Muestra de una demanda urgente desatendida, que asiste el centro barrial. “El consumo está creciendo enormemente”, dijo el cura Madrid Páez.
Frente a un vacío de dispositivos y de políticas públicas para atender el flagelo de las adicciones, particularmente de las drogas, se gestó en febrero del año pasado el hogar de Cristo de Paraná. Ubicado en jurisdicción de la capilla de Nuestra Señora de Lourdes, nació para brindar contención y acompañamiento para los jóvenes con derechos vulnerados de los espacios barriales cercanos.
En la capital provincial, la ausencia de acción e inversión en la materia es tan dramática como el incremento de la problemática. Con la obra de un Centro de Prevención de Adicciones abandonada hace cuatro años en Anacleto Medina, hay unos pocos lugares para recibir, contener y ayudar en la recuperación de adictos: Fundación Lázaro, en la zona este, también a cargo de la Iglesia Católica, o el Centro Huellas, del gobierno provincial.
“La atención de las adicciones debe ser una urgencia, y hay que priorizar. Muchas veces coincidimos fuertemente en el discurso y la mirada, pero a la hora de llegar a la aplicación, que termina siendo presupuesto y decisión política, ahí no hay recursos ni posibilidades. Entonces, es una cuestión de prioridades que se descubra como política fundamental, necesaria. Así como uno no puede decir ‘no tengo recursos para pagar los sueldos docentes’, que es una necesidad clave en el pueblo y la educación. En la situación que nos encontramos es una necesidad clave y urgente generar algunos dispositivos y propuestas para enfrentar esta situación, que la población está necesitando urgentemente, y sino para el Estado va a ser mucho más difícil. El Estado y la sociedad tienen que entender que si no hacemos ahora, todo nos saldrá mucho más caro”, dijo a UNO el padre Esteban Madrid Páez, a cargo del centro que conforma una red de más de 130 existentes en el país. El hogar es una fundación conformada por centros barriales, que tiene como finalidad dar respuesta integral a situaciones de vulnerabilidad social y/o consumos problemáticos de sustancias psicoactivas, poniendo en primer lugar a la persona y sus cualidades.
Solo en los últimos dos meses pasaron por el centro unas 200 personas, la mayoría jóvenes.
“El centro es un hogar de familia, puede ir una persona mayor, o una pareja con su hijito. El lema es ‘recibir la vida como viene’. En los últimos dos meses pasaron por el centro unas 200 personas. La problemática de las adicciones es muy grande, y ello sin salir al campo, sino simplemente moviéndonos y acompañando a las personas que transmiten su experiencia boca a boca”, consignó el cura, que es acompañado por voluntarios y profesionales.
“El consumo de drogas está creciendo enormemente. El alcohol está desde hace muchos años, y sin dudas que la falta de educación en el buen consumo fue como la preparación. Lo que tienen hoy en día las drogas es que acentúan mucho más la complejidad. Es un círculo porque a su vez las situaciones de vulnerabilidad que ya existen hacen mucho más complejo el consumo: no es lo mismo el consumo de un chico de clase media y alta, que de los barrios más vulnerables, porque se vuelve un cóctel más duro con la violencia, la falta de horizonte, oportunidades”, opinó. En ese sentido, hizo notar que se advierte “la banda de exclusión” de la ciudad: “Uno va caminando con los chicos y sentís claramente que a ellos no los queremos hacer pertenecer a la sociedad, el trato con el resto de la población, con las fuerzas de seguridad, está todo disgregado, desintegrado. En esas situaciones y barrios se está metiendo con mucha fuerza la droga y eso es un caldo cultivo para una desintegración de las familias”.
Pese a la falta de dispositivos y la desatención desde los distintos niveles del Estado a la problemática, hay muchos que quieren recuperarse de esta adicción.
El hogar funciona los días lunes, miércoles y viernes de 11 a 17. Se trata de un espacio y “tiempo de familia”: “Las personas que asistimos buscamos generar vínculos de familia, trabajo, cocinar, hacer propuestas de formación con talleres, incluso funcionó una escuela primaria para adultos. Los voluntarios son personas dispuestas y con ganas de compartir y hacer camino; pueden tener conocimientos de algún taller, y sino alcanza con la capacidad de escucha y de acompañamiento”.
Justamente respecto de los voluntarios, Madrid Páez contó que “ha sido una alegría encontrar una cantidad de gente que puede empezar a querer y acompañar, desde un lugar que es muy familiar. Uno siempre tiende a ver lo que falta. Pero el hogar es un quiebre de nuestras concepciones, y de sentarnos todos en una misma mesa, con las personas que están quebradas por el flagelo de la droga, violencia, con problemas con la Justicia.
La experiencia es barrial, pero empieza a generar vida más allá. Dijo que hay otras parroquias de la ciudad interesadas en abrir otros dispositivos para jóvenes en esta situación. De hecho, se está haciendo una experiencia en la parroquia de Diamante. “Nuestra idea no es que el hogar de Cristo sea un centro gigante, sino que empiece a replicarse”, aportó. En la provincia, el primero de estos centros se creó en Gualeguaychú, y después de Paraná, también hay otros en Gualeguaychú y en Concepción del Uruguay.
Sobre las expectativas y sentimientos de quienes llegan al centro con el desafío y ánimo de recuperarse y superarse, dijo: “El mensaje central es que cada persona es singular e irrepetible, y es amada por Dios infinitamente. Esto es lo más potente que tenemos y de ahí brota todo el resto de las acciones. En Jesús encontramos la clave de esperanza, que hay redención para todos, y se puede salir de un pozo o oscuridad. Eso, que es núcleo de la fe, genera un montón de movimiento, porque llega el psicólogo y ve esta lógica, que hay que hacer un abordaje más social y darle un horizonte a la persona. O el tallerista, que tiene que creer que la persona puede más. Entonces las personas se acercan con la alegría de dar estos pasos, de querer salir, de ser familia. Hay una gran necesidad de la familia, que es donde vos experimentás que valés”.