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Mirando a nuestros adolescentes

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Mirando a nuestros adolescentes

Paola 

Equipo de la Casas Madre Teresa CB Carlos Mujica – Villa 31, CABA

Nuestro trabajo consiste en acompañar estas vidas tan frágiles siendo conscientes que nosotros somos simples instrumentos de Dios. A nuestro Hogar concurren chicos de entre 8 y 10 años hasta los 18. Después, tratamos de que en una vida más autónoma como adultos puedan pasar al Centro Barrial Mujica, ya que nosotros somos un mismo equipo.

Salimos todas las mañanas por los pasillos de la villa a buscarlos, a encontrarnos, y simplemente a charlar con ellos y llevarles el desayuno. Estos chicos llegan a esta zona por la fácil accesibilidad que tienen gracias a los transportes públicos. A su vez, estos chicos generalmente están en las ranchadas con adultos. La gran mayoría de ellos están atravesados por el consumo de paco.

Nosotros salimos a encontrarnos con ellos y acompañarlos. Ya sea en la situación de calle o en lo posible esperando el tiempo de cada chico que se puede acercar al hogar. En la actualidad, estamos funcionando como Centro de Día desde las nueve de la mañana hasta las seis de la tarde. Ellos pueden más allá de las cosas básicas: desayuno, almuerzo, bañarse, descansar, y también pueden participar de distintos talleres.

Este año pudimos brindarles una mayor variedad de talleres: tienen taller de arte, de música, tienen escuela y apoyo escolar. Eso en la diaria de nuestro centro. A los que pueden dar otro pasito más tratamos de acompañarlos en todo el tema de salud, que es lo primordial y lo más urgente por las necesidades con las cuales uno los encuentra en la calle. Muchas de las cosas las hacemos con el médico que está en nuestro hogar, que es Santi, pero otras no. Estas últimas incluyen llevarlos a los hospitales o a los centros de salud que están en el barrio.

Con otros chicos, intentamos comenzar a sanar un poquito esas heridas con las cuales se encuentran en calle. Empezamos a trabajar y acompañar desde la construcción de la identidad. Por ejemplo ayudarlos a sacar el DNI, que es muy lindo porque hay toda una preparación en las chicas con maquillaje, con los chicos de bañarse, cortarse el pelo, y verse reflejados en un DNI. Quizás para nosotros, en la cotidianeidad hacer ese trámite es muy sencillo. Pero para ellos hay un mundo detrás, que es dar un paso muy importante.

Nuestro gran desafío es la noche porque nuestro horario finaliza entre las seis, seis y media de la tarde. Cada vez se fue estirando más porque nosotros empezamos hasta las cuatro, y hoy en día hasta las seis. Tratamos de articular con algunas instituciones del Estado, algunos paradores donde los chicos no quieren acercarse a dormir si no es que nosotros los llevamos y al día siguiente pasemos a acompañarlos nuevamente a Madre Teresa. Con muchos lo podemos hacer, con otros no. Otros quieren quedarse a dormir en nuestro espacio, en su espacio, pero la realidad es que hoy no lo podemos hacer por distintas cuestiones. Por ahí ese es nuestro gran desafío, darle una vuelta de rosca más para que ellos puedan tener un espacio más completo donde puedan seguir dando estos pequeños pasos que empiezan a sanar esas heridas que tienen adentro.

Otra cosa que es muy importante y durante todos estos años vinimos trabajando y acompañando es el tema de la escolaridad. Es un tema bastante complicado porque tenemos chicos de 12 a 16 años que por ahí nunca fueron a la escuela. En una escuela convencional de 8 horas, es casi imposible que puedan sostenerlo, tampoco la media jornada. Pudimos articular con un espacio de escuelas para adultos, que se acercan a nuestros barrios, y muchos de los chicos empezaron a asistir.

Este año, los que pueden sostenerla, son varios. Esto es a nivel primario y se complementa con otros días que se les da apoyo escolar porque ellos quieren seguir aprendiendo. Queda por fuera la secundaria ya que no pueden entrar ni al plan FINES, ni a ningún otro plan, y en este momento, ellos no están preparados para poder ir a una secundaria como cualquier otro adolescente.

¿Cómo son nuestros adolescentes? Tienen todo aquello que tiene un adolescente más sumado esta problemática de consumo. Pero no es la problemática de consumo lo principal y lo que se nota o lo que uno más ve, si no esa adolescencia. Ese adolecer, ese cambio físico y también psicológico por los cuales ellos atraviesan.

Muchas veces, lo primordial que ellos necesitan es ese abrazo, esa contención, y ese ser escuchados. Escucharlos para que ellos puedan expresar todo lo que tienen adentro, todo el dolor que vienen guardando y que de a poco empieza a sanar. Como esa herida que empieza a sacar todo ese pus y todo eso para que pueda realmente sanar. Eso muchas veces en nuestros adolescentes es mucho más sanador que otra cosa.

Con sus enojos por sus cambios, por un papá y una mamá que no están, con nosotros porque muchas veces ocupamos esos roles que no estuvieron, muchas veces nosotras somos má, los padres son pá las otras partes del equipo son pá. Má es la cocinera, má somos nosotras, y má para llorar y má para pedir. Para pedir un corte de pelo, para pedir unas zapatillas. Como pensar un adolescente que por ahí uno puede ver en otro lado. Es mirarlos como seres humanos y empezar a que ellos empiecen a descubrir eso adentro suyo. Que dentro de ellos tienen que ser ellos mismos mirados como seres humanos en la plenitud, no solamente desde una sola área –ya sea la psicológica, la social, o el área que cada uno quiera ponerla- si no en la integridad.

Por eso, empezábamos diciendo que es Dios quien va sanando en ellos todo este dolor y que nosotros somos simplemente aquellos que acompañamos con lo difícil que es. Todo el tiempo es pensar nuevamente el modo de acompañar: el cambio físico, el problema del consumo, porque no a todos se los puede acompañar de manera general sino a cada uno con sus particularidades. No es lo mismo María que José, no es lo mismo José que Juancito. Cada cual tiene su necesidad y es posible encontrarla a través del vínculo formado.

Ese vínculo que se forma primero en ese encuentro al encontrarlos en las calles y después también dentro del Hogar. Simplemente seguir acompañándolos desde la necesidad de cada uno. Siempre desde lo personal y eso es lo que tratamos de hacer en nuestro hogar que realmente es una gran familia que ellos realmente lo puedan vivir así y que también nosotras lo podamos vivir así. Que Madre Teresa realmente sea aquello que ellos no pudieron experimentar con su corta vida.

Porque tenemos chicos de diez, de dieciséis años que son por ahí edades muy diferentes, pero con un mismo objetivo: tener una familia, tener por ahí alguien que lo pueda escuchar, alguien que lo pueda contener, que lo pueda abrazar. Y mirarlos como seres humanos no como el fisura, o como el paquero… Cada adjetivo que cada cual escuche o pueda saber que se le puede decir. Si no con un nombre concreto, y como personas, como lo que son. En líneas generales, ese es nuestro acompañamiento dentro del Hogar.

María Sun y Lourdes

Equipo CB La Cortada – Reconquista, Prov. De Santa Fe

Reconquista realmente es distinta a una villa de Buenos Aires. Queríamos empezar con unos pequeños versos que nos inspiraban desde el comienzo, hace seis años y dice así: Hacer de la interrupción un camino nuevo, hacer de la caída, un paso de danza, del miedo, una escalera, del sueño, un puente, de la búsqueda… un encuentro. Hoy creemos que muchos de estos versos que eran utopía se han ido haciendo realidad.

¿Quiénes somos y dónde estamos? Desde comienzos de este 2018, somos Centro Barrial, los cordeños y cortadeñas, del barrio de la Cortada de la ciudad de Reconquista, Santa Fe. Comenzamos a trabajar hace seis años con varones con problemas de adicciones, judiciales, familiares y excluidos del sistema educativo. Eran los chicos que no habían terminado ni la primaria y quedaban por las calles, en las esquinas.

La calle de Reconquista es distinta a la calle de la villa. Todos tienen familia pero muchas de ellas sin ninguna contención. El barrio de la Cortada es un barrio periférico de la ciudad que tiene más de 40 años de historia pero en el que se está llevando a cabo el programa de mejoramiento barrial.

Recién ahora, después de 40 años, estamos teniendo alumbrado, red de agua, cloacas, ripiado y un poquito de asfalto en algunas partes. Las familias son muy numerosas. Hay un déficit habitacional impresionante, por lo que todo el terreno del barrio está tomado. Hay además, un sector inundable que llamamos el callejón que está habitado por 370 familias en condiciones muy precarias: sin alumbrado eléctrico en su totalidad, y sin agua potable.

La mayoría de los varones son changarines, albañiles y un buen grupo se dedica al cirujeo. Las mujeres están en la casa, o son empleadas domésticas. Hay mucho consumo de alcohol, de drogas, que sigue creciendo, y niveles altos de violencia de género, maltrato y abuso infantil. Realmente muy notable.

El barrio cuenta con una Capilla, con escuela primaria, dispensario y comedor municipal. Pero lo que detectamos, es una falta de articulación muchas veces total y absoluta entre las distintas instituciones. Ese es uno de los desafíos. Nosotros llevamos seis años trabajando y desde este año somos Centro Barrial con subsidio de SEDRONAR. El perfil de nuestros chicos es entre 15 y 25 años. Son 55 varones y 15 mujeres.

Con respecto a los aprendizajes que recogimos, lo primero que nos surgía es la necesidad de un equipo. Empezamos trabajando juntos, no fue solo una persona que se le ocurrió hacer todo esto sino que formamos un equipo con vocación, sintonía, compromiso y una empatía grande entre nosotros y también con el perfil de los pibes. Con una misma mirada hacia los adolescentes del barrio y los jóvenes, con los que compartimos no solamente el tiempo sino más aún la vida. Un equipo que se ha sostenido en el tiempo que ha sido capaz de ensayar, de sufrir muchos dolores y fracasos.

Contamos con la pérdida de dos de nuestros jóvenes: uno por suicidio y otro por enfermedad. Pero el que ha sido más fuerte es la esperanza y la certeza de que merece la pena la vida de los jóvenes y adolescentes que acompañamos. Otro de los aprendizajes ha sido abrir y sostener en el tiempo un espacio contenedor. El primero fue en la vecinal en condiciones muy precarias y desde hace un año con un local propio, donde lo que se ha priorizado han sido los vínculos, el afecto y el acompañar a estos adolescentes en todas las dimensiones de su vida.

No dejarlos en ningún momento. Ya sea en la cárcel, en el hospital o en las problemáticas familiares. Esto ha generado pertenencia por parte de ellos y un vínculo muy fuerte afectivo. Ellos saben que estamos, que los queremos y que nos la jugamos por ellos. Nosotros, también nos sentimos queridos por ellos.

Además hemos aprendido que más allá de lo grupal atendemos a la singularidad: cada uno, cada una es único e irrepetible. También hemos experimentado como aprendizaje que los límites son estructurantes y necesarios. A veces hay que ser coherentes aunque duela, con cosas que hemos ido acordando como equipo. Hemos tenido a lo largo de estos años largas discusiones de hasta donde los límites hasta donde las sanciones.

Otro aprendizaje indispensable ha sido la articulación con otros y otras. El trabajo en red cada vez lo vemos más necesario. Empezamos con los profesorados de arte y música de la ciudad que nos facilitaban estudiantes que querían hacer sus prácticas, y fueron de gran ayuda. Articulamos después con la región 2 de educación de la ciudad que nos facilitó el ingreso de aquellos que querían volver al sistema educativo. También todo un desafío.

Otro vínculo que establecimos fue con dos fundaciones. Por un lado, el Buen Samaritano, una fundación que rehabilita chicos con problemas de adicciones, quienes nos facilitaron la internación de algunos. Por otro lado, con Santa Mónica, fundación de madres de chicos con adiciones que también acompañan a madres de nuestros adolescentes y se reúnen con ellas semanalmente.

Por su parte, la secretaría de deportes de la Ciudad, el programa Nueva Oportunidad de la provincia de Santa Fe, nos han ayudado con talleres y una metodología que realmente nos inspiró para dar pasos en el acompañamiento a los adolescentes.

También contamos con SEDRONAR con lo que supone lo económico y más recientemente con el aporte de una psicóloga que es Victoria y que nos está permitiendo articular mucho más directamente con salud. Además, el Hogar de Cristo, esta familia grande, sin la cual realmente no estaríamos donde estamos hoy. Hemos compartido la experiencia y la capacitación y sobre todo la mística que nos inspira con la que sintonizamos desde el primer momento.

Tenemos también talleres que en realidad sentimos que son un pretexto para que los adolescentes adquieran hábitos, habilidades, responsabilidades, nuevos códigos, trabajo grupal, y desarrollo de sus talentos que a veces los tienen como invisibilizados. Hemos descubierto a través de la pintura que realmente hay algunos que son muy buenos artistas.

Otro aprendizaje es la necesidad de reflexionar permanentemente en la práctica. El ensayar y volver intentar, el desaprender y seguir construyendo a partir de la vida de los mismos adolescentes y sus necesidades. Estas redes a veces generan tensiones. Con las distintas instituciones gubernamentales muchas veces encontramos barreras, falta de articulación, burocracia.

A su vez, otra tensión se da como consecuencia del machismo y la violencia como algo connatural a la vida del barrio y por tanto a sus comportamientos y códigos. La tensión al dar sin caer en asistencialismo a lo que el barrio está muy acostumbrado históricamente. La retribución económica que tienen por el trabajo en los talleres y el mal manejo de la plata que hacen algunos.

Victoria

Equipo CB La Cortada – Reconquista, Prov. De Santa Fe

Una tensión que surgió en el equipo es cómo ir gestando una mentalidad más cooperativa en relación al cuidado de las cosas y al reparto de las ganancias de las ventas.

Otro de los temas es que somos pocos en el equipo para atender a todas las demandas, aún nos falta que los propios jóvenes tengan roles más responsables de acompañamiento, y también incorporar a la gente del barrio, haciéndola más activa en su participación. Si bien existe una valorización del espacio y un reconocimiento, falta esa participación más activa.

La inserción laboral nos preocupa, ya que consideramos que no pueden estar siempre en talleres subsidiados por nosotros. Nos falta establecer redes en este sentido, y el momento del país no aparece muy propicio en este momento.

Es un barrio históricamente muy postergado por las políticas públicas.  Es necesario correrlos del lugar de espera de una respuesta asistencial que ha sido lo que han recibido siempre, a buscar una transformación de su realidad cotidiana, familiar, barriada comunitaria. Sabemos que esto va a llevar un largo trecho, pero sí apuntamos a la generación de autonomía. Es decir, que puedan pensar esto como un ensayo para lo que va a ser la inserción a un trabajo genuino en algún momento. Falta que tomen más consciencia de lo que implica el trabajo como un ordenador de la vida cotidiana de cualquier ser humano como dignificante. Vienen de generaciones en las que sus padres no han trabajado, sus abuelos tampoco. No tienen consciencia del trabajo como un ordenamiento, como un estructurador de la vida cotidiana.

Por ahí se complejiza un poco más todo esto al descubrir que los niveles de aprendizaje escolar, la mayoría de veces son muy bajos, no hay motivación para volver a vincularse, para reconectarse con lo educativo. Esto sentimos que repercute muchísimo en la obtención de algunos conocimientos más teóricos como por ejemplo en algunos talleres como el de electricidad o carpintería, los que tienen que ver más con la medición y no tanto con la expresión artística quizás.

Pensamos que debería existir la figura de alguno de nosotros que pueda estar permanentemente en el centro porque la mayoría tenemos otros trabajos, otras responsabilidades. Las hermanas se reparten entre todas las funciones propias del centro, pero también son muy activas en el compromiso que tiene que ver con otras cuestiones.

También nos preguntamos cómo nos ven ellos y qué imagen les transmitimos nosotros. A partir de todo lo que va surgiendo queda pendiente el sistematizar la experiencia para recoger los aprendizajes, para interpelarnos, y poder hacer una proyección hacia el futuro.

Otro desafío es una posibilidad para muchos de los adolescentes que sabemos que es el único espacio con el que cuentan en el barrio. Un espacio de inclusión y que no hay otras alternativas: es la calle o es el centro barrial. Seguimos sintiendo, viendo y experimentando que el sistema educativo sigue siendo muy expulsivo. También nos cuestionamos cómo dar respuesta a esto. Tantos que quedan sin ninguna posibilidad de estudio o trabajo.

Vamos navegando por este mar de interrogantes y de dudas que vamos construyendo en el intercambio con el equipo. Un orientador fundamental del camino son ellos mismos, quienes muchas veces nos van mostrando por dónde ir.

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