Violencias en nuestros Centros Barriales
Lourdes Molina
Queremos pensar y problematizar una de las situaciones más dolorosas que acontecen en nuestros centros barriales, las granjas y las casitas amigables de la Familia Grande. Nos referimos a la problemática de las violencias.
Las pensamos en plural porque no es una la violencia, son varias las violencias. Ya nombrarlas en plural implica empezar a distinguir distintos tipos, distintos ámbitos. En esta línea de poder preguntarnos y profundizar la mirada que nos desafía constantemente: ¿Qué reconocemos como violencias en nuestros espacios? ¿Cuáles son las violencias que reconocemos? Si podemos nombrar… No nombrar desde la teoría, ni desde la cabeza, sino nombrarlas desde el corazón.
¿Qué es lo que me genera a mí la violencia?, y ¿qué me pasa con esa violencia en mí y en los otros con los cuales comparto? Porque no es que la tienen otros, la tenemos nosotros también. Esto es un primer posicionamiento como a pensar, preguntarnos y debatir: ¿Qué situaciones vivimos en cada uno de los espacios?
Tuve el regalo hace poco más de dos años, cuando Charly me invitó, de sumarme a la Familia Grande. Venía caminando mucho el tema de violencia hacia las mujeres, hacia los niños, niñas, y adolescentes, y se me presentó el desafío de sumarme al equipo de la Granja Madre Teresa y mirar la complejidad del acompañamiento de las mujeres y sus niños. No mujeres con sus niños. Mujeres y sus niños. A partir de caminar y pensar algunas cuestiones, comenzamos a problematizar el tema de la crianza: ¿Cuándo una crianza no es la adecuada?, ¿Cuándo es tan grave lo no adecuado que se configura un maltrato?, ¿Cuándo el maltrato es leve, cuándo es moderado, cuándo es grave, cuándo es crueldad?
Ahí comencé a preguntarme y a problematizar sobre las violencias que llegan a nuestros centros barriales, a nuestras granjas, a las casitas amigables que están en el barrio. ¿Distinguimos y diferenciamos la violencia interpersonal, la que se puede dar entre nosotras y nosotros, de la que también se da en las familias? Porque cuando la Familia Grande mira la familia, no está mirando solo a un adulto en situación de consumo o una adulta, sino que también miramos el vínculo.
En el espacio de niños, descubríamos que al mirar al vínculo a veces ese vínculo puede ser violento y puede hacer sufrir. Ese sufrimiento tan complejo muchas veces llega a dañar. Quizás, quien lo ejerce, seguro también lo sufrió y necesita ayuda. Entonces, en el proceso de distinguir cuáles son las violencias: la violencia social, la interpersonal, en nuestras familias, en nuestra vida, comenzamos a pensar también:
¿Cuáles son las necesidades de quiénes la sufren y también cuáles son las necesidades de quienes la ejercen? A veces quien la ejerce también la sufre. Tanto en la experiencia de caminar el territorio, como por haber tenido el privilegio de estudiar un poco la temática y seguir cuestionándome algunas cuestiones, uno se encuentra con que no hay respuestas fáciles.
Muchas veces, a ese chico que acompañamos, que conocemos desde muy chico, que hizo todo un proceso, de golpe se encuentra involucrado en un hecho de violencia grave. O es papá, mamá, y quizás no cuida de la mejor manera a su hijo o a su hija. Entonces, ¿cómo acompañamos esas necesidades de quiénes han sufrido la violencia y quiénes la ejercen?, ¿Cómo siendo centros barriales las podemos acompañar, qué necesitamos?, ¿Cómo nos podemos ayudar entre nosotras y nosotros?, ¿Qué podemos aportar?
Porque recibir la vida como bien es recibir la vida en su complejidad, también en situaciones muy graves. Les voy a poner un ejemplo doloroso. Saben que cuando nombramos distintas violencias hay algunas violencias que siempre son consideradas graves y que duelen mucho. ¿Cuáles se imaginan? El abuso sexual siempre es grave. El abandono con sus consecuencias. La explotación sexual, la trata de personas. La manipulación de las conciencias, lo que a veces es una forma de maltrato psicológico de abuso espiritual. La violencia verbal, esa es otra violencia que aparece que puede admitir grados. La violencia sexual siempre es considerada grave. Nosotros y nosotras queremos acompañar esas violencias y ayudar también a quien las ejerce. Eso nos desafía como Familia Grande.
¿Cómo ayudamos a comprender a alguien por qué ocurrió una violencia? ¿Qué necesitamos en nuestros centros barriales en relación a esto? A veces en el camino vemos que se repiten algunas situaciones y no sabemos qué hacer. Por momento, quienes hemos estudiado mucho tampoco sabemos qué hacer y tenemos que sentarnos como equipo a pensar.
Cada realidad nos desafía permanentemente. Nos lleva a buscar otros recursos que en un momento no nos los hubiésemos planteado. Algo que es fundamental es desarrollar la flexibilidad neuronal. Es decir, que nuestro cerebro permanentemente esté abierto a nuevas experiencias, a nuevas formaciones. Si nos encerramos en nuestras creencias profesionales, nos cerramos en nuestros marcos teóricos, y pensamos que todas las personas entran en esas cajas donde pensamos que la realidad va, nos equivocamos. En esto nos tienen que ayudar aquellas personas que aunque quizás no tuvieron la oportunidad de tener ese estudio nos puedan interpelar, y decirnos: ¿Sabés qué así no me sirve?
Porque así creo que tenemos que construir en esta familia. Revisando permanentemente lo que hacemos y estando abiertas a las nuevas realidades que se nos presentan. Eso implica un cambio en nuestro sistema de creencias en relación al abordaje de las violencias en nuestra mirada individual. No en la mirada de la Familia Grande, sino en mi mirada individual.
Me quedé pensando a partir de la charla de la Mirada de Hogar de Cristo, se decía: hay una experiencia de cada centro barrial que es única e irrepetible que nos enriquece, pero también hay algo que es común, que no discutimos, que tiene que ver con la mirada del Hogar, con el espíritu desde dónde se acompaña. A mí me llegó muy profundo cuando Brenda dijo que uno se enamora del dolor: el estar ahí. Ahora, cómo estoy y cómo acompañó en la complejidad de ciertas realidades, nos desafía a seguir formándonos permanentemente. Estar abiertos a revisar la creencia a nivel intervención, y quizás redefinir experiencias que son portadoras de sentido.
Cloé Madanes, una terapeuta que me ayuda a pensar muchas cosas, nos convoca a quienes nos sentimos convocadas a acompañar procesos y a hacernos cargo de las consecuencias sociales de las intervenciones hacemos. Porque también somos parte de poder acompañar a una persona a transformar su vida y tenemos que hacernos cargo de la responsabilidad social que tenemos. En ese punto, implica reconocerse en las propias necesidades de aquello que tenemos que seguir aprendiendo en el camino de nuestros centros.
Comentarios a partir de la intervención de participantes
Mientras se hablaba de cómo acompañar a una chica que ejerce la prostitución recordaba que tuvimos una situación bastante complicada con la persona que hacía trabajar a esas chicas. Nosotros no sabíamos nada y en la oficina estaba uno de mis compañeros que era uno de los referentes en ese momento siendo “apretado” por este amigo. Él nos vino a visitar diciéndole a nuestro compañero que, aunque estuviese bien que ella estuviera acá por un tiempo en el que necesitaba como un refuerzo, sin embargo él iba a estar siempre con ella. Por supuesto que ella era chica y él era un tipo de unos 50 años. Una semana después, vino un par de veces y desapareció y nunca más supimos de ella.
A mí lo que me sorprendió fue el apriete que sufrió nuestro compañero solo, sin que nosotros nos diéramos cuenta. Al rato que se fue nos contó. Y la impotencia de no poder intervenir con ella porque si nosotros le decíamos algo, automáticamente se iba. Nos quedamos pensando que hubiésemos hecho, que hubiese correspondido hacer, porque la verdad que fue una situación complicada.
Esto tiene que ver con el vínculo de la persona en situación de prostitución y su proxeneta o prostituyente. Es uno de los vínculos más complejos a la hora de intervenir, porque en general cuando se da la captación de la persona en prostitución, la persona captada tiene muchos menos años. Es habitual también, que haya mucha historia de violencias y abuso. Entonces, se da un vínculo muy simbiótico que es muy difícil de poder acompañar. Muchas veces lo configuramos como que se diese un hechizo.
Uno de los temas que estamos pensando desde la Escuela Familia Grande del Hogar de Cristo es generar foros que tengan que ver con el tema de acompañamiento de personas en prostitución. Podemos ir como construyendo juntos herramientas de acompañamiento.
Por ejemplo, yo sé que en La Plata han tenido situaciones muy delicadas en uno de los centros barriales y que los desafió como equipo a problematizar ciertos temas que tenemos que seguir trabajando. Con lo cual, esto que a ustedes les pasó es muy frecuente y nos pasa y nos desafía a pensar cómo seguir acompañando. Porque además te metés con ciertas redes, y por ende, con otros temas muy complejos.
Después de casi dos años de transitar como Centro Barrial comenzamos a preguntarnos qué mostraba un chico cuando venía a pegar adentro del Centro Barrial o a la puerta. Una de las situaciones se dio a partir de una discusión con un tallerista, mal manejada por el adulto de lo cual también como equipo nos tenemos que hacer cargo.
La otra situación tuvo que ver con un conflicto que tenía que ver con terceros: los padres de algunos participantes del Centro Barrial. Ellos se pelearon en la puerta del Centro Barrial y los hice entrar. Atrás venían ellos los cuáles defendían a sus padres. En esa situación, era muy interesante que era como si peleasen por otros y no por cosas de ellos.
En el tercero de los casos, fue un vecino quien tuvo una situación. Aparentemente un chico saltó por un tapial y el flaco viene siempre al centro y tuvo la feliz idea de venir al centro en vez de irse a su casa. Una de las familias más comprometidas con el centro había tenido situaciones de violencia en la semana, por lo cual toda esa semana había sido de allanamiento a una cuadra del centro.
Hasta ahora no nos había pasado y nos preguntamos qué es lo que vienen a mostrar. ¿Será que hay un lugar donde puedo mostrar algo más de mí? Si fuese así, genial, vamos por acá. ¿Será que antes no lo pude mostrar? Y empezamos a pensar y a preguntarnos. No quiere decir que hayamos encontrado la respuesta. ¿Se pueden prevenir ciertas actitudes violentas en nuestros chicos?, ¿Qué hay que mirar cuando la cosa viene rara, cuando el barrio está distinto, cuando vienen más calladitos, cuando no molestan como todos los días porque miran para abajo?, ¿Qué cosa hay que mirar que cuando no hablan?
No siempre hay que pensar que vienen de fumar, a veces hay que pensar que vienen de llorar. Después, también, nos circunda el tema de la violencia de género. Es necesario hacernos cargo de que a veces no la hablan porque está tan naturalizada que para qué la van a venir a contar. Por eso, más que nunca es importante esto de salir a…
Paula
He conocido varios casos de mujeres. Trabajé en prostitución porque soy uruguaya y me echaban de los trabajos por ser travesti, me discriminaban. No había leyes como ahora en ese tiempo. Conocí una chica venezolana que, con el marido, tenían una hija en común y le había sacado el pasaporte y la hacía prostituirse en varios lados. Tomaba a su hija de rehén. Yo tuve que participar en algo para sacarla. La ayudé a conseguir un pasaporte para irse con su hija. Es muy feo porque por muchos años son esclavizadas, las tienen de rehén y no hay amor ahí. No es un trabajo muy salubre, lo sé por experiencia propia. Ahora que trabajo como acompañante par en la granja les enseñamos a las chicas que no está buena la prostitución, porque deja muchas cicatrices y es algo muy feo. Estaría bueno que en este país se trabajase para que las chicas, tanto las mujeres como las travestis que trabajan en la calle, pudieran salir adelante y hubiera igualdad de género para todos.
Myriam
¿Qué nos pasa a nosotros que trabajamos con personas en situación de calle? Para la persona que está en situación de calle, ya de por sí es un maltrato lo que vive día a día: la exclusión, la falta de trabajo, la falta de una vivienda, la falta de una alimentación, y viene cargado con mucho dolor y resentimiento. Cuando uno trata de establecer un vínculo con ellos, o intenta acercarse cuando a veces vienen bajo efectos de alguna sustancia o de consumo, se hace muy difícil poder establecer con ellos un diálogo. No están acostumbrados por ser todo el tiempo marginados o excluidos y muchas veces nos ven con un marco de desconfianza muy grande.
¿Cómo acompañamos a aquel que permanentemente está marginado todo el tiempo y que viene con esa carga emocional, con esa negatividad, con ese dolor? Ahí, es donde nos tenemos que plantear en abrazar la vida como viene, y ofrecer y decirles que este espacio lo va a alojar, a contener, va a ser un poquito diferente a lo que él vive en la crisis.
Silvana
Cuando estuve internada en Luján, en la casa educativa terapéutica El Puerto de Luján, y entré en abstinencia yo no me daba cuenta pero le pegaba a mi hija porque tenía ganas de drogarme inconscientemente. Con el tiempo, aprendí que era por eso que le pegaba a mi hija. No era mi intención que mi hija le pegue a la hermana, ni peleé con otros chicos. Y me enseñaron que si yo no quiero que mi hija le pegue, yo no le puedo pegar a mi hija. Ahora lo veo como obvio. Eso es una de las experiencias vividas mías. ¿Cómo acompaño a alguien para que no sea violento? Bueno, yo no tengo que ser violento con él. Cuando mi hija me hace renegar y me saca de quicio, bueno hay que poner onda: “vamos jugar a la maestra, hija”, “vení, mirá viste cómo está la estrella, mirá el sol”… O sea, todo se aprende. Es así, yo lo aprendí.
También mi experiencia vivida en el Bajo Flores, estuve dos años sin ir a mi casa, sin ver a mis hijas, todo producto del consumo de pasta base. Cuando me separé del papá de mis hijas, yo no aguanté el parche. Me escapé, pensé que no las podía criar yo sola… No sé la excusa. Yo no sé robar, tengo eso del valor de la honestidad y entonces, me constituía en el Bajo Flores para conseguir la plata para la droga.
En el Bajo Flores predomina la violencia, si no sos violento, si no sos una basura en el Bajo Flores no podés estar. Pero, a su vez, digo: “loco, si el Bajo Flores, Merlo, La Plata, Morón, son de todos”. Yo tengo valores, yo me drogué y tengo mis valores, yo respeto a la gente. Y es como que me pregunto lo que hacemos con la sociedad. Ya está hecha así: fue una mierda, es una mierda y lo que viene… Después me di cuenta que un granito de arena, de a poquito, suma. Capaz que no cambiamos el sistema. Pero somos una banda luchando contra toda esa mierda.
César
Cuando hablamos de violencia, siempre hablamos del golpe, del asalto, del insulto, de la patada, del atropello, de la violación, del manoseo. Pero hay una forma de violencia que subyace en muchos de nuestra población, de nuestro entorno, y es la estigmatización. Es muy feo que te estigmaticen y yo fui estigmatizado por vivir en la calle. El viejo de la calle es borracho. No se ponían a pensar: es un ser humano que tiene problemas, que tiene una adicción determinada. Vivís en la calle sos chorro, o sos falopero, o sos borracho. Se estigmatizan los territorios. En la villa solamente pueden vivir los tranzas, las putas y los chorros. Sería imposible pensar que una institución tan maravillosa como el hogar Santa María pudiese funcionar si tenemos esa consigna, esa premisa en la cabeza de que en una villa solamente pueden pasar cosas feas. Solamente se puede transar falopa, o violar, o matar.
No señores. En una villa también se vive, también se goza, también se canta, también se llora, también se disfruta. Es verdad, convivimos con el padecimiento de tener un hogar que está en el medio, que tiene un entorno de venta de drogas, de violencia, de chicos que se portan mal, de golpes, de gritos, de disparos. Es verdad. Pero no todo es tan malo. Hay que saber mirar la parte llena del vaso, porque si nos que damos solamente con la superficie, con lo que no sirve, con lo que está mal hecho, nos estamos equivocando mucho.
Yo reivindico la villa. No nací en una villa pero sí viví en una. Y en la villa pasan cosas maravillosas. La violencia no es maravillosa pero está en todos lados: en Acassuso, en san Isidro, en san Fernando, en Recoleta, en cualquier parte. Por eso, la estigmatización es una forma de violencia, bastante dolorosa y desagradable por cierto.
Puchi
Cuando uno se cría en una villa, por ejemplo, viene llorando, le dice a la mamá que le pegaron y ella le contesta: “andá agárra un palo y rompele la cabeza”. La violencia es el método de comunicar a los pibes. Hoy en día, tengo violencia como un escudo de estar parado en la esquina. Consecuencia de consumo, de violencia, de chorros, hay un montón de cosas vividas. Hoy, estoy aprendiendo de vuelta y es como que no sé comunicarme. A veces, me salta la violencia y quiero corregirlo. Cuesta.
El tema de “ni una menos”, empieza en mi caso cuando levanto el plato de la mesa al terminar de comer porque me crié con mi papá que trabajaba afuera y mi mamá se ocupaba de la casa, y los varones no hacíamos nada. Las mujeres estaban en la cocina. Entonces esas cosas mínimas. Pensaba también, que si hay una parte triste de recibir la vida como viene, es despedirla como se va. Como nada. Y que la pasta base es un invento genial para la gente que no quiere las villas.
No hay más chorros porque los pibes que estaban robando afuera vendieron los fierros, todo, porque en la manija es así…. que nos matamos entre nosotros, nos robamos entre nosotros… “Y los negros que se prendan fuego, que se maten entre ellos.”
Michael
El modo violento está en todos nuestros corazones. En todas las clases sociales, de todas las maneras posibles. Por eso, es algo que lo tenemos que trabajar entre todos. Cuando hablamos de violencia, hablamos del propio corazón, del propio pensamiento, y de los propios modos que intentamos deconstruir para construir modos nuevos, creativos, hermosos.
En el hogar, queremos generar otro estilo. Le diría el modo ternura, el modo abrazo que lo decimos siempre. El modo ternura no es el modo débil ni el dejarla pasar, ni el modo indiferente, o cobarde. El modo ternura es la salida al encuentro del gesto violento con el abrazo, con el gesto, con la palabra. Cara a cara, cuerpo a cuerpo, con el que está en la situación de violencia. También, sumarle el modo educativo que no es expulsivo para nada. Nosotros, por ejemplo, estuvimos varios años en Mendoza, llevamos un tiempo en Bariloche. Siempre el pibe sale del espacio y no es una medida expulsiva. Salimos afuera a tomar mate, a respirar. A veces lo llevamos a la casa. Después de otro día, yo mismo me comprometo a ir a tomar mate de vuelta con él para volver a dialogar más tranquilo. O sea, no es una medida expulsiva para nada, pero sí educativa, porque tenemos que cuidar tanto a los otros pibes como el equipo.
Entonces, no es lo mismo que seas violento que no lo seas, no es lo mismo que te drogues adentro del espacio al que no se droga dentro del espacio. Entonces, es una medida de ternura firme, donde dialogamos con el pibe. El otro día tuvimos un evento, nos llevamos al pegado y al pegante. Los llevamos a la casa para que tomaran aire. Después lo volvimos a buscar de nuevo. El fin frente al modo violento es el modo ternura.
Griselda y Juan José
CB Puertas Abiertas La Plata, Pcia. de Buenos Aires
Como se comentaba en otras partes de este libro, a veces uno siente la impotencia de no llegar a resolver algo. Quería compartir algo que nos pasó relacionado con la trata de personas y Lourdes nos estuvo acompañando mucho. En ese momento fue difícil para el equipo porque fue un proceso en el que pasamos por una crisis muy fuerte. Hubo que tomar decisiones: ¿Quién se quedaba ahí? ¿Quién se iba? Después de una situación en la que nos veíamos muy involucrados, porque las situaciones de trata de personas ocurrían al lado nuestro. Y fueron personas a las que a pesar de que quisimos acercarnos, no pudimos.
Primero porque tuvimos que preservarlas también a ellas, en esta lógica de la perversión. Pudimos experimentar en el transcurso de ese proceso la perversión que ejercía en toda esa relación una persona que tenía un vínculo perverso con esta chica, que por supuesto ganaba por lejos al vínculo que nosotros intentábamos comenzar a transitar con ellas en ese momento. Nuestro trabajo, por ahí, incluso podía ponerlas en riesgo tanto a ellas como a nosotros.
Así que, para resumir nos terminamos corriendo de ese lugar y irnos de ese espacio. Era muy riesgoso para todos, por una situación de poder de esta persona y una red muy importante que tiene que ver con cuestiones de manipulación incluso afectivas, esto de la violencia en el vínculo.
Gracias a Dios encontramos otro lugar y dijimos bueno ahora vamos para adelante y vamos con fuerza. Se llenó el centro barrial y en un momento nos robaron los mismos chicos. Algunos del barrio nos robaron, como dicen los chicos ahora: “nos hicieron pollo”. Entonces, otra vez dijimos: ¿Ahora qué pasa? Era un pibe y una bandita que vivía a tres casas del centro barrial. Nos preguntamos ¿qué hacemos? Los mismos chicos del centro nos decían: fueron ellos, fueron ellos. Al principio genera violencia, genera rabia, enojo, frustración.
Nos juntamos con el equipo a pensar cómo abordar la situación y decidimos sacarnos nuestros prejuicios, nuestros enojos, nuestras broncas, y salir al encuentro. Sentimos que era otra la respuesta. Si actuábamos con violencia, la violencia iba a seguir creciendo. Entonces, fuimos a visitar a los chicos, fuimos a hablar con ellos.
No desde el lugar que nos robaron, sino desde ustedes tienen un lugar en la casa, ustedes son bienvenidos en esta casa, y ahí se generó otra clase de diálogo. Había una chica que iba al centro barrial que era la que le dio el dato de todas las cosas que había. No eran muchas, pero para ellos tal vez sí. Quizás, para el que menos tiene, la ostentación es muy grande. Esa chica venía y no podía mirarnos a los ojos. Sufría, se enojaba, tenía miedo, no sabía cómo reaccionar… Y la abrazamos, le dijimos que estaba todo bien, que esa era su casa, que de ahí no se va a ir, y gracias a Dios fue algo maravilloso.
Desde el mismo enojo, la misma rabia, poder transformarla y generar un vínculo, un vínculo de amor. Se rompieron todos los prejuicios, todo lo que es violencia y se dio otra respuesta. No hubo un choque. Un abrazo, una respuesta y algo distinto y la transformación no fue tanto de ellos sino también de nosotros, del equipo. Es una experiencia que nos ayudó un montón, que nos dolió mucho pero que quizás se pudo dar otra respuesta desde ese lugar.
Walter
Me crié con la violencia en mi casa. Siempre pegando, peleando. Me hacían pelear de chico. Me supe defender en lo que es la situación de la calle, pero nunca me sirvió para nada. En realidad, a lo que voy es que yo estuve toda mi vida restando, nunca sumando. Siempre un paso para adelante, cuatro para atrás, tres pasos para adelante, seis para atrás. Fue todo perdición. No veía en mi vida un camino bueno: preso, muerto, o en villa consumiendo como en la vida que llevaba. Quedé en situación de calle y tenía vergüenza por la gente que me conocía.
Estuve internado cinco veces, nunca pude dejar la droga. Pasé cosas muy feas: estuve en situación de calle casi nueve meses, hacía plata para consumir –rastreaba, robaba– para consumir. Así de mal estuve y cuando creía que estaba solo y me tiré al abandono, gracias a Dios apareció el centro barrial, el Hogar de Cristo. El que me conoce sabe lo que estoy diciendo. Vivía peleando, atrevido, maleducado, no respetaba nada. Yo le robé al centro barrial los primeros tiempos cuando estuve ahí y sin embargo no me cerraron la puertas nunca. Estaba recontra perdido en el consumo, y hacía las cosas por el consumo no por mala persona. No tenía dos trapos decentes, lo que tenía lo vendía y no tengo vergüenza de decirlo.
Hoy en día soy otro. Sé lo que quiero para mí. Gracias al apoyo que me dio mi centro barrial… lo que yo buscaba de mi mamá, de mi familia, me lo ofreció mi director, los operadores. Teníamos un proyecto de radio y acompañando a un amigo rastreamos las dos computadoras y por culpa de nosotros no funcionó la radio. El cargo de conciencia y lo que sentía fue como cuando uno le roba a su familia, la misma sensación. No poder mirar a la cara.
Pero no me cerraron la puerta, me abrazaron, me hablaron, me cagaron a pedos. Hasta el día de hoy me cagan a pedos, pero no lo hacen de malos. Lo que no me dio mi familia, de tantas cosas malas que les hice, me lo dio mi centro barrial. Hace casi un año que no tocó nada ajeno, tengo dos trabajos, los sostengo, estoy recuperando a mi hija. Tengo una pareja, un hijastro, estoy por ser papá de vuelta, puedo sostener mis cosas, no vendo nada de lo mío. Trabajo para la institución, voy a buscar la comida a la calle en Lomas de Zamora y sin embargo hoy en día estuve repartiendo la comida en la calle.
Estoy contento del avance, de recuperar a mi familia. No a toda pero sí a mi mamá y mi abuela. Sé que puedo contar, que voy a la casa y me reciben con la mejor. Yo me ponía la máscara de violento en la calle para que me tengan miedo y desde que fui cambiando el entorno, apoyándome en la gente que realmente me daban consejos por mi bien, pude cambiar. Hoy en día tengo otra clase de vida. Que la gente ayude de corazón sin esperar nada a cambio a la larga o la corta sirve, porque la persona se da cuenta y es un testimonio.
Muchos pibes con los que dormí cuando estaba en la calle me felicitan. Para cerrar, el Hogar de Cristo fue lo que cambió mi vida. Tuve cinco internaciones, mi familia se cansó de hablarme, nunca pude hacer ninguna, siempre le pagué con la misma carta.
Peleá por tus objetivos. El que tiene chicos que pelee por los chicos. A mí me ayudó a sostener, llegar todos los días y dormir porque tengo una pareja que tiene una criatura. No es mi hijo lo sé, tiene su padre, pero lo estoy criando yo. A lo que voy es que se apoyen en lo que hacen bien. El cargo de conciencia de no haber podido criar a mi hija, sin embargo me estoy haciendo cargo de un hijo y ya estoy por tener otro. Corte a no tener uno, tengo tres.
Lourdes
Desde la escuela, hay algo que venimos pensando. Aprovechando las fortalezas de las experiencias que algunos podemos tener y que las violencias no se atraviesan a todas y a todos, desde la escuela queremos ofrecerles, si lo consideran necesario, que se puedan apropiar de algunos cursos y algunas experiencias. Materiales que estuvimos sistematizando a partir de acompañar algunos procesos.
Concretamente, estamos pensando cursos vinculados a poder reflexionar la toma de decisiones en relación a acompañar situaciones de violencia extrema, materiales vinculados a lo que es violencia en una pareja, violencia en relación a los niños y niñas. También vinculado al maltrato infantil, violencias en relación a la situación de trata.
En cuanto a un tema que venimos con mucho dolor reconociendo en la Familia Grande, un tema que se ha dado en varios centros barriales que es cuando ocurren abusos sexuales dentro del centro barrial y los y las involucradas son personas que nosotros venimos acompañando y que cometen un abuso sexual. Ahí el dilema es muy fuerte porque aún cuando decidimos acompañar esa vida y ese proceso, exige medidas educativas.
También nos desafía a reconocer ese dolor, la herida de esa persona que es un adolescente, porque puede ser un adulto pero que aún es un niño porque todavía no elaboró su historia de violencia.
Esa es una de las violencias más extremas y más complejas que tenemos que acompañar y nos desafía en la Familia Grande donde se valora mucho la experiencia de lo caminado a transitar caminos que también requieren un conocimiento específico. A su vez, exige una formación permanente y una revisión de la práctica. Esta última hace que tengamos que estudiar aunque nos cueste encontrar el tiempo. Asumimos desde la escuela el desafío de pensar materiales los más cortos posibles para poder debatir dentro de los equipos.
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