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Diversidad Sexual

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Diversidad Sexual

Micaela

Casita Trans “Santa Teresita del Niño Jesús”

Recuerdo de muy pequeña, aunque en esa época no se hablaba de comunidad trans ni nada por el estilo, que sencillamente me daba cuenta de que algo no calzaba, algo no estaba bien. Nací en una familia muy conservadora, en un país muy conservador, entonces era algo que mantenía adentro de mí. No era algo que yo podía decirles porque me moría de miedo. Así que, por esa razón lo que sentía lo vivía como una fantasía en mi cabeza porque no me atrevía a manifestarme de ninguna manera y menos en una sociedad como la mía.

Pasaron los años, puede estudiar, realizarme. Soy diseñadora gráfica y estudié también un poco de programación en computación. Tuve la suerte de poder hacerlo. Empecé a vivir una vida escondida con alguien que conocí. Fue la manera que podía hacer yo, y sentirme yo. Y cada vez me daba más cuenta de esta situación. Llegué a los 30 años y hablé con mi familia porque ya no podía sostenerlo. Entré en un pozo depresivo muy grande. Así que para ellos era muy sencillo: psicólogo, psiquiatra… Te arreglamos y listo. Gastaron muchísimo dinero y no resultó. Cuando hablaron con los psicólogos y los psiquiatras, entendieron que la situación no era lo que ellos pensaban, me dijeron: “lamentablemente tenés que salir del país… Porque la familia, porque la gente, porque esto, aquello y el otro. Además es un país que acá no te va a acoger.”

En estos tiempos conocí a una amiga –Myriam- a través del internet. En esas épocas no existía Facebook pero ya funcionaban los blogs. A través de una página en la que escribí mi historia Myriam se comunicó. Ella es asistente social de Tierra del Fuego y me dijo: “¿Por qué no venís acá a la Argentina? Es un país más abierto y te podés realizar”. Tierra del Fuego tampoco era tan abierto pero al lado de Ecuador sí.

No volví a ver a mi familia nunca más. Esto fue en el año 2002 cuando la situación acá había salido del 1 a 1 y estaba todo mal. Así que cuando llegué acá, perdí todo el dinero que había traído. Con gente que tenía muchas ganas de invertir, habíamos hablado de un restaurante. Yo no tenía la menor idea de restoranes, ni nada de esto. Ahí quedó la cosa. No tenía dinero. Tuve la suerte de conseguir un trabajo en una revista de publicidad. Así hasta el año 2007.

Tierra del Fuego es un lugar que me acogió. No todo el mundo entendía pero me sentí acogida. Fue donde realmente empezó para mí todo este caminar. Yo llegué acá a la Argentina cuando tenía 37 años. Pasaron 15 años. Volvió la situación a desmejorar. Con Myriam que me ayudaba dimos con la monjita Mónica Astorga. Ella me dijo: “Mirá ella ayuda a unas chicas trans.” Yo no había tenido contacto con otras chicas trans.

Desde cuando era chiquita pensaba que era el único bicho raro que sentía cosas que estaban mal según lo que piensa la sociedad. En Tierra el Fuego habían dos chicas trans: a una la mataron y la otra vivía metida adentro de la casa. Así que para mí no existían, no las conocía y era hora de empezar a conocer a personas como yo. Así que en el año 2016, en enero, plan vacaciones, fuimos a Neuquén.

Me enamoré de Neuquén. Me pareció una ciudad hermosa y conocí a las chicas. Esto inició así, hace unos 7 u 8 años atrás había una chica trans que se llamaba Romina, ella iba a la Iglesia y dejaba el diezmo. Lo que ella no sabía era que el padre recolectaba ese dinero y lo guardaba. Se lo daba a una monjita. En ese entonces era monjita, después ya no, se llama Mariucha. Le daba el dinero y ella lo guardaba, y lo guardaba, lo guardaba, hasta que llegó un día que le dijo: “Mirá yo no te puedo recibir este dinero porque, ¿de dónde viene el dinero?.” “Sí, de la prostitución”. Entonces le dijo: “¿A vos que te gustaría hacer? ¿Te gustaría salir?”. Y le dijo: – “Sí”. – “¿Cuánto necesitas?”. – “X cantidad”. – “Bueno, acá está esa cantidad. Este es tu dinero, el que vos me traías cada vez que venías.” Pero, como el padre no podía manejar eso porque no entendía, entonces habla con la monjita que es de las carmelitas descalzas, Mónica, y la recibe. Entonces le explica toda la situación a Mónica, y ella le pide que a todas las chicas trans que habían en Neuquén las lleve que les quería conocer para poder ayudarlas a acercarse a Dios para que se den cuenta de que no son excluidas.

Ella tuvo muchos problemas con mucha gente justamente por eso. Fue muy atacada pero también tuvo la respuesta de Dios porque todas las ayudas que ella pidió las tuvo. Entre eso hubo una historia que es la de Katy. Katy era una chica que, igual que todas, estuvo en la calle. Un día cuando fue al monasterio la monjita le dice: “¿Qué te gustaría?”. Y ella le dijo: “Una cama limpia para morir”. Eso fue lo que marcó el principio de la casita trans, y para ella fue un nuevo comienzo. Katy es una persona que debe tener en este momento casi 60 años, cabe aclarar que las chicas trans no pasan de los 30 o 40 años. Es una vida más que indigna. Katy se recuperó, porque ella era alcohólica, fue un esfuerzo muy grande. El obispo en esa época era el padre Brezanelli, quien a través de comodato les cedía una casa. La idea de la casita era que recibía a las chicas y primero se las acompañaba en la cuestión de la salud, la compañía entre ellas mismas y a través de charlas.

Las chicas trans tenemos una particularidad que fui aprendiendo al conocerlas: es la unión que tenemos entre todas. La exclusión de la sociedad hace que se formen grupos muy sólidos, más allá de las peleas internas que pueda haber. Somos muy compañeras. El logro de una se comparte con el resto. Katy se puso un taller de costura. Le enseñaron a coser y hoy en día ella tiene su taller en la casita. Donde ella duerme, pero ahí es donde recibe a todas las chicas trans.

De a poco, se sumó otra chica que, también a través de Mónica, se armó una panadería. Después otra, y se puso un salón de depilación y ese tipo de cosas. Es una realidad muy dura porque no todas han podido superar esto, y la razón son las drogas. Converso con todas y es la misma historia. Desde muy chiquitas tuvieron que salir excluidas de su hogar como yo. Sin haber podido terminar los estudios y terminaron en la calle. Cuando estás en la calle no tenés disciplina, no tenés nada. Entonces insertarlas de nuevo en una acción laboral y empoderarlas para que puedan estudiar es muy difícil.

Esta es la población hasta hace poco. Las nuevas generaciones por los cambios sociales que ha habido son obviamente distintas. Hoy se habla de la niñez trans. En la niñez trans, ya los padres entienden que es algo de la vida. Así como hay gente que nace de una forma diferente, también hay gente trans.

La gente confunde la orientación sexual con lo trans. Una cosa es una persona con una orientación sexual hacia su mismo sexo y otra cosa la persona trans. Somos así, nacimos así. No es algo que hayamos elegido, que digamos si queremos ser trans y salimos a que todo el mundo te mire. Nadie quiere una vida así pero eso es lo que somos. Yo no puedo regresar a ser lo que era antes. Ese ser anterior murió para mí. Ni siquiera tengo buenos recuerdos y no es que lo haya pasado mal, pero no era yo.

Lo que más me conmueve a mí es el efecto de las drogas. No pueden dejar la calle porque necesitan el dinero, pero para la calle necesitan las drogas. Cuando se usan las drogas o el alcohol, el organismo se enferma. Conozco a una chica que va a perder la pierna porque se le infectó. El médico no la puede curar porque la chica toma, entonces el remedio no le hace efecto. Es un drama tremendo porque ella dice: “¿Quién me paga mi alquiler?”. Esa es la realidad. Yo tuve la suerte de poner al año un taller de sublimación. A mi papá le dije: “O me ayudás económicamente porque la estoy pasando mal, o regreso y me presento allá y listo”. Fue un chantaje en realidad pero me dijo: “Bueno, en cuotas.” Me la puso medio difícil. Son gente que tiene un poder adquisitivo que lo podía hacer. Pero no. Me lo complicó pero me dijo te voy dando en un año y te compras tus equipos. Un equipo casero, no era gran cosa tampoco.

Empecé con un negocio pequeño. Vi el interés de las chicas cuando yo sublimaba o hacía los diseños en las tasas. La ilusión que ponían al ver una chica como ellas que hacía esto. Entonces, fue naciendo la idea de crear, junto a Myriam, que ya está jubilada y trabajó en las adicciones, un lugar exclusivo para ellas. Un lugar para que puedan salir de las adicciones y encontrar una nueva vida. Por eso, obviamente los talleres son muy importantes. Hay una chica que estuvo en teatro y se ofreció a dar teatro a sus propias compañeras. Yo les daría algo de computación para que aprendan la base y después puedan sublimar. Tengo la alegría de que nos acaban de confirmar la aprobación del convenio. La hna. Mónica siempre nos dice: “la mirada de Dios a ustedes no es distinta que la del resto, ustedes son personas ante todo y son hijas de Dios”.

Aunque quiero aclarar una cosa: hay chicas trans y hay chicos trans. Siempre se suele hablar de las chicas trans, pero también existen y muchísimo chicos trans. No sé por qué siempre se silencia la cuestión femenina cuando se habla de la homosexualidad, se habla en general de la homosexualidad masculina pero nunca se habla de la homosexualidad femenina. Y ya es hora de que se empiece a hablar de la inclusión también en todo esto.

¿Por qué molesta a la sociedad las chicas trans? Porque tiene que ver con esta cuestión que nos enseñaron desde chicos sobre lo varonil, sobre lo masculino que no puede mutar. Pero hoy en día, las mujeres luchan para lograr cosas que dignifiquen a la mujer. Yo pude vivir este año, como pude, vendiendo tacitas con lo que tenía. Se terminó el año y se terminó la plata, y otra vez el Señor me hizo ver que tenía planes para mí.

Una amiga, que es lesbiana, creó una nueva dirección, en la nueva estructura del Estado, crearon la línea para la violencia de género. Esta nueva dirección dependía de ella como directora provincial. Mónica le habló de mí, concertamos una cita, le dije que soy diseñadora y me dijo que le servía. Ella puso gente del palo de ella, entonces esa gente no me iba a discriminar, porque era imposible que yo pudiese haber entrado al Estado en mi condición.

Por ejemplo, unos meses antes fui a hablar a una empresa de publicidad, me hicieron pruebas de trabajo. Todo lindo pero obviamente no me llamaron. Es nuestra realidad. Podés mostrar toda tu capacidad y nunca vamos a ser tomadas. Acá, esta vez, tuve la suerte. Además, creo que no llegamos al año y ya entramos a planta permanente.

Eso fue una cosa de Dios para mí que se dio como algo único. Trabajar para la violencia de género también me empoderó a mí, y desde ese lugar puedo ayudar a mis compañeras trans. Ellas también reciben mucha violencia. La sociedad no está preparada. Todavía falta mucho. Si bien la gente lo escucha todo, todavía no lo entiende. Yo sigo sintiendo esas miradas de desaprobación.

Sólo por poner un ejemplo: una compañera trans que es muy joven y está trabajando en un hospital arreglando las camas, y está en la parte de la cocina. Ella fue al hospital porque quería ponerse pechos y le dijeron: “primero tenés que traer un informe psiquiátrico”. O sea, es la respuesta de hoy en día. Y eso que Neuquén es una de las ciudades más inclusivas: yo me siento bien en Neuquén. Pero que le hayan dicho eso a ella, quiere decir que nos falta un montón.

Aunque no me voy a meter en los casos de violencia de género hacia la mujer, en esta sociedad machista, quiero solamente mencionar un hecho muy pequeño. Fuimos a dar una capacitación sobre el tema, yo simplemente hice mi parte de diseño, de folletería. Compañeras de la dirección fueron a dar la capacitación en la comisaría 16 en Neuquén. Un policía se levanta y dice: “no entiendo por qué me tiene que hablar de violencia una mujer. Los hombres también sufrimos violencia y por qué tiene que venir una mujer a darme clases a mí de violencia.” Todavía existe eso. Así que regresando al tema de la casita que se llama “Santa Teresa del niño Jesús”, el objetivo es poder brindar a las chicas un espacio de nuevo a las que quieran salir. Porque si una persona que está en las adicciones toca fondo y pide ayuda hay centros de ayuda pero para una chica trans no la recibe nadie. O son muy pocos los lugares donde le reciben.

Entonces queremos trabajar en este tema, queremos crear una granja… Para mí el hogar de Cristo es maravilloso. Son las manos de Dios representadas en cada una de ustedes. Hay otros dispositivos. Acá en el hogar de Cristo que acompañan como Gaby en la casita ANIMI que tuve la suerte estar con ellas y compartir unas charlas. Son las mismas historias de dolor. Existimos. Somos personas. Y acá estamos.

Paula

Granja de la Providencia – Acompañante par

Soy una chica trans, pero antes de eso me considero una mujer, un ser humano con sentimientos y un corazón muy sensible. Tuve que hacer la calle y hacer cosas que no me gustaban para sobrevivir. Soy travesti desde que tengo uso de razón desde los 4 o 5 años. Creo que si volviese a nacer elegiría ser mujer de vuelta. La peleo todos los días, soy una mujer de lucha. La vida no me sonrió pero peleé por lo que quise. No fue fácil.

A mi familia a los 16 años me planté y les dije que quería ser mujer, que quería ser travesti. Una familia desunida, una madre donde no hubo amor pero sí me crié. Yo elegí ser una mujer, lo elijo cada día de mi vida y lo sigo luchando. Seguí adelante, tuve un trabajo como cualquier otra. Soy uruguaya. En mi nación me jugó en contra que me echaron de los trabajos: cuidé niños, lavé pisos. Me metí en la religión Umbanda, donde safé de la calle, pero llegó un momento en el que terminé trabajando de prostituta. Es un trabajo indigno que deja secuelas y donde se pasan momentos feos.

Comencé a consumir y vender drogas. Comencé a consumir PACO en Uruguay y después me vine para acá a la Argentina sola con 3000 dólares y 26 años. No sabía la enfermedad que tenía, porque a veces consumía y no sabía por qué consumía. A veces me rodeaba de gente que estaba bien mientras tenía plata pero al caer el castillo que construí no están al lado tuyo. Conocí a una persona que amé mucho y me decía que estaba enferma, pero como toda adicta era soberbia, orgullosa, no escuchaba a nadie hasta que un día toqué fondo. Me separé, volví a Uruguay pero por problemas en los que me metí, volví de nuevo a Argentina.

Ahí fue cuando, en un segundo tratamiento que hice en adicciones, me empezó a caer la ficha. Yo pensaba que mi vida no la podía cambiar. Mi pensamiento era que iba a morir con una pipa con HIV. Por la pasta base quedé tres años tirada en la calle. Pasé de todo en esos años. Llegó un momento en que no quería sostener más nada e intenté suicidarme con pastillas.

Hoy lo cuento y se me eriza mucho la piel porque estoy viva. Quince días de gira con colitis seguía igual. Llegué cansada del Riachuelo y dije me voy a acostar a dormir. Un día nublado como hoy, se abrió el tiempo y Dios me mandó un ángel. Fui a parroquia Madre del Pueblo en busca de la medicación porque tenía colitis me encontré al Chavo que en paz descanse, un adicto igual que yo. Él me invitó al hogar. ¿A qué Hogar? Al Hogar de Matanza. Y fui recibida.

Entré a un pasillo toda vestida de negro, con la cabeza gacha, destruida, cansada. Y ahí empezó mi vida, ahí empezó mi esperanza. Lo primero que me dieron fue un abrazo tan grande. Me abrazaron, le dije lo que yo era. El hogar acompañaba pibes y chicas. No sabía lo que era acompañar a un trans. Sin embargo, no les importó mi sexualidad. Ellos aprendieron a acompañarme. Hasta los curas me miraban, y yo decía: “estos curas, ¿qué hago acá?”. Nunca en mi vida había estado cerca de un cura. Muy pocas veces cuando iba a la misa de chica.

El hogar me enseñó muchas cosas. Entré a un lugar muy humilde: eran ocho camas, estaba el coordinador. Y ahí empezó mi vida. Yo no me acercaba al portón del Santa María, ni me quería acercar, por miedo de recaer. No quería esa vida y ahí empezó mi dignidad como mujer.

Fundamental eso. Con tres mujeres que están en el hogar. Me empezaron a acompañar. Fuimos creciendo todas juntas, pienso. Al pasar un tiempo limpia, me mandaron a una casita amigable, que es la casita de Pilar que se llamaba La Poderosa. Muy lindo lugar donde me mandaron con tres mujeres, con niños, que eran la vida de la casa. Un parque hermoso.

Y ahí empezó a mi vida. Con muchas actitudes malas de la calle, me gustaba el alcohol, el robo, me prostituía, les revolucionaba mucho el hogar. Me tuvieron mucha paciencia. Me acompañaron. Me enojé, lloré, grité, recaí y seguían apostando por mí. El Hogar me enseñó a tener fe, esperanza, de la espiritualidad… Al padre Nicolás le dije: “Padre, me siento bien pero siento un vacío interno”. “Hermanita ese vacío interno hay que alimentarlo con la fe. Empezá a rezar, a ir a misa. Eso te va hacer sentir bien.” Pienso que la espiritualidad es muy importante. Realmente cuando una tiene abstinencia: “Esta pelota no es mía, te lo dejo a vos Madre”. A la Virgen María, que es que la madraza que nos acompaña siempre. Para mí la fe es algo muy importante. Yo recé mucho para estar como estoy hoy.

Hace seis años que estoy en el hogar de Cristo. Hace seis años que la peleo. Hoy puedo decir que soy una mujer íntegra, con valores, que me valoro, me amo. Tengo mi propia familia: el hogar de Cristo. También, el hogar me enseñó a formar mi familia. No estoy sola, yo tengo un familia donde convivo con cuatro criaturas hermosas: una de once, otra de diez, otra de tres años –mi preferido – y uno que va a cumplir un año, y la sobrina más grande de Erica de 20 años, y mi amiga que somos familia, somos más que amigas. La conocí en el hogar de Cristo.

Es la familia que me espera todos los viernes cuando yo vengo de trabajar en la providencia donde soy acompañante par. Donde trabajo con mujeres, soy una más de ellas. Acompaño y pongo mi corazón. El hogar nos enseña a poner el corazón en todo los que hacemos. De ver a la otra persona y decirle: “yo estuve en lo mismo o peor que vos”. Donde acompañamos, donde el orgullo del acompañamiento es cuando salen de pre camada a una camada, tienen un plan de vida y sostienen.

El corazón hay que poner en la Granja de la Providencia. Ponemos eso y como adictos acompañamos a través de nuestra historia de vida. Yo acompaño desde el amor como me enseñó el hogar. El Hogar es como el abrazo de San Francisco de Asís cuando abraza al leproso. Así abrazamos a las chicas en la providencia donde somos cuatro acompañantes, donde somos el pilar de esa granja. Las cuatro fuimos adictas. Creo que las cuatro también tuvimos problemas de prostitución y muchas cosas de violencia de género.

Soy una persona que a los 34 años en mi proceso de Granja me enteré que fui abusada por un vecino a través del padre Nicolás que me dijo: “hermanita rezá”. Eso ya no tiene nada que ver conmigo. Mi vida está sanada pero no por eso dejo de luchar. En su momento, me pregunté porque me había pasado a mí. A veces una es inocente en esos temas. Les pasa a las mujeres, a los hombres, a quienes desde chicas queremos ser mujer. Nacemos con eso: tenemos la esencia como en un cuerpo atrapado.

Yo hoy me miro al espejo y veo una mujer, y es lo que yo decidí y lo que decido todos los días de mi vida. En el acompañamiento que hago, también enseño a ser mamá. No soy mamá, no sé ser mamá, sí crié una sobrina hasta los cuatro años y medio. Es esto de marcarle a una mujer y decirle: “tu hijo te va a pasar factura. No se le pega.” Pequeños detalles. Siendo unas chicas trans nunca vamos a saber ser mamá pero sí sabemos agarrar una criatura y darle amor. Yo tengo a mi madre viva pero no tuve el amor de mi madre. Pero es lindo que, al dar amor, uno también recibe aquello que da. Y eso es lo más lindo que tenemos nosotras las chicas trans. Damos amor y recibimos. Y más de las criaturas. Enseñarles a las chicas de cómo ser mamá es algo que valoro mucho y creo que me lo mandó la Virgen. Aprendemos mucho.

Soy muy devota de la Virgen. El hogar me ha enseñado a ser devota de la Virgen María. Ser humilde como ella. A luchar, como la Virgen también lucho en su momento. Como lucho la Samaritana. Como dijo Jesús: el que no tenga pecado que tire la primera piedra. Ese es mi amigo fiel al que sigo todos los días. Yo hoy me dedico a la vida del hogar, hace 6 años que estoy. El Hogar a mí nunca me juzgó, nunca juzgamos a nadie, siempre al contrario. Terminé mis estudios. Apuesta a mí. Me dio la dignidad. El hogar es algo para mí muy hermoso. Yo no puedo estar un fin de semana libre sin ir a mi parroquia.

El hogar es mi cable a tierra. Además que acompañan a tres chicas trans el hogar Santa María, donde los apoya un montón, donde les enseñan muchos valores, donde también en la granja van chicas trans. Es una oportunidad de hacerse mujer, de encontrarse con ellas mismas. La droga a veces los destruye mucho, los hombres también.

No tengo nada en contra de los hombres pero a veces piensan que somos objetos o que no tenemos sentimientos. Si somos sus mujeres que tenemos sentimientos como cualquier otro. Tenemos una condición sexual: amamos, respetamos, queremos. Hay gente que se equivoca en ese sentido y se piensan que se los puede desechar o usar como preservativos. No está bueno porque tenemos sentimientos y somos humanas.

El hogar para mí es mi vida. El hogar a mí me da la familia que no tuve. Toda mi familia está en Uruguay pero ellos allá, y yo acá. Yo elijo la vida del Hogar todos los días que me levanto y la mujer que soy.

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