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Somos Familia – 2021

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Somos Familia – 2021

 

“SOMOS FAMILIA”

La vida en la Familia Grande[1] del Hogar de Cristo

 

Por qué un lema

Una de las formas de construcción del sentido común que utilizamos cada año en la Familia Grande de los Hogares de Cristo es la elección de un lema; una frase alrededor de la cual vamos rumiando la mística que le da un corazón ardiente a la tarea de los Centros Barriales.

Entendemos como lema a una frase que funciona como idea/faro, idea/fuerza, y a la vez, sintetiza la filosofía, la ética y la estética donde encontrar las pistas para resolver, y vivir, lo cotidiano, trascender las problemáticas y las vicisitudes del hacer con los demás y, muchas veces también, jugar como punto de partida para iniciar un proyecto, resolver un conflicto o reflexionar sobre el modo de sentir, pensar y actuar como comunidad.

Una vez más, usamos este texto para echar a rodar una construcción colectiva del sentido de lo que hacemos con la intención de que en cada geografía, con las voces, las manos, las realidades y las ideas de los que integran cada Centro Barrial, se vaya transformando en palabra viva, en el hilo conductor que nos entreteja como red, que nos hermane en profundidad, dotándonos de esa identidad colectiva que nos hace “ser y sentirnos parte”.

En los últimos días de este feroz 2020, en el que la providencia quiso que utilizáramos el lema-programa “Somos Iglesia”, queremos anunciar el modo de ponerle el cuerpo al 2021: “Somos familia”

Lo elegimos porque percibimos que va a ser un año muy difícil para nuestras comunidades y es previsible que muchas organizaciones se replieguen y que en el territorio debamos asumir más acciones. Claro es que la crisis extendida golpea en la corazón de los más pobres y descartados de la sociedad, que son las personas que decidimos hacer lugar.

Y es entonces que nos proponemos posicionarnos desde lo que mejor sabemos hacer: ”Formar familia” que es estar donde y cuando se es indispensable, con los brazos abiertos y la mesa puesta para quien necesite llegar.

No dudamos de que lo vamos a saber hacer porque, como surge siempre de nuestros encuentros nacionales y reflexiones colectivas, contamos con que es una de nuestras fortalezas y aquello que siempre reconocemos como “lo que mejor sabemos hacer”. Que es el hacer Familia, hacer lugar.

Como siempre, les proponemos estás líneas iniciales para que las vayan enriqueciendo con las reflexiones, las diferencias, los aportes que surjan de cada Centro Barrial del país.

De este modo los y las invitamos a ir avanzando entre todos y todas para moldear un documento que queremos hacer entre todos y todas.

 

Huérfanos de Amor

Uno de los mayores dolores con los que nos vamos encontrando en cualquier comunidad de nuestro país, y ustedes amigos y amigas de los CB, pueden dar fe acabada de eso, es el problema de las adicciones.

Es más, desde la perspectiva histórica de nuestra manera de caminar, podríamos decir que ese dolor concreto es alrededor del cual nos fuimos encontrando y conociendo.

Por otro lado, también recordamos que en ese caminar juntos, fue donde fuimos descubriendo que la problemática del consumo era simplemente la punta del ovillo que opacaba un montón de problemas que estaban detrás: falta o mala calidad de trabajo, de vivienda, de documentación, de salud, de escolaridad, entre otros dolores.

Fue a partir de esos primeros acompañamientos como, poco a poco, fuimos descubriendo que en la medida en que se  van retirando las “capas de la cebolla” nos encontramos con un factor común: una persona “huérfana de amor”.

Cabe recordar aquí que Gustavo Carrara, con frecuencia nos lleva a la reflexión sobre este tema porque tenemos muchas estadísticas de los otros problemas, pero los porcentajes de la orfandad amorosa, material y simbólica de las personas reales con las que trabajamos, no existen y nos vendría muy bien conocer las cualidades de esos procesos dolorosos para acompañarlos mejor.

Una frase de Antonio Nery Filho, psiquiatra Brasileño, refleja de otro modo el impacto de esta impronta cuando hablando sobre el consumo de crack, equivalente al Paco en nuestro país, dice: “El crack responde a una necesidad brutal, que precisa una droga brutal”.

Y es entonces que nos preguntamos como familia grande si acaso, no podríamos pensar que esa “necesidad brutal”  es el nombre de  la soledad absoluta en la que viven muchos de los varones y mujeres que decidimos acompañar.

Porque cabe aclarar que, aunque  tengan parientes, paren en alguna esquina donde está el Gauchito Gil para tomar cerveza,  o tengan alguna forma de pareja, en el devastador mundo del consumo, todos y todas se encuentran solos/as.

Las personas que acompañamos, en general, son varones y mujeres a los que si se les pregunta si tienen algún amigo responden: “-En la calle no hay amigos”.

Pero cierto es que, esa misma y demoledora soledad es en la que se encuentran los adolescentes de la comunidad wichi que pasan la noche “perdidos de todo” bajo  los árboles del monte, o las mujeres de la comunidad de Neuquén cuando son explotadas sexualmente en las frías madrugadas patagónicas.

Deducimos que es por ese motivo que nuestros lugares tienen tanto impacto en las personas que llegan a él: creemos que, ante esa “necesidad brutal” nosotros también tenemos nuestra respuesta rotunda: “hacemos familia”, “hacemos lugar”.

Si nos ponemos a investigar, encontramos  que desde muy antiguo la familia es considerada como el núcleo social básico necesario para el desarrollo de la evolución de la persona humana.

Queremos tomar esta definición del Papa Francisco sobre la Familia en su viaje apostólico en Ecuador en el 2015 que tanto tiene para decirnos como Hogar de Cristo: “La familia es el hospital más cercano, cuando uno está enfermo lo cuidan ahí, mientras se puede. La familia es la primera escuela de los niños, es el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, es el mejor asilo para los ancianos. La familia constituye la gran «riqueza social», que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a sus ciudadanos. En efecto, estos servicios que la sociedad presta a los ciudadanos no son una forma de limosna, sino una verdadera «deuda social» respecto a la institución familiar, que es la base y la que tanto aporta al bien común de todos.”

Nos distingue que en nuestro caso la organización está fuertemente atravesada por vínculos basados en el amor, el cuidado, el respeto y la aceptación plena y total de la diversidad.

Sí. Cierto es que nos basamos en el principio de “hacer familia” porque es lo que permite generar vínculos “en el interior de un hogar”, para que se representen progresivamente “en el interior de la persona” que se encuentra existencialmente sola, permitiéndole encontrar un hermano con el cual contar.

Y necesitamos decir aún más sobre esto: “hacer familia”  es alojar a cada cual “tal como es y está” para que pueda sentirse “uno/una” en relación con los demás que es los que necesitamos los seres humanos para constituirnos como tales.

Recordemos entonces que, cuando en el documento “Somos Iglesia”, decíamos que no queríamos ser reconocidos por la “temática” con la cual trabajábamos sino que deseábamos serlo  por la calidad de los vínculos que generábamos, ya estábamos hablando de esto mismo.

Y en este sentido es que queremos empezar a pensar juntos qué afirmamos cuando nos proponemos  el lema “Somos familia”. Basta mirar “la película” de cada uno de nuestros CB para emocionarnos reconociendo  las caras, los nombres, las historias de tantos y tantas que “hicieron y hacen familia” alrededor de los tropiezos, de los logros y milagros de nuestros Hogares.

Sin duda, esa es la belleza de nuestro trabajo, es la imagen del amor del cielo en la tierra con las frustraciones de la realidad pero con el corazón lleno de alegría y fe de que todo va a terminar bien.

Vale también traer a cuento uno de los debates que sosteníamos alrededor de los primeros documentos comunes que trabajamos: el del “Diferencial Cristiano”;  por entonces veíamos y tratábamos de entender por qué algunos dispositivos estatales para el abordaje de las adicciones estaban vacíos y los nuestros repletos de vida.

Precisamente en la conclusiones de dicho documento, que invitamos a releer, ya encontrábamos que las personas que acompañábamos y nosotros mismos/as  permanecíamos por la calidad de los vínculos que generábamos y no por los títulos profesionales que se poseían o el rigor científico y metodológico de nuestro abordaje.

Por dar un ejemplo que nos ayude a comprender,  basta con mirar nuestra historia educativa para reconocer que aquellos docentes que nos marcaron o nos dejaron algo, pocas veces coinciden con los que se presentan en el recuerdo como los más rigurosos en el dominio y control de su saber específico y por el contrario, perviven  aquellos que supieron mirarnos, cuidarnos, privilegiar nuestra vida personal ante el saber escolar, hablarnos de nosotros y nosotras, escuchar nuestras situaciones vitales o compartir sus testimonios de vida.

Sumando desde otro perfil a estas mismas ideas pensamos que, si leemos transversalmente los textos del Papa Francisco, vemos la fuerza de la idea  de construir puentes, de constituirnos como tales; por ejemplo, cuando  propone el evento  “Economía de Francisco”, por Francisco de Asís, es claro que la idea-fuerza que quiere plantar es ésta; la de correr al “dios dinero” del Centro y colocar a la persona en el centro.

Imaginemos lo maravilloso que sería pensar el desarrollo de un país a partir de los buenos modos en que se establecerían las pautas y condiciones para generar vínculos verdaderos y saludables entre sus habitantes en lugar de las variables del crecimiento de la industria, el PBI,  los negocios de la tecnología, el armamento, los medicamentos o el turismo.

 

Aprender a ser Familia

El ser familia es un aprendizaje, es un camino y no un punto de llegada. No hay un libro que nos  diga cómo serlo, ni cuál es la ideal; todas se van construyendo con los vaivenes propios del crecimiento humano, sus fragilidades y las del contexto.

Sin duda toda familia parte de un piso común que la organiza; y a nuestra Familia Grande del Hogar de Cristo lo que la organiza es nuestra respuesta al dolor que es también nuestro punto de partida; ese dolor difícil de contar o trasmitir porque desborda cualquier lógica humana y de lenguaje. Esta respuesta es la Misericordia.

Por eso lo único que tenemos para poder acompañarlo es compartirlo y caminarlo juntos/as, sabiendo que el Reino de los Cielos se va haciendo en el recorrido sinuoso de los hombres y mujeres deshilachados y alegres que honran la vida con sus modos particulares de andar.

Y por estos días en que dábamos los toques finales a este texto recibimos y recomendamos la lectura de” Patris Corde” la carta apostólica del Papa Francisco en la que declara al 2021 como el año de San José.

En ella nos conmueve analizando la figura del padre de Jesús diciendo, entre otras cosas, que es un hombre común, un trabajador,  un padre de valentía creativa, que pasando inadvertido, con discreción y ternura llenó espacios imprescindibles en la historia de La Salvación y nos aporta variados elementos para seguir profundizando sobre nuestro modo de “ser familia”.

Por otro lado, creemos que hacer familia es un arte y un arte mayor;  tiene que ver con esa cotidianidad, para la que también  recomendamos  la charla de Jorge García Cuerva “Presencia, Cercanía y Vinculo”, porque es en esa experiencia cotidiana desde donde se puede ir construyendo ese “Hilo de Ariadna” o “reforzando esos músculos secundarios” de la Rodilla.

Por otro lado, fijamos la mirada en la de familia para no perder la mística y la esencia  organizacional en estos tiempos de expansión que nos entusiasman, en tanto implican nuevas maneras de acompañar necesidades.

Nuestros lugares siempre están en crecimiento / movimiento. Y como toda familia que crece, cada vez somos más. Y cuando las instituciones se expanden  empiezan a preguntarse sobre cómo “gestionar” y va de suyo que se comiencen a definir roles y funciones específicas para cada cual.

Ponemos en revisión la gran tentación de querer poner orden y estructuras estáticas  a una energía vital que es movimiento y por eso nos inclinamos más bien, por un tipo de organización donde pueda haber inclinaciones, vocaciones, profesiones o necesidades del contexto, pero prevalezcan los roles móviles, adaptables, intercambiables y sustituibles con personas comprometidas con todo su ser en los proyectos.

Bregamos por instituciones plásticas y flexibles que nos impliquen en la lucha contra el natural miedo a la maleabilidad de roles y funciones porque es justamente esa indefinición una de nuestras mayores fortalezas: nuestra adaptabilidad para “hacer lugar” y ajustarnos a los distintos contextos cuando la realidad cruje o estalla. No hay estructura rígida que pueda dejar entrar lo imprevisible, lo incierto ni  lo destrozado.

Y basta con mirar los inmensos, creativos y veloces cambios con los que cada Hogar se adaptó para dar respuestas superadoras ante la Pandemia, para avizorar que vamos por el buen camino.

 

El Amor: fuente de Creatividad

Mirando a los padres de un bebé es posible observar cuántos objetos pueden ser transformados en juguetes para entretener al niño/a en distintas circunstancias difíciles; del mismo modo, cuando se va constituyendo la Familia del Hogar de Cristo, a partir de los vínculos de amor que se van generando se pueden apreciar otra de las virtudes más hermosas que tienen nuestros Centros Barriales, que es la creatividad.

Hablamos de las formas que le buscamos a nuestro sostén en el acompañamiento, la originalidad de nuestras respuestas que nacen de ese amor que nos vincula, esa trama inmensa  que nos hacer estar y bancar y esperar y aceptar y… Todo eso que hacemos es posible porque hay amor, la única fuerza humana que lo soporta todo como nos dice San Pablo en primera carta a los Corintios: “El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”

Desde la visión macro de nuestra frágil institución nos asombramos tremendamente al ver como en cada lugar del país, en  particular en algunos acompañamientos que llevan muchos años, cuando parece  que ya “se agostaron todos los cartuchos” siguen apareciendo propuestas nuevas y se continúan inventando  nuevos modo de acompañar.

Valoramos y celebramos esa creatividad de la que nacen  también las actividades diarias que se practican en nuestros Centros Barriales pero, es dable advertir que a veces tenemos la tentación de querer ser un “Parque de Diversiones” para que las personas que acompañamos no se aburran y llenamos el tiempo de actividades.

Nos interesa llamar la atención nuevamente sobre el perderle el miedo a la cotidianidad y dejar espacios  en los que aparezca el encuentro, el silencio, porque en eso que a veces se teme como una “pérdida de tiempo” es que aparecen la sensación, el pinchazo doloroso o la idea nueva del corazón que empieza a sanar.

Entendemos que  es allí, en “ese estar quietos” como podremos facilitar esos procesos tomarlos, escucharlos, sostenerlos y, al  igual que en cualquier familia, será en ese “tiempo muerto” donde aparecerán los mates en silencio, el encuentro de miradas, los juegos improvisados, los recuerdos, los chistes, las confesiones, los “darse cuenta”  las decisiones de “ barajar y dar de nuevo” y la sensación insustituible de “ ser y sentirnos nosotros/as”.

Claro que es comprensible que en nuestros duros cotidianos muchas veces temamos “perder el control” y respondamos con la valiosa herramienta de la planificación estratégica pero desde aquí, estamos alentando a unos modos de organizarnos caracterizados por “la apertura”, que es otra manera de llamar a la flexibilidad y al tiempo desestructurado, temas que ya venimos conversando en algunos de nuestros encuentros. Esa flexibilidad para nosotros es nuestro método: el “recibir la vida como viene” y el “cuerpo a cuerpo”.

Nos alientan razones metodológicas que expondremos más adelante pero, sobre todo, las propias de nuestra identidad espiritual, porque confiamos en un Dios que obra en el recogimiento, en la oración, en el vacío, en el diálogo interno que muchas veces, aturdimos con nuestra racionalidad organizativa por temor al caos.

De algún modo es  lo que nos traen Pedro Baya Basal y Cecilia Avenatti  en su texto cuando hablan de la “Hospitalidad” y señalan que lo mejor que nos puede pasar es que nos llegue ese otro que nos desacomode las estructuras, aludiendo a que esas crisis son las que nos sacuden y muestran lo que está velado por las actividades cotidianas.

Claro es que no estamos convocando a la improvisación absoluta. Las estructuras organizadas y los procedimientos establecidos nos descansan; son el piso en el que nos apoyamos para atajar la emergencia de los aconteceres con energía psíquica y emocional. Gracias a ellos es que podemos  podemos tener lucidez y fuerza para enfrentar la urgencia que es constitutiva de nuestro trabajo.

Pero aun captando esto, se pregunta un periodista Uruguayo:  ¿Cómo actuar?; ¿cómo hacerlo en plena crisis, cuando crece la incertidumbre y la niebla del caos y el desorden impide toda visibilidad? ¿Será posible navegar a tientas, desarrollando otros saberes, otros sentidos?

Y nosotros y nosotras decimos que sí es posible, porque nos basamos en nuestra fe que es confianza y certeza en que el vínculo fortalece. No hablamos de una fe ciega, sino de la seguridad de que nuestras organizaciones “débiles” serán capaces de moverse con gran rapidez en el desorden, y como lo demuestran cada día, también de crear lo inexistente porque en medio del desorden pequeñas alteraciones pueden tener grandes consecuencias. Queremos decir: generar cambios profundos.

Creemos con firmeza que allí reside nuestro poder: el de incidir en nuestros contextos. Y lo haremos con velocidad, sin planificación previa, por la capacidad que nos dará la percepción del momento, la falta de temor a equivocarnos y, a veces, hasta la vocación de meter la pata, porque si miramos la historia, ir todos derechitos por el sendero probado y con sólidas barandas de hierro nunca produjo cambios. Salirse del molde, tomar caminos alternativos, hacer un poco mal lo que está “bien instituido” conforme a intereses organizados para la conveniencia de ”los que cortan el bacalao” no responde a la invitación de Francisco de “hagan lío” con la fidelidad del Evangelio y por esos caminos de cornisa es que avanzamos seguros y de la mano.

 

El arte de la jardinería

Actuar en la incertidumbre es un arte. Para ser bueno en cualquiera de ellos hay que formarse, conocer las reglas, los maestros, las tradiciones y romperlas creando lo nunca antes visto. El nuestro es un arte que requiere de una intervención ligera, liviana, más parecida a la contemplativa pericia del jardinero que a la estrategia del militar.

Nos proponemos constituirnos como  jardineros modestos, saliendo cada mañana sabiendo que no vamos a cambiar el mundo de la naturaleza pero sí, podemos tener buen ojo para ver cómo están las plantas, la tierra, el sol, el agua, las plagas y hacer lo que hay que hacer para que los brotes crezcan, la siembra se fortalezca y las flores embellezcan el día con sus mágicos colores.

En este próximo 2021 más que nunca nuestro lema “Somos familia” nos inspirará a salir al jardín  a limpiar la maleza, a echar un poco de agua aunque no demasiada, y… poco más. Sobre todo, con la actitud serena de quien deja crecer interviniendo lo menos posible; sabemos que nos toca batallar con nuestra convicción profundamente humana de que lo podemos todo y nuestro “modelo de trabajo” es el que puede arreglar las cosas.

Cierto es que es bueno que tengamos saberes y convicciones para poder operar en el sinsentido del dolor extremo pero, la invitación es a subir la apuesta apuntando a nuestra propia vigilancia interior y amar aún más, aceptando que  abriéndonos de mente y corazón al devenir del otro o de la otra, es que podremos acompañar mejor su libertad.

Y siguiendo con la metáfora del que cuida las plantas podemos ver que  la intervención humana es muy notoria cuando sale un bonsái, pero invisible cuando crece una planta silvestre al borde del camino.

Por eso este año en La Familia Grande del Hogar de Cristo proponemos el lema “Somos familia”, con la ilusión de que en sus reflexiones sobre este texto que estamos compartiendo, se vaya forjando esa mística contemplativa y audaz de ejercer el arte del verdadero jardinero.

 

La alegría de saber que no estamos solos

Nuestra organización existe porque hay memoria, sabemos de dónde partimos y hacia dónde queremos ir.

Por eso es muy importante traer al recuerdo nuestros orígenes: como proyecto nos organiza el dolor y es por eso que deseamos y construimos una Iglesia donde los pobres están en el centro y en la mesa haya lugar para todos y todas. “Una Iglesia capaz de ponerse al servicio de su Señor en el hambriento, en el preso, en el sediento, en el desalojado, en el desnudo, en el enfermo… (cf.Mt. 25,35). Un servicio que no se identifica con asistencialismo o paternalismo, sino con conversión de corazón. El problema no está en darle de comer al pobre, o vestir al desnudo, o acompañar al enfermo, sino en considerar que el pobre, el desnudo, el enfermo, el preso, el desalojado tienen la dignidad para sentarse en nuestras mesas, de sentirse «en casa» entre nosotros, de sentirse familia. Ese es el signo de que el Reino de los Cielos está entre nosotros. Es el signo de una Iglesia que fue herida por su pecado, misericordiada por su Señor, y convertida en profética por vocación.”  (Francisco. Encuentro con los sacerdotes, religiosos/as, consagrados/as y seminaristas. Catedral de Santiago. 16 de enero 2018.)

Somos y queremos ser familia para que nunca nos suceda el más terrible de los males tal como  sentencia el  Apocalipsis en (2; 4) “dejaste enfriar tu corazón“.

El imperativo de los tiempos es que hay que ir de nuevo haciendo el mundo y  nosotros poéticamente nos proponemos “crecerlo despacio en las mañanas” con el mate, el pan y la ternura porque, de lo contrario,  podremos tener muy lindas todas nuestras obras y construcciones edilicias, nos pueden felicitar por nuestros porcentajes pero, estaremos en el peligro de mirar para adentro y vernos  con el piloto automático y  “fríos de corazón”.

Como organización nos proponemos  que nuestras comunidades se manifiesten  deseantes, es decir, que ardan el día a día  con pulsión de  vida buscando lo que no está y  confiando en ese Dios que habla en el devenir de las cosas y las personas pero nunca en el espanto de sus vidas destrozadas por la pobreza, el alcohol, la violencia o el paco.

En el próximo año queremos ser muchos y muchas los caminantes que avanzando junto a los más vulnerables, con la valentía de los audaces y la prudencia de los buenos nos acerquemos a un mundo más humano y habitable.

Nosotros y nosotras aprendimos en los CB  que cuando las condiciones concretas de existencia de las personas se resquebrajan y el tejido social  se deshilacha la gente se queda en la nada misma y no “a la buena de Dios” como dicen algunos, para confundirnos.

En este año nuevo que se anuncia con el apellido de los tiempos difíciles y el nombre de la esperanza queremos ser como el dedo pintado por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina cuando expresa la Creación: Ponemos la vara alta para aspirar con humildad  estar a la altura de las circunstancias y ser como ese Padre que se estira para darlo todo con la discreción, la humildad y la entrega creativa de San José.

 

[1] Papa Francisco Amoris Laetitia N 187

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