Notas

“Voy a Palito conmovido y contento”

En diálogo con Radio Pan y Trabajo el Padre Charly Olivero habló de todo: de su próximo destino pastoral en villa Palito como párroco de San Roque González y Compañeros Mártires -continuando la enorme tarea iniciada por el Padre Basilicio “Bachi” Brítez- de sus primeros pasos pastorales, de su experiencia misionera en el Hogar de Cristo y de la Jornada Mundial de los Pobres.

El Padre Charly Olivero ha estado viviendo -durante los últimos 18 años- en Caacupé Barracas, en la villa 21-24, en donde participó del nacimiento de los Hogares de Cristo. Actualmente es capellán del Hospital Santojanni, que desde que se inició la pandemia es un hospital de campaña, donde viene realizando la tarea fundamental de asistir a personas mayores con coronavirus: darles de comer, darles la comunión, palabras de aliento, la extrema unción. Este año Charly tuvo dengue, coronavirus y vió morir a su amigo el Padre Bachi Brítez, de hecho la persona que despidió a Bachi de este mundo fue Charly. A pesar de todo lo vivido en este año tan intenso -o quizá por todo lo vivido en este año- Charly está feliz: el 8 de diciembre asume como párroco de San Roque González y Compañeros Mártires en villa Palito, para continuar con la enorme tarea iniciada por el Padre Bachi.

En una entrevista con la Radio Pan y Trabajo realizada ayer viernes 12 de noviembre Charly compartió su camino vocacional y habló de todo. 

Despedir a un amigo

“Yo era muy amigo de Bachi, de hecho fui el último que lo vió. La familia estaba en cuarentena, Julia, la mamá de Bachi, había dado positivo y estaban todos en cuarentena, (después doña Julia falleció también) y el médico les había dicho “estaría bien que vinieran (a ver a Bachi)”. Y yo entendí que si decía eso era porque estaba muy mal y posiblemente se vaya.

“El Padre Bachi camina con nosotros”

Entonces le pedí a la familia de Bachi la posibilidad de ir yo a verlo, y bueno, fui al San Camilo donde estaba internado y le prometí que le iba a cuidar a su familia y su comunidad. No me imaginé mucho más, pensaba más bien estar atento a lo que hiciera falta.

La cosa es que un tiempito después el Arzobispado de Buenos Aires ve la necesidad de acompañar esta situación de esta parroquia allá en la Matanza, y me lo propusieron y la verdad es que estoy conmovido y contento”.

La Virgen de Caacupé en su vida

“En 1998 yo estaba en el primer año del seminario, y mi párroco que era en aquel momento el padre Oscar Ojea, hoy obispo, arma un grupo y nos manda a la villa 21 a hacer un poco de apoyo escolar.

Y no sé si fue en la primera o en la segunda visita a la villa que me paro delante de la Virgen de Caacupé y le digo: ´¡Virgencita traéme!´

Luego, en el año 2002, yo estaba en la mitad del seminario, yo estaba mal, y surge en el diálogo con los superiores del seminario y con el cardenal Bergoglio la posibilidad de ir a vivir a Barracas, y desde ese momento yo estuve en Barracas porque me llevó la Virgen de Caacupé. Y bueno, ahora me voy de Paraguay a Paraguay, porque la villa 21 son todos paraguayos y la Palito también. Entonces te lo digo desde Bachi y desde la Virgen de Caacupé: estoy dispuesto, contento, me siento llamado”.

El Hospital de campaña Santojanni 

“Desde 2002 estoy en la villa 21 de Barracas y venía coordinando el Hogar de Cristo, que es una red grande, para acompañar personas que tienen problemas con la droga… la cosa es que en agosto haciendo Ejercicios Espirituales que hago todos los años me doy cuenta de que me tengo que correr de la conducción del Hogar, empiezo a caminar eso, hablo con el Obispo, y termino en el hospital Santojanni.

Llego al Santojanni el 1° de marzo y el 7 de marzo me agarro dengue. Estuve 15 días -porque me pegó fuerte- y cuando volví ya estábamos con la cuarentena puesta. Y al poquito tiempo declaran al hospital Santojanni como uno de los hospitales de referencia del Covid, de los 4 hospitales públicos de la ciudad elegidos por sus características. El Santojanni tiene la particularidad de tener oxígeno central, con lo cual en todas las camas tienen oxígeno.

Entonces progresivamente el hospital se va llenando más y más y más de casos de Coronavirus, de 4 pisos pasa a haber 3 pisos enteros relacionados con el Corona. 

Y el hospital, por precaución, les dijo a las voluntarias que no fueran más, voluntarias que son un lindo equipo pero son señoras grandes, de riesgo,  y es entonces cuando se les prohíbe el ingreso de las familias, como pasó en los hospitales en general desde la pandemia.

Entonces me empecé a encontrar personas que llegaban de geriatricos, de hogares o con algún problemita de salud mental que no podían comer solos, o porque eran grandes y necesitaban que les dieran de comer, o porque estaban contenidos, viste cuando se sacan las vías y se quieren ir, entonces me di cuenta que lo que había que hacer era dar de comer. 

Al principio había muchísima tensión en el hospital, mucho miedo en general, en las trabajadoras y los trabajadores de la salud, porque aparte les decían que no podían estar más de 15 minutos y el trabajo que tenían que hacer llevaba más de 15 minutos.

Entonces entendí que el lugar mío era humanizar un poco la situación generada por la pandemia”.

Humanizar la pandemia en el hospital

“En primer lugar humanizar es escuchar y atender las necesidades básicas de una persona que no puede comer.

En segundo lugar, como es una enfermedad que te aísla, es tener un trato humano, personal, hablar, acordarse el nombre, todas las cosas que sufrieron las consecuencias del miedo.

Entonces era también entrar vestido como de astronauta, con camisolín, barbijo quirúrgico, antiparra, máscara, cofia, botas, ¡de todo! Y eso que yo no usaba el mameluco. Entonces me dí cuenta de que los guantes transmitían la temperatura de la mano, entonces poder acariciar una persona convaleciente, mirar a los ojos, un montón de cosas, el corazón tenía que ser un soplete de ternura para que atravesara toda esa indumentaria que uno tenía que ponerse para conectarse con el otro porque sino era muy difícil.

Y después me conseguí esas bolsitas tipo ziplcoc que tienen el cierre, y empecé a meter el teléfono ahí y empecé a contactarlos con su gente. Les hacía la videollamada, porque había mucha gente que no tenía teléfono, gente más grande, gente que había quedado aislada y por ahí se pasaba 2 meses en el hospital y no tenía contacto con nadie. Eso también fue muy lindo. Incluso gente que estaba por morirse el día que podían ver por la pantalla a la familia se volvían locos.

Y también expresarle a la persona que está enferma el cariño de la familia. A veces es una comida que las familias me traían y yo se las llevaba, era como decirles mirá, no te olvidaron, aunque no los ves, no te olvidaron, están con vos, te quieren, te mandan esto… (les daba) el cuidado que le daría la familia y que por todas las circunstancias que había en el hospital no lo podían dar”.

Reverdecer de la fe en la pandemia

“Desde ya que a partir de eso las preguntas religiosas agarraban un cauce enorme también, y no porque yo pensaba en imponerlas sino porque la caridad habla, es el vehículo para Dios.

Imaginate la cantidad de personas de otro credo que vinculé con la familia, ¡muchísimos!

Había una mujer, divina, que tenía corona y tenía un tumor en la base del cerebro, y entonces yo le hacía la videollamada con toda la familia que eran Evangélicos, y traían a la pastora, entonces era muy lindo porque ellos rezaban por mí, y me pedían que le diera la unción de los enfermos. O gente bautizada católica y que después se había alejado a otros credos y me pedían la unción, la comunión. Este año en el hospital es impresionante cómo germinó la fe”. 

El Hogar de Cristo

“Yo en los últimos años me dediqué a viajar, por el país por todos lados, porque estaba animando el Hogar de Cristo que son 200 comunidades en todo el país en todas las provincias, en otros países, en Uruguay. Me la pasé viajando muchísimo y cuando volvía a la villa 21 -que es mi casa- bueno, me recostaba sobre la comunidad de la parroquia y de las chicas y los chicos que estuve acompañando durante años y que son como mi familia.

Encuentro de la Federación de Hogares de Cristo, Luján, septiembre 2019.

Pero estuve todo el tiempo viajando, que también fue providencial porque este año me tenía que inventar un trabajo porque no podía viajar. Y esta situación del hospital me obligaba a ponerle el cuerpo yo, porque generalmente yo entendía lo que había que hacer, lo empezaba a hacer, armaba un equipo, daba un paso adelante… pero acá no pude organizar, acá tuve que poner el cuerpo sí o sí. Y eso fue también un escalón que Dios me dio para volver a tocar la carne de Cristo en los más rotos. Porque en los últimos años me la pase pensando en la estrategia, cómo íbamos a hacer los cursos del Hogar de Cristo, cómo íbamos a entrar en una provincia discutiendo las políticas, todas cosas pastorales. La animación tiene eso, a veces tiene pocas raíces en un lugar concreto. Bueno, el hospital me devolvió eso”. 

Ser Cura Villero

“Soy un afortunado, soy profundamente feliz porque al seguir a Jesús el vínculo con Dios es un canal de gracia… pero no es la repetición de una fórmula o la vida acomodada a una estructura sino justamente es ir encontrando el espacio que Él te señala. A mí desde el primer día de mi vocación me llevó a los más rotos. La experiencia de Dios y la experiencia de los más rotos a mi vida llegaron juntos. 

Charly, el Tano Angelotti, Pepe di Paola, Mons. Joaquín Sucunzza, Mons. Gustavo Carrara, Eduardo Drable, Toto de Vedia y Pedro Bayá.

Capaz que de chico… de chico tengo recuerdos de estar muy en Dios. De entrar a mi parroquia y ver la luz entrando por los vitrales, yo era del Socorro (Juncal y Suipacha), y escuchar el órgano de Segade, esa es la imagen que tengo de la infancia.

Dios a mí me llamó para estar con los más rotos, y si estoy ahí estoy con Dios.

Los más rotos también son los destinatarios de la predilección de Dios y cuando estás con ellos también te contagias esa bendición”. 

IV Jornada Mundial de los Pobres

“El Papa propone superar el aislamiento que nos coloca la sociedad del descarte. Tender la mano es superar las distancias, es sentir la temperatura de la mano, sentir lo que le pasa al otro en carne propia, es comprender que también a cada uno de nosotros nos tuvieron que dar la mano, sino no podríamos vivir.

El Papa plantea que cuando nos empezamos a sentir parte del mismo destino ahí se abre otro horizonte.

A los más pobres no hay que mirarlos como gente que hay que ayudar, los tenés que ver como alguien que podría estar sentado en tu mesa, que podría ser tu amigo, tu amiga, con quien podés confraternizar, sentir lo que siente en su corazón.

Esta imagen de dar la mano le pone cuerpo a algo que podría ser superar la beneficencia, no se trata de dar una limosna y nada más, es superar la distancia, los muros simbólicos.

Cuando Jesús toca al leproso es todo un símbolo, nadie los tocaba. Jesús supera esa grieta, ese muro, acorta esa distancia y se conecta. 

Esta imagen que pone Francisco que la saca del Libro del Eclesiastico, del Antiguo Testamento, apunta justamente a esto, a acortar la distancia; hacéte amigo, si vas a darle algo de comer sentáte a comer vos también y disfrutá del momento, apunta a achicar la distancia”.

Ver nota original: https://curasvilleros.wordpress.com/2020/11/14/voy-a-palito-conmovido-y-contento/