Acompañando a nuestros niños y niñas
Mónica
Carpa Solidaria y CB Negro Manuel – Constitución, CABA
La carpa trabaja en la calle con la gente de la calle. Les damos mate cocido, pan, galletitas. Lo que tengamos. Notamos que con las mamás venían chicos menores de edad. Estaban con ellas en paradores o cartoneaban junto a sus padres o simplemente vivían en situación de calle con su mamá. Comenzó a venir una colaboradora que se quedaba con ellos jugando en la misma plaza: se tiraba con una frazada o algo y llevaba algunos juegos.
Hace dos años abrimos el Centro Barrial Negro Manuel. Lo primero que pensamos fue tener un espacio para niños. Ese espacio fue la Juegoteca. En realidad, no sabíamos que era lo que íbamos a hacer pero sí que ellos necesitaban su propio espacio. Nos dábamos cuenta, al visitar otros Centros Barriales, que los los niños cuando sus padres están en los grupos o cuando la mamá está hablando con algún referente o cuando está comiendo, andan de un lado para el otro. Sabíamos que teníamos que generar un espacio donde ellos pudieran estar y pudieran tener un momento de juego y el acompañamiento que necesitaran. Así y todo nos cuesta mucho.
En los Centros Barriales, acompañar a los adultos representa la demanda más grande: acompañarlos al hospital, hacer algún otro trámite, o los imprevistos diarios, las recaídas. Cuando lo niños se empezaron a quedar ahí por la Juegoteca, si después quedaban solos rompían todo. El deseo de atenderlos, de estar con ellos, y que tuvieran lo que realmente necesitaban corría el riesgo de quedar solo en un deseo.
También comenzamos a observar cómo se vinculaban las mamás o los papás con sus hijos. Nos dimos cuenta que había mamás que tenían un cuidado muy intensivo con la higiene del bebé pero no habían podido generar un vínculo con él, o veíamos otros casos que ni cuidaban la higiene, ni habían podido crear un vínculo sino que era más sobre el grito, el enojo o simplemente dejarlo deambular en el Centro Barrial mientras están realizando sus actividades. Nos pareció bueno conseguir una maestra jardinera o alguien que estuviera estudiando o que le gustaran los chicos.
A partir de ahí, empezamos a transformar la Juegoteca. Hoy una persona viene tres veces por semana durante dos horas para estar con ellos y notamos grandes cambios. Tenemos chicos de 4 años que no están en la etapa del desarrollo que tendrían que estar: no hablan o todavía usan pañales. Al estar con esa chica en el espacio, empiezan a vincularse un poco mejor, se pueden quedar en el espacio, pueden empezar a decir algunas palabras.
Por eso, nos estuvimos reuniendo con un equipo en Hogar de Cristo para pensar un poco las problemáticas que había. ¿Cómo acompañar cuando la mamá se va de recaída con el chico? ¿Qué hacer cuando se lo lleva? O ¿cómo acompañar esta falta de poder hacerse cargo de esta realidad de ser mamá?
Como ya mencionó Brenda si a uno en la vida le cuesta ser mamá y la maternidad con el primer hijo es tan difícil y encima cuando ellas mismas no se pueden hacer cargo de su vida primero, y de repente se tiene que hacer cargo de su vida y de otra que depende totalmente de ella, todo se vuelve más difícil. Frente al cuidado uno a veces dice, ¿no se da cuenta?, pero ella no tuvo esos cuidados en su vida. Entonces ¿cómo se va a dar cuenta que tiene que tener esos cuidados con estos niños, con sus hijos?
Tal vez tenía naturalizado que sus padres desaparecieran por días y después regresaran. Fue la experiencia que ya absorbió y por lo tanto, la repite manejándose así con sus hijos. Si uno no lo aprendió de chico, de grande cuando ya está la vida formada, es más difícil aprenderlo y poder cambiar los hábitos.
Por eso, hay que aprender a acompañar los pequeños logros que se van viendo en las mamás. Desde otra visión la primera solución que se buscaría es la separación de la madre del niño, pero desde nuestra mirada es necesario trabajar mucho con la mamá el tema de los vínculos y poder descubrir hasta dónde puede dar.
Pablo
CB San Alberto Hurtado – Barracas, CABA
Cuando hablamos de recibir la vida como viene, no hablamos solamente de recibir a una persona como individuo, sino de pensar a la persona con toda su complejidad. Dentro de esa complejidad están sus vínculos.
Las personas vienen con familia: varones, mujeres que vienen con niños. A la hora de recibirlos en nuestros Centros Barriales, en nuestros espacios, obviamente nos encontramos con todos los conflictos que conlleva. Espacios que en sus albores fueron pensados desde la figura del adulto, para recibir a personas adultas, y no específicamente para recibir un niño o una niña.
Con el caminar de los Centros Barriales, fuimos descubriendo nuevos desafíos. Dando como un pincelazo breve, pienso en el desafío de encontrar a nuestros chicos y chicas con tuberculosis y empezar a pensar estrategias para acompañar esa problemática. El problema de las cuestiones legales, el problema de pibes y pibas que reincidían en la delincuencia y hubo que pensar el acompañamiento de quienes estaban privados de libertad. Se buscaron estrategias para afrontar esa situación. De este modo, nos fuimos topando con distintas acontecimientos que implican acompañar la vida.
La vida como viene es la vida de una mujer o de un varón que llegan al Centro Barrial y de repente vienen con un niño del que tienen que hacerse cargo y actuar de manera responsable. Lo traen a un espacio que inicialmente no estaba pensado para alojar a esos niños, sino más bien con estrategias para acompañar a los adultos. Pero la presencia del niño, interpela porque es una presencia muchísimo más particular por el nivel de vulnerabilidad y de exposición. Entonces, se presenta el desafío de pensar cómo trabajar con los niños y las niñas para que tengan mejores oportunidades que las que tuvieron estos adultos que, a su vez, también fueron niños y niñas. Es el desafío de pensar no desde un modelo fragmentado que separe al niño del adulto, sino pensar integralmente desde el modelo de la complejidad.
El documento que fuimos gestando humildemente apunta al modo de acompañar desde los Centros Barriales a la infancia. A revisar las condiciones que podemos aportarle a la infancia reconociendo los derechos de los niños como personas individuales. Estos niños y niñas, que muchas veces están puestos desde el lugar de objeto. ¿Cómo ayudar a estos padres y a estas madres a reconocer a estos niños como sujetos, y como sujetos de derecho? ¿Qué oportunidades podemos nosotros para colaborar con una mejor crianza y para generar un mejor vínculo? ¿Cómo garantizar del mejor modo posible los derechos que los niños y las niñas tienen?
Luchi
Equipo Niñez Familia Grande
Tanto Mónica como Pablo, desde sus experiencias en Constitución y en la Villa 21 respectivamente, fueron relatando el recorrido en que fue madurando esta mirada sobre los niños y niñas. Al principio, los Centros Barriales tenían puesta la mirada solamente en el adulto, después se empezó a mirar al niño a través del adulto, y en algún momento de maduración se empieza a descubrir la necesidad de que el niño sea mirado en sí mismo. Queríamos compartirles esta búsqueda de los Centros Barriales de acompañar integralmente e intentar mirar a la persona en todas sus dimensiones y con todos sus vínculos.
En este sentido, nos parece importante subrayar dos ideas. Primero, por un lado, (1) la idea de proceso. Brenda decía: “Yo me estaba drogando y de repente tenía un pibe al lado, y me tenía que hacer cargo”. Si bien el embarazo dura nueve meses, ese “de repente” es real porque de pronto se encuentra con el bebé en sus brazos. Y el hospital mira la imagen de la mamá toda sucia, en situación de calle, que se acerca en consumo. … Mira esa foto y dice: “A esta mamá hay que sacarle el pibe… Ella no puede”. Interviene la trabajadora social y chau… La historia que todos conocemos.
Para nosotros, como Hogar de Cristo, la propuesta es no quedarnos con la foto, con el “de repente”, sino acompañar el proceso. La idea fuerte del proceso nos invita a acompañar las tensiones a cuestionarnos cuál es el límite. Tenemos dos personas vulnerables: tenemos al bebito y a la mamá. Somos conscientes de todas las dificultades, sin embargo, apostamos a acompañar ese proceso, a acompañar en el tiempo. No miramos solamente la foto, miramos toda la película: es nuestro diferencial. No buscamos cortar, sino por el contrario, apostar a fortalecer ese vínculo.
Como Hogar de Cristo, como Centro Barrial, queremos ir fortaleciendo en el tiempo esos lazos que están rotos. Necesariamente como equipo, como referentes, como acompañantes, nos invita a transitar esas tensiones con la certeza de que a través del acompañamiento y de la presencia del Hogar en esos vínculos tan difíciles se da una transformación que tiene que ver con el amor. El testimonio de los chicos recién traía constantemente esta presencia del amor, del abrazo, de la mirada. Es muy difícil sistematizar el amor o cuantificarlo pero sin duda es nuestro diferencial.
El trabajo del Hogar es acompañar a esa mamá a quien le cuesta mucho, que tiene un montón de recaídas, de ejercicios de violencia porque no conoce otro modo de relación, para que nuestra presencia le vaya permitiendo ver otros modos de ser mamá, y a su vez, mirar al niño, escucharlo, e identificar sus necesidades. Muchas veces el riesgo es que el equipo del Centro Barrial escuche sólo la necesidad de esa mamá o de ese papá y desoiga a ese niño.
En segundo lugar, (2) la importancia de formar equipos independientes pero que trabajen en conjunto. La Juegoteca, Guardería, Espacio del Niño, Jardín Comunitario, o el formato que queramos, tiene como objetivo tener personas que específicamente estén escuchando a ese niño: ya sea a través del juego, a través de los dibujos, o como los niños puedan expresarse; y generar a partir de ahí la interacción con el equipo que está más orientado al adulto en pos de poder fortalecer ese vínculo.
Esta es la propuesta que queremos hacer desde este texto, sabiendo que en los inicios de los Centros Barriales muchas veces estamos desbordados recibiendo toda la vida que va llegando tan deshilachada. Es necesario hacerles lugar a nuestros niños desde la certeza de fortalecer los vínculos y no de cortarlos. Esto genera tensión y es difícil.
Si miramos a los adultos que acompañamos, descubrimos que muchos han pasado por hogares, por institutos. Esa carencia de familia justamente nos lleva a estar en ese estado de soledad, súper institucionalizados, en el que muchas veces están nuestros pibes.
Nosotros apostamos a poder fortalecer nuestras familias, las familias que llegan, en el modo que llegan. Si tienen hijos desparramados por hogares, con abuelas, con tíos, con ex parejas: poder ir de a poquito acercando y restaurando. A veces, el camino no es que el niño vuelva a vivir con la mamá. Pero sí recontactando a través de un llamado telefónico, fortaleciendo a esa abuela… Todo el tiempo ir haciendo puentes con un mensaje distinto del que propone esta sociedad que es tan fragmentaria: la Secretaria tal, el hogar tal, el hospital; y esa mamá que está en la calle solita no tiene idea que son todos esos papeles y van quedando cajoneados.
Pablo
Todo conocimiento que trae un Centro Barrial tiene que ver con una construcción y con una mirada. En todo caso, también con una deconstrucción previa para volver a construir algo. Hablando en criollo, ningún Centro ni ninguno de nosotros tenemos resuelta la cuestión ni somos eruditos. Somos equipos tratando de pensar y de avanzar en relación a los desafíos que vamos encontrando con respecto a la infancia. Buscamos implementar estrategias que nos permitan acompañar la vida de los padres y de las madres.
A mí me resuena mucho el lugar que se le asigna a la madre porque también hay padres. Esto también tiene que ver con la problemática y con el hecho de que muchas veces las más presentes son las madres. Pero para nosotros el desafío es pensar cómo acompañar la vida del adulto, cómo acompañar la vida del niño y como acompañar el vínculo entre ambos.
Históricamente, sabemos que las instituciones tienen distintos modos de intervenir. Como docente, conozco algunos protocolos de las escuelas. La escuela cuando detecta una situación de riesgo da intervención al Estado. Considera que el Estado es el que tiene que garantizar la protección del niño -cosa que es cierta-.
Sin embargo, el Estado la mejor respuesta que da es institucionalizarlo y judicializarlo poniéndolo en un hogar. Nosotros conocemos muchísimos pibes que están hoy en los Centros Barriales que en su historia han sido institucionalizados y se han escapado de hogares. Sabemos que no necesariamente esa es la respuesta. Por eso, la importancia de pensar estrategias para fortalecer y acompañar la vida de las familias.
Pensando la escolarización de los niños y las niñas
Mónica
Intentamos mostrarles que enviar a sus hijos al jardín los va a ayudar para sociabilizar, para crear hábitos, y que les va a hacer bien. Muchas veces nos encontramos con un doble problema, por un lado, a las mamás o los papás que vienen con los niños les cuesta mucho sostener, y por otro lado, cuando se acercan al Centro Barrial con frecuencia ya pasó a la fecha de inscripción y no lo podemos sumar a un jardín por ausencia de vacantes o porque hay largas listas de espera. Entonces, se busca incentivar para que vayan al jardín o a las maternales. Nos parece que les serviría mucho, tanto a la mamá como al niño.
El lapso de estar separados, en que el niño también absorbe otras cosas, a la mamá por su lado le permite como un relax para hacer sus cosas o seguir el ritmo del Centro Barrial o la actividad que tenga. Otra dificultad con quienes logramos que envíen a sus hijos a un jardín externo al Centro Barrial, es la inconstancia (los llevan 2 o 3 días y dejan de ir, van una semana y dejan).
Por lo cual, en los colegios termina pasando lo que decía Pablo. Detectan algo y en seguida dan parte al servicio social. Ahí empiezan los problemas. Al colegio le cuesta entender que la mamá hace lo mejor que puede, que tiene avances y retrocesos. No tiene esa elasticidad. Si lo tienen por ejemplo en la villa 1-11-14 o en la villa 21 que están empezando con los jardines ahí entienden más. Pero en una escuela del Estado no lo entienden.
Nosotros dejamos el nombre de referencia del Centro Barrial y te llaman y te empiezan a preguntar. Te dicen: “Entonces, yo no tengo que sacarlo de la lista”, y vos tratas de explicarle y ella te insiste con que el chico tiene que ir al colegio. Convengamos que trabajamos con las personas que están más rotas y necesitan tiempo para ponerse de pie. Lleva tiempo también que esa persona entienda que es bueno que su hijo vaya al colegio, que no tiene que estar pegado todo el día. Porque está esto de ponerlo en lugar de objeto que tiene que estar ahí todo el tiempo aunque no le preste atención. O que nadie le puede gritar pero yo le puedo gritar.
Lleva todo un tiempo y los colegios no están preparados para eso. Si no van al colegio, al venir al Centro Barrial se les ofrece un espacio para estar y si van al colegio cuando faltan se busca saber si fueron. Si faltaron buscamos averiguar el motivo: si hubo paro, jornada docente, o si fue por motivos personales. Pero tratamos de insistir para que vayan.
Pablo
Obviamente, entendemos que la educación es un derecho para todos y todas. Más aún en la infancia. Tratamos de alentar siempre la escolarización de los niños y, en lo posible buscamos la articulación con instituciones lo más amigables posibles que puedan entender mejor cuál es el trabajo de acompañamiento que realizamos. Así también, buscamos que entiendan cuál es la situación y la problemática que tiene el adulto -ya sea el padre o la madre sabiendo que hay una estigmatización social.
Entonces, el desafío es múltiple: trabajar la articulación institucional -por llamarla de una manera-; trabajar tanto con las instituciones como con las personas para avanzar en la escolarización; hacer entender a la institución cuáles son los problemas que traen estos adultos y estos niños; intentar garantizar la escolaridad lo mejor posible; y desde los Centros Barriales generar espacios que acompañen a los niños de las niñas desde un sentido educativo.
Nuestro objetivo en el corto, mediano y largo plazo no es tener un depósito de niños y de niñas en un Centro Barrial sino un espacio rico para niños y niñas que pueda potenciar y ser complementario a la escolaridad.
Con la mirada puesta en la necesidad de los niños y las niñas
Luchi
Equipo Niñez Familia Grande
Quizás después de mucho acompañar, llegue un momento en el haya que separar temporalmente o quién sabe hasta cuándo como parte de este proceso. Se busca fortalecer, eso no significa que siempre tengamos que forzar que ese niño esté con mamá o con su papá. No es una respuesta que siga un protocolo sino que tiene que ver con un análisis profundo de todo el equipo que está acompañando y muchas veces también en esa decisión de separar temporalmente el vínculo participa también la familia.
Hemos acompañado a algunas mamás que después de un largo proceso terapéutico han podido discernir que ellas no podían en ese momento, por este tiempo, estos años. Creemos que nuestro modelo comunitario también nos permite pensar estas separaciones temporales en clave de una crianza compartida.
En la crianza compartida tenemos un abanico enorme. A veces el niño o el adolescente puede estar todo el tiempo con sus referentes cuidadores, cuando esto no se puede apelamos a la creatividad para pensar diferentes opciones que alojen a ese adolescente o a ese niño en alguno de nuestros espacios de Hogar de Cristo. Esto permite que sea desde nuestra impronta, y aún cuando se dé una separación temporal se busca evitar la fragmentación y poder realizar un fuerte trabajo para ir fortaleciendo ese vínculo.
Tenemos algunas primeras experiencias de lo que sería alojar a adolescentes en casas amigables, en granjas, donde la crianza es por parte de toda la familia grande donde aquello que ese papá y esa mamá no están pudiendo hacer lo vamos supliendo desde el acompañamiento del crecimiento. A su vez, tenemos experiencias también de familias cuidadoras para responder a una mamá que se va a consumir y deja ese bebé.
Habría como dos alternativas, por un lado, dar intervención al Consejo al instante, o por otro lado, buscar alguna familia dentro del barrio que temporalmente pueda ejercer el cuidado (siempre con un respaldo legal pero pensando en nuestra riqueza de estar insertos en el territorio). Es muy bueno que ese niño, ese bebé, ese adolescente, aunque no esté al cuidado de sus padres pueda mantener sus otros vínculos -con el Centro Barrial, con sus referentes, con la escuela- con todo lo que haya podido desplegar en el territorio y que lo sostienen.
Si apelamos solamente a la intervención del Consejo que lo deriva a un hogar y se corta el vínculo profundizamos esa vulnerabilidad. Una tercera opción, es que estamos queriendo empezar con una casa para niños y niñas de Hogar de Cristo en Bajo Flores. Comenzó también una experiencia en Lomas de Zamora. El objetivo es dar respuesta a situaciones que ameriten una crianza compartida más repartida desde espacios con nuestra impronta y la mirada puesta en el vínculo. Espacios que trabajen desde nuestra mística, con un profundo arraigo territorial.
Queremos evitar el riesgo de que estas Casas del Niño pudieran replicar el funcionamiento de los hogares que ya conocemos que fundamentalmente es la desterritorialización. Ahí, se pierde la posibilidad de continuar acompañándolos. Pensar en Casas para niños de Hogar de Cristo es pensarlos desde la lógica comunitaria y territorial.
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