Aprender de la Tensión II. Por: Pablo Vidal
Aprender de la Tensión II: Acerca de las Reglas y los Limites en los Centros Barriales
por Pablo Vidal
Todos los que integramos la Familia Grande Hogar de Cristo nos encontramos alguna vez pensando o sintiendo alguna emoción que nos lleva a reflexionar acerca de las reglas, las normas, los límites, y los marcos filosóficos y éticos que les dan origen y sentido en nuestro hacer de cada día.
Muchas veces son estas pautas las que por su rigidez, ausencia o desborde, prenden las señales de alarma de los equipos o nos interpelan como personas, como cristianos o como comunidad. Es por eso que en este documento nos proponemos reflexionar sobre ellas, con la finalidad de ir construyendo entre todos modos de entenderlas y aplicarlas siendo coherentes con nuestra espiritualidad.
Aunque produzcan incomodidad los límites y sus modos de aplicación son unos de los factores nos van dando identidad al tiempo que nos permiten sentir que actuamos dentro de la coherencia de un marco común de contención y referencia.
Precisamente por eso es que nos proponemos repensarlas como herramientas para acompañar los estallidos, las crisis, los desbordes que son la manifestación de la grieta, el grito y la evidencia del conflicto que encarna una persona en un momento determinado y esto siempre causa dolor, fricción, malestar en todos los que estamos involucrados con la situación.
Seguramente acordemos que, una de las tensiones que mayor dificultad genera dentro de los equipos de los Centros Barriales (CB) de la Familia Grande del Hogar de Cristo son, justamente, las de las reglas que regulan las relaciones “entre” y “con” las personas que acompañamos y las sanciones que se van delimitando en cuanto a la organización cotidiana, por un lado, y las decisiones internas que va tomando ante su emergencia el propio equipo, por el otro.
En general, en nuestros Hogares de Cristo hay dos reglas que compartimos: “No se puede consumir” y “No se acepta la Violencia de ningún tipo”. Éstas son normas tan firmes que hasta suelen estas escritas en algún afiche o pizarrón.
Muchas veces, en diálogo con los equipo de los CB, ponemos en común las dificultades y los sentimientos encontrados que nos atraviesan a la hora de poner límites o sanciones si alguno de los chicos y chicas que acompañamos no pueden cumplircon las reglas que pautamos en común.
En esas ocasiones nos sentimos totalmente contrariados con nuestra espiritualidad del “Cuerpo a Cuerpo” y el “Recibir la Vida como Viene”. Sobre todo, porque aquel que irrumpe y quiebra algunas de las reglas pactadas no lo hace voluntariamente sino que, generalmente, “trae” esa violencia de estar en situación de calle o de la casa donde vive o, en otros casos, puede estar manifestando un pedido de atención o ayuda desesperado o estar expresando una angustia desaforada que no se puede tramitar de manera “socialmente adecuada”.
Demás está decir que la otra pata de la cuestión es la duda o culpa que siempre generan estas decisiones en los que las tomamos porque siempre son parte del ser humano, generan malestar, rechazo, fricción, disconformidad en el grupo, en la persona y en el equipo.
Vale la pena aclarar para esta reflexión, que no hay sentimientos, ni emocionesmalas y buenas. Estos afectos simplemente “son”, “están”, se manifiestan porque son parte de la condición humana y es importante que desde nuestro rol, podamos escucharlos para comprendernos a nosotros mismos y a las personas que acompañamos; No es posible trabajar en condiciones de tanta fragilidad sin reconocer la propia en ese espejo que es el otro. Fragilidad que nos hermana.
Otro aspecto que nos conviene tener en cuenta es quelas reglas por sí mismas, no regulan las relaciones vinculares de la Familia del Hogar, sino que siempre, requieren de alguien que las interprete y sea capaz de trasmitirlas y “Ponerles el Cuerpo”en el acompañamiento a los otros.
En este sentido, nos parece muy luminoso el texto de los Hechos de los Apóstoles 8, 26-40 donde Felipe se acerca al carro dónde está el etíope y le pregunta: “¿Entiendes lo que lees?” y él le responde: “Si nadie me lo explica, ¿Cómo lo voy a entender?”.
Las personas siempre necesitamos a un “intérprete”, a un otro que encarne la palabra,que sepa discernir en el momento lo que “nos quiere decir la situación”, recuperando la historia para poder encontrar “una respuesta que acerque”, “un borde que vuelva a dibujar la calma”, indispensable para todos los que estamos en lo CB.
Comunidad y Persona
En el acompañamiento cotidiano de nuestros Hogares se va conformando una Familia. En cada una de ellas se van estableciendo reglas, pautas de convivencia, modalidades de interacción que se van dando entre todos en el acontecer del día a día y permanecen en el tiempo haciéndose habituales.
En lo personal, recuerdo que cuando estaba en el Centro Barrial Hurtado, en la Villa 21-24 y N.H.T. Zavaleta, una de las chicas que participaba del Hogar propuso que, además de no consumir drogas durante la permanencia, tampoco “se podía caer Fisura”, el grupo estuvo de acuerdo y lo pintó en una de las paredes del Centro: “No venir Fisura”, decía la pintada y , por un tiempo, aquel que había consumido alguna sustancia no podía ingresar en el Centro Barrial.
Siguiendo con la anécdota, la verdad es que en ese caso funcionó como una buena regla porque, surgida del grupo, buscaba armar un ambiente de cuidado para todos. Pedro, que también había participado de esa reunión, en ese momento estaba trabajando en un taller mecánico, viviendo con su familia en el Barrio. Todos compartíamos la alegría de verlo así luego de haber pasados muy malos momentos
Habrían pasado cuatro o cinco días del acuerdo y la pintada: “No venir fisura”. Estábamos casi todos en el Hogar y en un momento golpearon la puerta con mucha violencia. Todos nos tensamos…Abrí la puerta y era Pedro, totalmente alcoholizado, con una botella de cerveza en la mano, y me increpó enojado porque había tardado en abrirle. Se expresaba con insultos hacia toda la Familia del Hogar y hacia mí, padecía una ira que iba en aumento, en la medida en que yo no lo dejaba entrar, recordándole la regla que habíamos puesto en común, pocos días antes.
Intenté tranquilizarlo sin éxito alguno hasta que le pregunté con firmeza y sosteniéndole la mirada:- “¿Qué pasó Pedro? ¿Por qué estas así?” y me respondió: -“Encontré a mi mujer con otro en mi casa”.
Es en esos momentos en que se nos divide el corazón y la realidad nos interpela. En este caso: por un lado estaba la decisión colectiva de que nadie podía entrar en ese estado como en el que estaba Pedro, alcoholizado y violento, y por el otro, frente a mí, estaban Pedro angustiado y desagarrado, los demás integrantes del Centro, mudos y expectantes, sintiendo emociones, evocando situaciones personales y esperando esa respuesta institucional que, en ese caso, me tocaba tomar a mí pero tenía que cuidar a todos, en ese instante pero teniendo que ser válida y justa.
Este ejemplo real pone de manifiesto que nuestroabordaje siempre se da desde la complejidad y tenemos la difícil misión de ser capaces de sostener las tensiones entre lo colectivo y la persona concreta, entre la calma del devenir cotidiano y la turbulencia del conflicto que siempre estalla y exige respuesta inmediata. Entre el aquí y ahora, la historia y el devenir que nos trasciende como individualidades y conforma nuestra institucionalidad.
Si nos logramos ubicar ahí, en ese terreno movedizo de la complejidad y tolerar la incertidumbre que genera, evitaremos responder desde lo simple y lineal que, generalmente, son los modos de proceder que derivan del miedo y generan o conllevan alguna forma de violencia.
En esta anécdota del CB Hurtado, se resolvió no sin dudas, ni reproches, decirle a Pedro que ingresara al Hogar para charlar tranquilos en la oficina.
En este sentido, me parece importante también remarcar que es verdad que tenemos reglas escritas en un pizarrón o afiche pero, que también hay otras que están bordadas en el corazón del Hogar de Cristo y son: El “Recibir la vida como viene” y el “Cuerpo a Cuerpo” normas de vida, que le dan sentido a nuestra existencia comunitaria y por lo tanto, son nuestro Horizonte.
Quisiera traer un ejemplo del Derecho Penal para que nos ilumine un poco con lo que intento trasmitir: Hay una regla colectiva, que se encuentra dentro de nuestro Código Penal que sanciona a la persona que ingrese a una propiedad que no le corresponde o que rompa alguna propiedad ajena.
Si imaginamos a una persona entrando al parque de una casa y rompiendo el vidrio de una ventana, no dudaríamos de que podría corresponderle una sanción por invadir y dañar una propiedad de otro que es una pauta establecida socialmente.
¿Pero qué pasa en el caso de que esa persona realice todo eso porque la casa se está incendiando y entra a rescatar a una niña que está adentro para poder salvarla? En ese caso nuestro Código Penal contempla esa situación y prioriza ese bien mayor de salvar una vida por sobre el romper un vidrio de una propiedad.
Este ejemplo deja claro que es el contexto lo que le da sentido a la acción de la persona y este ejemplo que toma un aparente “hecho de la realidad”, requiere de una interpretación.
Nuestro Hogar también tiene reglas que están por encima de otras. Por eso es importante que los equipos puedan interpretar las reglas en cada circunstancia para poder decidir. Porque el problema no son las Reglas o las Leyes en sí mismas, sino cómo nos paramos frente a ellas y cuánta distancia hay entre las formas típicas o deseables y las posibles, en el modo que nosotros llamamos “la vida como viene”
Toda esta reflexión intenta ponernos a pensar qué decidimos cuando fijamos reglas y para quienes. Y por otro lado, ¿Cómo las usamos? ¿Al cuidado de qué bien las ponemos? ¿Qué resguardamos? ¿Qué fin buscan?
Tenemos que proponernos aprender a acompañar como lo hace Dios con su Pueblo: abrazar a todos y a cada persona en singular, al mismo tiempo.
Esa imagen me recuerda a cuando Jorge Bergoglio era Cardenal en Buenos Aires y así realizaba las Bendiciones; Porque antes de finalizar la Misa realizaba una Bendición a toda la Comunidad, sus familias y objetos; y cuando salía a saludar volvía a bendecir en particular, a todas las personas y objetos que se le pedían.
Nuestro Papa, entonces, aún sabiendo que todo y todos ya habían sido bendecidos, regalaba nuevamente ese gesto acompañando, en los que lo pedían, ese deseo de sentirse Persona Única e Irrepetible dentro de la Comunidad.
Firmeza y Mansedumbre
Otra tensión que se juega cotidianamente en el Hogar, y ojalá que sepa explicarme bien, es entre el “Hospital de día” y la “Ranchada/Calle/Esquina”. Porque, por un lado, en nuestros queridos Hogares de Cristo se juega todo lo que nosotros humanamente queremos imponer: los talleres, el orden, el diálogo, nuestro deseo de que las personas salgan de esa situación que los vulnera y se “inserten” vaya a saber dónde y proponemos el deporte, los tiempos, la aspiración del trabajo, en algunos casos, y por otro lado, todo lo que los chicos y chicas traen: sus angustias, sus ganas de dejar de consumir, su no tiempo, a veces sus no ganas de dejar de consumir, sus formas de vincularse, su estilo de vida, sus maneras de vincularse y divertirse o pelearse, su percepción del sentido de su realidad y su vida, tan distinta muchas veces de la nuestra.
Un desafío importante para nuestros Centros Barriales es cómo poder alojar a los que vienen así tal cual son, con lo que vienen, pero sin que el Centro Barrial se convierta en una Esquina y por otro lado, cómo resolver los desafíos de ir proponiendo cosas distintas, espacios diferentes sin que los chicos y chicas que acompañamos pierdan su identidad. Mantener esa tensión, es quizá la más compleja de nuestras misiones: Proponer y no imponer.
En este sentido es interesante reflexionar cómo suelen ser las Comunidades Terapéuticas (CT) más típicas. Allí los chicos y chicas nuestros llegan y de inmediato son absorbidos por un sinfín de actividades impuestas por las CT. En esa modalidad es como si la persona fuera absorbida por la institución y allí es la institución la que dice cuándo hay que levantarse, cuándo comer o cuándo hacer talleres, sin respetar las singularidades que trae cada persona.
En ellas, el que no se adapta a ese ritmo queda expulsado. Son Instituciones que imponen un modo de vincularse Sujeto-Objeto desde una teoría de base que se ancla en el déficit de las personas acompañadas para establecer y sostener rutinas que las mantengan alejadas del consumo.
Nosotros como Hogares de Cristo, preferimos apegarnos en un modo de vínculo Sujeto-Sujeto como nos invita a pensar Oscar Ojea sobre Pedro Trigo y los Lazos Humanizantes[1], que recomiendo mirar a quienes quieran profundizar.
Es fundamental señalar en este punto que nosotros tenemos que ser conscientes de que, justamente, acompañamos a aquellas personas que no pudieron sostener ese tipo de tratamientos.
En nuestros Centros Barriales nadie queda afuera. Todos pueden estar de maneras más o menos estables, pero sosteniendo nuestras reglas madres: “La vida como viene” y “El cuerpo a Cuerpo”. Queda claro que no es fácil; trabajar desde esta espiritualidad implica un inmenso esfuerzo y creatividad, porque se abren nuevos caminos todo el tiempo.
Sin duda, tenemos mucho que aprender acerca de los modos de alojar la violencia “que viene” y acompañarla porque emerge siendo parte de nuestros Hogares y estamos seguros de que no será expulsándola que podremos transformarla
Solemos escuchar en conversaciones que los autos de antes eran otra cosa, que cuando chocaban no se rompían. Y es verdad. Pero lo que pocos saben es que los autos de hoy avanzaron en su seguridad mecánica y la flexibilidad del material exterior, logra que en el choque, éste sea el que absorba el impacto salvaguardando a las personas que viajan en él.
Tomando esta metáfora yo creo que nuestro Hogar tiene que tener esa capacidad de poder absorber los impactos de la violencia que traen los chicos para que la persona no se rompa, y es el equipo el que tiene que “bancarla” siendo como ese material flexible /adaptable.
Esta reflexión tiene que entrar en relación también cuando nos toca aplicar una sanción tanto si fuera a todo el Hogar como a alguna persona. Nuestras sanciones no tienen que ser expulsivas y rígidas, sino que tienen que tener la capacidad de generar reflexión en el otro.
Por eso siempre tienen que dejar una puerta abierta, una nueva posibilidad de hacer algo distinto. Ejemplo de esto seria, decirle a quien acompañamos que no puede ingresar al Hogar porque complica a otros pero que sí puede acercarse a la Parroquia o se puede reunir con nosotros o quizás con otros Hogares que ya esten trabajando en otro lugar.
Al mismo tiempo, no es lógico que al sancionar apliquemos fechas ilimitadas o sentenciemos un “no vuelvas nunca más”. Al expresarlas es mejor que cuidemos los modos que le den entidad de circunstanciales y transitorias.
Por eso es importante que sean enunciadas con tiempos medibles: una semana, un día, un mes; no más porque deben poder ser asumidas por el otro en su circunstancia, para que sean posibles y no lo empujen al desamparo.
En estas reflexiones que venimos haciendo me parece totalmente superador como de alguna manera esta tensión que venimos hablando de la Firmeza y la Mansedumbre logro expresarla en su pintura del Hijo Prodigo el artista Rembrandt en el año 1662 donde dibuja al Padre Misericordioso abrazando al Hijo con una mano de Madre y la otra de Padre.
Nuestras Fragilidades
Es verdad que cuando escribimos o intentamos trasmitir una idea o al menos un horizonte por donde caminar e ir preguntándonos juntos le damos poco lugar a nuestras equivocaciones y a las cosas que hacemos mal. Y no hay que tener miedo a decir que hay cosas que no sabemos o decir que a veces hacemos las cosas mal también, porque nos equivocamos. ¡Y gracias a Dios que nos equivocamos! Porque así nos hacemos más Humanos y nos animamos a mirarnos y comprendernos también. Sobre todo porque trabajamos inmersos en una realidad que nos sobrepasa todo el tiempo y nos lleva puestos.
Y quisiera acá contarles dos situaciones que se viven cotidianamente dentro del Hogar. Porque mientras escribía pensaba cuantas veces era yo mismo quien rompía las reglas que poníamos en común, a veces por el cansancio, otras veces para descomprimir alguna situación.
Porque debo admitir, y creo que muchos se van a sentir identificados en estas líneas, que generalmente cuando arrancaba el día uno tenía mucha energía para afrontar las situaciones y escuchar atentamente a cada uno y también firmeza para poder poner un límite, decir que no ante alguna situación. Uno estaba implacable. Pero cuando el tiempo del día transcurría escuchando a las últimas personas ya no tenía la misma capacidad que a la mañana o no podía escuchar una historia más y lo resolvía directamente con un “¿Cuánta plata querés?” o un “¿Qué querés?” sin dialogar, sin respetar las banderas que levantamos.
Y recuerdo también en este momento, a una persona en particular que siempre muy astuto, sabiendo esto, me esperaba hasta último momento y ya cuando estaba por cerrar el Hogar totalmente agotado, me pedía más que otros y yo, debo contarles, se lo daba. Estaba totalmente rendido.
La otra situación que suele repetirse en nuestros Centros Barriales y a veces respondemos mal es cuando llega alguien en consumo y entra al Hogar, molesta a los otros, se niega a irse y respetar las normas y sentimos que darle algo dinero para que se vaya es el único modo de salvaguardar el bien común y descomprimir la situación.
Creo sin lugar a duda, que reconocer nuestras fragilidades resignifica todas las reflexiones del texto. Porque si reconocemos que nosotros también nos equivocamos y no somos perfectos puede empezar a tejerse ahí el verdadero lazo humano que salva, el del amor, que es amor porque comprende la fragilidad, la imposibilidad y las sombras del otro, asumiendo la propia. Y es solamente desde ahí, si logramos nosotros mirarnos con Misericordia es que podremos acompañar a otros, con piedad, con compasión y con la certeza de que estamos en el amor que lo perdona todo y puede ”convertir en milagro el barro”.
[1]Encuentro 1: Lazos Humanizantes – Mons. Oscar Ojea https://www.youtube.com/watch?v=7Dx6H4gAxTA&t=684s
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