Encuentro 1: Padre Enrique Bianchi – Laudato Si
El grito de la tierra y el grito de los pobres, eje de Laudato si´
Padre Enrique Bianchi
1. ¿Por qué el Papa se ocupa de ecología?
Lo primero que me pregunté cuando escuché que el Papa había escrito sobre ecología —no sé si a ustedes les pasó— fue: ¿qué tiene que escribir el Papa de ecología?
La respuesta que encontré bien podría graficarse con un cuento muy sencillo, una historia, una anécdota que sucedió entre dos hermanos, dos veinteañeros de clase media como cualquiera, que lograron cumplir el sueño de los padres de ser graduados universitarios y que siguieron el mandato familiar de estudiar, no para ellos y para llenarse de plata, sino para hacer del mundo un lugar mejor.
De los dos jóvenes comprometidos, uno se metió a trabajar en Greenpeace y el otro en Movimientos sociales. Y siempre se notaba esa tensión en la familia, tanto que un día, durante la sobremesa y embromando entre hermanos, empezaron a discutir y uno le dice al otro esta frase: “A este para que se entere de que existe un pobre hay que disfrazárselo de pingüino y pintarlo con petróleo”.
¿Qué manifiesta esto? Una tensión explícita entre la ecología como un pensamiento débil, de gente “verde”, que tiene cierta sensibilidad; y como contrapuesto a eso la sensibilidad social como algo más serio. Esa tensión, Francisco la resuelve magistralmente en la Laudato Si’. ¿Cómo la resuelve? Explica que todas las manifestaciones de vida del planeta están en íntima conexión, toda la vida está conectada. Desde el microorganismo hasta la vida humana, en todo hay una profunda conexión.
Entonces, ecología es cuidar la vida débil, la vida amenazada: la vida amenazada de una planta, la vida amenazada de un pingüino, la vida amenazada de un ser humano, de un pobre. Esta mirada nos ayuda a descubrir que el pingüino empetrolado como el pobre son tan hermanos como eran aquello dos hermanos de nuestra anécdota.
Francisco nos llama a tener una mirada integral sobre esto, una mirada de unidad. Por eso él dice que no existen dos crisis, una crisis ambiental y otra crisis social. Es una sola crisis, es lo mismo porque todas las manifestaciones de vida están profundamente unidas.
Dice en el número 139: “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social sino una sola y compleja crisis socioambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza”.
Por eso podemos decir que el grito de la tierra es el grito de los pobres, porque está todo unido. Y, además, como decíamos recién, si ecología es cuidar la vida débil, en la vida humana lo más débil es la vida del pobre, el que más sufre. Y el pobre, lo dice Francisco bien claro, es el primero en pagar los platos rotos de la crisis ambiental y eso cualquiera lo puede saber. Si miramos el Riachuelo y todos los asentamientos a su alrededor vemos que los pobres son los primeros perjudicados. Como también es notorio que en las inundaciones los primeros que sufren son los pobres, los que viven más cerca de la costa.
Leía, buscando información para esta charla, que en la zona del Riachuelo hay cinco millones de personas que viven en ese ambiente; hay villas en las que a los niños les detectaron un nivel de plomo cinco veces superior al admisible en la sangre.
A los primeros a los que les pega la crisis ambiental es a los pobres porque viven en lugares marginados que generan enfermedades por falta de cloacas, y miles de ejemplos que se les puedan ocurrir.
2. La crisis es grave y tiene su raíz en el hombre
En el número 2, apenas empieza dice: “Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla”.
Es desde ahí donde se va a desplegar otra gran idea de la Carta que nos hace pensar: la crisis es grave y la raíz está en el actuar humano. No busquemos en otro lado, está en el corazón del hombre. La encíclica es crudamente profética, mira de frente la crisis y la diagnostica con severidad. Ya no la podemos esconder debajo de la alfombra, es como un sacudón, hay que tomar conciencia. (No sé si la han leído, o la han ojeado pero algunas cosas que les voy a transmitir acá dejan esa idea de que hay que, al menos, tomar conciencia porque la cuestión es seria.)
Hemos establecido con la naturaleza una relación en clave de dominio que la contradice hasta dañarla. Nunca hemos lastimado y maltratado nuestra casa como en los dos últimos siglos, nunca. Lo que sigue lo encontré en internet y me llamó mucho la atención: contando desde el Big Bang como el inicio de la generación de la vida en la Tierra, si pudiéramos compendiar todo ese tiempo en 24 horas, en un día, el ser humano aparecería a las 23:58hs con 43 segundos, o sea que el ser humano en sí sería la vida que surgió en los últimos minutitos, una partecita.
Dentro de los 150.000 años que el ser humano está en la Tierra, en los últimos 200 años se le ha hecho un daño vertiginoso a nuestro planeta. Pensemos, por ejemplo, en el petróleo: antes no existía el motor a explosión, no se quemaba combustible fósil con su consecuente emisión de gases. En los 150.000 años que estamos como humanidad en la Tierra, desde hace 200 años que estamos llenando la atmósfera de gases.
Todo esto Francisco lo dice asesorado por los mejores estudios sobre el tema, no es que está improvisando, no lo dice como lo puedo decir yo que lo leí un poco para preparar esta charla, hay muchos estudios de fondo detrás.
Otro dato interesante para tomar en cuenta, y que Francisco no lo pone en la Encíclica pero casualmente en una entrevista que dio hace poco habló de que lo impresionaba, es el día de sobregiro de la Tierra (overshoot day), ¿qué es esto? Hay una grupo de científicos que plantea: de todos los recursos que tiene el planeta y que tarda un tiempo en renovarse, lo que teníamos para gastar en un año, se gastó desde el 1 de enero al 29 de julio [de 2019]. ¿Se entiende? Haría falta 1,75 planeta de recursos para que vivamos como vivimos hoy, dice la fundación Huella Ecológica, muy nombrada en estos temas.
Por ejemplo, hacen también esta cuenta: ¿cuántos planetas Tierra necesitaríamos si toda la población viviera como Estados Unidos que es de los más consumistas, los más derrochadores de recursos? Si se instituyera un tipo de democracia universal en la que todos vivamos como ciudadanos estadounidenses, ¡harían falta cinco planetas!
Toda la humanidad consume, para julio, los recursos que cuesta un año renovar. Es un desgaste, es un cansancio de los recursos del planeta.
Creo que una de las cosas más interesantes de esto, que a mí me hace pensar, es que tiene que haber un cambio de paradigma. La Tierra y sus recursos naturales, no son un baúl donde voy y saco. Dos o tres generaciones atrás se podía pensar fácilmente así: hay una mina, voy, saco los metales y después voy y busco otra mina y podría seguir. Ya no va ese paradigma. La Tierra no es un baúl de donde saco recursos: es un organismo vivo, necesita un tiempo de recuperación, cada recurso, cada cosa. Es nuestra casa, dice Francisco.
3. Algunas cosas que le pasan a nuestra casa común
Francisco nos llama la atención sobre la gravedad de la crisis, expone varias cosas que le pasan a nuestra casa común. Quiero apenas nombrar algunas pero los invitos a leerlas en el primer capítulo.
Habla del cambio climático, del cambio del nivel del mar. Él contó una vez en una entrevista que una de las cosas que le hizo de catalizador para escribir sobre este tema fue la visita de un presidente o de alguien de un país que estaba en una isla del Pacífico que le contó que ya habían comprado un terreno en otro país para mudar ese país porque ya estaban las cuentas fehacientes de cómo venía subiendo el nivel del mar y que la isla en “x” años iba a desaparecer, entonces ya estaban preparando la mudanza del país. El calentamiento global va levantando los niveles del mar, va provocando inundaciones y, por supuesto, perjudica más a los pobres.
La cuestión del agua. Es algo que cualquiera que lo piensa se da cuenta. El aire y el agua son los elementos básicos para vivir. Pero el agua hoy es un gran negocio. Un industrial del gremio alimenticio se ufanaba una vez diciendo que el litro de agua envasada vale igual que el litro de nafta o el litro de petróleo. Si vamos camino a que el agua saludable sea la que se venda, ¿a qué calidad de agua tendrán acceso los pobres?
¿Qué dice Francisco? El agua se la tiende a privatizar cada vez más y queda afuera el pobre, se le está negando un derecho básico, lo dice con estas palabras: “Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarle el derecho a la vida”. Se les está negando el derecho a la vida al obligarlos a tomar agua contaminada o a comprar agua que no pueden comprar. Si es difícil acá en la Argentina que estamos llenos de agua imagínense lo que será en otros países.
Habla también la encíclica de las ciudades insalubres en las que vivimos, llenos de construcción, de metal, de emisiones tóxicas, contaminación acústica, del gasto ineficiente de energía que hay en las ciudades.
También plantea un tema que es muy importante en países como el nuestro: el control de los recursos naturales. Un sistema de producción basado en la sobreexplotación de recursos naturales, ¿qué necesita? Controlar los territorios donde están. Las tierras de Sudamérica sobre todo son ricas en recursos naturales, pero viven pueblos pobres. Lo que necesitan es controlar la propiedad donde están esos recursos naturales para que pueda seguir funcionando el sistema. El ejemplo claro es la Amazonia. Ahora el Papa llamó a un Sínodo sobre la Amazonia porque tiene este problema, que se la están comiendo con la industria extractivista y de una forma irracional.
Francisco incluso llega a decir que el sistema de acceso a la materia prima es perverso porque se la niegan al pueblo que allí vive: “La tierra de los pobres del Sur es rica y poco contaminada, pero el acceso a la propiedad de los bienes y recursos para satisfacer sus necesidades vitales les está vedado por un sistema de relaciones comerciales y de propiedad estructuralmente perverso” (LS 52). Pueblos pobres pisando tierras ricas.
4. Raíz: El paradigma tecnocrático dominante
¿Por qué pasa esto? ¿Por qué hacemos esto? El papa busca las raíces de este comportamiento humano y la encuentra en lo que él llama el “paradigma tecnocrático dominante” ¿Qué sería eso?
La ciencia moderna, la tecnociencia se basa en el método de experimentación, posesión, dominio y transformación. Eso aplicado a la naturaleza tiene una lógica invasiva. No es que yo tomo de la naturaleza lo que me da sino que la exprimo, y le saco todo lo que pueda sacar. Lo explico con palabras mías: todos nos relacionamos de una forma con la naturaleza y de otra forma con una máquina. Por ejemplo, imaginemos un servicio de correo a Córdoba durante la época de la colonia, había que hacer descansar el caballo en el camino, cambiarlo en la posta porque si no se moría. Hoy yo le pongo nafta al auto y llego de un tirón, tendré los cuidados propios de la máquina, pero me relaciono de una forma con una máquina y de otra forma con un animal, esto quiero resaltar.
El paradigma de relación con la máquina lo estamos aplicando a la naturaleza entonces la estamos exprimiendo, le estamos pidiendo mucho más de lo que puede dar, la estamos rompiendo, la estamos estrujando. Ahora lo que interesa es “extraer todo lo posible de las cosas por la imposición de la mano humana, que tiende a ignorar u olvidar la realidad misma de lo que tiene delante. Por eso, el ser humano y las cosas han dejado de tenderse amigablemente la mano para pasar a estar enfrentados” (LS 106).
El hombre siempre intervino en la naturaleza, esto hay que aclararlo. Francisco no niega la necesidad de intervenir en la naturaleza. No es ecologismo light de decir toda la naturaleza es un santuario, no hay que tocar nada. Ni tampoco se mete contra la ciencia, ni contra la tecnología ni contra los avances de la ciencia, sino que habla del tipo de uso que estamos haciendo.
Por ejemplo la explotación agrícola actual. Se busca producir dos o tres cosechas al año. Para eso se usa una determinada semilla transgénica, después se le echa glifosato que mata todo lo otro entonces así el rinde que antes era 100 toneladas ahora se duplicó a 200 toneladas. Pero… ¿desde donde se deciden estos métodos? ¿desde una relación sana con la naturaleza?, ¿o desde una planilla de Excel que me dice antes tenías $1.000 y ahora tenés $5.000? Se decide usar glifosato, pero ¿adónde va eso?, ¿se sintetiza?, ¿es biodegradable?, ¿qué pasa con las napas de agua que pasan por debajo de ese campo y de las que viven ciudades? El que decide la fumigación, ¿se pregunta seriamente estas cosas o sólo mira el rinde personal?
La tecnociencia tiene muchos mecanismos para prevenir todo esto, el problema es que después rige la lógica comercial, no rige la lógica de la mejor tecnociencia que podría prevenir un montón de cosas. Hay muchos sistemas de seguridad. Después es la lógica comercial: hay que exprimir, necesito ganancias.
Francisco dice que esto lleva a la falacia de pensar que es posible un crecimiento económico ilimitado, permanentemente, siempre: supone la mentira de la disponibilidad infinita de bienes del planeta. Lo que decíamos hace un rato, pensamos que la tierra es un baúl de donde saco y saco y siempre va a haber riquezas, dice no, no es así, leo la cita: “supone la mentira de la disponibilidad infinita de los bienes del planeta, que lleva a «estrujarlo» hasta el límite y más allá del límite. Es el presupuesto falso de que existe una cantidad ilimitada de energía y de recursos utilizables, que su regeneración inmediata es posible y que los efectos negativos de las manipulaciones de la naturaleza pueden ser fácilmente absorbidos” (LS 106).
Es toda una falacia porque, en realidad, no se quiere pensar ni a mediano plazo, se busca la ganancia hoy y esa es la lógica que rige. Bueno, esa lógica lleva a estrujar el planeta.
Francisco no se opone al progreso de la ciencia. Lo que busca es que los avances de ésta produzcan un verdadero progreso en la humanidad y no sólo el enriquecimiento de algunos. Por eso nos advierte sobre el poder colosal que detenta el exclusivo sector de la humanidad que controla estas tecnologías. Y nadie nos asegura que lo vayan a usar bien. En este punto conviene leer todo un párrafo para tener dimensión cabal de su advertencia:
“No podemos ignorar que la energía nuclear, la biotecnología, la informática, el conocimiento de nuestro propio ADN y otras capacidades que hemos adquirido nos dan un tremendo poder. Mejor dicho, dan a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero. Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo. Basta recordar las bombas atómicas lanzadas en pleno siglo XX, como el gran despliegue tecnológico ostentado por el nazismo, por el comunismo y por otros regímenes totalitarios al servicio de la matanza de millones de personas, sin olvidar que hoy la guerra posee un instrumental cada vez más mortífero. ¿En manos de quiénes está y puede llegar a estar tanto poder? Es tremendamente riesgoso que resida en una pequeña parte de la humanidad” (LS 104).
Hay un Nobel de Economía (2001) que está mucho en estos temas, Joseph Stiglitz, que dice que es el 1% de la humanidad maneja la economía del mundo y ese 1% se rige no por principios de cuidar el planeta, de cuidar la vida sino por principios de rédito. Francisco nos llama la atención sobre en manos de quién está todo ese poder, tenemos que tenerlo presente.
5. ¿Qué hacer? Cuidar
La Encíclica no es sólo una letanía de calamidades, si señala las grietas del planeta y hurga en las causas humanas de la degradación ambiental es para buscar caminos. Lo que propone es una ecología integral, una conversión ecológica. Yo lo pondría en una palabra: cuidar.
Leonardo Boff habla muy bien de eso, de la ética del cuidado. La naturaleza vive del cuidado, lo sabemos. ¿Qué hace un pájaro cuando nace su pichón? ¿Se va y lo deja solo? El pichón no viviría. ¿Qué hace el pájaro? Va y le trae comida, espera que emplume, después que empluma sale del nido y se empieza a arreglar, pero lo cuida. Nosotros, ¿podríamos vivir sin cuidado? Si nos hubieran sacado del vientre de nuestra madre y nos hubieran dejado ahí, ¿podríamos vivir?
La naturaleza vive del cuidado. ¿Qué nos propone Francisco? Cuidar. Una conversión ecológica: cuidar la vida, cuidar la vida en todas sus manifestaciones y en su jerarquía, diría yo. La vida humana, la vida del pobre, la vida del que sufre, eso primero. Eso tiene una jerarquía en todas las manifestaciones de vida que están interconectadas.
Yo diría, tiene muchas propuestas, capítulo 5, capítulo 6, al modo de Francisco, muchas y muy concretas. Yo las agruparía en dos ideas fuerza, para presentarlo como forma de pensar.
Recuperar la política y la creatividad social
Un primer grupo de ideas podría ser: recuperar la política y la creatividad social, eso que él habla tanto con los movimientos sociales y todo eso. Recuperar la política, sabemos, calculo que ustedes lo sabrán, Francisco cuando habla de política, la Iglesia cuando habla de política habla de la búsqueda del bien común, habla, como le gusta decir a Francisco, de una de las formas más altas del amor al prójimo, comprometerse en lo común para buscar el bien común.
¿Qué quiere decir recuperar la política? Involucrarse en las decisiones, ¿quién decide sobre los recursos naturales de un país?, ¿puedo decir: no, a mí no me interesa, que lo hagan otros? Si no lo decidimos entre todos se va a decidir en oficinas cerradas según intereses sectoriales. En esa línea habla de tomar lugar en las decisiones, buscar un lugar en las decisiones.
Dentro de la lógica de mercado hay cosas que no se pueden cuidar y eso es lógico. El mercado quiere ganar plata, no quieren cuidar el medio ambiente. Si yo pongo el medio ambiente al arbitrio de la lógica del mercado no voy a pretender que lo cuiden.
Dice en el número 190: “«la protección ambiental no puede asegurarse sólo en base al cálculo financiero de costos y beneficios. El ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente». Una vez más, conviene evitar una concepción mágica del mercado, que tiende a pensar que los problemas se resuelven sólo con el crecimiento de los beneficios de las empresas o de los individuos. ¿Es realista esperar que quien se obsesiona por el máximo beneficio se detenga a pensar en los efectos ambientales que dejará a las próximas generaciones? Dentro del esquema del rédito no hay lugar para pensar en los ritmos de la naturaleza, en sus tiempos de degradación y de regeneración, y en la complejidad de los ecosistemas, que pueden ser gravemente alterados por la intervención humana” (LS 190).
Parecido a lo que decíamos del paradigma tecnocrático, el ritmo de la máquina es una cosa, el ritmo de la naturaleza es otra. El ritmo del mercado lo marcan las ganancias, el ritmo de la naturaleza es otro. Si alguien vive obsesionado por la lógica del mercado y lo ponemos a cuidar la naturaleza, no la va a cuidar, eso es claro.
Otra idea que tira Francisco y es muy interesante —yo la agruparía en esto de recuperar la política y la creatividad social— es de tener una solidaridad intergeneracional. Tomar la Tierra, tomar el planeta, tomar nuestro medio ambiente como algo que hemos recibido de la generación anterior y que se lo tenemos que pasar a la otra generación.
En este punto me surgió una idea leyendo la Encíclica —no tengo fundamentos científicos— pero yo creo que estamos en un punto de inflexión en esta generación; hoy acá. Porque hoy tenemos conciencia. Es más fácil tener conciencia de que la tierra no es un baúl, que es un organismo vivo y que lo podemos matar. Y me parece que uno lee la Encíclica y dice: si no cambiamos algo, esto choca… Y ya no como antes se decía: a largo plazo. Choca a mediano plazo…
Tomar conciencia. Y Francisco arroja el guante: nuestra generación, dice esperanzado, puede ser recordada por haber asumido con generosidad sus graves responsabilidades. Nuestra generación podrá ser recordada o como la primera que pudo darse cuenta de cambiar el rumbo y no lo cambió y chocó todo, o como la generación que cambió el rumbo y que empezó a tener un trato más amigable con la casa común y entre nosotros.
Un nuevo estilo de vida
Y después el segundo grupo de propuestas. Francisco llama a un nuevo estilo de vida. Carga mucho las tintas contra el consumismo, nos prometen felicidades falsas y no nos dan la felicidad y el derroche: de energía, de vida, de plata, de todo.
Por eso dice que es tan grande lo que hay que hacer en la humanidad, un cambio tan grande en el cual las religiones pueden aportar una fuerza única, porque uno hace por religión, por convicción religiosa, cosas que no haría por otras cosas. Las religiones tienen mucho que aportar para este cambio de paradigma cultural, para este cambio de relación de la humanidad entre nosotros y con la naturaleza.
¿Cuál es la idea de calidad de vida? Esto es clave. ¿Cuál es mi idea de calidad de vida? ¿El confort que tengo, la comodidad, la cantidad de objetos que tengo para consumir, la capacidad que tengo de distraerme y de andar de diversión en diversión? ¿Eso es calidad de vida? O la calidad de vida pasa más por una cuestión interior, de paz interior, de sencillez, sana humildad, son todas palabras que están en esos números de Francisco. De feliz sobriedad, del no consumismo, de paz interior.
“La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida.” (LS 222). Esto es clave. El consumismo nos impone una idea de lo que es calidad de vida y lo podemos ver en cualquier propaganda o ponemos “calidad de vida” en Google y van a ver la cantidad de “gente feliz” en una plaza jugando con niños, o gente disfrutando en un sillón de Netflix, o gente disfrutando de un cine con pochoclos. Esa es la idea de calidad de vida.
¿Qué está diciendo Francisco? La espiritualidad cristiana ofrece otra idea de calidad de vida que pasa más por una armonía interior con Dios y con los demás y que ahí se profundiza la vida: alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo. El tema de la sencillez.
Cualquiera, cuando para un poco la pelota, se da cuenta de que está rodeado de un montón de cosas, de necesidades artificiales que le crearon y que son más lo que cuesta mantenerlas que los beneficios que dan.
Y parte de eso, es liberarnos de un gran enemigo mortal que el sistema nos introyecta permanentemente: la indiferencia. Francisco lo dice, ya lo había hecho en Evangelii Gaudium: para sostener un estilo de vida que excluye a tanta gente, —exclusión social— o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de indiferencia. No se podría vivir la exclusión que se vive en las sociedades modernas, no estoy hablando sólo de la Argentina, estoy hablando de todas las sociedades modernas, si no fuera con la indiferencia.
Pensémoslo cuando vemos los noticieros de los migrantes en Europa y esa lucha que tiene Francisco para que se les dé un lugar a los migrantes. ¿Cuántos proponen como solución la indiferencia? Tenemos introyectada como un cáncer la indiferencia consumista que nos hace seres consumidores y nos parece lo más normal del mundo. Si sale un nuevo juguete tecnológico y nos podemos gastar $15.000, $20.000, $30.000, pagamos en cuotas, nos parece la cosa más normal del mundo. Nos piden $500 para una fundación que ayuda a los chicos y nos parece un disparate.
El camino que nos señala Francisco pide una conversión. Leyendo este tipo de cosas, mirando, hablando como ahora, podemos lograr una conversión intelectual, pensar distinto, hace falta. Pero eso es la mitad del camino. Hace falta una conversión afectiva, ponerle el corazón al pobre que sufre, la vida amenazada, más débil. Desde ahí van a hacer un verdadero cambio. Desde esa conversión afectiva, para escuchar el clamor del pobre.
Y termino con otro cuento. Este en realidad lo leí en un artículo, no me acuerdo de quién era, creo que era de Pablo Gentili que dice: él iba a hacer los mandados con su hijo en el cochecito, tenía que comprar el diario, tenía que ir al supermercado, hacer algunas cosas. Iba por una avenida cualquiera de Buenos Aires, iba por Callao, supongamos, y Corrientes, pleno centro. Y el nene tenía medio desatado el zapatito entonces, para que no se le caiga, se lo sacó y se lo puso en el bolsillo. Cuando llega a comprar el diario el diariero le dice: “uy, tu hijo perdió el zapatito”. “No, lo tengo en el bolsillo.” Fue al supermercado, uno que se le cruzó le dijo: “ojo que a tu hijo se le cayó el zapato”. “No, lo tengo.” La cajera le dijo lo mismo. Él le respondió apenas con una seña. Cuando llegó al edificio, el portero le dijo: “tu hijo perdió el zapatito”. Ahí ya se sintió mal… ¿Por qué en una sociedad, en una ciudad donde hay miles de chicos descalzos pidiendo en los semáforos, ese pie descalzo no les llama la atención y el pie superficialmente descalzo de un bebé de clase media sí les llama la atención? ¿Por qué vemos el descalzo de clase media y no vemos el descalzo que está en los semáforos pidiendo? Algo nos pasa con la sociedad, tenemos algo que preguntarnos, por eso yo termino con esta pregunta: ¿qué nos pasa que la exclusión es invisible a los ojos?
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