Notas

El desafío de ayudar a los desprotegidos en medio del frío y de la crisis

La pantalla del celular dice que son las 20 del martes 21 de mayo y la temperatura marca 13 grados. El pronóstico es aún peor para las próximas horas. El Hogar de Cristo, llamado “Madre de la Esquina”, está ubicado en Villa Costa Cañada de la ciudad de Córdoba.

Desde allí un grupo de jóvenes sale con dos conservadoras con “alto guiso de arroz” para llevar a la gente que “vive” en la Terminal de Ómnibus.

Su misión no es fácil. Además de las tareas propias del hogar, preparan las viandas y salen todos los martes a repartirlas a personas en situación de calle.

“Antes hacíamos un recorrido desde la Terminal, pasábamos por la plaza San Martín y llegábamos hasta el Patio Olmos. Hace unos meses que la comida se nos acaba en la primera parada porque cada vez hay más gente en situación de calle”, cuenta Belén Ferrero, trabajadora social e iniciadora de este espacio que pertenece a una red de hogares de los curas villeros de Buenos Aires, los que cuentan con el impulso del papa Francisco.

En el hogar se realizan distintos talleres de oficios y actividades, como deportes, apoyo escolar y otras destinadas a jóvenes, niños, adultos. Entre sus objetivos principales está el acompañar y contener a jóvenes que sufren algún tipo de adicción. Fabián, conocido por todos en el barrio como “El Campana”, fue el que empezó con la idea de salir los martes a repartir comida a personas en situación de calle. Él pasó por esa situación y sabe que un plato de comida caliente puede significar mucho.

Desde que lo propuso se juntan todos los martes a las 18.30 para preparar la comida. Mercedes “la Chispi” Arinci, voluntaria del hogar, va saludando a los chicos del barrio mientras camina la cuadra de tierra que separa la villa de barrio Suárez. “¿Cuándo nos vamos a juntar para armar el currículum, Negro?”, le grita a uno de ellos. Al mismo tiempo, cuenta que algunos chicos no pueden “bajar” del galpón de oficios, que está unas cuadras más arriba, porque la noche anterior hubo un conflicto en la villa y hay varios amenazados. “Nuestro lema es recibir la vida como viene, es decir sin juzgar, y defenderla cuerpo a cuerpo”, explica “la Chispi”.

Adentro, Laura ya está picando la cebolla para el guiso de arroz. A medida que llega gente, el comentario en común es el clima y las bajas temperaturas. “El frío es sinónimo de muerte en la calle. Muchos toman alcohol, se quedan dormidos en cualquier lado y se mueren por el frío”, explica Laura, que ahora es la encargada del hogar, pero quien estuvo años trabajando en la obra del padre Oberlin, en barrio Müller y Maldonado.

“Yo fui adicta durante 15 años y luego comencé a ayudar a los chicos a salir de esa situación. Me tuve que ir de ahí porque los narcos me amenazaron y balearon mi casa. Allá es otra realidad, más compleja que este barrio”, cuenta mientras revuelve el arroz en una olla enorme.

Para Laura el hecho de salir a la calle a entregar comida es en parte “una excusa” para acompañar a la gente en situación de calle, conocerlos, poder darles la posibilidad de acercarse al hogar a quienes quieran. “Es muy doloroso ver a familias viviendo en la calle . Algunos prefieren eso a ir a un refugio por miedo a que les quiten los hijos por no poder mantenerlos”, dice Mariano, otro joven del hogar.

Una vez que el guiso está listo, se suben al auto de “la Chispi” y parten a la Terminal de Ómnibus.

Vivir desamparados

Al llegar a la Terminal, los chicos se encuentran con “El Campana”, al que saludan con cariño, y se ubican debajo del puente de bulevar Perón. Ahí está instalada una casilla donde vive Fernando. Tiene un sillón donde está con otras dos personas y son los primeros en acercarse.

Los chicos del hogar destapan la conservadora y comienzan a servir el guiso en bandejitas de plástico junto con un pedazo de pan. El frío es intenso.

La fila se arma rápido y algunos de ellos comienzan a contar sus historias de vida y por qué llegaron a esta situación de carencia.

“Hace más de un año que no consigo trabajo. Tengo secundario completo y primer año de la carrera de Derecho. Hace tres meses que estoy en situación de calle, la primera vez en mis 37 años. Lo que hago es pedir a la gente, pero no me gusta. Yo amo trabajar, sólo que me cuesta conseguir algo fijo al no tener domicilio ni un teléfono”, cuenta emocionado Pedro.

“Hace tres meses que vivo acá Cobro 7.000 pesos de una pensión por discapacidad porque no puedo mover un brazo y no me alcanza para vivir”, dice Javier.

En pocos minutos se acabaron las bandejitas y los chicos vuelven bajo la lluvia al auto de “la Chispi”. De vuelta al barrio.

La lucha contra las adicciones

El principal objetivo del hogar es acompañar a los jóvenes. 

El Hogar de Cristo -que funciona desde hace tres años en Villa Costa Cañada- busca hacer frente a la “montaña de dificultades” que se les presentan a los jóvenes del barrio.

“Son tantas las carencias que tienen los chicos que les generan una angustia muy profunda y suelen caer en adicciones, se endeudan con los narcos y empiezan a perder sus vínculos”, cuenta Mercedes Arinci, voluntaria del hogar.

“Creemos que el tratamiento por sí solo no sirve, por eso damos un  acompañamiento integral a la comunidad”, agrega. Además, resalta que es un proceso en el que hay altibajos, pero que ya han podido ayudar a muchas familias.

Contactos

Facebook de Madre de la Esquina: Hogar de Cristo – CB Madre de la Esquina – Cba

Página de la federación Hogar de Cristo (a nievl nacional): hogardecristo.org.ar

Instagram: Madre de la Esquina

Teléfono: (0354) 1552174

 

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