Reflexiones

Conversatorio de Gustavo Carrara sobre “El Desarrollo Humano Integral” con el Equipo de la nueva área de Cáritas de Desarrollo Humano Integral.

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Conversatorio de Gustavo Carrara sobre “El Desarrollo Humano Integral” con el Equipo de la nueva área de Cáritas de Desarrollo Humano Integral.

La Iglesia existe para la misión. La misión es la que ordena toda la vida de la Iglesia. Francisco nos plantea una Iglesia en salida misionera. Lo plantea en Evangelii Gaudium Nº 20-24. Este es un documento programático para la pastoral (cf. EG 25), no es un documento que uno dice “bueno, lo leí, ya tiene varios años, lo dejo en la biblioteca, cada tanto lo cito”. En realidad es un documento con el cual tenemos que ir confrontando nuestras prácticas. La Iglesia existe para la misión, una Iglesia en salida misionera que primerea, se involucra, acompaña, fructifica y festeja. Esto está en Evangelii Gaudium Nº 24. Les sugiero la lectura de este número, descubriendo como Francisco articula la reflexión a partir de esos cinco verbos, y luego ponerla en relación con nuestras prácticas en Caritas.

 

La Iglesia es ante todo un pueblo que peregrina hacia Dios y todo el pueblo de Dios es el que anuncia el Evangelio (cf. EG 111). La Iglesia no son solo los obispos, sacerdotes y consagrados, sino que todos los bautizados tenemos la misión de anunciar el Evangelio. ¿Qué es lo que no puede olvidar de anunciar la Iglesia? ¿Qué es lo que tiene que tener primero es su corazón? Lo que necesita anunciar y escuchar es el kerigma: es lo primero, en sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, que no puede faltar u opacarse con nada, ni olvidarse para reemplazarse por otras cosas que tengan contenido más profundo. Es necesario un anuncio que hable al corazón y encienda la esperanza. Francisco lo traduce existencialmente así: “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte y ahora está vivo; camina a tu lado para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte” (cf. EG 164-165).  De alguna manera, es la traducción de lo que afirma el apóstol Pablo: “vivo en  la fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí” (Gálatas 2,20)

 

Cristo vivo y resucitado es el anuncio que nosotros tenemos que hacer. Cristo vive y te quiere vivo y esto tiene resonancias en Cáritas. Este es el kerigma entonces: Dios te ama; Cristo es tu salvador; Él vive. Obviamente, “Donde están el Padre y Jesucristo, también está el Espíritu Santo. Es Él quien está detrás, es Él quien prepara y abre los corazones para que reciban ese anuncio, es Él quien mantiene viva esa experiencia de salvación, es Él quien te ayudará a crecer en esa alegría si lo dejas actuar.” (CV 130)

 

Ahora bien, “El kerigma tiene un contenido ineludiblemente social: en el corazón mismo del evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros. El contenido del anuncio tiene una inmediata repercusión moral y su centro es la caridad.” (EG 177). Cuando miramos el Evangelio de la resurrección, cuando encontramos a Cristo vivo y resucitado, sabemos que Él no ha querido que se borraran de su cuerpo sus llagas santas y gloriosas, en sus manos y sus pies, en su costado. Es como que nos dijera que solo podemos entrar al corazón de Dios si tocamos su costado abierto, solo podemos entrar en el corazón de Dios a través de las llagas de Cristo. Y sabemos que Cristo sigue llagado en los niños/as y adolescentes que sufren la pobreza, en los ancianos olvidados, en los enfermos, en los padres de familia que perdieron el trabajo.

 

La experiencia de vivir el kerigma es la experiencia de la misericordia de Dios, que no nos descarta, sino que se hace cargo de nosotros. Esa experiencia nos tiene que llevar a nosotros a no descartar a nadie, a no abandonar a nadie y a organizar nuestras comunidades, para convertirnos en esas comunidades que sigan los pasos de Jesús. Nosotros al leer Fratelli Tutti, en el segundo capítulo de la carta, encontramos un comentario muy bello a la parábola del Buen Samaritano. Entre lo novedoso que descubrí, señala que el Buen Samaritano necesitó del posadero para acompañar y cuidar bien al hombre herido en el camino, la necesidad del “nosotros” (cf. FT 78). Esto es la necesidad de la comunidad, de la comunidad que se organiza en torno a la misericordia. No son hechos aislados, de una persona aislada, sino una comunidad que abraza el dolor del hermano, de la hermana. Entonces, organizar nuestras comunidades en torno del principio de la misericordia, poniendo manos a obras concretas. Nos decía Francisco en la última jornada de los pobres:  “Uno no improvisa instrumentos de misericordia”.[1]

 

Este abrirnos al dolor humanizará nuestras comunidades de fe. En la historia de la Iglesia hay mucho pecado y también muchísima santidad.  A nosotros nos conmueve el testimonio de muchos hombres y mujeres que han llevado la luz de la misericordia a los lugares de sufrimiento y dolor. Han hechos obras grandes para con los más pequeños, para con los más pobres, pero lo que más nos conmueve es su exquisita humanidad. Abrirnos al sufrimiento humanizará nuestras comunidades de fe, las hará más evangélicas, mas fraternas y por consiguiente, más misioneras.

 

Muchas de estas personas de vida santa han partido el pan con los hambrientos de esta tierra, pero sobretodo se han partido a sí mismos, han partido la propia vida para defender la dignidad de todos. Su testimonio nos enseña que no solo hay que ser generoso con los que menos tienen, sino que hay que entrar en comunión, hay que buscar ser amigo del más pequeño, de los más pobres. Ese es el paso evangélico: de la generosidad a la comunión. Donde la pregunta es la de Jesús al ciego al borde del camino: ¿Qué querés que haga por vos?  (cf. Mc 10, 46-52) O sea, ¿Cuál es tu sufrimiento, cuál es tu dolor? ¿Cómo puedo acompañarte? ¿Cómo puedo estar cerca tuyo?

 

Hay un pasaje del Evangelio que conviene leer y releer: “Cuando des una comida o una cena no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que estos te inviten a su vez y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete invitá a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos y serás dichoso porque ellos no te pueden corresponder, y se te recompensará en la resurrección de los justos.” (Lucas 14, 12-14). Acá encontramos una bienaventuranza, como también encontramos otra, en el contexto del lavatorio de los pies: “Sabiendo estas cosas serán dichosos  si las practican” (Juan 13, 17)

 

Este Evangelio de Lucas 14,  habla de sentarse a la mesa y de sentar a la mesa, con la fuerza que tienen los encuentros en torno a la mesa para Jesús. Aquí no se habla solo de generosidad, sino de comunión.

 

Ahora traigo a la memoria un texto del Papa Francisco en Chile: “Una Iglesia capaz de ponerse al servicio de su Señor en el hambriento, en el preso, en el sediento, en el desalojado, en el desnudo, en el enfermo. Un servicio que no se identifica con asistencialismo o paternalismo, sino con conversión del corazón. El problema no está en darle de comer al pobre, o vestir al desnudo, o acompañar al enfermo, sino considerar que el pobre, el desnudo, el preso, el desalojado, tiene la dignidad de sentarse en nuestras mesas, de sentirse en casa entre nosotros, de sentirse familia.” [2]

En este conversatorio estamos tratando acerca del Desarrollo Humano Integral, de cómo lo debería vivenciar la Iglesia. No se trata solo de dar de comer al pobre, sino de considerarlo digno de sentarse en nuestra mesa, de ser parte de nuestras comunidades, de ser parte de nuestra familia. Entonces, hay algo que nosotros tenemos que revisar una y otra vez y en Cáritas lo decimos: ¿Cuál es nuestra mirada? Mi primer acercamiento al trabajo social es a través de Cáritas cuando tenía 13 años. Empecé a ayudar en mi parroquia en la catequesis y en Cáritas y así conocí las iniciativas de Cáritas, que las quiero, las valoro y las animo. Pero también los invito a revisarnos, a revisar nuestras prácticas, y sobre todo la perspectiva desde la cual nos paramos.

 

En Cáritas hablamos habitualmente de los asistidos y así muchas veces los dejamos afuera de la vivencia concreta de nuestras comunidades. Por un lado la comunidad, por otro lado “los asistidos”. A veces nos preguntamos por qué los más pequeños, los pobres, participan de otros espacios de modo concreto y organizado -como puede ser a través de organizaciones sociales o a través de otras Iglesias como las Iglesias pentecostales-. Tendríamos que preguntarnos por qué sucede, no para que no participen de otros espacios, sino plantearnos por qué  no participan en la vida de nuestras comunidades. Y es que tal vez, los tratamos como asistidos y no como miembros de la comunidad, que están sufriendo, y que tenemos la esperanza que se pongan de pie, que sean protagonistas de la vida de nuestras comunidades y que aporten el don valioso que Dios sembró en su  corazón, la misión que Dios le confió a esa hermana a ese hermano. Entonces, la participación en la vida concreta de las comunidades me parece que es una perspectiva de esto que llamamos Desarrollo Humano Integral; que los más pobres sean parte real de nuestra comunidad, que vivan como miembros de nuestra familia. La categoría Iglesia y Familia me parece que van de la mano.

 

A veces es difícil seguirle el ritmo a Francisco con su propuesta, con sus gestos. Él va profundizando su pensamiento. Para lo que sigue, voy a tener como base dos textos que pronunció Francisco hace poco. Uno es “América Latina, Iglesia y escenarios en la pandemia” del 19 de noviembre y el otro es “La economía de Francisco de Asís: los jóvenes y un pacto para el futuro” del 21 de noviembre.

Voy a utilizar principalmente el segundo texto. En uno de los párrafos dice así: “No, no estamos forzados a seguir admitiendo y tolerando silenciosamente con nuestras prácticas «que unos se sientan más humanos que otros, como si hubieran nacido con mayores derechos» o privilegios para el goce garantido de determinados recursos y servicios fundamentales. Tampoco alcanza concentrarse y buscar paliativos en el tercer sector o en modelos filantrópicos. Si bien su labor es crucial, no siempre son capaces de asumir estructuralmente los actuales desajustes que afectan a los más excluidos y perpetúan, sin querer, las injusticias que pretenden revertir. Porque no se trata solo o exclusivamente de socorrer las necesidades más básicas de nuestros hermanos. Es necesario asumir estructuralmente que los pobres tienen la dignidad suficiente para sentarse en nuestros encuentros, participar de nuestras discusiones y llevar el pan a sus mesas.”[3]

 

En este mensaje hay una prolongación, un desarrollo de la anterior idea que Francisco planteaba: No solo se trata de dar de comer al pobre sino sentarnos en la misma mesa y sentirnos parte de la misma familia. Aquí da un paso más: es necesario asumir estructuralmente que los pobres tienen dignidad suficiente para sentarse en nuestros encuentros, participar de nuestras discusiones y llevar el pan a sus mesas. Francisco acentúa: “Esto es mucho más que asistencialismo: estamos hablando de una conversión y transformación de nuestras prioridades y del lugar del otro de las políticas y en el orden social.”[4] De nuevo la palabra conversión, en el anterior texto, en Chile, también aparece la palabra conversión. Tenemos que convertirnos, nosotros somos Iglesia y somos Cáritas, somos desafiados a esta conversión interior y a esta conversión práctica.

 

Leamos otro párrafo: “Esto no es algo nominal: están los pobres, los excluidos… No, no: que esa presencia no sea nominal, ni técnica, ni funcional, no. Es hora de que se conviertan en protagonistas de su vida y de todo el tejido social. No pensemos por ellos, pensemos con ellos. Recuerden el legado de la Ilustración, de las elites iluminadas. Todo por el pueblo, nada con el pueblo. Y eso no es bueno. No pensamos por ellos, pensamos con ellos. Y desde ellos aprendamos a dar el paso a modelos económicos que nos beneficiarán a todos porque el eje estructurante y decisional será determinado por el desarrollo humano integral, tan bien desarrollado por la doctrina social de la Iglesia.” [5]

 

Nosotros como protagonistas de la Iglesia y de la Iglesia en Cáritas, tenemos que estar una y otra vez volviendo a la doctrina social y viendo cuales son las motivaciones que animan a esa doctrina social de la Iglesia, que no es otra cosa que el Evangelio de Jesús, en el contexto social que se está viviendo. Por eso les recomiendo las catequesis del Papa de septiembre y octubre acerca de “Curar el mundo”[6]. Estábamos con la expectativa de Fratelli Tutti, que se firmó en Octubre, la empezamos a leer y quizá no llegamos a leer las catequesis sobre “Curar el mundo” que son muy bellas, porque hablan acerca de la fe, la esperanza y la caridad, y los principios de la doctrina social de la Iglesia, en este tiempo de pandemia. Es una doctrina social de la Iglesia aterrizada a una situación concreta, donde -dice Francisco- el virus Covid19, ha puesto de manifiesto con claridad y crudeza el virus de la injusticia social, y también ha desnudado  una cultura individualista, agresiva y del descarte.

 

Estas catequesis hay que leerlas ya que sirven para desafiarnos a esto que llamamos  conversión del corazón, primero, para pasar a la conversión de las estructuras pastorales que haya que  transformar. Un camino posible  de conversión de estructuras pastorales, es ayudar a crecer desde ese lado sano que puedan tener.

 

Lo cristiano es lo concreto, la encarnación: visible, palpable, tocable (Cf. 1 Jn. 1,1). La caridad tiene que ser concreta y por eso la perspectiva del Desarrollo Humano Integral es una buena noticia a profetizar y a efectivizar. Así lo dice Francisco: “La perspectiva del desarrollo humano integral es una buena noticia a profetizar y efectivizar —y estos no son sueños: este es el camino— una buena noticia de profetizar y de efectivizar, porque nos propone reencontrarnos como humanidad en lo mejor de nosotros mismos: el sueño de Dios de aprender a hacernos cargo del hermano y del hermano más vulnerable (cf. Gn 4,9). «La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre —la medida de la humanidad—. Esto es válido tanto para el individuo como para la sociedad»; grandeza que debe encarnarse también en nuestras decisiones y modelos económicos.” [7]

 

Me parecía importante dar este marco general, si bien nosotros tenemos en Cáritas notas o dimensiones específicas a trabajar, no tenemos que perder la perspectiva del conjunto de la misión de la Iglesia, de la que formamos parte. Somos Iglesia.

 

El Desarrollo Humano Integral

 

Tomando cada una de las palabras, voy a bocetar “un dibujo”, ciertamente a mejorar, acerca de algunas cuestiones del Desarrollo Humano Integral.

 

Desarrollo: Reconocer que los más pequeños, los más pobres, tienen una valía  a desplegar y que es un don para la sociedad toda. Los curas de las villas y barrios populares, hablamos de integración urbana, es un concepto que acuñamos en el 2007. En un primer momento se planteaba erradicar las villas –el doloroso ejemplo del plan de erradicación de villas de la dictadura-. Pero como decía el Padre Carlos Mugica, no hay que erradicar las villas sino la marginalidad, la desigualdad, la pobreza. Después se avanzó positivamente con el concepto de urbanizar, que es darle a las villas lo que no tienen (agua potable, cloacas, electricidad segura, conectividad, etc.). El concepto integración urbana busca poner en palabras algo que no se ponía  en palabras. Es decir: “Bueno, los vecinos de las villas y barrios populares tienen una cultura propia”. Cultura es ante todo un modo de pararse frente a la vida, frente a la realidad, con sus valores y desvalores. Estamos haciendo referencia a la cultura popular latinoamericana. Esa cultura tiene una valía para aportar, que merece ser en primer lugar respetada y después integrada.

La perspectiva del desarrollo yo la veo en este sentido: reconocer que el otro tiene que ser respetado en cuanto otro y que tiene una valía, algo para dar, algo para ofrecer, desplegar, que lo hace más feliz a él o ella si lo puede desplegar, y que también es un regalo para la sociedad entera. Desde ahí se me ocurre pensar el tema del desarrollo que tiene distintas dimensiones: no hay que pensar solo lo económico.

 

Humano: hay actitudes que llevan a acciones que nos deshumanizan y otras que nos humanizan. En el texto que leíamos del Papa, nos habla que nos humanizamos en la medida que nos abrimos al sufrimiento de los demás, al dolor del otro, a la vulnerabilidad. Cuando salimos a tender la mano a esa fragilidad y tratamos de acompañar y curar, ahí crecemos en humanidad. Una fragilidad que es cuidada, que es respetada, más allá de las circunstancias. Si alguien nació de la frontera para el otro lado no implica que, si está en  nuestra patria, no pueda comer o no pueda tomar agua, o no pueda acceder a algún beneficio de salud. La frontera, lo dice Francisco, en el fondo es una convención que no está por encima de la dignidad humana (Cf. FT 37-41). El reconocer la valía del otro más allá de sus circunstancias, más allá de que allá hecho cosas feas o muy malas. Por eso decimos no a la pena de muerte, porque la persona tiene dignidad incluso cuando haya hecho cosas tremendas (Cf. FT 263-270). La dignidad y el respeto de la persona más allá de cualquier circunstancia, y por otro lado lo que nos humaniza es abrirnos al dolor de aquel que está sufriendo.

 

Integral: son todas las dimensiones del hombre y nosotros hay algo que no tenemos que descuidar, que es la dimensión espiritual. Cuando uno se acerca a los barrios populares, se encuentra con la espiritualidad o mística popular, y eso lo tenemos que animar, lo tenemos que acompañar. Nosotros vemos un barrio y nos preguntamos cómo acompañamos la fe de nuestro pueblo. Esa fe que se expresa, como dice Aparecida, en una espiritualidad, en una mística popular con un gran potencial de santidad y de justicia social (DA 258-265).

Lo que nosotros separamos: por un lado la evangelización y por otro la promoción humana, aquellos que vivencian la piedad popular lo viven unidos. Eso tenemos que aprenderlo, potenciarlo y alimentarlo. Por eso debería ser preocupación de Cáritas si en un barrio hay accesibilidad al bautismo o no, si hay una capilla donde se pueda bautizar. Desarrollo humano integral implica cuidar también la espiritualidad. Y el bautismo nos confirma en  nuestra dignidad de hijos de Dios y también hace que el pobre, el sencillo pueda decir: “no me aplastes porque yo soy hijo de Dios”. A su vez invitar en la catequesis a no ir por la vida aplastando a nadie, porque también el otro es mi hermano, mi hermana. Eso tiene un fundamento espiritual que nosotros como Iglesia también tenemos que cuidar y ver que en los territorios eso muchas veces se da y va de la mano con acciones de solidaridad. En la cultura del barrio muchas veces ocurre, que los vecinos y vecinas, se han apropiado de ese kerigma y lo confiesan y expresan de distintas maneras. Por eso arranqué con lo del kerigma del amor de Dios, que me lleva al amor para con el prójimo y me lleva al amor vivido en fraternidad, en comunidad, porque Dios es familia. Ese kerigma apunta a ser vivido en comunidad. Eso se siembra en el bautismo y nosotros que hablamos de desarrollo humano integral,  lo tenemos que tener presente.

 

Respuestas a algunas preguntas durante el conversatorio:

 

Techo Tierra y Trabajo.

Techo Tierra y Trabajo es un eje vertebrador del trabajo nuestro aquí en Cáritas. Me parece que traducen eso de: “¿Qué querés que haga por vos?”. Es poner el oído en el pueblo pobre, en el pueblo pobre trabajador, en lo sencillo. ¿Qué es lo que querés? ¿Qué es lo que necesitás? Aparece esto: vivir bien. Las 3 T tienen que ver con el desarrollo humano integral, que es un programa para ser profetizado y efectivizado, concretizado.

Esto se pone especialmente de manifiesto en este tiempo de pandemia: “se evidencia al constatar que no todos cuentan con los recursos necesarios para llevar adelante las mínimas medidas de protección contra el Covid-19: techo seguro donde poder cumplir el distanciamiento social, agua, recursos sanitarios para higienizarse y desinfectar los ambientes, trabajo estable que garantice el acceso a los beneficios, por nombrar los más imprescindibles. Creo que esto tenemos que grabarlo mucho. Es ser concreto. No sólo como medida de protección —como mencioné recién—, sino como hechos que nos tienen que alarmar. ¿Todos tienen techo seguro? ¿Todos tienen acceso al agua? ¿Tienen recursos para higienizarse y desinfectar los ambientes? ¿Tienen trabajo estable? La pandemia hizo aún más visible nuestras vulnerabilidades preexistentes.”[8]

El Papa dice Tierra, Techo, Trabajo para que quede fácil en la comprensión, en la memoria, pero a la vez apunta a lo esencial, que en el fondo es vivir bien. Un pedazo de tierra para trabajar, para construir un techo, para cuidar así a una familia. Esto es el eje vertebrador del Desarrollo Humano Integral.

 

 

Relación Iglesia-Estado

Hay  evidentemente una dimensión secular, laical, pero no hay que entenderlo como anti-religioso o como ateo, o lo religioso como una subcultura a superar. Esta es la perspectiva de la ilustración: “nosotros tenemos el conocimiento, nosotros alcanzamos un nivel desarrollo que nos hace mirar lo religioso como subculturas, como atraso, como algo que ya no va más”. Una cosa es la Iglesia y otra cosa es el Estado, claramente, pero no quiere decir que se plantee en esos términos, aunque a veces en algunos discursos se percibe así.

La Iglesia es una comunidad que en los territorios se organiza para dar respuestas a los problemas que en los territorios va recibiendo, porque vive en esos territorios. Y Dios quiera que cada vez más la Iglesia viva entre los más pobres, los más pequeños, que plantemos la Iglesia en los lugares de dolor, de marginalidad, de exclusión, en las distintas periferias existenciales y geográficas. Dios quiera que la Iglesia esté allí presente viviendo y acompañando, y como comunidad haga sus aportes de modo creativo y propositivo.

La pandemia nos ha mostrado que, como dice el Papa en la carta de la Pascua a los Movimientos Sociales, las respuestas no son solo estado-céntricas ni tampoco mercado-céntricas, sino que las respuestas también vienen de las comunidades.[9] Yo me interpelaría si somos comunidades que abrazamos el dolor de nuestro pueblo y si los más pequeños y pobres están en el corazón de las comunidades. Esta es una tensión que vive la Iglesia desde el comienzo: si uno mira la carta de Santiago, dice que si viene alguien bien vestido lo ponés en el primer lugar y si viene alguien pobre lo pones en el último lugar haces acepción de personas y eso no es cristiano (Cf. Sgo. 2, 1-4); la comida en Corintios en el contexto  de la eucaristía, donde unos comían manjares y otros no comían (Cf. 1 Cor 11, 20-21). Es una tensión que está desde siempre en la vida de la Iglesia y nos invita a volver siempre al evangelio de Jesús. Entonces esto es lo que me preguntaría, si la Iglesia está presente y acompañando esas periferias geográficas y existenciales. Y después proponer de modo creativo y de modo concreto. Y hemos dado muestra de que hemos podido proponer caminos y algunos han sido tomados y se han hecho políticas públicas. Algunas desde Cáritas y otras organizaciones sociales sugiriendo así políticas públicas. Por ejemplo el valioso trabajo del RENABAP. Y esto con una independencia que nos permita, sin hacer política partidaria, reconocer que si alguien ha sido democráticamente elegido y está a cargo de un gobierno municipal, provincial o nacional, es el interlocutor válido para dialogar, más allá de nuestras preferencias políticas.

En este tiempo tan dramático que vivimos, Caritas tiene que ayudar a tender puentes entre distintos actores políticos y sociales para el bien del pueblo pobre. Francisco nos advierte de una tentación que se da en Latinoamérica, el desprestigiar al otro. “El desprestigio del otro lo único que logra es dinamitar la posibilidad de encontrar acuerdos que ayuden a aliviar en nuestras comunidades, pero principalmente a los más excluidos, los efectos de la pandemia. Y nosotros tenemos en América Latina, no sé en todo, pero en gran parte de América Latina, tenemos una habilidad muy grande para progresar en el desprestigio del otro. ¿Quién paga ese proceso de desprestigio? Lo paga el pueblo, progresamos en el desprestigio del otro a costa de los más pobres, a costa del pueblo.”[10]

 

Relación con el dinero

Nuestra relación con el dinero siempre es una relación delicada, pero es un medio necesario que hay que utilizarlo bien, teniendo en cuenta que hay una discusión muy profunda, acerca de quién ocupa el centro de nuestro corazón. Jesús dice en Lucas 16, que no se puede servir a dos señores, no se puede servir a Dios y al dinero. El dinero es necesario para ciertas cosas, para otras diríamos imprescindible. Ahora bien, si por dinero renunciamos a convicciones o no vamos a levantar nuestra voz o preguntar frente a diferentes situaciones, deberíamos revisarnos y convertirnos. Hay que ser austeros y tratar que la mayor cantidad de dinero que recibimos vaya a la gente concreta, en obras concretas, que las estructuras que tenemos sean lo más livianas posibles, para que el dinero que recibamos de distintos lugares, ya sea colecta o acuerdos con el estado, vaya en su totalidad a esa obra que se quiere realizar. Evidentemente hay sueldos de trabajadores, gastos administrativos, pero hay que encontrar el justo equilibro y también hay que seguir buscando ser honestos y transparentes.

 

Por último nos encomendamos a San José.

La figura de San José nos hace pensar en cómo ser protagonistas desde el silencio laborioso, no ocupando un lugar principal, pero con un protagonismo que hace historia, historia de salvación. El Papa nos invita a meditar en la figura de San José desde el 8 de diciembre de 2020 al 8 de diciembre de 2021. Podemos leer su carta: Patris corde.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO. IV JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES. Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario. 15 de noviembre de 2020. “Tiende tu mano al pobre” (cf. Si 7,32) Nº 7

 

 

[2] FRANCISCO. Encuentro con los sacerdotes, religiosos/as, consagrados/as y seminaristas. Catedral de Santiago. 16 de enero 2018. Inciso 3.

[3]       ENCUENTRO INTERNACIONAL EN LÍNEA: “LA ECONOMÍA DE FRANCISCO – LOS JÓVENES, UN PACTO, EL FUTURO”

[Basílica de San Francisco de Asís, 19-21 de noviembre de 2020] VIDEOMENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO. Sábado, 21 de noviembre de 2020

 

 

[4] ENCUENTRO INTERNACIONAL EN LÍNEA: “LA ECONOMÍA DE FRANCISCO – LOS JÓVENES, UN PACTO, EL FUTURO”

[Basílica de San Francisco de Asís, 19-21 de noviembre de 2020] VIDEOMENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO. Sábado, 21 de noviembre de 2020

 

[5] Ibid.

 

[6] Francisco. Audiencia General. Catequesis: “Curar el mundo”.

 

[7] ENCUENTRO INTERNACIONAL EN LÍNEA: “LA ECONOMÍA DE FRANCISCO – LOS JÓVENES, UN PACTO, EL FUTURO”

[Basílica de San Francisco de Asís, 19-21 de noviembre de 2020] VIDEOMENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO. Sábado, 21 de noviembre de 2020

[8] Papa Francisco. “América Latina, Iglesia y escenarios en la pandemia”. 19 de noviembre de 2020.

[9]  Papa Francisco. Carta a los Movimientos Populares. Domingo de Pascua 2020.

 

[10] Papa Francisco. “América Latina, Iglesia y escenarios en la pandemia”.  19 de noviembre de 2020.

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