la confianza del lazo se juega ahí, en la cotidianidadde la presencia del compartir de todos los días. Un espacio donde ellos son recibidos siempre, no importa en qué estado vengan ni con qué sentimientos o preocupaciones.

En esa Familia que construimos los recibimos como comunidad, en un clima de fraternidadque nos hermana a todos. En ella no hay sanos y enfermos, profesionales y pacientes, sino que entre todos compartimos nuestras vidas y elegimos caminar juntos, compartiendo juntos nuestros dolores y el caminar hacia una meta común que es la construcción del Reino en la Tierra. Donde nadie quede afuera.

Esta identidad comunitaria donde somos actores principales de una comunidad que buscamos transformar, hace que los chicos se sientan parte de este proyecto. No sólo porque en algún momento se sienten alojados y lo sienten como su casa, sino porque en un momento comienzan a compartir esta transformación con otros. Y así, salimos juntos a buscar a los que van quedando tirados al costado del camino, descartados por la Sociedad.

Comprendimos este llamado que hace el Papa Francisco a nuestra Iglesia de ser un Hospital de Campaña, al salir a buscar a los heridos y curarlos.

En esa transformación comunitaria que vamos siendo parte comienzan areconciliarse con la Comunidad.En un momento de este camino, los jóvenes o adultos que acompañamos dejan de ser estigmatizados o mirados como el “adicto”. Comienzan a ser reconocidos como “los chicos del Hogar”, o “los chicos del Centro Barrial”, que salen y buscan recuperar a los que aún están en los pasillos o en las esquinas donde paraban ellos. Se vuelven actores protagonistas de esa comunidad. ¿Quién mejor que ellos para hablarle a otro que estuvo en situación?

El trabajo de los CB permite reivindicar lo bueno de nuestros barrios, de estos espacios donde los jóvenes desarrollan su sentido de pertenencia, construyen lazos próximos, compartes estilos de ser joven (a partir de la vestimenta, música, códigos comunes, lugares que ocupan, etc.) definen sus prácticas cotidianas y, en definitiva, van confirmando sus vidas. El trabajo del CB y de nuestras Parroquias ofrece nuevas otras oportunidades a los niños, niñas y jóvenes, muestra nuevos caminos de desarrollo (deporte, arte, música, campamentos) y contribuye, así, a fortalecer esos lazos creados por la cercanía.

Otro de los diferenciales claves de los Centros Barriales, a diferencia del resto de los dispositivos asistenciales, es que son lugares que siempre tienen las puertas abiertas. El CB es un lugar abierto, de libre circulación, donde los “chicos” puedan estar como no estar, ya que son ellos los que eligen libremente si se quedanen los Centros. Esto es una apuesta clave al Tiempo y la Libertad de cada persona. Los acompañamos hasta donde nos permiten, adonde ellos quieren, los respetamos en sus Tiempos.Lo que puedan (¿). Y ellos saben que nosotros estamos siempre, no importa lo que hayan hecho. No se cumplen criterios de un tiempo determinado.

Así como Dios acompaña nuestra propia vida, aceptando y amando nuestros tiempos, así es como queremos acompañar a nuestros “chicos”. Brindándoles herramientas siempre, perono imponiendo nuestros tiempos,nuestras ansiedades, nuestros valores o deseos. Acompañando su vida tal cual es, con lo que tienen y pueden. Entendemos que lo importante es el camino y no el llegar. Respetar los tiempos de cada uno significa que apostamos y aceptamos el Procesode cada uno en lugar de buscar el cumplimiento de un objetivo en particular.

Los dispositivos asistenciales tienen en general un camino ya pre-armado, y cuando reciben a personas los invitan a aceptar un determinado tratamiento, con sus reglas y condiciones. De no aceptarlas, quedan por fuera de la institución. Estos mismos dispositivos ponen su acento en los aspectos psicológicos y sociales, o se focalizan en el consumo, y tienen un tiempo determinado para hacer el tratamiento. A estas cuestiones debemos sumarle que se localizan lejos de su barrio, de su comunidad.

El diferencial de nuestra estrategia es que acompañamos en la cotidianidad de nuestros chicos, en su día a día, en su barrio, con sus dolores, con su gente. Estamos ahí al lado suyo. Sin plazos de tiempo.

En este mismo trabajo la realidad nos fue mostrando que no se podía aplicar una misma receta para todas las personas porque cada una tiene su historia y su singularidad, como tampoco una misma receta para todos los lugares del país. Cada persona, cada lugar tienen sus características. Y cada persona tiene un llamado particular de Dios para su vida, y nuestro trabajo es acompañarlos para que lo descubran, por eso es que no hay un criterio único. Es ir acompañando al otro en lo que va sintiendo en su corazón.

Es ahí donde la creatividad de los Centros Barriales emerge, donde cada intervención se convierte enoriginal, donde nos atrevemos a correr los límites más allá de lo que nos corresponde, donde andamos caminos tanto como los desandamos con tal de acompañar a las personas respetando su historia y su libertad.

Esta originalidad en nuestro acompañamiento hizo que descubriéramos que la mayor creatividad la ponen ellos también cuando se transforman en operadores, en “referentes par”.

Más allá de que nuestra tarea es sostener la vida, respetar sus tiempos, no aplicar recetas únicas, ni buscar un objetivo de “recuperación” como una única finalidad, sentimos que nuestro acompañamiento fructifica cuando logramos generar un cambio en las vidas de quienes forman parte del CB.  Estos cambios los vemos, los palpamos todos los días, los festejamos con ellos. Algunos son pequeños, como lograr cumplir con responsabilidades, horarios, u obtener su DNI que le permite acceder a determinados servicios o derechos. Otros son grandes pasos, y se relacionan con la posibilidad de recuperar vínculos con su familiade origen, con sus hermanos, su madre, su madre, una abuela que fue un faro en su niñez, o incluso con sus hijos, a quienes dejaron de ver cuando el consumo les tomó la vida.

Si bien tener un espacio para dormir, un ingreso que, como mínimo le permita movilizarse, u otras cosas materiales constituyen pasos importantes, los cambios que másagradeceny que más valoran se vinculan con la posibilidad de comenzar a construir vínculos sanos, detejer nuevas redes personales e institucionales, de tener nuevas oportunidades.

Estos pasos, que se van dando de a poco, terminan muchas veces en la posibilidad de armar un proyecto que le da un nuevo sentido a la vida, a sus vidas y la de todos los que los rodean.  Comienzan a sentir que la vida les dio una revancha, una nueva oportunidad. Y tratan de aprovecharla.

En nuestro trabajo no podemos solos. Necesitamos relacionarnos con todas las instituciones, públicas y privadas, para ir dando respuesta a las diversas dificultades que aparecen en nuestros CB. Por eso nos unimos y nos ayudamos y trabajamos en redes, redes en la cuales el CB siempre es el articulador.Esa apertura a las relaciones institucionales nos fortalece,tanto a nosotros como a ellos.

El trabajo en rednos enriquecea quienes estamos en los CB porque conocer los recursos y programas que existen nos permite ayudar a las personas para que puedan acceder a sus derechos y, de ese modo, la presencia del centro encada barrio se convierte en un facilitador, para que las necesidades se encuentren con sus respuestas. Al resto de las instituciones el trabajo con los CB les permite conocer un nuevo modo de abordaje de la problemática de las adicciones, que los interpela en su trabajo, los invita a modificar prácticas burocráticas y discriminadoras, los conduce a buscar modos de relación con quienes estamos en los barrios más humildes basadas en la cooperación, la complementariedad, o la delegación.

Mientras todas las instituciones esperan que las personas vayan, nosotros salimos al Encuentro. No nos conformamos con recibirlos como vienen, con todo lo que vienen, sino que además salimos a buscarlos a las esquinas, a las ranchadas, en sus casas. Especialmente cuando recaen, cuando habíamos comenzado un vínculo y desaparecen, avergonzados por la recaída. De esta manera, como Iglesia ahora llegamos donde antes no llegábamos. Como dice el Padre Carrara, los CB “plantan la Iglesia en lugares de profundo dolor. En lugares de exclusión social grave y de orfandad de vínculos. Aparecen allí donde se necesita de la Iglesia como familia grande que hace lugar”.

En este camino la Iglesia se va transformando, vamos construyendo ese Reino que vino a anunciar Jesús. Así como Jesús recorría las aldeas invitando a todos a “entrar” en el Reino que ya irrumpía en sus vidas, estamos convocados a caminar nuestros barrios para anunciar que es posible una vida más dichosa y más digna para todos, una vida donde no hay lugar para la opresión, la explotación, la pobreza, el hambre, la injusticia. La construcción de este Reino comienza allí donde están los descartadospor la sociedad, porque es necesario comenzar a hacer justicia donde nadie la hace.

Es en nuestros barrios donde la semilla del Reino encuentra tierra fértil para crecer. Trabajar por el Reino es trabajar por todo lo que deshumaniza a nuestra gente y la hace sufrir. Es despertar esperanza, es llamar a todos a cambiar el modo de pensar y de actuar. Es contribuir, desde los CB a que se implante cuanto antes un nuevo modo de vida, y un nuevo modelo de sociedad. También, y especialmente, un nuevo modo de vivir la Iglesia.

 

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