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Francisco propone un “plan para resucitar” ante la emergencia sanitaria

“De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: ‘Alégrense’” (Mt 28, 9). Es la primera palabra del Resucitado después de que María Magdalena y la otra María descubrieran el sepulcro vacío y se toparan con el ángel. El Señor sale a su encuentro para transformar su duelo en alegría y consolarlas en medio de la aflicción (cfr. Jr 31, 13). Es el Resucitado que quiere resucitar a una vida nueva a las mujeres y, con ellas, a la humanidad entera. Quiere hacernos empezar ya a participar de la condición de resucitados que nos espera.

Invitar a la alegría pudiera parecer una provocación, e incluso, una broma de mal gusto ante las graves consecuencias que estamos sufriendo por el COVID-19. No son pocos los que podrían pensarlo, al igual que los discípulos de Emaús, como un gesto de ignorancia o de irresponsabilidad (cfr. Lc 24, 17-19). Como las primeras discípulas que iban al sepulcro, vivimos rodeados por una atmósfera de dolor e incertidumbre que nos hace preguntarnos: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3). ¿Cómo haremos para llevar adelante esta situación que nos sobrepasó completamente? El impacto de todo lo que sucede, las graves consecuencias que ya se reportan y vislumbran, el dolor y el luto por nuestros seres queridos nos desorientan, acongojan y paralizan. Es la pesantez de la piedra del sepulcro que se impone ante el futuro y que amenaza, con su realismo, sepultar toda esperanza. Es la pesantez de la angustia de personas vulnerables y ancianas que atraviesan la cuarentena en la más absoluta soledad, es la pesantez de las familias que no saben ya como arrimar un plato de comida a sus mesas, es la pesantez del personal sanitario y servidores públicos al sentirse exhaustos y desbordados… esa pesantez que parece tener la última palabra.

Sin embargo, resulta conmovedor destacar la actitud de las mujeres del Evangelio. Frente a las dudas, el sufrimiento, la perplejidad ante la situación e incluso el miedo a la persecución y a todo lo que les podría pasar, fueron capaces de ponerse en movimiento y no dejarse paralizar por lo que estaba aconteciendo. Por amor al Maestro, y con ese típico, insustituible y bendito genio femenino, fueron capaces de asumir la vida como venía, sortear astutamente los obstáculos para estar cerca de su Señor. A diferencia de muchos de los Apóstoles que huyeron presos del miedo y la inseguridad, que negaron al Señor y escaparon (cfr. Jn 18, 25-27), ellas, sin evadirse ni ignorar lo que sucedía, sin huir ni escapar…, supieron simplemente estar y acompañar. Como las primeras discípulas, que, en medio de la oscuridad y el desconsuelo, cargaron sus bolsas con perfumes y se pusieron en camino para ungir al Maestro sepultado (cfr. Mc 16, 1), nosotros pudimos, en este tiempo, ver a muchos que buscaron aportar la unción de la corresponsabilidad para cuidar y no poner en riesgo la vida de los demás. A diferencia de los que huyeron con la ilusión de salvarse a sí mismos, fuimos testigos de cómo vecinos y familiares se pusieron en marcha con esfuerzo y sacrificio para permanecer en sus casas y así frenar la difusión. Pudimos descubrir cómo muchas personas que ya vivían y tenían que sufrir la pandemia de la exclusión y la indiferencia siguieron esforzándose, acompañándose y sosteniéndose para que esta situación sea (o bien, fuese) menos dolorosa. Vimos la unción derramada por médicos, enfermeros y enfermeras, reponedores de góndolas, limpiadores, cuidadores, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas, abuelos y educadores y tantos otros que se animaron a entregar todo lo que poseían para aportar un poco de cura, de calma y alma a la situación. Y aunque la pregunta seguía siendo la misma: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3), todos ellos no dejaron de hacer lo que sentían que podían y tenían que dar.

Y fue precisamente ahí, en medio de sus ocupaciones y preocupaciones, donde las discípulas fueron sorprendidas por un anuncio desbordante: “No está aquí, ha resucitado”. Su unción no era una unción para la muerte, sino para la vida. Su velar y acompañar al Señor, incluso en la muerte y en la mayor desesperanza, no era vana, sino que les permitió ser ungidas por la Resurrección: no estaban solas, Él estaba vivo y las precedía en su caminar. Solo una noticia desbordante era capaz de romper el círculo que les impedía ver que la piedra ya había sido corrida, y el perfume derramado tenía mayor capacidad de expansión que aquello que las amenazaba. Esta es la fuente de nuestra alegría y esperanza, que transforma nuestro accionar: nuestras unciones, entregas… nuestro velar y acompañar en todas las formas posibles en este tiempo, no son ni serán en vano; no son entregas para la muerte. Cada vez que tomamos parte de la Pasión del Señor, que acompañamos la pasión de nuestros hermanos, viviendo inclusive la propia pasión, nuestros oídos escucharán la novedad de la Resurrección: no estamos solos, el Señor nos precede en nuestro caminar removiendo las piedras que nos paralizan. Esta buena noticia hizo que esas mujeres volvieran sobre sus pasos a buscar a los Apóstoles y a los discípulos que permanecían escondidos para contarles: “La vida arrancada, destruida, aniquilada en la cruz ha despertado y vuelve a latir de nuevo” (1) . Esta es nuestra esperanza, la que no nos podrá ser robada, silenciada o contaminada. Toda la vida de servicio y amor que ustedes han entregado en este tiempo volverá a latir de nuevo. Basta con abrir una rendija para que la Unción que el Señor nos quiere regalar se expanda con una fuerza imparable y nos permita contemplar la realidad doliente con una mirada renovadora.

Y, como a las mujeres del Evangelio, también a nosotros se nos invita una y otra vez a volver sobre nuestros pasos y dejarnos transformar por este anuncio: el Señor, con su novedad, puede siempre renovar nuestra vida y la de nuestra comunidad (cfr. Evangelii gaudium, 11). En esta tierra desolada, el Señor se empeña en regenerar la belleza y hacer renacer la esperanza: “Mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notan?” (Is 43, 18b). Dios jamás abandona a su pueblo, está siempre junto a él, especialmente cuando el dolor se hace más presente.

Si algo hemos podido aprender en todo este tiempo, es que nadie se salva solo. Las fronteras caen, los muros se derrumban y todo los discursos integristas se disuelven ante una presencia casi imperceptible que manifiesta la fragilidad de la que estamos hechos. La Pascua nos convoca e invita a hacer memoria de esa otra presencia discreta y respetuosa, generosa y reconciliadora capaz de no romper la caña quebrada ni apagar la mecha que arde débilmente (cfr. Is 42, 2-3) para hacer latir la vida nueva que nos quiere regalar a todos. Es el soplo del Espíritu que abre horizontes, despierta la creatividad y nos renueva en fraternidad para decir presente (o bien, aquí estoy) ante la enorme e impostergable tarea que nos espera. Urge discernir y encontrar el pulso del Espíritu para impulsar junto a otros las dinámicas que puedan testimoniar y canalizar la vida nueva que el Señor quiere generar en este momento concreto de la historia. Este es el tiempo favorable del Señor, que nos pide no conformarnos ni contentarnos y menos justificarnos con lógicas sustitutivas o paliativas que impiden asumir el impacto y las graves consecuencias de lo que estamos viviendo. Este es el tiempo propicio de animarnos a una nueva imaginación de lo posible con el realismo que solo el Evangelio nos puede proporcionar. El Espíritu, que no se deja encerrar ni instrumentalizar con esquemas, modalidades o estructuras fijas o caducas, nos propone sumarnos a su movimiento capaz de “hacer nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5).

En este tiempo nos hemos dado cuenta de la importancia de “unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral” (2). Cada acción individual no es una acción aislada, para bien o para mal, tiene consecuencias para los demás, porque todo está conectado en nuestra Casa común; y si las autoridades sanitarias ordenan el confinamiento en los hogares, es el pueblo quien lo hace posible, consciente de su corresponsabilidad para frenar la pandemia. “Una emergencia como la del COVID-19 es derrotada en primer lugar con los anticuerpos de la solidaridad” (3). Lección que romperá todo el fatalismo en el que nos habíamos inmerso y permitirá volver a sentirnos artífices y protagonistas de una historia común y, así, responder mancomunadamente a tantos males que aquejan a millones de hermanos alrededor del mundo. No podemos permitirnos escribir la historia presente y futura de espaldas al sufrimiento de tantos. Es el Señor quien nos volverá a preguntar “¿dónde está tu hermano?” (Gn, 4, 9) y, en nuestra capacidad de respuesta, ojalá se revele el alma de nuestros pueblos, ese reservorio de esperanza, fe y caridad en la que fuimos engendrados y que, por tanto tiempo, hemos anestesiado o silenciado.

Si actuamos como un solo pueblo, incluso ante las otras epidemias que nos acechan, podemos lograr un impacto real. ¿Seremos capaces de actuar responsablemente frente al hambre que padecen tantos, sabiendo que hay alimentos para todos? ¿Seguiremos mirando para otro lado con un silencio cómplice ante esas guerras alimentadas por deseos de dominio y de poder? ¿Estaremos dispuestos a cambiar los estilos de vida que sumergen a tantos en la pobreza, promoviendo y animándonos a llevar una vida más austera y humana que posibilite un reparto equitativo de los recursos? ¿Adoptaremos como comunidad internacional las medidas necesarias para frenar la devastación del medio ambiente o seguiremos negando la evidencia? La globalización de la indiferencia seguirá amenazando y tentando nuestro caminar… Ojalá nos encuentre con los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad. No tengamos miedo a vivir la alternativa de la civilización del amor, que es “una civilización de la esperanza: contra la angustia y el miedo, la tristeza y el desaliento, la pasividad y el cansancio. La civilización del amor se construye cotidianamente, ininterrumpidamente. Supone el esfuerzo comprometido de todos. Supone, por eso, una comprometida comunidad de hermanos” (4).

En este tiempo de tribulación y luto, es mi deseo que, allí donde estés, puedas hacer la experiencia de Jesús, que sale a tu encuentro, te saluda y te dice: “Alégrate” (Mt 28, 9). Y que sea ese saludo el que nos movilice a convocar y amplificar la buena nueva del Reino de Dios.

 

NOTAS

1. R. Guardini, El Señor, 504.

2. Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 13.

3. Pontificia Academia para la Vida. Pandemia y fraternidad universal. Nota sobre la emergencia COVID-19 (30 marzo 2020), p. 4.

4. Eduardo Pironio, Diálogo con laicos, Buenos Aires, 1986.

 

Nota original: https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2020-04/papa-francisco-plan-resucitar-emergencia-sanitaria.html

 

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“La Iglesia, hospital de campaña”: El trabajo en las villas para prevenir el coronavirus

José León Suárez (Buenos Aires) (AICA): Desde la capilla Virgen del Milagro, en Villa la Cárcova, José León Suárez, en la diócesis de San Martín, el presbítero José María “Pepe” Di Paola, referente del equipo de sacerdotes de villas y barrios populares, junto con Leonardo Orlando, de la comunidad palotina de San Patricio, del barrio porteño de Villa Urquiza, hicieron una transmisión en vivo a través de Facebook e Instagram en la que brindaron detalles sobre el trabajo que realizan en la prevención del coronavirus en los barrios, con el lema “Iglesia, hospital de campaña”.

El presbítero José María Di Paola, del equipo de sacerdotes de villas y barrios populares, junto con Leonardo Orlando, de la comunidad palotina de San Patricio, del barrio porteño de Villa Urquiza, brindaron detalles sobre el trabajo que realiza la Iglesia en la prevención del coronavirus en las zonas más vulnerables.

Desde la capilla Virgen del Milagro, en Villa la Cárcova, José León Suárez, en la diócesis de San Martín, realizaron una transmisión en vivo a través de Facebook e Instagram. Del otro lado de la pantalla, más de 50 espectadores escucharon su testimonio y enviaron preguntas y comentarios felicitando su labor.

“Quedate en tu barrio”
En primer lugar, se refirieron a la consigna “quedate en tu casa”, impulsada por el gobierno para cumplir con el aislamiento social preventivo y obligatorio que rige en el país para evitar el contagio por circulación. En ese sentido, explicaron que luego de la reunión que los sacerdotes de las villas tuvieron con el presidente Alberto Fernández, se adoptó en las villas el lema “quedate en tu barrio”.

Esto se debe a que las necesidades en los barrios populares son diferentes a las que pueden existir en la clase media. Por ejemplo, llevarse el trabajo a casa, explicaba el sacerdote. En las villas hay familias numerosas viviendo en lugares muy pequeños y mucha gente que vive su día a día en base a changas o al trabajo diario fuera de la casa.

En ese sentido, se desarrollaron estrategias en los barrios, en conjunto entre el municipio, la Iglesia y demás organizaciones, para extender el espacio de los hogares a los lugares comunes: veredas, pasillos, y evitar así el contagio. Para ello, el grupo de hombres de la parroquia San Juan Bosco, de la que Di Paola es párroco, realizan las tareas de desinfección en la vía pública. Conocidos cono “cazafantasmas” por los vecinos de los barrios, diariamente rocían las veredas con agua y lavandina.

El plato de comida, una demanda que crece
Entre las tareas que realiza la Iglesia en los barrios, se destaca también la entrega de viandas, que se lleva a cabo en distintos puntos de las villas y de manera creciente.

Para ello cuentan con la colaboración del ejército, que tiene a su cargo la organización del espacio para que se mantenga la distancia reglamentaria, y la resolución de cualquier inquietud que pueda surgir durante la entrega.

La asistencia con alimentos es fundamental en este tiempo en que la economía se ve tan afectada, sobre todo en los sectores más vulnerables donde viven del trabajo informal.

Desde que comenzó la cuarentena, la entrega de comida se fue incrementando, y actualmente llega a 2.000 platos de comida, aunque anticipan que seguirá creciendo. Durante la mañana se cocina y desde el mediodía comienzan a entregarse viandas. La gente hace las filas y se llevan el plato para comer en sus casas.

Por otra parte, destacó Leonardo, en los barrios también hay mucha demanda de presencia en cuanto a asesoramiento en trámites de Ansés o Renaper.

Actualmente la entrega de viandas se realiza en la capilla Virgen del Milagro, en la Cárcova; la capilla San Francisco Solano, barrio de Villa Curita; la capilla de Nuestra Señora de Itatí, en barrio 13 de julio. También están abriendo nuevos puntos de entrega de comida en otras villas, como en barrio Necochea, y pronto habrá uno nuevo en la capilla Nuestra Señora de Itatí, de barrio Independencia.

La Iglesia, “hospital de campaña”
“Por más que se vaya levantando la cuarentena paulatinamente, el trabajo va a seguir”, afirmó el párroco. “Fuimos cambiando todo: no hay clases, no hay catequesis, convertimos la parroquia en esta clave de ser un ‘hospital de campaña’ durante una guerra”.

Además, explicó Leonardo, “se montó un dispositivo para la cuarentena de adultos mayores que necesiten venir a vivir acá, y ya empiezan a venir unos abuelos. La semana pasada un miembro de la parroquia puso a disposición su casa para hacer un hogar para hombres que estaban en situación de pasillo, que hacían changas y sino no podían comer. Están haciendo una vida diferente, son 6 o 7 y si Dios quiere van a ser más. La idea es mantener la higiene, darles alimento y que no tengan que cartonear”. La idea es que este dispositivo permanezca una vez que pase la pandemia.

A su vez, en la parroquia se organizará un espacio temporario para gente de la tercera edad, con baño, cocina, habitación, para que puedan pasar este tiempo tranquilos, porque a veces viven con niños y gente joven, y aumentan las posibilidades de contagiarse.

“También vamos a abrir otra casa para gente en situación de calle. Y estamos convirtiendo la capilla de la Medalla Milagrosa en una casa de aislamiento para cooperar con el sistema sanitario, que tiene algunas complicaciones”, señaló el sacerdote. “El hospital se presenta como un lugar donde van a trabajar el coronavirus, después tenemos las salitas, y esta casa va a servir para aquellos que necesitan estar aislados”.

“Nosotros no tenemos capillas grandes, salvo el Milagro, las demás capillas son chicas”, detalló, por eso “vamos a tener un container en la Medalla Milagrosa para poder usar como enfermería”. En ese marco, destacó el trabajo continuo del grupo de hombres de la parroquia.

“Los protocolos en salud van cambiando, así que estamos haciendo casi todo adecuado a este coronavirus que nos cambió la vida”, afirmó.

“Cuidar la vida”
Consultado sobre su encuentro con el presidente de la Nación, el padre “Pepe”, consideró que “lo más importante es el concepto de salud y de cuidar la vida que tiene el presidente”. Por eso, recordó, “le dijimos al presidente que nos ponemos a disposición para hacernos cargo en el barrio de todo lo que podamos”.

“Acá tenemos que demostrar generosidad, grandeza, todos: las organizaciones, los municipios, y organizarnos para ayudar a la gente que realmente lo necesita mucho”, destacó.

“Acá estamos preparándonos para el problema sanitario que todavía no empezó, pero ya estamos trabajando en lo económico, lo social, lo laboral, que ya comenzó y el ‘parate’ es muy grande. Nos va a golpear mucho y vamos a tener que seguir adaptando el trabajo de las parroquias a esto”, anticipó Leonardo. “El trabajo sigue y vamos a tener que trabajar cosas que ahora van a tener una importancia mayor”.

En cuanto a la modalidad de educación a distancia que se adoptó durante la cuarentena obligatoria, el párroco consideró que “están trabajando bastante bien”, aunque reconoció que “el problema muchas veces es que no pueden resolver lo que reciben porque las familias no los pueden ayudar, en circunstancias normales lo hacen con el apoyo escolar, los centros educativos de las parroquias. Además, a algunos lugares no llega el wifi, así que estaban viendo de poder resolver este punto”.

Al referirse al papa Francisco, el presbítero Di Paola recordó que “muchas de las cosas que él decía, muchos de los conceptos que él señalaba, ahora que el mundo tambalea son los más importantes”.

Finalmente, destacó la importancia de “cuidarnos entre todos, cuidar la casa común, cuidar al hermano, cuidar la vida” y agradeció tanto a quienes pueden ayudar con lo material, como a quienes rezan por el trabajo de las parroquias: “Muchas de las cosas que hacemos es gracias a la oración de la gente”, aseguró.+

Ver Nota original: http://www.aica.org/43956-la-iglesia-hospital-de-campana-el-trabajo-en-las-villas.html

 

 

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El trabajo de cuidados en los barrios populares

Un aplauso para ellas y ellos.

La Dra. Fabiola Carcar, investigadora del Programa Estudios y Relaciones del Trabajo de la FLACSO Argentina, nos presenta una serie de reflexiones en torno a los trabajos de cuidados llevados adelante en barrios de alta vulnerabilidad social, en el marco de la cuarentena vigente en Argentina.

En estos días de aislamiento obligatorio a causa de la pandemia del COVID-19 todos reconocemos el trabajo que los profesionales de la salud están llevando adelante para enfrentar la problemática. Incluso todos los días los aplaudimos y ovacionamos desde nuestros balcones y ventanas. Al igual que muchos otros, como el personal policial y de seguridad, o como quienes producen y venden alimentos, ponen en riesgo su salud para que la cuarentena sea cumplida y para sostener actividades esenciales para la vida.

Sin embargo, muchos otros/as que no vemos también llevan adelante tareas esenciales en sus comunidades, especialmente en los barrios más vulnerables. Muchísimos jóvenes y adultos están elaborando comida y viandas o entregando bolsones de alimentos desde comedores y centros barriales que vieron muy incrementada su demanda en estos días. Otros/as entregan o llevan remedios, además de alimentos, a quienes están comprometidos con enfermedades complejas. Otros/as armaron espacios para aislar a quienes forman parte del grupo de riesgo (ancianos, embarazadas, personas en consumo problemático, otras) y no tienen vivienda o no tienen espacio suficiente en sus casas. Otros/as organizaron estrategias de contención ante situaciones de violencia de género.

Fueron unos/as de los/as primeros en poner el cuerpo ante la emergencia. Incluso quienes fabricaban ropa dejaron de hacerlo para ponerse a coser barbijos y entregárselos, en una carrera frenética contra el tiempo, a quienes estaban en la “trinchera”. Necesitaban cuidar a esos/as que estaban en el territorio cuidándolos. Todos los días recibimos imágenes y fotos que testimonian este trabajo comunitario.

La realidad es que la pandemia es una situación inédita y extraordinaria, pero el trabajo de cuidado que se construye territorial y comunitariamente en los barrios populares no tiene nada de inédita y la llevan adelante cotidianamente desde hace mucho.

El Proyecto Collectiva Joven de investigación-acción, llevado adelante entre FLACSO y la Federación de Centros Barriales del Hogar de Cristo, nos permitió “mapear” la cantidad de jóvenes involucrados/as en tareas de cuidado de otros/as jóvenes sumamente vulnerables y en consumo problemático en todo el país, nucleados en esos centros, y las características y condiciones de esos trabajos. Comprobamos, entre otras cosas, que sólo 1 de cada 5 cobra por la realización de esas tareas. ¿Cómo lograr que estas tareas de cuidado, de promoción y de acompañamiento comunitario se conviertan en trabajo remunerado a la hora de pensar políticas públicas concretas?

En primer lugar, reconociendo que estos trabajos de cuidado son trabajo, que “valen” tanto como otros, que ellos/as lo hacen mejor que nadie, y que existe una desigual distribución en la “organización social del cuidado” no sólo entre hombres y mujeres, sino también entre el Estado, el mercado y las organizaciones comunitarias (Rodriguez Enrique, 2015).

Así como el ingreso familiar de emergencia (IFE) viene a cubrir en estos días la necesidad de un ingreso, a quienes viven del trabajo informal, la venta ambulante, o la realización de changas, esta es la oportunidad de reconocer  que el trabajo comunitario tiene un valor social ineludible y que debe ser el Estado el que –principalmente- se haga cargo de sostenerlo. Quienes lo llevan adelante no merecen un ingreso cero o inestable ni tampoco merecen un ingreso dibujado de otra cosa. Algunas de esas tareas fueron financiadas en los últimos años, por ejemplo, por el “Programa de Entrenamiento para el Trabajo” que implica, indirectamente, decir que estas tareas no alcanzan el status de un trabajo y, de manera directa, reconocer que esto sería un “antecedente de”, una “preparación para” otro trabajo que se asume es más importante o de mejor calidad. Como su nombre lo indica, una oportunidad de “mejora de su empleabilidad”.  Reconozcamos de una vez por todas que quienes hacen estas tareas eligen todos los días jugarse por su barrio, y tienen la vocación, los conocimientos, las habilidades y las actitudes necesarias para llevarlos adelante.

En segundo lugar, reconociendo que estos trabajos, además de ser valorados individualmente, se realizan en el marco de una red de organización comunitaria, de un entramado construido por colectivos de mujeres y jóvenes, por organizaciones sociales, y también políticas, sindicales, y eclesiales que construyen una racionalidad diferente a la neoliberal, formas de subjetivación alternativas (Laval y Dardot, 2010) a las impuestas por el modelo dominante, conducido por la lógica de la autosuperación y el rendimiento indefinido y que sólo lleva a la destrucción de las condiciones de vida del planeta, a la  destrucción del hombre por el hombre. Desde los territorios, ellos/as empiezan a mostrarnos que es posible construir otros modos de comportarnos, de relacionarnos con los demás y con nosotros mismos.

Desde estos trabajos de cuidado organizados comunitariamente nos enseñan mejor que nadie que el trabajar es siempre comprometerse en un actuar común (Laval y Dardot, 2015) instituyente de nuevos gestos, de nuevas prácticas, de vínculos de solidaridad y cooperación. Es imprescindible que las organizaciones territoriales se impliquen en la toma de decisiones, participen en el diseño y en la implementación de políticas públicas que les conciernen, y que exista mayor convergencia entre el Estado -en todos sus niveles- y las mismas. El reconocimiento individual del trabajo debe ir de la mano, entonces, de diferentes formas de reconocimiento colectivo y de fortalecimiento de las organizaciones, que son quienes los hacen posibles.

Las experiencias de gestión comunitaria en la organización del trabajo de cuidado, situadas territorialmente, aún no encuentran su correlato en la institucionalidad laboral y tampoco se ven reflejadas en las políticas públicas. Seguiremos insistiendo[1] que éstas deben superar la idea de empleabilidad y calificación entendidas en términos individuales, para avanzar en enfoques situacionales que tengan en cuenta el contexto y las organizaciones que intervienen en el mismo, porque es a partir de esas prácticas comunitarias que podremos comenzar a transformar la sociedad. Tenemos mucho que aprender de ellas.

Que este tiempo sirva, entonces, para visibilizar la fecundidad del trabajo de cuidados en los barrios populares.

Ellos y ellas también se merecen un aplauso.

[1] Carcar F. y Miranda A. (2020). Políticas de Juventudes: tensiones entre la desigualdad, lo individual y lo comunitario. En Revista JOVENes, Nº 34, Ene-Jun, Pag. 73 a 104. Ed. Instituto Mexicano de la Juventud.

 

Para ver nota original: https://www.flacso.org.ar/noticias/el-trabajo-de-cuidados-en-los-barrios-populares/

 

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Unidos para llevar alimentos a la gente que vivía en la calle

Organizaciones barriales y religiosas, junto con la Municipalidad de Córdoba, les llevan viandas y acompañan a 500 personas. Para los voluntarios, este acercamiento puede cambiar la historia de mucha gente vulnerable.

 

Cada vez que mencionamos la palabra “coronavirus” la relacionamos con datos negativos y consecuencias dolorosas para la realidad del común de la gente. Pero, como suele ocurrir en las situaciones de crisis, la unión y la creación de redes de personas con la voluntad de ayudar a los más necesitados suele fortalecer vínculos y lograr cambios concretos.

Es lo que sucede en las organizaciones que ayudan a gente en situación de calle. Desde la cuarentena obligatoria, se dispuso desde la Municipalidad alojar en hoteles y polideportivos a quienes no tienen techo. Por lo tanto, las ayudas también se reestructuraron. Para muchos de quienes la reciben, tener un alojamiento y una contención especial les permitió plantearse un cambio en sus vidas, un nuevo horizonte.

“Hay chicos que pudieron mantener un tratamiento por sus adicciones gracias a esta imposibilidad de salir a la calle. Los asistentes sociales puedan encontrarlos siempre en el mismo lugar, darles la medicación y la contención necesarias”, cuenta Yanina Contreras.

Yanina forma parte del centro barrial Madre de la Esquina, que forma parte de la red “Hogar de Cristo”. Junto a otros jóvenes del lugar –ubicado en barrio Suárez de Córdoba–, todos los martes cocinaba y entregaba comida a la gente en situación de calle.

Desde que comenzó el aislamiento obligatorio dispuesto por el Gobierno Nacional para frenar la propagación del coronavirus, Madre de la Esquina se unió a la “Red Zona 1” de Cáritas donde ahora confluyen unas 20 organizaciones. Esta red, en coordinación con la Municipalidad de Córdoba, logra acercar el alimento a unas 500 personas en forma diaria.

“Ahora nos organizamos en grupos de ocho personas para ir todos los días desde el barrio hasta el lugar que nos toque en la semana para preparar las viandas. Esta semana fue parroquia del Carmen (Colón y Cañada)”, explicó Yanina, quien valoró la experiencia como muy positiva. Además, en barrio Suárez siguen preparando viandas para las familias del lugar dos días a la semana.

Omar Casas, coordinador de la red y director del desayunador “Madre Tránsito” explicó cómo nació el espacio. “La red está coordinada por el diácono Alejandro Jáuregui y de ella forman parte, hace unos nueve meses, comedores, desayunadores, merenderos y roperos de distintas organizaciones y religiones que trabajan con gente que vive en la calle”. “Ahora –agrega–, por esta situación nos unimos a la Municipalidad y estamos trabajando muy bien juntos. Es algo histórico”.

El viernes 20 de marzo hicieron un censo de las personas en situación de calle y coordinaron rápidamente la ayuda. Todos los días se reúnen unos 15 voluntarios por turno, quienes preparan las viandas que cocinan desde el Paicor y las reparten en tres camionetas a los hoteles y polideportivos.

Desde hace una semana, implementaron talleres de escucha, para acompañar a estas personas. Mientras cuentan historias que los hacen emocionar, tanto Yanina como Omar coinciden en que además de los voluntarios, es importante el trabajo que hacen psicólogos, psiquiatras y médicos de la Municipalidad de Córdoba.

A futuro

Omar comparte una historia con un nudo en la garganta: “Franco (nombre ficticio) es un pibe de 24 años que hace dos va a nuestro desayunador. Fue abusado de chico y de adolescente se hizo adicto. Hace poco pudo salir de esa situación, trabaja haciendo changas”. “Ahora –completa– está en un polideportivo junto a otros chicos y está muy contento, hacen actividades juntos y tienen charlas y talleres”.

En esta coyuntura de aislamiento, Franco pudo plantearse otros sueños. “Hoy me dijo que después de que pase esto quiere aprender a leer y a escribir para poder tener un trabajo fijo”, agregó Omar.

Otras personas se proponen revincularse con sus familias y nuevos sueños en sus vidas.

Al ser consultado sobre cómo cree que pueda continuar esta red tras la pandemia, Omar no duda: “Creo que hay un antes y un después. Con este acompañamiento pueden abrirse muchos proyectos para realizar en forma conjunta”.

Apoyo educativo: lo esencial

El sistema educativo vive un cambio profundo desde antes de que se dicte la cuarentena. Los estudiantes no asisten a clases y realizan actividades desde sus domicilios. Y aunque el sistema marcha, nadie estaba preparado para un cambio tan drástico.

Por eso fue que la directora de una academia de apoyo escolar, Adela Narowlansky, tomó la decisión de brindar acompañamiento de forma gratuita. “Puse el servicio a la mañana, para aquellos chicos que tienen la necesidad de una ayuda porque sus padres están trabajando”, relató la profesora.

Desde sus redes, la academia Apoyo Escolar Adela recibe consultas y explica paso a paso cómo resolver ejercicios y abordar temáticas de estudio. “Estamos en una situación complicada. La gran mayoría de los estudiantes no llegó a conocerse con sus docentes. No saben cómo afrontar temas nuevos y están resolviendo su estudio de manera online. Los padres tienen a su vez variadas responsabilidades”, destacó Narowlansky.

Para la educadora, es fundamental que este cambio rotundo, y transitorio, que se vivencia en el sistema educativo no entorpezca los avances educativos de cada alumno. “Vamos a necesitar de muchos servicios como el que prestamos nosotros. La gente lo va a terminar usando, porque en un ratito, con preguntas concretas o sobre la base de ejercicios que no salen, sin tener que gastar dinero ni trasladarse, se puede resolver una situación educativa”, analizó.

A la tarde, la profesora da clases a alumnos pagos. “Pero a la mañana, y con gran satisfacción me dedico a hacer este nuevo acompañamiento. Desde el primer minuto que lo publiqué supe que se trata de un servicio esencial”, planteó, antes de volver a la tarea de preparar su próxima clase online.

Narowlansky lo dice con claridad: “Esta acción, junto a otras tantas que se multiplican en las redes, son vitales para que la sociedad afronte este tiempo de cuarentena”.

 

Ver nota original: https://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/unidos-para-llevar-alimentos-a-gente-que-vivia-en-calle

 

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En medio de la pandemia, dos médicas asisten a pacientes con tuberculosis en situación de calle

Belén Spirito (25) y Micaela Blanco (27) estudiaron en la UBA y trabajan en Casa Masantonio, acompañando a personas en situación de calle y consumo problemático de sustancias. Asisten a pacientes con enfermedades infecciosas como tuberculosis y HIV –población de riesgo en esta epidemia de coronavirus– e intensificaron los esfuerzos para cuidarlos mejor.

Son médicas y hoy, más que nunca, acompañan la vida como viene. Ese es el lema del Hogar de Cristo, red a la que pertenece Casa Masantonio. Como todos los nodos de la red, este fue creado para acompañar a personas que atraviesan (o superaron) situaciones de consumo problemático de sustancias. En este caso, la particularidad es que los asistidos padecen enfermedades infecciosas, principalmente tuberculosis y HIV. Esto, sumado a las condiciones en las que viven -muchas veces en hogares, ranchadas o volquetes- hace que sean población de riesgo ante un brote de coronavirus y por eso tanto los profesionales como los voluntarios de Casa Masantonio saben que deben intensificar su trabajo.

-¿Cuál es la misión de Casa Masantonio?

-Acompañar y ayudar a personas en situación de calle y consumo para que puedan tener acceso a un diagnóstico y un tratamiento, ya sea por un período de tiempo como con la tuberculosis (TB) o de por vida como el HIV. Muchas veces esto implica completar un tratamiento abandonado o continuarlo luego de una internación, aceptar un diagnóstico que quedó truncado en situación de encierro, o iniciar un estudio a partir de un nuevo caso en el barrio.

Los asistidos de Masantonio valoran el esfuerzo de quienes los asisten y eso los impulsa a seguir adelante con sus tratamientos.
Los asistidos de Masantonio valoran el esfuerzo de quienes los asisten y eso los impulsa a seguir adelante con sus tratamientos.
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-¿Cómo lo hacen?

-Una de las herramientas más clave es el acompañamiento de la situación social y habitacional; además existen convenios que nos permiten facilitar los estudios y la medicación para cada situación en particular. Al final, la estrategia termina siendo el amor, de nosotros hacia los pibes y de ellos hacia Masantonio.

-¿Cuánta gente vive en Masantonio?

-Estrictamente, vive Mirta, que es una de las enfermeras de la Casa. Además tenemos algunas habitaciones donde se alojan temporalmente pibes que están muy frágiles hasta resolver su situación habitacional y/o de salud. Estas situaciones van variando en cada caso. Hay personas que no pudieron sostener la internación en el Hospital o en la comunidad terapéutica y no tienen un lugar donde dormir y también otros que viven la calle -duermen en un auto, un parador o una ranchada) y este lugar no es seguro para el contexto clínico del momento de ellos y de sus pares.

-¿A cuántas personas asisten en las calles?

-Es muy difícil dar un número real y constante ya que muchos empiezan en calle y luego van a algún parador, alquiler, comunidad. Generalmente son personas del barrio, en este momento aproximadamente 25. Además están los chicos y chicas que acompañamos en “casas amigas” del Hogar (Animi y Sumay Simi por ejemplo) y otros Centros Barriales.

-¿Cómo los asisten?

-Utilizamos una estrategia llamada DOT (Directly observed treatment – Tratamiento
Directamente Observado) que consiste en que los pibes -que tienen diagnosticos de enfermedades infecciosas como tuberculosis- que acompañamos se acerquen a Masantonio diariamente a tomar su medicación o bien que nosotros la acerquemos a su lugar. La dinámica es que se acercan y Romi, el Tonga y Maxi los reciben con un plato de comida. Elena y Mirta les dan la medicación y, eventualmente, se juntan con el equipo social y/o el equipo médico para ir encauzando las distintas situaciones. Ocurre algo muy interesante: las mismas personas que inicialmente necesitaron un acompañamiento son las que después apoyan a los nuevos que llegan llevando medicación, acompañándolos a hacerse estudios, asegurándose que estén bien. Ellos mismos son la columna que sostiene Masantonio. Esto es muy lindo porque son ellos mismos los promotores en salud que rastrean a personas con alguna necesidad y generan el vinculo con la Casa.

En tiempos de pandemia y con plena conciencia de que sus asistidos son población de riesgo, los voluntarios y profesionales de Masantonio intensifican su esfuerzo para cuidar a las personas.
En tiempos de pandemia y con plena conciencia de que sus asistidos son población de riesgo, los voluntarios y profesionales de Masantonio intensifican su esfuerzo para cuidar a las personas.
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-¿Cómo se logra esto y por qué lo implementan?

-Esta táctica es parte de un proceso de vinculación que busca alcanzar la autonomía de los chicos, esto significa que puedan hacerse cargo de su tratamiento, resuelvan su situación habitacional y también tener ayuda para luchar con el consumo. El fin es acompañar lo que cada uno vaya necesitando y eligiendo. Esto requiere el trabajo conjunto del equipo social, el equipo de salud, los acompañantes pares y un infinito de gente que es imposible enumerar.

-¿Cómo se preparan para seguir atendiendo a las personas que habitualmente van a Masantonio durante el brote de coronavirus?

-Estamos intentando que los chicos más frágiles deambulen lo menos posible y tengan asegurada su medicación por estos próximos meses. Se va a seguir recibiendo diariamente a los que están en calle y seguiremos acompañando a aquellos a quienes les acercamos la medicación. La idea es tener la menor cantidad de complicaciones en este tiempo, pero sabemos que va a ser difícil sostener todo en este contexto.

-¿Por qué es importante seguir brindando esta asistencia aún en
cuarentena?

-Justamente este es uno de los sectores más vulnerables y son personas para quienes las recomendaciones de resguardo y protección son más difíciles de cumplir. Masantonio y el Hogar de Cristo son la casa y la familia de muchos de los chicos que acompañamos y queremos siga siendo así.

Construir vínculos es clave para el éxito de los tratamientos.
Construir vínculos es clave para el éxito de los tratamientos.
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–¿Qué las mueve a seguir adelante dándose a los demás aun a riesgo de enfermarse?

-Nos mueve la necesidad de dar respuestas concretas a problemáticas que existen y que desde algún lugar, con equipo acompañamiento y herramientas, son
posibles. En cierto punto, todas las profesiones conllevan algún riesgo y cuando asumimos y elegimos el trabajo territorial los aceptamos e intentamos cuidarnos.

-¿Qué medidas especiales están tomando para cuidar su salud y la de las personas a las que asisten?

-Estamos implementando de la mejor manera posible las recomendaciones de higiene del Ministerio de Salud que son muy claras y se pueden llevar a cabo en cualquier contexto.

–¿Qué respuesta reciben de las personas a las que asisten respecto a coronavirus?

-Es muy heterogéneo la verdad. En general, lo que más manifiestan es miedo, dudas y responsabilidad. También hay muchos que, acostumbrados a las situaciones adversas, simplemente lo viven como una variable más de su día a día a la cual hacer frente.

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Javier, el cura que transmite en vivo por Facebook y anima la cuarentena

Todas las tardes, a las 18, se sienta con su mate frente a la cámara y propone reflexionar.

Celular, computadora, parlantes y televisor: tiene todo listo para su transmisión por Facebook. Cada tarde prepara unos mates y a las 18 en punto se sienta frente a la pantalla para conectar con quienes están del otro lado. Observa cómo sale, se acomoda el pelo y empieza preguntando: ¿Cómo están familia?.

Javier Di Benedetto es cura. Estuvo en la Catedral de Bahía Blanca y desde hace un tiempo vive en Médanos, donde —a raíz de la cuarentena— decidió hacer videos en directo.

—Te damos gracias Jesús por estar conectados. Podemos hacer misión: cada uno desde su casa, con una palabra. ¡Vamos todavía! A ser misioneros desde nuestros espacios —insta a quienes lo siguen por la red social.

Java, como suelen llamarlo, cuenta que tuvo que aprender cómo hacer una transmisión. Como una especie de profecía, unas semanas antes del aislamiento había grabado en vivo uno de sus programas que sale por una radio de Médanos, por lo que no tuvo que arrancar de cero. Asegura que para él es todo un desafío y busca aggionarse: de hecho incorporó hashtags que copia en un papel con los temas más importantes del día.

Cada encuentro virtual dura una hora. No se trata de una misa en vivo sino de un espacio sin estructura previa que comenzó como un divertimento y fue dando lugar a la reflexión.

—Las primeras transmisiones fueron momentos para divertirse y pasar el rato. Después, por los mensajitos que fui recibiendo y por la conciencia de lo que estamos viviendo, dije “puede ser un instrumento para dar un poquito de esperanza”, ya que hay muchas personas con miedo. Así dio como un giro hacia el esperanzar: se trata de animarnos en medio de tanto bombardeo informativo.

La idea no es original: hay muchos evangelizadores en las redes sociales. En el caso de Javier, sintió la necesidad de acompañar y estar acompañado. Sus encuentros son una mezcla de humor y reflexión, en los que nunca faltan la Biblia ni la guitarra para compartir algún tema.

Confiesa que a él que le gusta andar, la vida le cambió bastante. Ya no tiene misas presenciales, bautismos, reuniones de catequesis, trabajos en los barrios ni visitas a las casas. Todo se reduce a la convivencia consigo mismo y el encuentro con otros mediante la tecnología.

Si bien no puede “callejear la fe” —un término que copia del papa Francisco— en un sentido material, cree que este tipo de conexión también es una forma de misionar. De hecho, le permitió reencontrarse con mucha gente, como aquel vendedor al que le regaló un rosario en 2008 durante la peregrinación a Luján y hace poco lo emocionó con un mensaje por Facebook.

—Estoy teniendo muchos diálogos por llamadas y videollamadas de personas con inquietudes —dice Javier, quien al término de los videos se pone a disposición por si alguien quiere charlar alguna cuestión por privado.

La grabación la hace desde la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, donde vive solo a diferencia de Catedral, en la que compartía su rutina con otros dos sacerdotes de Bahía Blanca.

—Estar solo todo el día es bastante desafiante y es una gran oportunidad para ir hacia el interior. Este aislamiento me hizo cuestionar el aprovechamiento del tiempo. Estoy muy pensativo, revisando mi historia de vida, un ejercicio que suelo hacer pero se está intensificando. Son tiempos de sembrar o arar la tierra para después ver los frutos.

Tal como se ve de fondo en las grabaciones, de una pared cuelga una bandera misionera del grupo que integró antes de entrar al seminario. Señala que tiene un significado muy especial: el Jesús dibujado con un mate en la mano es para él el símbolo perfecto del encuentro. Cree que de eso se trata: encontrarse y conectar desde lo profundo aunque cada uno esté desde su casa.

La repercusión que tienen los videos no para de sorprenderlo: los ven entre 70 y 100 personas por día desde distintos puntos de Argentina, como Rosario, Lobos, Algarrobo, Punta Alta, Bahía Blanca, Junín y Tornquist, entre otros.

—Lo que más me sorprende es la conexión: no me refiero a los megas sino a la conexión del corazón. Hay gente que se prepara el mate, como hago yo, y se sienta a esperar el video. Algunos piden oración por alguna persona o comparten una canción, texto o película que les gusta, ya que el eje es que cuenten cómo están viviendo esta cuarentena.

Sus compañeros de ruta no se quedan afuera: varios sacerdotes elogiaron a Javier con “muy bueno esto que hacés”. Él se muestra muy agradecido con todas las muestras de apoyo y aclara que también está abierto a las críticas: “Ojalá reciba, me ayudan a crecer”.

Está convencido de que algunos cambios son necesarios, incluso dentro de la Iglesia. Así como Santa Lucía de calle Israel dejó de ser un lugar exclusivo de mayores (como recuerda de su infancia) para dar espacio al coro juvenil que lo acompañó en varias misas tras su ordenación, reconoce que muchas otras cosas deben transformarse. Retomando las palabras de Francisco, apuesta por una iglesia más humana, más cercana y más comprometida. Hoy, conectada por internet. Mañana, volviendo a “callejear”.

Las claves de Javier

Durante sus encuentros, suele hacer mucho hincapié en términos que considera vitales para la vida cristiana.

-Ir a lo concreto: “No tomemos como sinónimo de espiritual algo etéreo: a veces cuando a uno le dicen “una persona espiritual” imagina a alguien levitando a un metro del piso todo el día o por ahí esa imagen tenemos de los santos; y bueno no, Jesús (que es Dios) se hizo hombre, se hizo bien concreto: nació en un lugar, en una historia, en un contexto socio-político, con una familia, con un lenguaje, con una cultura. El cristianismo no es rezar y desentenderse de las cosas; el cristiano es una persona comprometida, como se ve en Don Bosco, en la Madre Teresa de Calcuta y en tantos santos”.

-Cuidarse y cuidar: “Es una palabra que ahora se pone de relieve: cuidar nuestra salud física y también nuestra salud espiritual y psicológica. Por ejemplo, recibimos mucha información y reenviamos todo (¡tantos memes!) casi sin pensar ni preguntarnos si al otro le hace bien o no. Hoy estamos redescubriendo que cuidándonos a nosotros mismos también estamos cuidando del otro”.

-Reconocer los prejuicios: “Cada uno de nosotros está habitado por prejuicios, el tema es reconocerlo. Tenemos un prejuicio acerca de cómo son ciertas cosas de la iglesia, pensamos que es todo sin emoción. Y retomando lo de concreto, Jesús se hizo humano y asumió todo, también las emociones, el humor, las miradas, no lo dejó fuera del plan: así que todo eso forma parte de nuestro lenguaje. Hay mucha gente que se conecta que no es estrictamente católica o por ahí no va a misa ni es practicante, y muchas veces pido perdón por si dejo a alguien afuera cuando trato algo específico; pero la gente se siente a gusto: algunos me han dicho que han redescubierto ciertas cosas de la fe, que no se imaginaban que era así”.

-Cambiar: “Se están dando cambios en la Iglesia, pero falta un montón. Francisco siempre habla de la cercanía con Dios y con el hermano, pero todavía somos bastante distantes y eso no suma. Son importantes la cercanía, la sensibilidad, la empatía y la apuesta hacia lo humano. Eso nos trae un montón de vida nueva; el compromiso social también está en el corazón del Evangelio”.

-Poner en práctica la reflexión y la introspección: “Son muy importantes y las tenemos olvidadas, postergadas. Hay una canción de Jesús Adrián Romero que se llama ‘Mundo interior’, que es bellísima y habla del cuidado. Tenemos una interioridad que cuidar: no soy psicólogo pero creo que mucho de nuestro nerviosismo, de ese estar acelerados y disconformes con la vida que llevamos, surge de descuidar nuestra interioridad, que se cultiva en el autoreflexión”.

 

Sus escritos

En este tiempo de aislamiento, Javier también escribió y compartió algunas de sus reflexiones:

– “Y no quiero creer que todo esto haya sido sólo un sueño”

– Coronavirus: pandemia y oportunidad.

 

Nota original: https://www.lanueva.com/nota/2020-4-3-16-5-0-javier-el-cura-que-transmite-en-vivo-por-facebook-y-anima-la-cuarentena

 

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Coronavirus en las villas: “La demanda alimentaria se siente con fuerza”

El obispo villero Gustavo Carrara advierte que aumentó la demanda de alimentos en los barrios. Apoya el trabajo del Estado, le pide a los empresarios que no despidan trabajadores y destaca el mensaje de Francisco en medio de la pandemia.

 

El obispo Gustavo Carrara es el vicario episcopal para las Villas de Emergencia, forma parte de uno de los grupos de curas que trabaja en villas y barrios populares de la Capital y el conurbano bonaerense. Ahí donde las crisis siempre pegan más fuerte y rápido.

En plena emergencia sanitaria, abrieron las capillas de las villas para convertirlas en albergues donde los adultos mayores se aíslan en mejores condiciones de higiene y salud, y evitan el hacinamiento que en muchos casos sufren en sus propias casas o casillas. Junto a las organizaciones de la economía popular, y en convivencia con otros credos religiosos, atienden comedores que en las últimas semanas aumentaron la demanda alimentaria, y otras emergencias como la violencia de género y el consumo de drogas.

Son curas referenciados en la figura del Papa Francisco que están ahí donde muchas veces no llega ni el propio Estado. Es por eso que los convocó el presidente Alberto Fernández, incluso antes de la pandemia. Los quiere como socios políticos en la lucha contra el avance del coronavirus y de la pobreza, el hambre, y la pérdida de los ingresos diarios de sectores que trabajan mayoritariamente en la informalidad.

Gustavo Carrara es considerado como “el primer obispo villero”. Es auxiliar de Buenos Aires, colaborador del cardenal Mario Poli. Vive en la capilla de la Villa 1-11-14, en el Bajo Flores porteño.

En diálogo con El Destape, destaca las actividades de contención que realizan para amortiguar el impacto de la crisis y la cuarentena barrial que implementaron. Destaca que intensificaron la relación con el Estado para llegar a todas las familias y considera que “se están haciendo bien las cosas”. Le pide a los empresarios que no despidan trabajadores. Destaca el mensaje de Francisco como profético y tiene esperanza de que la pandemia marque un cambio mundial.

– ¿Qué trabajo realizan diariamente en los barrios?

El trabajo de las parroquias de las villas y barrios populares de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, en estos días de cuarentena, pasa por fortalecer el tema alimentario en los comedores, con más turnos y distribución, y abriendo alguno nuevo.

– ¿Cuánto aumentó la demanda de alimentos en los comedores?

La demanda alimentaria se ha sentido con mayor fuerza en estos días. También la solidaridad entre los vecinos, sobretodo las mujeres con gran protagonismo en los comedores, buscando distribuir lo mejor posible. Hay una red de organización comunitaria muy fuerte en los barrios.

– ¿Cómo impactó este parate en el trabajo diario de los hombres y mujeres de los barrios?

La gente en los barrios es muy trabajadora, lucha para sobrevivir diariamente. Los que trabajan en la calle como vendedores ambulantes, juntando cartón, con alguna changa, o trabajando en la construcción, se vieron resentidos por la cuarentena, que es necesaria y la gente cumple de la mejor manera posible.

– ¿Es posible implementar un aislamiento comunitario para aquellas familias que no tienen un hogar en condiciones para cumplir la cuarentena?

El lema es quedate en tu casa, quedate en tu barrio. Es lo que se puede hacer porque, si bien la gente respeta la cuarentena, las casas a veces son pequeñas y las familias suelen ser numerosas. En los barrios populares, la mayoría de los habitantes son niños y adolescentes.

Se está tratando de registrar a los abuelos, detectar dónde están, de establecer una red de acompañamiento a los que están solos en sus casas. En algunos lugares se están preparando pequeños lugares para que vivan los que necesiten aislarse para no mezclar tanta población, estamos buscando la manera de que algún referente afectivo los acompañe en este tiempo.

Tenemos en varias parroquias los Centros Barriales del Hogar de Cristo, que acompañan a personas en sufrimiento social de las drogas, eso requiere una mayor cercanía. Son todas acciones de contención en esta primer etapa de la pandemia.

– Se reunieron con Alberto Fernández, ¿intensificaron la relación con el Estado? ¿De qué manera trabajan en conjunto?

Es muy importante tener en cuenta que estamos ante algo inédito, la situación estructural de pobreza e indigencia en la Argentina lleva años y se agudizó en el último tiempo, pero acá tenemos un desafío: no sabemos cómo va a golpear realmente.

Se están haciendo las cosas bien, se tomaron precauciones a tiempo. Es muy importante tener unidad, no fragmentarse, no entrar en discusiones estériles. Esa unidad tiene que mostrarse para atender a todo pero de modo especial a los más frágiles. De ese modo, intensificamos la relación con el Estado. Tenemos parroquias que trabajamos en red y hay que dialogar con los municipios, con Ciudad, Provincia y Nación.

Por ejemplo para facilitar que esta asignación de emergencia familiar pueda llegar a aquellos que no son beneficiarios de nada. Se establecieron en las villas de la ciudad y en el Gran Buenos Aires algunos puntos de ANSES, acompañados de Renaper y los Centros de Acceso a la Justicia para preinscribir a la población más vulnerable. Por internet es muy fácil, pero cuando no tenés acceso a ese servicio se hace complicado. Hay problemas con los documentos, también, por eso es importante la presencia del Renaper.

Y notamos que se presentan problemas de violencia de género en estos tiempos en que las familias están aisladas, y la presencia de los centros de Justicia ayudan a que las mujeres hagan ahí las denuncias.

Buscamos que le llegue a los mayores la campaña de vacunación que comienza ahora, hay abuelos que todavía no están incluídos en la red del PAMI, así qiue tratamos de que le lleguen los remedios básicos e indispensables.

– ¿Cómo observa la actitud del sector privado, de los empresarios que despiden o los que aprovecha la crisis para aumentar sus ganancias?

Los que más posibilidades hemos tenido en la vida, somos los que más tenemos que poner y contribuir. Es un momento dramático. Por ahí algún empresario puede estar apretado, pero más apretado va a estar el trabajador que es despedido. Somos testigos de lo que le pasa a un trabajador cuando tiene que volver a su casa y mirar a su familia, a sus hijos, y decirles “no tengo más trabajo”. Eso es difícil de recuperar. En eso tenemos que ser muy responsables.

Hay que decir que se ven esas situaciones, pero también hay empresarios que están colaborando. Gente que tiene más posibilidades se están juntando par ayudar.

– ¿Cómo observa el rol de Francisco en esta crisis mundial y cuál es el mensaje de la Iglesia ante una situación histórica como la que vivimos?

La carta del Papa, del Laudato Sí, que habla del grito de la Tierra y el grito de los pobres, es cada vez más profética. La última oración que tuvo ante una Plaza San Pedro vacía es un texto para leer y releer. Dijo que nosotros, ante un mundo que se estaba enfermando cada vez más, pensábamos que podíamos seguir sanos sin que pasara nada. Hemos maltratado mucho a nuestra casa común. El Papa nos hace tomar conciencia de que estamos todos en la misma barca, tenemos que remar juntos, cuidar de los más frágiles, sino nos hundimos todos.

También creo que al ver tantas muertes y tanto sufrimiento en el mundo, en justicia a ellos y a tantas vidas ofrendadas de médicos y enfermeras que mueren tratando de salvar a otros, tenemos que parar un poco y replantearnos prioridades, cómo vivimos, cómo organizamos el mundo.

– ¿Cree que esto va a marcar un cambio?

Esto debería ser una antes y un después, tengo esa esperanza.

Ver nota original: https://www.eldestapeweb.com/nota/coronavirus-como-impacta-la-crisis-en-las-villas-y-barrios-20204319500

 

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