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Encuentro 2: El vínculo es lo que sana – Débora Moncadas

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Encuentro 2: El vínculo es lo que sana – Débora Moncadas

Débora Moncadas

En las próximas páginas quiero compartir con ustedes lo que vivo en el Hogar todos los días. Uno se anima a hacer estas cosas porque yo por lo menos considero que tengo la posibilidad o el regalo de estar ahí todos los días y que es una riqueza enorme que recibimos en el encuentro con los pibes y de compartir la vida con ellos. Es algo que no me pertenece de alguna manera, entonces es generar este espacio para compartirlo.

En el título de este apartado, me parecía importante “El vínculo es lo que sana”, como una afirmación fuerte, me parece que hay dos palabras en el título que son centrales, una es el vínculo y otra es sana, salud. Todos estamos acá formando parte de la Familia Grande porque fuimos construyendo vínculos que nos fueron uniendo en la vida del Hogar, en la Familia, entre nosotros, con la familia de los pibes y fuimos encontrando mucho de vida en ese camino, por eso me parece que el título expresa un poco eso.

También creo necesario pensar en qué tipo de vínculo es el que sana, porque no todos los vínculos sanan, aunque a veces se da por hecho que el vínculo es lo que sana como si fuera así siempre. Así, un título podría haber sido también “el vínculo es lo que enferma, mata, lastima”, podríamos pensar un montón de títulos en ese sentido.

Sin embargo, decidimos poner este título porque estamos experimentando, en la vida de la Familia Grande del Hogar, que el vínculo va sanando, que los lazos que vamos construyendo nos van permitiendo a todos, no sólo a los pibes, ser más libres, sentirnos mejores personas todos los días. Además, podemos entender el título de otras dos maneras.

Por un lado, como la experiencia de vincularnos, de encontrarnos, de crear lazos es lo que sana y genera salud, el salir del consumo, de la calle, de la soledad, de la delincuencia. Esto es lo que les permite a los pibes recobrar sentido, sentirse vivos, tener esperanza. Pero, por otro lado, lo podemos entender al revés. El vínculo es lo que sana, es lo que se sana en la medida en que formamos parte de la vida del Hogar. La experiencia que van teniendo los pibes, las pibas que tenemos en el Hogar es que en la medida en que permanecen, en que están, en que van construyendo lazos, van pudiendo sanar otros que habían perdido o construir unos lazos nuevos más sanos.

Entonces me parece que también tiene como un doble sentido que podemos pensar. Todos podemos decir algo al respecto. La experiencia de vincularnos, de encontrarnos, de crear lazos es muy humana, muy básica, muy primaria. Tiene que ver con el estar vivos y con no poder crecer solos, en soledad. Eso fue lo central que fuimos descubriendo en el Hogar de Cristo. Conocemos todos muchos dispositivos, muchos lugares donde trabajan con adicciones o trabajan con poblaciones vulneradas o que sufren y sin embargo en la experiencia de la vida del Hogar nos dimos cuenta que el encuentro, el vínculo, el lazo fue lo más significativo que pudimos generar, ofrecer, construir y recibir también de los pibes.

Entonces, que no hay una sola manera de entender de qué podemos estar hablando, es muy amplio, muy profundo y yo tampoco me considero experta en esto, la vida nos va ayudando a crecer en este sentido, en construir vínculos que de verdad sean sanadores. Esta experiencia en el Hogar es un ida y vuelta constante, no para. Somos testigos de esto todos los días con los chicos.

Yo me preguntaba ¿por qué los chicos vienen al Hogar? ¿Por qué se quedan en el Hogar? ¿Por qué permanecen? ¿Qué tenemos para ofrecerles? Si nosotros no tenemos para ofrecerle un vínculo que sostenga, un lazo que ate a la vida posiblemente ese pibe, se suelte, se vaya o no se quede. Esa es otra de las cosas que voy sintiendo que nos va dando esta experiencia de ser familia.

En mi caso, la experiencia que voy teniendo es en el Bajo Flores, que es mi lugar que comparto todos los días. Nosotros desde hace unos años tenemos un lema que se llama “Abrazate a la vida” y está fuertemente relacionado con los lazos. Cuando generamos vínculos que sanan, son vínculos que de alguna manera nos atan, nos sujetan, construyen lazos que nos unen y que nos sujetan a la vida. Por eso este lema me parece muy significativo.

No sólo porque darnos un abrazo nos hace bien, nos sentimos mejor, mejora la calidad de vida de las personas y nos tenemos que abrazar, sino también me parece más central esta idea de que para sentirnos vivos siempre es necesario el calor del otro, como esta experiencia que tenemos que es profundamente humana que cuando alguien me reconoce, me abraza, me mira me hace sentir vivo y me dan ganas de seguir viviendo, de vivir mejor.

¿De qué vínculos podemos hablar cuando hablamos de aquellos que sanan? Como ya se mencionó, no de cualquier vínculo. Yo pienso que son los vínculos que permanecen en el tiempo, que perduran. Esta frase del Evangelio, de Jesús que pide que “permanezcan en mi amor” a mí siempre me fue muy significativa en el Hogar. Creo que la experiencia de estar cuando el pibe lo necesita, cuando puede acercarse, cuando se anima, porque no siempre pueden, no siempre tienen las ganas de pedir ayuda, de sentirse bien. Poder estar cuando quiera volver, poder permanecer cuando necesite pedir algo, ese es un tipo de vínculo que nosotros construimos y ofrecemos en la Familia del Hogar. No hay puertas cerradas, no hay días u horarios en los que uno cita para determinada entrevista o encuentro.

El lema que tenemos siempre es este: “Hacer lugar y recibir la vida como viene”, como lo más auténtico del Hogar de Cristo. Este es desde el lugar en que nosotros nos vinculamos. Cuando los chicos vienen al Hogar tienen esta experiencia de sentirse en familia. La mayoría lo dice, lo reconoce. Lo primero que nos dicen, a veces incluso en las primeras horas, ni siquiera es necesario esperar que pasen días: “encontré una familia”, “saben mi nombre”, “te acordaste de lo que me pasa”, “viste mi cara y me preguntaste”.

Esta experiencia que quizá ellos no han tenido, no la tenían en la calle o no la tuvieron antes es lo que les permite sentirse en familia y de esa experiencia no se vuelve más, eso queda de alguna manera anclado a la vida y eso es algo que nosotros fuimos reconociendo como valioso y lo cuidamos, lo valoramos como parte de nuestra esencia en la Familia del Hogar. El pibe sabe que se va, que puede recaer, que se puede enojar, que puede tomar sus propias decisiones sin querer aceptar un consejo o una ayuda, pero también sabe que puede volver porque hay alguien que lo hizo sentir reconocido, importante, vivo, querido. Eso nos pasa todo el tiempo.

La frase más linda dice así: “el pibe sabe que no se va más del corazón y de la memoria de la Familia del Hogar.” Cuando nosotros somos capaces de generar eso en la vida de los pibes podemos forjar vínculos que realmente sanen. A mí eso me representa una responsabilidad enorme, no me considero tampoco capaz, creo que es un regalo que lo vamos construyendo todos, pero es la exigencia que tiene formar parte de la Familia del Hogar.

El disponer nuestra vida y poner el cuerpo para que realmente sea un cuerpo a cuerpo. Eso exige una fidelidad en el amor, el poder permanecer, el poder estar, que lo vamos aprendiendo en la medida que nos vamos comprometiendo y comprometiendo nuestra vida con ellos.

Quiero compartirles el trabajo que yo hice hace unos dos años. Para reemplazar esta idea de vínculo yo había pensado el concepto más teórico. La idea de la red subjetiva. Quienes estudiaron sobre el tema dicen que cuando las personas tenemos una red subjetiva o sea otros que nos sostienen y nos cuidan, tenemos más posibilidades de salir adelante en la vida. No es un camino que se hace en soledad, sino que es un camino que se hace también sostenido por otros. El objetivo del trabajo era descubrir si la permanencia que los chicos y chicas tienen en el Hogar amplía esta red subjetiva de sostén; y, si esto favorece no sólo la disminución del consumo sino que les permite un fortalecimiento personal y comunitario. Es decir, si se van tejiendo vínculos, si van construyendo vínculos que favorecen la recuperación, no sólo el dejar de consumir sino el recuperar o encontrar un sentido a la vida.

Por un lado, la primera pregunta del trabajo era si las chicas y chicos que integran la propuesta del Hogar de Cristo amplían su red de sostén y cuidado. Eso era una de las cosas que yo quería probar: si permanecen, si vienen al Hogar, ¿ellos tienen la posibilidad de hacer crecer esa red de sostén y cuidado? Para eso hice dos entrevistas a doce chicos que venían al Centro Barrial, fui eligiendo en distintos momentos. Uno que hacía dos, tres, cuatro semanas que había llegado; otros que estaban haciendo el proceso de granja y otros que ya estaban más en la etapa de proyecto y sentido de vida. De los doce que había entrevistado, diez de ellos al llegar al Hogar no tenían vinculación con nadie. Llegaron solos y no tenían relación con su familia, no tenían amigos, ni gente que los pudiera ayudar. ¿Cómo fue la llegada? A algunos los trajo un compañero de la calle que sabía de la existencia del Hogar, a otros los fueron trayendo nuestros compañeros que salían a repartir el desayuno y que los encontraban.

Los chicos dicen que cuando llegan al Hogar no sólo se sienten cuidados y queridos, sino que tienen la oportunidad también de cuidar y sostener a otros. Eso les va comprometiendo el corazón y sanando del aislamiento y desamparo. La experiencia que tenemos en el Hogar es que los pibes no vienen porque quieren dejar de consumir y nada más. El pibe viene porque se siente solo, porque siente que no puede más, siente que no hay alguien que lo reconozca como persona, que lo pueda mirar a los ojos. Entonces, se puede confirmar que, cuando el pibe llega al Hogar, empieza a construir lazos reales de afecto.

Por otro lado, la segunda pregunta fue cómo se da el proceso de recuperación. A medida que se fortalece esta red de sostén dentro del Hogar, disminuye el consumo y van recuperándose de la adicción. Hasta aquí se da una red de sostén y cuidado, me quedo en el Hogar, pero a la vez esto genera que pueda dejar de consumir o disminuir el consumo. Con el trabajo descubrí que la permanencia en el Hogar favorece notablemente el deseo de cambio. Es decir, que el pibe logre permanecer en el Hogar mantiene el deseo de poder cambiar, el deseo de ser una persona distinta.

Y otra vez esta idea: el pibe sí se da cuenta de que no se vuelve de haberse sentido en familia. El experimentar, aunque sea una vez y por un tiempo, que a alguien le preocupa lo que le pasa, que conoce su nombre y su historia, que quiere verlo bien y que lo hizo sentir alguna vez querido. Eso constituye una nueva experiencia subjetiva. El poder sentirse y reconocerse de una manera distinta. Uno de los chicos, que me quería vender unos alfajores, me decía: “porque yo no quiero volver a robar, no puedo, por más que lo intente es como que no me sale porque pienso ¿y si me pasa algo? ¿Y si caigo preso? ¿Y si después pierdo la confianza de ustedes? ¿Y si mis compañeros me ven qué van a decir?”

Esta posibilidad de pensar más allá implica que ahora hay algo que se fue construyendo, aunque sea mínimo, que lo hace sentir diferente, que hace que pueda pensar que hay otros a los que nos importa su vida y que a él le importa la vida de otros, que le importa no perder la confianza, el afecto, su libertad, que antes ni la valoraba, no importaba si caía preso, no tenía nada que perder.

Esta experiencia de descubrir que ahora sí tienen cosas que perder pasa en el Hogar y eso es muy positivo que pase. A veces aspiramos a que el pibe tenga un proyecto de vida, un trabajo en blanco, su familia, su casa. Me parece que todos queremos eso, pero estas pequeñas cosas que se van dando nos hablan de una experiencia subjetiva distinta, nueva, que su propia identidad va cambiando y es muy positivo poder reconocerlo.

Otro testimonio de los chicos dice lo siguiente: “las personas que fui conociendo y les tengo aprecio, una es el Padre Tano, muy agradecido por la ayuda que me está dando y después mi Centro Barrial que no tengo palabras, me ayudan mucho. El equipo son las personas más importantes en el camino de mi recuperación. Son importantes porque en verdad vine mal y necesitaba ayuda. Había perdido todos mis valores y ellas me fueron ayudando levantándome el ánimo y dándome un montón de consejos buenos. Estoy re agradecido, las quiero. En este poco tiempo les agarré mucho cariño porque la verdad es re grande la ayuda que me están dando.”

A veces pueden sonar palabras muy lindas, como románticas, muy idealistas, pero cuando eso es real en la vida del pibe eso hace que él pueda tomar otras decisiones en su vida. Otras de las preguntas que me había planteado es si cuanto más tiempo se integra la red, más se posibilita o no el entramado con otras redes de sostén fuera del Hogar. O sea que empieza a pasar que el pibe no sólo empieza construyendo una red de sostén y cuidado dentro del Hogar sino que está bueno que con el tiempo esta red se amplíe, que ya sean otras personas que lo ayuden a construir un lazo social.

Con esto me refiero a la inserción social o a que el pibe pueda tener un trabajo, sostener su vida afuera. A veces nos cuesta porque los procesos son largos, pero en la medida en que el pibe pueda vincularse con otras personas que no son del equipo, que no son de la Parroquia, que no están en tratamiento de recuperación, le permite también ir configurando su identidad desde otro lugar.

Otro de los chicos, que justo ahora se quedó sin trabajo (estaba trabajando de cocinero en un restaurante), vino al Hogar y nos contaba que se junta con sus compañeros a jugar a la pelota a las 2 de la mañana porque terminan de cocinar y trabajar y se van a jugar a la pelota. Para él era una experiencia tan nueva, tan distinta, estar con gente que no consume, que no es de la villa, que no es del barrio, jugando a la pelota a las dos de la mañana.

Son estas experiencias que le permitan construir otro tipo de vínculos que también lo sostienen, lo contienen y le permiten reconocerse en un lugar distinto, un lugar nuevo. Otra pregunta era: cuando se interviene construyendo redes subjetivas, ¿se mejora la calidad de vida de los participantes? Nosotros también dentro del Hogar podemos pensar nuestras intervenciones, nuestro acompañamiento, el estar con los pibes pensando en fortalecer estos lazos, en que el pibe pueda construir vínculos porque eso es lo que le permite después sentirse más seguro, sentirse cuidado, sentirse sostenido.

A veces los pibes cuentan que en otros dispositivos no se sienten igual que en el Hogar, que en el Hogar reconocen otra experiencia que tiene que ver con esto de ser familia y que en otros lados no les pasa. Se sienten más un número, se siente más un paciente, se sienten alguien que tiene que recibir un montón de servicios, alguien al que le van a hacer un montón de trámites, pero eso nunca alcanza porque, en el fondo, lo que estamos buscando todos los seres humanos es ser reconocidos en la mirada del otro, el ser queridos, el ser aceptados.

Nosotros sabemos que nuestros pibes vienen de una experiencia, sobre todo, de mucha orfandad, de mucha soledad, entonces poder encontrar eso ayuda. Uno de los aspectos fundamentales de nuestro trabajo es nosotros como equipo. ¿Cómo nos miramos para poder sostener esto que es muy lindo decirlo o pensarlo pero después hay que construirlo en el día a día? Es ahí donde uno se va encontrando con un montón de situaciones que a veces no sabemos qué hacer o cómo actuar.

Les comparto esta frase que tal vez nos ayude a pensar juntos: “el equipo es el responsable de generar las condiciones para que todos tengan lugar y a nadie se le prive la posibilidad de formar parte de la Familia Grande. Es responsable también del proceso personal de cada chico o chica que llega, de escuchar y acompañar, de recibir a la familia, de contactar con otras instituciones para facilitar la recuperación de todos los aspectos de la vida que le devuelven dignidad y sentido”. Principalmente, destaco la idea de que somos responsables de generar las condiciones para que todos tengan lugar y que a nadie se le prive de la posibilidad de formar parte de la Familia Grande.

Cuando decimos que hacemos lugar y que recibimos la vida como viene. Vienen de distintas maneras, vienen enojados, vienen agresivos, vienen tristes. Y a veces es difícil saber cómo hacer lugar. Creo que la diferencia está no en esto de generar lugares físicos o de dar respuestas o de tener un montón de servicios que brindamos y que fuimos consiguiendo porque, obviamente en la medida que pasa el tiempo uno va viendo que… “yo no soy trabajadora social”, “yo no sé hacer el trámite de…” o “para resolver tal problema entonces busco tal contacto o traigo a un asistente que le haga esto a los pibes, otro al médico, otro que diagnostique” y vamos tratando de buscar recursos para ayudar a los pibes.

Pero todo eso si no lo hacemos desde hacerle un lugar adentro nuestro, en nuestra vida, se cae. Se cae en el vínculo, se cae en el lazo que vamos construyendo con los pibes. Por eso considero que poner la mirada en pensarnos, en cómo es nuestra capacidad para hacer lugar al otro como es me parece que puede ser una punta que nos puede ayudar a pensar en nuestros equipos, en cómo estamos trabajando.

Para cerrar, comparto unos fragmentos de palabras que dijeron los chicos en ese momento, cuando hice el trabajo, de su experiencia en el Hogar, siempre la palabra de los pibes es lo que más nos ayuda a pensar: “El Hogar me enseñó a ser honesto, compañero, una persona. Me dieron la oportunidad de hacer algo bueno por mí y también por los demás chicos. Sé que soy una persona útil, me siento sano porque recuperé mis valores.

El Hogar me enseñó a ser lo que soy ahora. Hoy puedo enseñar lo que yo aprendí y que no sean como yo, que sean mejor que yo. No estoy arrepentido, el Hogar de Cristo para mí es mucho, es una familia porque me enseñó a hablar de otra manera, a cambiar mis actitudes, mis equivocaciones. Me enseñaron a hacer lo que es bueno para mí. El Hogar me enseñó a creer otra vez en mí.”

Otro de los chicos compartió: “Aprendí a tener un concepto de familia que jamás, no voy a decir que no tuve familia pero no tuve el apoyo y los consejos que tengo ahora. No me había dado cuenta los valores que tenía, por ejemplo, alguien que te puede escuchar y aconsejar, gente que te quiere, te quiere ver bien, se preocupa. Me acuerdo cuando llegué todo sucio y el abrazo que me dieron, un abrazo que jamás nadie me había dado, de amor, de confianza, sin conocerme. Me llenó de alegría y tristeza a la vez por no tener a mi familia aunque tengo una Familia Grande. Hoy me levanto y puedo desayunar, tomar unos mates, compartir una charla. Hoy lo vivo y está bueno, eso te da fuerzas para seguir. Antes no me daba cuenta el sentido que tenía el que te escuchen, te abracen, cuando tenés un problema hablarlo. Eso me impactó desde el primer día. No quiero desaprovecharlo porque termino en lo mismo, en la calle en cana de vuelta. El día de mañana quiero poder ir a mi familia y decirles que estoy bien y que me vean bien, contarle un poco del dolor que tuve, a ellos les hice mucho daño. Lo pongo en manos de Dios y pienso cada día en mejorar un poco más”.

 

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